J.J. Benítez

J.J. Benítez

BIEN MIRADO, PODRÍA SER UNO DE ELLOS. Robusto y recio como un madelman, articulado de enigmas y secretos. Tiene partida de nacimiento, cierto, del 7 de septiembre de 1946 (52 años), Pamplona. Tiene mujer y cuatro hijos de carne y hueso. Sí. Pero quién es ése que responde al nombre de J. J. Benítez.

Un escritor que no reconoce serlo, autor de 33 libros, algunos de ellos vendidos a razón de tres millones de copias, récord mundial en la investigación del más allá, más allá de la vida y del planeta Tierra; 10.000 testigos entrevistados, 4 millones de kilómetros recorridos tras ellos, 6.000 libros consultados: un saco sin fondo, Benítez. Te plantas a su lado y puedes hacerle tantas preguntas como estrellas hay en el cielo. Él guarda en sus archivos casos para todo, que no son respuesta pero sí deslumbrantes supuestos. También escuchándole el paisaje se contempla distinto. La playa, por ejemplo, cálida y desierta, barrida por el viento de Levante en esta mañana de otoño, aparece a la vista como escenario perfecto para una secuencia de ciencia ficción. Y al rato los imaginas, tan panchos tras los juncos, extraterrestres, aterrizando en la tierra de la familia del escritor, Zahara de los Atunes. Lleva unos cuantos años instalado en este observatorio sobre el Atlántico, parece estar esperando la visita. Pero empeñado en su ocultismo, una obsesión cualquiera, J. J. Benítez no desvela sus propósitos: "He vuelto por la nostalgia".

No tenía antecedentes más allá de un niño que sabía de memoria los planetas. Todo empezó por un suceso que al joven periodista le tocó cubrir en las páginas de un diario local, un ovni avistado por campesinos, en Burgos. Allá fue, aún creía en la casualidad. Encontró un pueblo entero asustado, bueno, medio pueblo; "que no mentía", dice. Le enseñaron el campo quemado y le hablaron de un objeto redondo, grande, con luces, silencioso, bajado a la Tierra. Quedó tan sorprendido que, detrás de ellos sigue. La primera vez que vio una nave fue en el 74, al sur de Lima. Después de 26 años su conclusión es tajante: "Los ovnis son astronaves de civilizaciones que nos llevan millones de años de adelanto. El resto, es una suposición".

Educado en la más estricta moral católica, becado primero por los maristas y luego por el Opus Dei, Benítez desaloja sus iras contra el dogmatismo cristiano, que le arrojó de sus filas prohibiendo sus escritos. Y consuela su alma pecadora con una filosofía personal que él llama tercer estado del espíritu religioso: un credo de orden cósmico minuciosamente tramado por una inteligencia suprema: el Jefe. Nada es casual, el azar no existe; cuando la voluntad alcanza el límite, J. J. descansa: tal es la paz de su conciencia, que no es sino aquel dicho paupérrimo de ya Dios proveerá. Y si no provee... No hay respuesta, cambio.

Pregunta.-Señor Benítez, he visto un ovni.

Respuesta.-¿Sí? (escéptico).

P.-Lo vio mucha gente, y la noticia salió en un periódico, que recababa más información publicando un número de teléfono a cinco columnas. Luego concluyó que había sido un meteorito: le aseguro que era una nave, con cola y cabina.

R.-Siempre pasa lo mismo, salen los vampiros diciendo que son meteoritos. Te voy a pedir un favor, que me hagas una sinopsis y me facilites las fechas (me tiende su tarjeta).

P.-¿Cómo puedo saber que no era un satélite, la Mir desorientada, por ejemplo?

R.-Un satélite viaja a una distancia mínima de 140 kilómetros. Nunca podrías haber visto su estructura.

P.-¿La imaginación del hombre es capaz de ver lo que quiera?

R.-La imaginación puede hacer maravillas, pero cuando uno se encuentra con alguien que no la tiene y que te cuenta un testimonio fantástico, lógicamente algo no encaja. Los casos auténticos de ovnis son más fantásticos que la mejor creación de ciencia ficción.

P.-Si la vida existe ahí afuera, ¿por qué nadie se había dado cuenta antes?

R.-Sí se habían dado cuenta, pero en la antigüedad no se le daba el nombre de ovni ni platillo volante: no había concepto de electricidad, ni de gravedad, ni de nada que pudiera volar más allá de los animales. Hay cientos de testimonios, en los papiros egipcios, en las culturas griega, mesopotámica, hindú, mesoamericana, japonesa; todos vinculados con lo sobrenatural, con la divinidad. Imagínate lo que pensarían: pues que eran dioses, o diablos.

P.-¿Quién los ha visto?

R.-¿A los tripulantes? Hay decenas de miles de testimonios creíbles. Yo he investigado entre 200 y 300 casos.

P.-Pero aún no ha logrado verlos, personalmente, digo.

R.-Que yo sepa, no.

P.-Se tiene a sí mismo por un escritor de corta imaginación...

R.-Yo no me tengo por escritor, soy un periodista que investiga y cuenta. Yo no tengo el don: si no veo una cabina telefónica no la puedo describir. Lo que ocurre es que los asuntos que trato son tan increíbles.

P.-Para contar una detención en Roma tuvo que pasar por ella, y supongo que la policía cuando descubrió el asunto le tomaría a usted por un demente.

R.-Primero creyeron que era un terrorista, fue lo peor. Luego les conté la verdad y no me creían, y cuando investigaron, sí...

P.-¿Con qué frecuencia debe afrontar ese juicio?, que le tomen por loco, vaya.

R.-Antes era muy frecuente, pero ya no: cuando uno es consecuente la gente termina respetándote. Mi honestidad en estos 26 años de investigación ha sido brutal, soy muy rígido. Puedo tener un caso 20 años en la nevera y no se publica hasta que estoy plenamente seguro. En los últimos tiempos es mucha la gente que se va dando cuenta de que el fenómeno es real, ya no me miran con cara rara. Hombre, cuando empecé, en tiempos de Franco, aquello era un tabú que tocaba sectores muy sagrados.

P.-¿Dónde chocan religión y ufología?

R.-Fundamentalmente en que la verdad no la tiene nadie. Las religiones se consideran en posesión de la verdad, y cuando uno se da cuenta de que hay millones de civilizaciones mucho más avanzadas... Se crea un problema gravísimo, porque si algún día una de estas civilizaciones desciende públicamente, demostrará que Dios existe pero que todo el andamiaje eclesiástico es una mentira. La Iglesia lo sabe bien, entonces lo mejor es la política del avestruz: no pasa nada. Lo mismo le ocurre al estamento militar, a la ciencia y a los organismos de control social.

P.-Supongo que cuando uno se mete en tales berenjenales le sucederán cosas raras, o al menos las ve. ¿A usted qué cosas raras le suceden?

R.-Muchas. El fenómeno ovni no es algo puntual, todo está entrelazado y hay un control de esas civilizaciones sobre muchísimos seres humanos, y ahí surgen las cosas raras. Hay que investigar a los investigadores, porque están controlados. El fenómeno ovni te cambia la brújula, te das cuenta de que la casualidad no existe, todo está programado. Por tanto, yo no creo en la libertad, aunque es un sueño legítimo, porque nos falta muchísima información que quizás un día tengamos.

P.-¿Usted duerme bien?

R.-Sí, porque he ido comprendiendo que existe una inteligencia superior. Tengo mucha paz interior y una confianza a veces suicida. La que no duerme bien es mi mujer. Si yo he apurado todas mis posibilidades y no consigo lo que quiero, ya no es mi problema, la intendencia ya no es cosa mía: lo dejo en manos del Jefe.

P.-Dice que cuanto más investiga más miedo tiene, ¿sugiere que hay algo tenebroso?

R.-Sí, hay en la investigación una parte oscura, que es el control de los servicios de inteligencia y de los militares: terrorífico. Esto no es Hollywood, el fenómeno ovni es muy antiguo e interesa mucho a los militares, tienen pruebas, los han visto, los persiguen cada tres días, saben de su dominio tecnológico y van a por ellos. Y si algún investigador privado se pasa de la raya, tienen sus sistemas para intoxicar; anularlo, como ellos dicen. ¿Por qué? Porque de momento no les interesa que determinadas cosas salgan a la luz.

P.-Benítez, ¿a quién le reza?

R.-Ya no rezo. Yo hablo con ese Jefe, le pido información, respuestas, porque del resto ya se encarga él. Él ya sabe.

P.-¿Quién es él?

R.-El Jefe. Para que nos entendamos: Dios. Esa inteligencia, esa energía que gobierna, que te da por amor.

P.-A ver si he entendido bien. Según ese orden cósmico del que habla, estamos aquí sólo para equivocarnos, ignorar y luego morir, ¿no guarda esto cierto parecido con el cristianismo y las religiones clásicas?

R.-Joder. No, no estamos aquí por error. Hay un orden y una razón, que no es ser bueno, sino algo muy superior: aprender sobre el cuerpo la sensación de vivir. Y ésa es una de las grandes tragedias del ser humano: que no vive cada segundo. Ni tampoco estamos para morirnos, la muerte es como abrir una puerta, no tiene más importancia. Morirse es pasar a otro lugar, en donde estaremos más vivos, seguro.

P.-¿Cuándo va a publicar ese libro que prepara sobre los muertos que han vuelto?

R.-Estoy investigando. Tengo bastantes casos, pero requieren muchas indagaciones. Me gustaría ponerme a ello cuando acabe los Caballos de Troya, el año que viene, porque es un libro cargado de esperanza. El ser humano necesita saber que después de morir seguirá vivo. Y no hablo de religión, no creo en ninguna religión, sólo en mi búsqueda personal del espíritu. Mi alejamiento ha sido curioso, suave, nada traumático, un día me di cuenta de que no necesitaba a los curas ni a los dogmas, que son fósiles: ¡pero si Dios es algo en movimiento!

P.-Sale ahora una reedición de su libro sobre el Papa rojo, a propósito del vigésimo aniversario de Wojtyla. ¿Este Papa ha comprendido la modernidad, la pluralidad religiosa?

R.-¿El polaco? Es uno de los papas más nefastos que ha tenido la historia de la Iglesia, el tiempo lo juzgará. Él ha sido consecuente con su pensamiento, porque no cree en Dios. Dios no responde a la maldad con la maldad, y es respetuoso con el pensamiento. ¡Pero si la vida es una broma maravillosa que sólo sirve para experimentar! Qué son esas grandes metas. Éste es un Papa crispado, siempre está condenando, diciendo no. Lo último, las parejas de hecho, pero por qué han convertido al matrimonio en algo sagrado, cuando es un contrato mercantil y allá cada uno el carácter que le dé.

P.-¿Sugiere en La gloria del olivo que la muerte de Juan Pablo I debió investigarse?

R.-Sí, claro, fue una muerte extraña, y más extrañas aún las circunstancias que rodearon las horas inmediatas a la aparición del cadáver. Pero el Vaticano es una multinacional. ¿Alguien en el Vaticano cree en Dios? Es sólo poder y poder. Y quienes se han dado cuenta se han marchado y están en el Tercer Mundo, y en las ONG y ayudando a la gente necesitada.

P.-¿Cuánto le queda al Vaticano?

R.-Ay, yo qué sé. Hay una profecía que ha ido cumpliéndose, la de san Malaquías, según la cual el sucesor del polaco sería el último. Con él se acabaría la Iglesia como jerarquía fósil.

P.-¿Qué pretenden demostrar sus Caballos de Troya con esa lectura extraterrestre de la Biblia?

R.-No es eso, se cuenta la vida de Jesús de Nazaret como lo haría un periodista. La finalidad clave es contar que él no viene al mundo a redimir a nadie, sino a decirle al mundo que hay un Dios que no es justiciero y que te ha hecho inmortal desde la concepción: un pasaporte a la eternidad que nadie te puede quitar, seas bueno o seas malo: eso es marketing de las iglesias. Dios es el padre Abá, y como consecuencia todos los seres humanos son hermanos. Quien asuma esto vivirá mucho mejor, porque tendrá confianza en un orden.

P.-¿Ha recibido amenazas por cuestionar los dogmas?

R.-Directas, no. El estilo de la Iglesia católica es el ratero, navajazo por la espalda, desprestigio, acusaciones veladas, publicaciones prohibidas, ausencia de críticas.

P.-¿Qué le debe a los curas?

R.-Soy agradecido. Estudié en la Universidad de Navarra con una beca. Mi familia era muy humilde y no había medios. ¿Qué más les debo? Que me hayan puesto en una situación muy comprometida para poder darme cuenta de que lo que tienen entre manos no es la verdad.

P.-¿Y ese espíritu de trabajo duro, viene de ellos también?

R.-No, del periodismo, que me enseñó a ser muy tenaz y disciplinado, y me dio una gran capacidad de síntesis.

P.-Es curioso porque comparte usted con el Papa el asunto de los récords: los más viajeros, los más prolíficos publicando...

R.-Sí, corriendo detrás de los ovnis tengo algunos récords, pero ya no me entero mucho de lo que ocurre, leo periódicos atrasados. Wojtyla ha hecho una campaña muy fructífera, lástima que el mensaje esté fosilizado. Yo he aprendido algo fundamental gracias a los viajes, que es la tolerancia. Ahora que el mundo entra en una dinámica sin fronteras, que haya unos cuantos que luchen por 200 kilómetros, por un nacionalismo... es un atraso. Es no entender hacia dónde va el planeta: el futuro del mundo son las estrellas, lo que yo investigo.

P.-Cuál cree que es la clave de su éxito, ¿a la gente le gustaría creer lo que usted cuenta?

R.-Doy gracias al cielo por poder estar cada vez más escondido, y vivir en zapatillas, por aquí, entre pescadores. Ahora, si el éxito es llegar a mucha gente...

P.-Más de tres millones de ejemplares de los Caballos.

R.-La clave está en ser honesto, tener un lenguaje directo y elegir temas atractivos.

P.-¿Lo oculto no es lo más universal?

R.-Todo el mundo alguna vez se ha hecho preguntas: ¿qué pasa con la muerte?, ¿hay vida ahí afuera? Eso interesa.

P.-¿Usted trata de convencer a la gente desde el escepticismo?

R.-Mi punto de partida es siempre el escepticismo. Creo en pocas cosas y esas pocas las reviso continuamente.

P.-Si usted no es un enviado, ni lo hace por fama, y admite que lo que escribe va en contra de su prestigio, entonces...

R.-Mira, el dinero es una caja de herramientas. No me preocupa, la intendencia no es cosa mía; cuando lo necesito llega en su justa medida.

P.-Qué suerte, ¿entonces por qué publica?

R.-Porque hay una fuerza interior invisible que tira de mí. Yo salgo a investigar como un principiante, debería estar aburrido, pero hay algo dentro que no puedo evitar. Creo que nunca voy a retirarme, estoy marcado. Pero es como cualquier vocación.

P.-Ha dicho que dentro de poco se podrá comprobar la visita de los extraterrestres, ¿cuándo, cómo, dónde?

R.-Ya se ha comprobado, pero no creo que se vaya a producir a corto plazo un contacto oficial. Es muy prematuro. Sucederá, no hay otra alternativa. Probablemente cuando el ser humano deje de mirar al suelo y empiece a ver a su alrededor. Cuando haya una madurez: la Humanidad es un bebé.

P.-Benítez, ¿de dónde saca tiempo para dedicarse a la poesía?

R.-La escribo cuando estoy en crisis; o cuando estaba. Debo tener unos 800 poemas por ahí perdidos, pero nunca fueron escritos para publicar.

P.-Oiga, hace unas cosas tan extrañas, ¿no será usted el extraterrestre que busca?

R.-Sí, podría ser: no me quita el sueño. Ando detrás de Ricky B., un ser no humano mezclado entre nosotros, con un aspecto físico absolutamente normal. Hombre, yo tengo una partida de nacimiento y...



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