Las mujeres de mi agenda


Las mujeres de mi agenda


A QUIÉN NO EXCULPA su condición matrimonial: tal como las de su hijo, producen vergüenza ajena sus quejas sobre la destrucción de la familia Pinochet y el horrible sufrimiento que ustedes están padeciendo. Si no hubiera usted recibido por mal nombre el de "Mahonesa" por estar siempre encima del "loco" (un apreciado marisco chileno) no sería pertinente escribirle ni recordarle nada; sería caso de una mujer defendiendo a su hombre hasta más allá de lo razonable, pero con la eximente de toda esposa a quien no se le puede pedir que declare contra el marido. No es el caso ni usted es una abnegada en los altares del hogar. Ha sido una arpía para su pueblo y exponente de los peores aspectos del mujerío cuartelario. Durante la dictadura del general fue la "generala", y ejerció interesadamente complacida, dando aires a su hijo varón (ese otro orate que da alaridos encolerizados por las calles de Santiago) para lucrarse torpemente hasta el escándalo. No se relegó al segundo plano por el que optaron las mujeres de otros dictadores, ni siquiera conocidas, sino que disfrutó vicariamente del poder levantado sobre un osario, un campo de dolor y una imperdonable división social.

No se le conoce piedad ni lágrima ni sobre los pobladores de los barrios marginales de su ciudad cuando usted se dedicaba a decorar una espantosa pero carísima residencia presidencial en el barrio de Lo Curro, ajena a un hambreamiento que llegó a las clases medias. Respaldó activamente una represión innecesariamente cruel, no atendiendo ni los ruegos de la Iglesia católica chilena de la que se supone devota, y perdóneme que le recuerde lo que usted sin duda sabe: no la quieren ni los partidarios de su marido.

Por naturaleza, la esposa de militar es sufrida, vive a salto de mata en continuos cambios de destino, amistades, colegios, en casas nada confortables ni tenidas por propias, en renuncia a una posible prosperidad y en ambiente social cerrado, endogámico. Como usted, una parte de ellas canaliza su frustración espoleando a los maridos cuando las circunstancias son propicias al ruido de sables, llegando a ser mucho más reaccionarias que ellos e introduciendo el terrible rencor femenino en la vida civil. Usted fue jefa de las mujeres del Ejército propaladoras de bulos, aporreadoras de cacerolas que no estaban precisamente vacías y arrojadoras de maíz a sus esposos tildándoles de gallinas, y no sé si alguna Lisístrata al revés hubo que le negó el débito carnal a su uniformado hasta que no se sublevara. Estaban ustedes aburridas históricamente de la constitucionalidad del Ejército y querían ver mandando a sus maridos tal como en los países vecinos. Así que siga en Londres de enfermera inglesa y haciendo compras y recuperando protagonismo doliéndose por las penas que se infligen a los suyos. Salvador Allende no hizo desaparecer a nadie y a Pinochet hasta le encumbró, y Tencha, su viuda, es ejemplo de prudencia sin que se le haya escuchado un insulto o una queja en la defensa de los derechos abolidos y contra la impunidad de los crímenes. Ni la grandeza de una cantinera tiene usted, agria mahonesa reprimida del "loco" represor: Que Dios la confunda.

LUCÍA HIRIART

ARPÍA, usted ha sido una arpía para su pueblo y exponente de los peores aspectos del mujerío cuartelario.

REPRESIÓN, respaldó una represión innecesariamente cruel, no atendiendo ni los ruegos de la Iglesia católica chilena de la que se supone devota.



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1998-1999

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