Un siglo de mujeres

Un siglo de mujeres

EL CUERPO DE LA MUJER ha sido pisoteado durante siglos. Ha sido y es el fundamento, la encrucijada, de nuestro orden social; un orden social en constante evolución. El control por parte del sistema del cuerpo femenino permite la existencia del patriarcado, los niños crecen como propiedad de los padres, tanto legal como psicológicamente. Si opina que esto es una exageración, recuerde la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de la Mujer (Beijing, 1995), y que trata casi exclusivamente cuestiones de soberanía de las mujeres sobre su propio cuerpo. Refleja cuestiones que en los últimos 50 años han sido centrales para la mujer y por los que han luchado cada vez con mayor fuerza.

Si alguien leyendo esto pensara: "¡Basta! sexo y el cuerpo femenino, ya he oído suficiente, da igual por donde lo mires, se abusa del tópico hasta la saciedad", puede ser que tuviera razón; hoy en día existe una repugnante explotación y sensacionalismo del cuerpo femenino a una escala jamás conocida. Sin embargo, existe simultáneamente un proceso de resistencia y redefinición de la sexualidad femenina que parece imparable, las mujeres están recuperando y haciendo propios estereotipos del viejo orden, como pudiera ser la expresión "chica mala" (por ejemplo, si eres activa "sexualmente" eres "mala", en particular si has cumplido ya los 29...)

Las mujeres tienen su propia agenda: hoy en día ser "mala" se ha convertido en un grito de guerra que dice "no" al sistema que ha decretado que las mujeres deban sentirse avergonzadas si sienten su sexualidad y se muestran orgullosas de ello. Significa: "Sí, me siento sexual y si piensas que está mal, ése es tu problema". Durante siglos, las mujeres han sido intimidadas con un falso doble rasero pseudorreligioso donde se afirma que, para ser una mujer buena y respetable hay que ser sumisa y dócil. Aunque albergo la esperanza de que el próximo planteamiento y acción por parte del Frente de Liberación Sexual vaya más allá de un mero "vamos a reclamar la imagen de `chica mala'" hacia una postura más original y autodefinitoria. Eso es lo que vamos a hacer.

Parte del poder de la mujer es el poder sexual, el poder del ser, la presencia física. A las mujeres se les roba ese poder si se las intimida por cuestiones de su cuerpo, si se preocupan por qué actitud es la correcta para ser una señora, qué ropa proporciona la imagen y el mensaje deseado... (sean las modas transparentes de hoy en día un símbolo del orgullo que sienten las mujeres por su cuerpo o una explotación renovada, lo indudable es que se trata de una celebración de los cuerpos más jóvenes).

El orden social existente hasta ahora decretaba dos tipos básicos de mujer: las mujeres que son madres y cuidan de otros y las mujeres que son una tentación erótica y provocadora. De hecho, cada vez que la mujer asume alguna parte del poder en la sociedad y comienza a trabajar por la igualdad, siempre existe un movimiento cuyo objetivo es demostrar que las mujeres son sexuales.

La revolución sexual del siglo XX ¿corrigió esta situación, ayudó o fue un obstáculo para las mujeres? En la cultura popular existe una malinterpretación de la "revolución sexual" (principalmente la de los 60) con la "liberación de la mujer". Ambos (a pesar de estar relacionados) no significan la misma cosa. Son movimientos distintos. ¿En qué contribuyó la revolución sexual a la liberación de la mujer? ¿Lo hizo de veras? La revolución sexual de la década de los 60 fue simbolizada por la revista Playboy, los Beatles, la minifalda y James Bond, el agente 007; pero esencialmente consistió en la liberación del hombre. Desde los años 50, los hombres comenzaron a luchar contra la institución matrimonial, afirmando que era algo que les ataba y que necesitaban más espacio. Las mujeres estaban de acuerdo en que el matrimonio las relegaba a un rol anodino y que ellas se merecían algo mejor, tal como afirmaron las primeras y numerosas licenciadas universitarias (las mujeres comenzaron a asistir a la universidad, por primera vez y en gran número, tras la II Guerra Mundial). A pesar de ello, si una mujer no se casaba, la sociedad la miraba por encima del hombro (por ejemplo, ¿qué le pasa? o ¡pobrecilla!).

No obstante, la revolución sexual también tiene que ver con la píldora anticonceptiva (años 60). Con ella, por primera vez las mujeres pudieron evitar quedar embarazadas sin el "consentimiento" del hombre o su ayuda. Las mujeres podían realizar el coito, (o "sexo" como se denominaba eufemísticamente) si así lo deseaban, sin temor a tener que casarse de penalty. Ninguna mujer, por esa época, desearía quedarse embarazada sin estar casada... los niños aún eran llamados ilegítimos y sus madres, unas perdidas. A finales de los 60, cuando inicié mis investigaciones, las mujeres sentían emociones contradictorias, libres pero algo golfas o libertinas, preguntándose por qué -tal como lo definió una mujer- si antes de la revolución sexual una mujer era propiedad de un hombre, ahora era propiedad de todos -tiene que consentir tener relaciones sexuales o dar una excusa cada vez que un hombre se lo propone, y además tener que dar explicaciones de por qué es tan poco liberada-. La mujer sintió mucha presión a la hora del sexo (el coito al servicio de las necesidades del hombre).

El feminismo de la década de los 70 fue un paso importante para la mujer, posiblemente el más importante tras obtener su derecho a votar después de la I Guerra Mundial. El movimiento feminista declaró que las mujeres tenían derecho a sentir su sexualidad, pero no que tuvieran que ser sexuales hacia los hombres; que las hormonas en las píldoras anticonceptivas podían tener efectos secundarios sobre su cuerpo (¿y por qué no una píldora para los hombres?), que las mujeres son dueñas de sus cuerpos y que debían reclamar el poder sobre sus propios cuerpos a ginecólogos y tocólogos (durante siglos, los partos han sido tradicionalmente asistidos por comadronas o parteras). Recuperar el poder de las leyes que pasaban por alto la paliza de un marido a su mujer, de una sociedad que, en su momento, no reconocía la palabra "violación" como delito punible o de un acto sexual que estaba diseñado para el orgasmo masculino y no el femenino. Esta última afirmación, por supuesto es mía, tal como aparece en el Informe Hite sobre la sexualidad femenina, publicado en 1976-77, en la mayoría de los países.

¿Dónde encaja el Informe Hite original en este cambio del rol de la mujer en un proceso multicultural y que ha llevado siglos, en especial de cara a la comprensión e integración de la sexualidad femenina en el seno de nuestra cultura? Durante la década de los 50 y los 60, se pensaba que existían dos tipos de orgasmos femeninos: el orgasmo vaginal (el correcto) y el orgasmo clitoral (el inmaduro). A menudo se ha puesto en tela de juicio que las mujeres tuvieran orgasmo -¿dónde están el esperma y la eyaculación?-. Kinsey, el famoso investigador de mediados de siglo, afirmó la existencia del orgasmo femenino, pero asumió que sólo tenía lugar durante el coito, al igual que el hombre. Durante los años 20, Freud asumió el mismo concepto, encasillando a las mujeres como psicológicamente problemáticas en caso contrario. A finales de los 60 el equipo de investigación de Masters y Johnson observó a parejas realizando el coito y masturbándose en un laboratorio, filmándolos y estudiando íntimamente sus cuerpos. Llegaron a la conclusión de que los orgasmos en la mujer eran tan poderosos como los del hombre, y que el orgasmo femenino requería de la estimulación del clítoris (no de la vagina), pero afirmaban que la mujer debería de obtener ese estímulo clitoral automáticamente durante el coito, sin estimulación manual adicional, etc...

El siglo XX ha visto a las mujeres convertirse en maestras de sus propias vidas y cuerpos

El Informe Hite afirmaba que la mayoría de las mujeres no alcanzaba el orgasmo durante el coito y que precisaba de estimulación clitoral directa. Se documentó con miles de casos de mujeres donde describían sus orgasmos y cómo les hacían sentirse, cómo provocaban sus propios orgasmos durante la masturbación (solamente un 2% de ellas empleaba algún tipo de penetración vaginal) y cómo podían alcanzar con facilidad múltiples orgasmos si así lo deseaban. En el informe, las mujeres describían su timidez con los hombres, dado que el hombre controlaba los prejuicios culturales sobre el "cuándo, cómo, si debían tener un orgasmo o si una mujer que expresaba su sexualidad era `buena' o `de las otras'".

Basándome en toda esta documentación, llegué a la conclusión de lo que considero mi principal aportación ideológica (a pesar de que a menudo se ha atribuido a Foucault): el sexo es una institución creada y diseñada culturalmente y no una realidad biológica inevitable, la sexualidad y la erótica tienen múltiples facetas, pero su expresión se ha visto estrechamente conformada por una cultura que deseaba controlar la sexualidad e incrementar la reproducción, empleando el matrimonio y la familia como vehículos para mantener las instituciones religiosas, en vez de ser metas por derecho propio.

El siglo XX ha visto cómo las mujeres han comenzado a cambiar las tornas sobre todo aquello, convirtiéndose en maestras de sus propias vidas y cuerpos. Este siglo ha sido testigo de una revolución en la vida privada, el derecho al divorcio, la emancipación de la mujer y su (parcial) integración en el mundo laboral, los continuos cambios en las relaciones "domésticas" entre el hombre y la mujer y la igualdad de la mujer en el núcleo familiar (tanto a nivel legal como en términos económicos). Aunque las revoluciones del siglo XVIII trajeron la democracia al mundo de la política, no tuvieron en cuenta a las mujeres, dejándolas bajo unas caducas reglas religiosas de la era feudal: entrega a la familia y obediencia al marido.

Cuando se crearon las primeras democracias seglares (1776, la Revolución Americana; 1789, la Revolución Francesa), la mujer y el hogar no fueron incluidos, manteniéndose éstos bajo el antiguo orden social. Las revoluciones del siglo XVIII crearon gobiernos democráticos seglares, pero dejaron a las mujeres, a la familia y a las relaciones sentimentales bajo los antiguos valores religiosos. Las mujeres, en la actualidad, quieren que se les apliquen los valores seglares de igualdad y justicia (en contraposición a los valores feudales y jerárquicos de una religión que les colocaba en un segundo plano), tanto en el hogar como en el trabajo. Los hombres, sea dicha la verdad, disfrutarán y se beneficiarán de esta circunstancia. El siglo XX ha vivido un continuado debate sobre la vida privada como no se ha conocido en ningún siglo anterior. La sociedad ha experimentado y transformado el concepto de hogar y de familia, así como la doble moralidad con que se definía a las mujeres en una serie de vaivenes entre la libertad sexual y los estilos de vida orientados hacia valores familiares.

La rebelión contra un sistema feudal o tradicional en la vida privada no fue exclusivo de Occidente sino que abarcó otras culturas mundiales. En algunas partes de África la ablación del clítoris ya no tenía carácter tradicional, base de la identidad cultural, ni tampoco era "parte de la identidad sexual de la mujer africana": la familia. En Japón y en otras partes de Asia, estadísticas recientes indican la resistencia de las mujeres a contraer matrimonio -en Japón el 50% de la población entre los 20 y 29 años no desea casarse (Ashahi Shimbun, noviembre del 98) y la mayoría de los divorcios (súbitamente) comienza a ser solicitada por mujeres-.

La Carta de Las Naciones Unidas sobre los Derechos de la Mujer de 1995 y aprobada en Beijing, China, puso sobre el mapa la sexualidad femenina como cuestión política de primer orden. Desde las campañas en pro del aborto (durante la década de los 90, trabajadores y médicos de las clínicas abortivas estadounidenses han sido sistemáticamente asesinados), el acoso sexual en el lugar de trabajo (inhibiendo el desarrollo profesional de las mujeres y creando problemas morales), hasta la violación y violencia sexual contra las mujeres (presentes en la pornografía y en la estadística de la mayoría de los países) los temas referentes a la sexualidad se han convertido, hoy en día, en uno de los principales debates políticos.

Por Shere Hite


La sexualidad

Logros y desafíos de la mujer española

Mujeres



Un siglo de mujeres/ Anorexia, la plaga del final del milenio/ Karlos Arguiñano / Viaje por los misterios del universo / 20 años sin el Sah de Persia / Los hombres de mi agenda, Carmen Rigalt/ Las mujeres de mi agenda, Martín Prieto/ Almanaque / La mirada de Francisco Umbral / Gentes/ El tablón / Mesa y Mantel / Vino / Recetas / Restaurante/ Ruta/ Hotel/ Horóscopo / Adivinación/ En forma/ Aquellos años de..../
El club del vino

M H Z

TOP LA REVISTA VOLVER