Livin´ hablando inglés

Livin´ hablando inglés

EN EL METRO Y EN LA RADIO, en el canal 41 y en la calle 42, a las puertas de Wall Street y a la entrada de Tower Records, esperando a que llegue Ricky Martin al son de Livin' la vida loca... No hace falta afinar mucho el oído para escuchar una conversación como ésta:

-¿Cómo tú estás, brodel?

-I'm okey, ¿y tú?

-Pues mira, jangeando un ratito. What about you?

-Caminito de un ópenin que queda aquí mismo. Do you wanna come?

-Lo siento, brodel, estoy sin una quora.

-Come on, man, no seas chipero.

-No, no, yo me quedo. Ve tú.

-Okey, pues te llamo p'atrás y quedamos un día para lonchar.

-Okey. ¡Suave!

-¡Suave!

Y se van.

El spanglish surge así, sin premeditación y con alevosía. Lo hablan los puertorriqueños y los dominicanos de Nueva York, los cubanos de Miami Beach, los chicanos de East L. A. y de Corpus Christi, Texas. Treinta millones de latinos no pueden estar equivocados, y pese al anatema de los puristas, el incesto entre los dos idiomas se consuma todos los días, a pie de calle o en las publicaciones más serias:

"The hottest salsation and mucho more". (Interview)

"We've seen the future. ¡Qué bueno!". (Time)

"It's the talk of Nueva York: the hybrid called Spanglish". (New York Times)

Los lingüistas no se ponen de acuerdo sobre ese híbrido llamado spanglish. Para unos, estamos ante una imperdonable capitulación del español ante el inglés, una aberración que habría que combatir por todos los medios. Para otros, se trata de un romance natural e inevitable entre las dos culturas más pujantes del planeta.

Habría que preguntarles qué opinan a Shakespeare y a Cervantes. O mejor, a Walt Whitman y a García Lorca, hermanados todas las mañanas en el metro de Nueva York por los carteles de Poetry in Motion' (Poesía en Movimiento).

"Al llegar se sintió all of a sudden como un frankfurter girando en un horno de cristal".
(Ana Lydia Vega. Pollito Chicken)

Estamos en el instituto West Side de Nueva York, sentados con el profesor John Figueroa, colombiano, y con sus alumnos hispanos, que lo saben todo sobre Teoría y Práctica del spanglish.

-Pues yo lo utilizo, por ejemplo, cuando voy en el subway con mis amigos y no quiero que otras personas sepan lo que estoy diciendo. (Mani, puertorriqueño)

-En casa, es mamá la que dice cosas como "hay un liqueo en el rufo" o "niña, saca el agua del fríser". Yo no hablo así con mi hermana Irene. Lo que nosotras hacemos es cambiar del inglés al español, sin pensarlo, because it's natural, you know, y hay cosas que te salen más fácil en una lengua que en otra. (Pamela, dominicana-puertorriqueña)

-El español para el amol, y el inglés para los bisnes y la cosa intelectual... En mi neighborhood, en mi barrio, somos todos o morenos o latinos, y nosotros nos entendemos así, haciendo un mix de las dos lenguas. (Ángel Luis, del Bronx)

-Yo no hablo español bueno, so I prefer to speak English, pero cuando hablo con mi abuela sí hablo español porque ella no entiende ni papa de inglés. (Johnattan, de Nueva York)

-Te voy decir una cosa: el español aquí jode a la gente. Los hay que se les ve ashamed, digamos ofendidos de ser latinos, y eso no tiene que ser así, porque a ver ¿en esta clase quién se siente americano, coño? (Willy Pérez)

Brazos caídos por respuesta. Toma la palabra el profesor, John Figueroa, bastante respetuoso con la forma de expresarse de sus alumnos.

"En la escuela no podemos tirar a la basura el bagaje cultural de cada estudiante. Unos hablan mejor el español porque en su casa han conservado las tradiciones y el idioma. Otros lo han perdido porque sus padres quieren que hablen inglés a toda costa. Hay también quienes lo han aprendido en la calle, y utilizan el spanglish como una especie de código secreto".

Figueroa lleva 12 años en Nueva York, y el tiempo pasado en esta Babel donde conviven más de 200 idiomas le han hecho ser bastante más comprensivo con el don de lenguas. "Si adoptamos una postura intransigente, si le decimos a un estudiante que se centre en un idioma y se olvide del otro, está claro que uno de los dos -seguramente el español- va a salir perdiendo", dice Figueroa.

"Qué fuckin' chingón pasado I had' My past, pasado, pasadíssimo...' I follow you, mojado' the journey tú sabes, siempre hacia el norte".
(Guillermo Pérez-Peña. The New World Border)

Ana Celia Zentella, sangre puertorriqueña, sabe mejor que nadie lo que es growing up bilingual: crecer en esa tierra de nadie que unos llaman El Barrio y otros East Harlem, mamar desde pequeña el diálogo y las peleas entre dos lenguas condenadas a entenderse:

-Mira tú, big liar! ¡La jodiste conmigo!

-Play cool, baby, juégala frío, que te veo calentita.

El inglés y el español son como dos amantes de talante bien distinto, por eso tal vez combinan tan ricamente, como el ron y la Coca-Cola.

Al menos eso es lo que piensa Ana Celia Zentella, profesora del Hunter College y estudiosa implacable de las jergas y jerigonzas de la Gran Manzana. "En contra de lo que muchos creen, el spanglish es un signo de destreza lingüística", dice Zentella.

"Quienes lo practican son casi siempre capaces de expresarse en los dos idiomas; lo que pasa es que cambian constantemente de registro, unas veces de modo intencionado, otras sin darse cuenta, inconscientemente".

"Digamos que los latinos de Nueva York viajamos en un mismo tren por dos vías distintas", apostilla esta profesora, "y saltamos de una a otra cuando más nos conviene".

Zentella quiere dejar muy clara la diferencia entre los dos niveles de spanglish. Por un lado están los vocablos españolizados, a veces por simple deformación (chipero: tacaño), otras por pura conveniencia (partain: trabajador a tiempo parcial) o con evidente sentido del humor (saramambiche: hijo de perra).

Pero lo más habitual es que los interlocutores mezclen sobre la marcha los dos idiomas, en un cambalache constante que los expertos llaman el code switching (cambio de código).

"El code switching lo utilizan no sólo los inmigrantes de clase baja de El Barrio, también sus hijos acomodados que trabajan en Wall Street. Las nuevas generaciones de latinos, los nacidos aquí, se manejan mejor en inglés que en español, pero antes que resignarse a perder su segunda lengua materna, la incorporan espontáneamente a su discurso. Es un modo de reafirmar su identidad", afirma Ana Celia Zentella.

Algo muy distinto opina el hispanista Roberto González Echevarría, autor de un contundente alegato que vio la luz en el New York Times.

"El spanglish es una invasión del español por el inglés...

Quienes más lo utilizan son los hispanos de clase baja con un nivel muy pobre en los dos idiomas, y quienes lo practican por escrito están condenados no a una literatura para minorías, sino a una literatura menor... El español es nuestro vínculo común, y hay que preservarlo como sea".

Más apocalíptico aún, el lingüista Salvador Tió, que predice el agrietamiento y el derrumbe de la cultura hispana por vía del vil-lingüismo.

El punto final lo pone Montserrat Villarubla, autora de una interesantísima tesis sobre el tema en la Universidad Complutense: "Los cambios lingüísticos son el inevitable resultado del cambio cultural (...) El tiempo será al final el que juzgue como bueno o malo este proceso".

"Gustavo put his alma into his almacén".
(Gustavo Pérez Firmat. Next Year in Cuba)

Todavía caliente en las librerías, el Diccionario Oficial del Spanglish, repertorio humorístico, más que académico, de 300 palabras y frases that aren't exactly español or inglés. Ni uno, ni otro, para entendernos.

La idea del diccionario surgió en las páginas de Generación Ñ, la revista bilingüe de los cubamericanos de Miami. "Empezamos así, con una paginita de expresiones en spanglish firmada por mi colega Bill Cruz, y los lectores respondieron entusiasmados", recuerda el editor, Bill Teck. "Así que decidimos juntarlas todas, y qué te voy a decir, nos salieron cosas tan disparatadas como éstas...".

-Yo tengo fulcóber y te voy a meter un sú (tengo seguro a todo riesgo y te voy a denunciar).

-Parqueo en el jandi (aparco en el lugar reservado para los minusválidos).

-Tuve un reque con el carro (tuve un accidente con el coche).

Bill Teck, 31 años, nació como él mismo dice en el Bronx de Miami, "pa que te hagas una idea", y aunque habla perfectamente español, no puede evitar el cambio automático de marcha: "Todo get very mixed up en nuestras vidas, tú sabes. Con la abuela hablas en español porque el inglés no lo entiende. Con papi y mami también, pero con tus hermanos hablas en spanglish. En la escuela, english. Y en la tele vemos chows en los dos idiomas. Yo me crié con el `Qué pasa, USA' de Luis Santeiro".

A los jóvenes de su quinta, que nacieron aquí pero bebieron de la coctelera de las dos lenguas, Bill Teck los llama la generación eñe, y éste es su lema: "You gonna be tremendo echao p'alante si quieres conservar tus raíces en el melting pot de la cultura gringa".

La ñ de puertorriqueña sigue regando las venas de Sandra Guzmán, criada en Nueva Jersey y afincada en Nueva York, donde conquistó un Emmy con Telemundo y ahora dirige Latina, la revista que rompe mensualmente los moldes con titulares en este plan: "Are cuernos genetic?", "Great sex, no love!" "¿Qué hago?"; "How to make una tremenda impresión!"...

"Nosotras hablamos así, y en la revista no hacemos más que capturar ese bilingüismo que rige nuestras vidas", se justifica Sandra. "El 81% de las lectoras de la revista Latina se maneja en español y en inglés, pero el 53% prefiere leer a la americana... El idioma dominante en nuestras páginas es el inglés: el español lo utilizamos como apoyo y para proporcionar cierto sabor al idioma. Yo, cuando sueño, lo hago en español, que fue la lengua que aprendí de pequeña y la que procuro enseñar a mi hijo".

Sandra Guzmán presume de españolizar a sus lectoras latinas y no latinas, y también de estar contribuyendo a ese goteo de palabras en castellano que van calando poco a poco en el mainstream (la gran avenida de la sociedad americana).

Aficionado -por ejemplo- es ya un término de uso común. Suave, solo, salsa o número uno se escuchan a diario en cualquier emisora. Hasta la vista o ¡qué pasa! no necesitan traducción. Como tampoco lo precisa un reciente titular del New York Times: "Mi casa is your casa".

"In my campo we say a person has an antojo when they are taken by un santo who wants something".
(Julia Álvarez, How the García Girls lost their accent)

El español es el lenguaje de la niñez, el lenguaje de los sueños, de la pasiones, de las sensaciones que uno perdería si olvidara ese idioma y sucumbiera al pragmatismo del inglés-americano. Eso es lo que piensa Julia Álvarez, que perdió su acento, como las García Girls, y ahora se venga aliñando su prosa americana con unas gotas de spanglish.

"El idioma es una cosa viva y permeable", se explica la escritora, "y sería absurdo ponerle un alambre de espinos, y prohibir que se enriquezca con las aportaciones de otras culturas". En el mismo tren que Julia Álvarez viajan Sandra Cisneros, Esmeralda Santiago o Rosario Ferré, empeñadas en tender puentes y más puentes entre los dos idiomas.

Otro que flirtea con el spanglish: el dominicano Junot Díaz, autor de Los Boys. Su voz literaria nació de un silencio, "el terrible silencio al que me condenaron cuando llegué a los Estados Unidos, sin hablar una palabra de inglés y todo el mundo me prohibía usar mi lengua, la que aprendí de chiquito".

Parecida represión han padecido durante décadas los autores chicanos, que hace apenas un año se reunieron en Granada y reivindicaron que se respeten los rasgos propios del spanglish. Hablamos de gente como Rudolfo Anaya, Miguel Méndez o Ron Arias, y de un territorio mítico que algunos llaman Mexamérica y que comprende gran parte de Texas, Nuevo México, Arizona y California.

En la Gran Manzana, la antorcha del spanglish la encendieron los poetas neoyorquinos, gente como Pedro Pietri o Miguel Algarín, que aún regenta el café-bandera de la generación en el redivivo Loisaida (Lower East Side), el barrio del exilio boricua.

Los guetos urbanos de Nueva York y Los Ángeles son la paleta predilecta de los poetas del spray. Los hispanos relevaron hace tiempo a los negros en la vanguardia del graffiti: unos se hicieron buenos, como Tony Chico García, y se dedican ahora a teñir de sabor latino los cierres de las tiendas; otros, como Snake o Sabe, siguen bombardeando por pura furia, o dedicando murales bilingües a los boys caídos en la guerra urbana: "Te recordaremos, Kiko. No justice. No peace".

El hip hop latino lleva más de una década pegando fuerte, y en las letras de Proyecto Uno, Pastilla, KMX Assault o los mexicanos Molotov se encuentran quizás los ramalazos más radicales de spanglish...

"I'll kick your ass yo mismo por supporting el racismo".
(Molotov: Voto Latino)

Y así llegamos al latin pop, el nuevo El Dorado del imperio musical. Antes de que Ricky Martin conquistara el platino con Livin' la vida loca, tuvimos el spanglish mix de La Macarena, la techno-salsa de Little Louie Vega y La India, la texano music de Selena y La Conga de Gloria Estefan. Y, ya puestos, el Oye cómo va de Tito Puente en versión de Carlos Santana, La Bamba del malogrado Ritchie Valens y La Cucaracha de Xavier Cugat, allá por 1934.

Cambiando de escena, el spanglish ha hecho incursiones en Hollywood (Los reyes del mambo..., Carlito's way), en el cine independiente (Nueba Yol, La vida loca) y en los escenarios de Broadway (Freak, de John Leguizamo). La televisión anglo se está contagiando también de cierto sabor latino, con presentadores como Geraldo Rivera o la epatante Daisy Fuentes, especialista en celebrity's chismes.

La prensa hispana en USA libra todos los días el pulso entre la lengua dominada y la lengua dominante. El Herald, La Opinión y El Diario-La Prensa son ejemplos de la pujanza de un español, que nos guste o no, suena diferente en su roce diario con la trepidante actualidad norteamericana. La cultura yanqui, en fin, se va contagiando de la cadencia y del habla de esa hispanic nation que en cinco años superará en número y en influencia a la comunidad negra. Basta con darse una vuelta por el Broadway de Los Ángeles o por Washington Heights en Nueva York para asomarse al futuro que está a la vuelta de la corna, perdón: la esquina.

Aunque por debajo de las apariencias laten los prejucios y el temor al mestizaje de los dos idiomas: defendiendo la pureza autóctona, los abanderados del English Only, la campaña que pretende acorazar por decreto el uso del inglés (extendida ya en 23 estados).

Hablar español en USA puede resultar muy caro, y los juzgados se están poblando últimamente de casos de trabajadores hispanos multados o despedidos por atreverse a usar su lengua nativa en horarios de oficina. Desde California, por cierto, llegan también preocupantes noticias: suprimidos los programas de educación bilingüe en las escuelas para los hispanohablantes.

"Pero esa cruzada reaccionaria acabará cayendo por su propio peso", vaticina Dionisio Cañas, poeta y catedrático de español en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. "Ahora comienza a hablarse ya del English Plus, que reivindica el valor del bilingüismo... El español -sigue Cañas- está en auge en este país, y la gente hablará cada vez más spanglish. Habría que empezar a estudiarlo con rigor y con amor, como una variante más de nuestro riquísimo idioma que, no lo olvidemos, surgió de la deformación de otra lengua: la lengua latina".

"See them. Míralos. They are here. Están aquí. They were always here. Siempre estuvieron aquí. They arrived before anyone else. Llegaron antes que nadie".
(Carlos Fuentes. Americanos)

Reportaje

Diccionario

Ricky Martin



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