Kurdos, el verdadero rostro de un pueblo

JKurdos, el verdadero rostro de un pueblo

¿EXISTE UNA IDENTIDAD KURDA EN TURQUÍA? La negativa oficial a esta pregunta por parte de esta república fundada en 1924 por Mustafá Kemal provocó tres guerras en sólo 15 años: la sublevación del seik Said con base en Diyarbakir (1925), la de Ihsan Nuri en el monte Ararat (1927) y la dirigida por el poeta Aliser y el jeque Seyid Riza en Dersim (1938). A partir de este año, el conflicto kurdo quedó oficialmente zanjado: ya no existían los kurdos, ni había un país llamado Kurdistán y la lengua hablada por los rebautizados "turcos de las montañas" era una extraña mezcla de palabras turcas, árabes, persas y antiquísimos modismos rurales. Todavía hoy se sigue afirmando que la cuestión kurda, sin lugar a dudas el problema político más grave de Turquía en los últimos 25 años, se reduce a un asunto de terrorismo importado del exterior.

Ésa es la conclusión que se saca del juicio contra Abdulá Ocalan, que se enfrenta a la pena capital por liderar el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y la última gran revuelta kurda. Nadie puede calcular el coste humano de esta guerra iniciada en 1984; el Gobierno asegura que ha provocado 30.000 muertos, el Ejército da la cifra de 20.000 guerrilleros del PKK puestos fuera de combate; las organizaciones de derechos humanos hablan de un millar de desaparecidos, más de 3.000 pueblos destruidos, millones de desplazados y regiones enteras devastadas. Lo más sorprendente de la versión oficial sobre la cuestión kurda no es que dé la espalda a la Historia, olvidando las sangrientas revueltas anteriores, sino que también haya sido aceptada por otros miembros de la OTAN, como España y Estados Unidos. Por eso, el principal valor del libro Kurdistan. In the Shadow of History (Kurdistán. En la sombra de la Historia), de la periodista y fotógrafa Susan Meiselas, es echar por tierra tal interpretación mostrando, desde una perspectiva profesional e independiente, las pruebas de una realidad y un legado histórico que se pretende cuestionar. Siguiendo el conocido refrán, se podría decir en este caso que una imagen, y aquí hay muchas, valen más, no que mil palabras, sino que toda una teoría de Estado.

GUERREROS Puede haber quien siga afirmando que el Kurdistán no se extiende por el sureste de Turquía, que no existe una identidad nacional kurda, pero hace más de un siglo, cuando Estanbul todavía se llamaba Constantinopla, cuando Ankara era Angora, los periódicos turcos se escribían en árabe y Kemal Mustafá ni siquiera podía soñar en transformar el Imperio Otomano en la actual República de Turquía, los kurdos y el Kurdistán sí existían; y nadie se atrevía a negarlo, sobre todo porque, en tanto que musulmanes, eran los mejores aliados del sultán Abdulhamid II contra los cristianos armenios. En los años 20 tampoco era cuestionable su existencia para Mustafá Kemal: la aportación de las belicosas tribus kurdas era imprescindible para expulsar de Anatolia a rusos, griegos, italianos, franceses e ingleses. En aquellos años, Ataturk (el Padre de los Turcos) se fotografiaba rodeado de líderes kurdos, como Dayip Aga, representante por Dersim en la Gran Asamblea Nacional, mientras les prometía respetar su autonomía y su lengua.

Entonces, en cualquier parte se podían comprar postales ilustradas con coloreados paisanes y paisanajes -nobles, jeques, chicas, viejos...- dle "Kurdistán, la tierra de los kurdos", que ahora salen a la luz gracias a este libro.

Entre los documentos rescatados por Susan Meiselas hay testimonios gráficos de finales del siglo XIX imposibles de reproducir en la actual Turquía. Cada página es un acto de afirmación donde se constata que tal hecho ocurrió, que tal personaje existió, que tal viajero, diplomático, espía, periodista o antropólogo recorrió sus montañas describiendo lo que veía. Estudios étnicos de verdaderos exploradores en una tierra virgen a la mirada occidental; con los "adoradores del diablo", herederos del gran Zaratustra, y sus "templos de fuego"; derviches, guerreros de leyenda, campamentos nómadas que, cual pieles rojas, parecen haber sido arrancados de las grandes llanuras americanas; exóticas mujeres que gobernaban tribus enteras, como la princesa Adela, que recibía a los militares ingleses y a sus promesas de autodeterminación tras derrotar a los otomanos; aviones de la RAF en pleno bombardeo sobre aldeas kurdas en Irak y tropas gurkas traídas expresamente de la India para perseguirles.

Se les puede ver, guerrero a guerrero, en grupo, con sus familias, con su inseparable fusil y sus cananas cruzadas en el pecho estilo Pancho Villa y el janyar (puñal kurdo) entre los pliegues de la faja. También están aquellos líderes apresados, ahorcados y exhibidos sus cuerpos para escarmiento público; así terminaron Jafar Aga, engañado en una trampa por los iraníes, el propio seik Said, colgado inmóvil de tres palos en Diyarbakir, y Qazi Muhamad, quien, con apoyo de Stalin, fundó el primer estado independiente de los kurdos: la República de Mahabad... Personajes dispares y exóticos se suceden página tras página: kurdos judíos que se unieron al proyecto del Estado de Israel; kurdos soviéticos que se integraron en las repúblicas de Armenia y Georgia; kurdos cristianos de rito asirio-caldeo; los peshmergas (quienes caminan delante de la muerte) del legendario Barzani, que tuvo en jaque al Ejército iraquí durante 14 años, hasta que le traicionaron los norteamericanos y el shah de Persia... El movimiento revolucionario de Abdulrahman Gasemlu, el primero en enfrentarse al régimen integrista de Jomeini levantando en armas todo el Kurdistán iraní... La lista sería interminable porque la recopilación de Susan Meiselas recorre los principales acontecimientos del pueblo kurdo en los últimos 100 años, desde su implicación en las matanzas contra los armenios a finales del siglo XIX hasta el genocidio que sufrió a manos de Sadam Hussein poco antes de la Guerra del Golfo.

Fue en 1991, mientras colaboraba con el doctor Clyde Snow desenterrando fosas comunes y fotografiando pruebas de las masacres en el norte de Irak, cuando Meiselas pensó por primera vez en este ambicioso proyecto. Mientras paseaba por una localidad kurda de Irán, en el escaparate de un pequeño estudio fotográfico vio una estremecedora imagen que mostraba varios kurdos decapitados.

Susan se interesó por las circunstancias de aquella foto pero el fotógrafo local sólo le pudo decir que la conservaba como la mejor expresión de lo que ha sido su pueblo: una larga y oculta Historia de sufrimientos. Quedó impresionada por la violencia depredadora de lo que el Gobierno iraquí denominó Ofensiva Anfal, en recuerdo de las campañas expansionistas de las huestes de Mahoma: más de 100.000 desaparecidos, cientos de miles de kurdos desplazados y 4.000 ciudades y pueblos borrados, para siempre, del mapa de Irak. Descubrir que la misma suerte persigue a los kurdos en Turquía e Irán desde hace siglos fue cuestión de tiempo, de muy poco tiempo.

Armada de una Polaroid CP4 comenzó a visitar fotógrafos locales, haciendo copias de fotos antiguas y recogiendo testimonios sobre las instantáneas. Después, extendió su trabajo a archivos privados y públicos de Estados Unidos, Europa y la ex Unión Soviética. En sus seis años de investigación, Susan Meiselas, conocida por sus trabajos en Nicaragua y El Salvador, contó con la ayuda de esta marca de fotos, la agencia Magnum, la Universidad de Harvard, organizaciones humanitarias, el apoyo informático de la Fundación Rockefeller, el de la Fundación Hasselblad para los viajes y de la Fundación MacArthur para formar el equipo investigador. De la publicación del libro, con comentarios del antropólogo y kurdólogo alemán Martin van Brainessen, se encargó la firma Random House, de Nueva York, que logró una cuidada edición en la que las fotografías y documentos se superponen formando fondos de los que sobresalen comentarios e imá- genes a lo largo de 400 páginas.

Más tarde, abrió en Internet una página web -www. akakurdistan. com-. Aquí, además de mostrar su libro y facilitar su adquisición, quien lo desee puede participar en la búsqueda e identificación colectiva de fotografías, informando si sabe algo del autor de la foto, de lo que ocurrió en ese momento y de los per- sonajes inmortalizados. Ni siquiera los propios kurdos han podido hacer una recopilación de tanto valor entre los cinco países que se reparten sus 500.000 kilómetros cuadrados y dividen a sus 25 millones de habitantes en el corazón de Oriente Medio. Kurdistan. In the Shadow of History puede ser considerada ya la más valiosa aportación a la historia gráfica del mayor pueblo sin estado del mundo.

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