Ramón Sempere, presidente del grupo juguetero Famosa, sobre una "superbike", en la fábrica alicantina.
 
 
Ramón Sempere con su mujer, hijos y nietos.
 
 
En una audiencia con el Rey.
 
 
Sempere, recibiendo de manos de Francisco Franco, en El Pardo, el título de Empresa Ejemplar para Famosa (1973).


Conversaciones íntimas con...

Ramón Sempere Quilis

Es el padre de la muñeca de famosa, también del villancico, y cronista de Onil, en Alicante. Tiene 88 años y alma de niño. Predica la igualdad de sexos en el cuarto de los juegos y explica de dónde viene la violencia y el feísmo de las nuevas tendencias: la vida del juguete que corre al albur de la realidad. Además, preside la compañía y es autor de nueve libros de Historia, entre ellos Famosa en la historia de la muñeca. Anda ahora a vueltas con una novela de amor.

Por Elena Pita

No es por gastar una broma que don Ramón Sempere Quilis (va para 89 años) pose a lomos de la superbike de famoplay, ni tampoco que, después de renegar del feísmo y la violencia de la nueva juguetería, nos regale sendos ejemplares de Gremlin marrón combinado con rosa. Don Ramón es así, un niño. Un niño antiguo y listo que repite denodado la nueva filosofía del sector: el juguete no ha de ser sexista, las muñecas son también para los niños, el exceso material agota el deseo infantil y cosas así de lúcidas. Onil, Alicante, 1912, fundador en el 57 del mayor grupo juguetero que tenemos, Famosa, conocido en el mundo entero. Padre, por así decirlo, de la Nancy, el Nenuco, los Baby pis y por ahí. Le encanta contar la vida como un cuento (es cronista de su villa), rastrea la Historia como una aventura (lleva escritos nueve libros en diez años de jubilación), se aplica ahora con una novela romántica y es autor del famosísimo villancico de Famosa. A quién sino a él se le iba a ocurrir. Las estaciones de radio se lo emiten gratis porque dicen que no hay Navidad sin muñecos de Famosa dirigiéndose al portal. Hay que ver. Cuesta imaginarlo recorriendo estos polígonos inhóspitos, Onil, Ibi, Tibi, Castalla…, pero el invento de la Navidad es un filón alicantino. Turrones y juguetes salen cada año de esta esquina del planeta a bordo de inmensos globeltrotters. Almendras y fantasía.

Entrar en el edificio A de Famosa es un regreso brutal a la memoria intacta de los años 70. En el recibidor, una exposición de la Nancy de entonces, la rubia, castaña y morena, alta y bien armada: camp, locuela y yeyé. La antigua fábrica de Famosa es un tributo al babyboom y la prosperidad del tardofranquismo. Paredes forradas de madera, sintasol en los suelos, moqueta y un cierto olor a..., a lapicero. El edificio B ya es otra cosa, alberga el equipo I+D: unidad de inteligencia y marketing aplicada al juguete. Don Ramón es el timonel del equipo A, preside aún la compañía, es la memoria del grupo y su firma vale un potosí.

¿Y qué, don Ramón, qué será de ustedes ahora que nacen tan pocos niños por aquí? “No cabe duda que nos perjudica, pero también sucede que como ahora la situación económica de las familias es mejor, pues se gasta más en juguetes. Como sigamos así vamos a tener muñecas de sobra por todo el mundo. Nosotros buscamos otras salidas, no nos va a ocurrir lo que le sucedió a la industria muñequera de Francia, Inglaterra o Italia, que poco a poco se hundieron. Nosotros vimos con claridad que lo importante es crear una muñeca producto y a su alrededor fabricar patines, jardines, casitas, mochilas, parquecitos... (recuerden su edad y miren su aspecto en la fotografía), y eso ayuda a la venta. De otra forma no podemos competir con las muñecas que se fabrican en los países poco desarrollados, que pagan una cantidad insignificante de mano de obra, un 0,1 frente al 25% nuestro”. Famosa firma tres de cada diez muñecas que se venden en España.

La natalidad, ardua tarea. Sempere ha escrito un libro sobre la historia de la muñeca que encabeza con dos frases de Víctor Hugo: “(...) donde acaba el juego y la ilusión por la última muñeca, comienza la ilusión por el primer hijo” y “Una niña sin muñeca es algo tan desgraciado y absurdo como una mujer sin hijos”. ¿Lo suscribe? “Absurdo no, pero está claro que algo le falta. Sin ser machista, que a mí me encanta la mujer, creo que su papel fundamental en la vida es la maternidad. Su capacidad de afecto y sacrificio es sublime. Hay que luchar por tener hijos”. Lo dice él, que recién casado temió no poder tenerlos, y llegó a contar hasta ocho: “Los domingos nos reunimos 20 o 25 de familia, y si usted viera cómo la gozamos... A la mujer le pasará la hermosura, el tiempo y hasta la inteligencia; todo, menos el cariño a los hijos”. Claro que los suyos eran otros tiempos, “indudablemente, y por eso no censuro a las mujeres que no se atreven a sacrificarse por un hijo y eligen el trabajo: son libres para hacer lo que quieran”.

Don Ramón habla así del sacrificio femenino, pero no es sexista, y para demostrarlo, fundamenta su lógica en la muñeca, cómo no, el juguete por excelencia, para la niña y el niño, aunque en los anuncios sea la niña quien cambia el pañal. “La muñeca es la representación del hijo, que es tanto de la madre como del padre. La Asociación de Fabricantes de Muñecas insiste desde hace tiempo en ello: ojo, no seamos sexistas. ¿Por qué la consola va a ser de los chicos?, ¿y la bicicleta?, si hasta los viejos como yo ya nos hacemos el desayuno y la cama. Pero sí, hay cosas en las que el niño aún no ha entrado, porque hay una naturaleza distinta y porque es difícil luchar contra la Historia: teníamos los caminos muy trazados, el padre aportaba el dinero y la madre se ocupaba de los chicos. Ahora, si viera cómo mis hijos le cambian el paño a mis nietos y le hacen el culito... Pero quedan rescoldos que poco a poco se irán apagando”. O sea, que lo sepan los papás, los muñecos de Famosa, con sus mocos y meaditos, son también para los niños. Sempere tiene escrito un cuento en el que un pequeño príncipe consuela su soledad con una muñeca, es un cuento tierno, contado con sus palabras, 89 años casi.

Pero demasiadas veces la diferencia no está en el sexo, porque si bien jugar es una necesidad y un derecho inalienable del niño, porque así lo siente y lo necesita para su desarrollo, 250 millones de niños en el mundo están obligados a trabajar en lugar de jugar y aprender. Sí es consciente el hacedor de los muñecos, “la infancia constituye un 30% de la población mundial y por desgracia más de la mitad está condenada a trabajar y no sabe lo que es una muñeca. Nosotros destinamos anualmente una partida de cien millones de pesetas (601.012 euros) en juguetes para organizaciones de ayuda a los niños”. Onil, 1870, nacen las primeras manufacturas de muñecas, cientos de mujeres dedicadas al cultivo del campo pasan a engrosar las cadenas de confección. Entre ellas, decenas de niñas en edad de juegos. Los salarios son bajísimos incluso para la época, claro. Cosas de mujeres. Lo explica don Ramón. “Sí, sí. Volvemos al criterio histórico: había cosas para la mujer y cosas para el hombre. ¿Quién iba a encargarse de las muñecas? Pues las mujeres: les pagaban lo que fuera y se las consideraba bien pagadas. Buena parte de la tarea era la confección, y eso lo hacía exclusivamente la mujer. Hoy, si visita usted la fábrica, encontrará cantidad de hombres cosiendo y cortando trajecitos, pero entonces era impensable”. Al menos las sacó del campo, se consuela, después de un siglo desastroso para la agricultura. Las muñecas y las mujeres reflotaron la economía local.

–Dígame una cosa, don Ramón, ¿quién se inventa una muñeca?

–Ah, bueno, eso es un proceso de evolución histórica e industrial. Tenemos el departamento I+D, inversión y desarrollo, que estudia los mercados y las tendencias. Luego vienen los pedagogos y, después, el escultor.

Cuenta en su historia de la muñeca que allá por los años 50 se dio una ardua competencia entre la Mariquita Pérez concebida por doña Pilar Luca de Tena y la Cayetana, patrocinada por la duquesa de Alba. Una lucha que recientemente se ha repetido entre la Barbie (“un estilo de putita, ¿verdad?”) y la entrañable Nancy. Y ya se sabe quién ha perdido: la Nancy, que ha cedido su porte y estatura en pos de la competencia comercial, y también su novio Lucas, convertidos los dos en insignificantes maniquíes “con muy buen resultado en el mercado, efectivamente”. Tres millones de Nancys es una cifra estimada de venta. “Lo cierto es que la muñeca ha degenerado un poco, se ha convertido en un objeto lleno de movimientos y accesorios”.

También las dos guerras mundiales desarrollaron el juguete bélico que, por cierto, ¿qué opinión le merece a usted, Sempere? “Soy partidario de no eliminarlo, porque es un hecho real que no se puede negar, pero hay que tamizarlo. Si hay escopetas en casa, si el niño sabe que existen bombas y aviones de combate, por qué no hacerlos de juguete. No creo que esto fomente la violencia del niño, el niño es más espiritual. No va a desarrollar un instinto asesino por haberlo visto en un juego, en cambio es importante que palpe la realidad”. Violencia y sobre todo feísmo: monstruos por muñecos. “Del cine, todo eso viene del cine, empezó con Superman, que era un héroe bueno, pero que tenía mucho poder, y luego ese poder ha ido degenerando en acciones bélicas y destructivas, que es lo mismo que ha hecho el hombre con el átomo, por ejemplo”. La vida del juguete corre paralela a la vida real, esperen a ver los talibán animados desvaneciéndose tras las rocas de cartón piedra. Existen ya especímenes como La unidad de la tortura o el Violator, que incitan a la crueldad y la violencia sexual. “Nosotros estamos muy lejos de concebir cualquier juguete que no sea positivo para el niño, pero qué ocurre, que hay fabricantes y exportadores sin escrúpulos que se introducen y burlan nuestro consejo deontológico. Y resulta que luego nadie sabe dónde se han producido esos juguetes, si en Taiwan, si en China. Estamos reclamando que se vigilen más las importaciones de China en particular, y de África. Nuestra fábrica en China se niega a producir lo que allí nos proponen, fabricamos nuestros productos, a mejores precios, y así podemos competir con el mercado subterráneo”.

Oír hablar a don Ramón Sempere Quilis es oír hablar a la Historia. Su vida es casi la de un siglo, que empezó en un pueblín alicantino; pobre y sin recursos, el menor de 13 hermanos, de padre artesano, que daba forma a los rostros de las muñecas en barro. Y él, carpintero, con aquellas manos siempre sucias de frotar las planchas de madera con laca china, “no me gustaba nada, lo de llevar las manos sucias, se lo decía a mi madre: ‘Madre, esto es muy feo’. Y ella, ‘ten paciencia, hijo, ten paciencia’”. Le debe todo a su voluntad, “porque yo nunca fui un niño muy inteligente, un alumno aprovechado. Yo he sido como los americanos, de todo, carpintero, fotógrafo, vendedor de tejidos, ferretero. Y mientras, con la ayuda de mis hermanos estudié Magisterio. Tenía mucha fuerza de voluntad, y si me dejaban hablar, les ganaba a todos”. Pero cambió su plaza de maestro por un puesto en la fábrica de su suegro y, como administrador, en 1957 llevó a cabo la fusión de 24 fabricantes de muñecas en Famosa. “Inteligente no, perseverante, soy muy perseverante”. Y curioso. De sus cajones de recortes y sus incansables visitas a los archivos históricos de Alicante han salido nueve libros en los últimos diez años, “y ahora estoy escribiendo una novela, ah, sí, sí, sí: con amores y todo, una diversión de viejo”. Por esta curiosidad es que en el año 98 le nombraron Cronista de la Villa de Onil, y le ha dado al pueblo hasta una bandera que no tenía. Las cosas de la vida.

Pero aún falta por contar lo más importante ocurrido en los 88 años de don Ramón, que son sus ocho hijos. Él, padre amantísimo, y sus hijos, los más deseados por sus flamantes juguetes a la carta, es de suponer. “Bueno, date cuenta que en Onil todo el mundo tiene muchos juguetes. Hasta yo, que era pobrísimo, todos los años los Reyes me ponían el mismo juguete, y una pelota, pero lo hacían con una parafernalia y una pantomima, todos vestidos de moros y cristianos, sacaban el juguete de una saca, y el juguete era una burrita de cartón y unos cantaritos y un ronzal, y al cabo de unos días me lo quitaban y al año siguiente, el mismo. Con mis hijos ya fue otra cosa, yo tenía una posición”. De cualquier manera, el hacedor de juguetes no es partidario del exceso, “a los niños hay que racionarles y crearles el deseo: que no se harten. Tienen que merecer los juguetes, nunca recibirlos porque sí”. Aún así, estamos muy por debajo de la media occidental en gasto medio en juguetes: 114,19 e (19.000 ptas.) por año y familia frente a los 330,56 e (55.000 ptas.) de los norteamericanos.

Termina don Ramón contándonos la historia de la canción, de sus muñecas camino al portal, a llevarle al Dios del cielo su cariño y su amistad, y Jesús en el pesebre se ríe porque está alegre y Jesús... “Un clásico, ya es un clásico de los villancicos. Lo ha interpretado hasta el Orfeón Donostiarra”. ¿Ya han adivinado cuál es la sintonía de los móviles de Famosa? Pues esa.

   
   

 

   

 

   
   
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