Stefano trabaja sobre su última creación: una capa de inspiración bizantina.
 
 


SASTRES / EL TALLER MAS SANTO

El Papa viste de diseño

La aguja de Stefano Zanella y Gianluca Scattolin es casi divina: cose para el inquilino del Vaticano. En los últimos cinco años han recibido más de 64 pedidos de Juan Pablo II, cuyas medidas son un secreto comparable al precio de cada una de estas piezas exclusivas. Es tanta la fama de estos dos sastres prodigiosos, instalados en su taller de Treviso, que aceptan encargos para entregar tres años después. Entre sus clientes figuran prelados italianos, franceses y españoles. Por primera vez, Stefano y Gianluca abren la puerta de su santo taller para desvelar sus artesanales métodos de trabajo.

por Stéphane Barsacq

Setecientos gramos de fuego, oro y sangre. Eso era lo que llevaba sobre sus espaldas el Santo Padre el mes de diciembre de 1999, cuando abría, ante los ojos de más de mil millones de telespectadores, la puerta santa de la basílica de San Pedro de Roma, la víspera de las Navidades previas al año del Jubileo. La capa pluvial (nombre litúrgico de la capa sacerdotal) con la que iba revestido fue idea de dos creadores y del maestro de ceremonias del Soberano Pontífice, monseñor Piero Marini.

La espectacular capa, diseñada por Stefano Zanella y Gianluca Scattolin, cubría los gestos de Juan Pablo II y subrayaba su silueta. El tejido adamasquinado, confeccionado en una fábrica de Prato, en la Toscana, simbolizaba el sagrado acontecimiento: una puerta de oro, acceso místico al Paraíso que conduce al cielo, representado por unos reflejos azules. Los dos faldones de la capa iban sujetos con una especie de broche (rationale, en latín), creación del orfebre francés Doudji, iluminado en el centro por un cordero místico blanco, en marfil, y enmarcado por 12 piedras.

Zanella y Scattolin trabajaron juntos en la capa pluvial pontificia durante más de diez años. Hasta ahora, habían permanecido en el anonimato y sólo sus amigos más íntimos sabían que habían sido ellos los diseñadores. Los dos jóvenes estilistas concibieron una nueva aproximación a la vestimenta litúrgica, siguiendo la tendencia marcada por la Iglesia de reconciliarse con el arte sagrado y los artistas, al tiempo que se aleja del minimalismo austero de los últimos 40 años. Se trata de establecer una nueva relación con el arte, con la estética y con el mundo contemporáneo, sin renunciar al oro ni a la revalorización de la fe a través de la imagen y de la belleza visual.

Sacerdote católico de rito oriental, Stefano Zanella se ordenó en el Líbano, hace unos 15 años, en el seno de la comunidad siria de Antioquía. Nacido en Treviso, está licenciado en Musicología –es un apasionado del canto gregoriano–, en Filosofía y en Teología. “Comencé a hacer ornamentos litúrgicos como un hobby”, confiesa. Por su parte, Gianluca Scattolin, también originario de Treviso, siguió como aficionado cursos de arte dramático y se interesó por la escenografía y por el vestuario teatral. Finalmente, y bajo la influencia estética del cineasta y director escénico Peter Greenaway, se dedicó a crear adornos sagrados.

Hace dos años, Zanella y Scattolin pusieron en marcha su pequeña empresa: Decima Regio. Fieles a sus raíces, instalaron su taller de costura en Treviso, una ciudad cercana a Venecia, polo industrial y feudo de la confección italiana. Desde allí partieron a la conquista de la moda marcas como Benetton y Stefanel. Una vez instalados, los sastres realizaron sus primeras casullas y mitras y se las ofrecieron a los eclesiásticos que conocían. El interés por su trabajo creció considerablemente después de un primer encuentro con monseñor Piero Marini, que confió por primera vez en ellos para la Jornada Mundial de la Juventud de París, celebrada en 1997, en la que el Papa lucía una estola que llamó la atención. Monseñor Marini busca, para el Santo Padre, ornamentos ligeros, cómodos a la hora de desplazarse, que sean bien visibles en medio de las multitudes y que, además, den bien en televisión. Vestiduras similares a una especie de antorcha de la fe...

REGISTRO METICULOSO. Gianluca y Stefano conservan todas las confecciones que realizan a petición del Vaticano. También guardan cuidadosamente las medidas (ancho de espalda y de cabeza), la fecha de salida de cada creación y un registro de las ceremonias en las que fueron utilizadas. Todos los productos salidos de sus talleres se inscriben, como es lógico, en el marco litúrgico católico, que condiciona la elección de los colores. Sus diseños retoman el vestuario litúrgico clásico: la casulla o casulum, la estola o palium o la mitra medieval con tres modelos, desde el más pequeño, llamado renacimiento, hasta el más alto, denominado moderno. Y por último, el broche o rationale, la antigua fíbula de la toga y de la capa pluvial.

Cada color está cargado de símbolos. El azul, poco utilizado, se asocia a la Virgen y a las ceremonias en su honor. El verde, a las ceremonias cotidianas. El rojo recuerda la sangre y está asociado a la muerte, a las fiestas de los mártires, al Espíritu Santo y a los funerales del Papa. El violeta, en su tono fucsia, con motivos en oro, es de Adviento, la época litúrgica en la que la Iglesia prepara la llegada de la Navidad. El violeta más oscuro se utiliza para los funerales. Y por último, el blanco, con ribetes dorados, es el color del renacimiento, el de la Navidad, del día de Pascua, de las bodas y de los bautizos, porque marca los momentos fundamentales y felices de la vida cristiana y humana. Todo este simbolismo consta en una serie de edictos del papa Inocencio III, recogidos en su tratado De sacro altaris mysterio, que data de finales del siglo XII. El simbolismo de los colores ha sido revisado o abandonado en varias ocasiones, hasta que Pablo VI retomó su utilización para la liturgia.

Desde hace unos cinco años, las creaciones de esta pareja salen del pequeño apartamento de Stefano, que sirve de estudio de diseño y de taller de costura. Es un lugar sencillo, pero lleno de pasión y de todos los utensilios necesarios para la confección. Tiene tres pequeñas estancias en las que trabajan los creadores, ayudados por dos costureras. Todo está dispuesto para dejar que los muros blancos reflejen la luz. Una de las habitaciones sirve de almacén para las grandes piezas, como las capas. Otra permite presentar a los eventuales clientes los tejidos y, sobre la gran mesa que domina el espacio, cortar varios metros cuadrados cómodamente. La tercera, por último, está dedicada a los trabajos de bordado y a la elaboración de accesorios y mitras.

Allí se reúnen Gianluca y Stefano para intercambiar sus puntos de vista y sus ideas, a medida que van plasmando sus creaciones. En su cuartel general no hay adornos superficiales, excepto una reproducción del arcángel San Miguel de San Marcos de Venecia, que data del saqueo de Constantinopla, y la reproducción de una cúpula con cielo de mosaico azul estrellado. Y es que en el corazón de estos dos estilistas siempre está el espíritu de Bizancio y de la cultura de Venecia, es decir, la de las iglesias de los primeros tiempos de la cristiandad. Los mosaicos bizantinos del siglo X, los dorados, los azules y los verdes figuran en casi todos sus motivos. Como ese par de lunas plateadas, una en cuarto menguante y la otra llena sobre un cielo azul de noche. “Este retorno al simbolismo –explica Stefano– nos obliga a bucear en los tiempos de la Biblia, pero también a sumergirnos en el mundo romano del siglo primero, de donde surgió la simbología cristiana. Motivos sencillos y geométricos: cruces, círculos, barras y cuadrados. Y colores primarios vivos, violentos, desde el azul cobalto al verde esmeralda. Perseguimos una estética destinada a dar al Papa una imagen visible y dinámica, plena de majestad, que enlace con la calidad misionera de los primeros cristianos y le confiera una identidad repleta de alegría”. Todo tipo de obispos y cardenales italianos, franceses, españoles y de países más lejanos visitan a los dos modistos para encargarles una casulla o una mitra con “denominación de origen”.

Stefano y Gianluca adquieren sus tejidos en el mundo entero. Las sedas y los adamasquinados vienen de La India, de Tailandia, del Medio Oriente, de Lyon y del mercadillo de San Pedro de Montmatre de París. Todos tienen que ser ligeros, flexibles y no inflamables. “Para las mitras, hemos utilizado incluso un tejido beige claro de lana y de seda, fabricado en Alemania, y que es conocido porque se asocia a una reputada creadora que ha revolucionado recientemente el mundo de la moda femenina”, añade Stefano. Las piedras son semipreciosas. “La más valiosa que utilizamos es el lapislázuli. Sin embargo, la mayoría de los adornos y los bordados, los botones, los ribetes y todo tipo de accesorios es de bisutería”, añade modestamente Gianluca. Todos sus ornamentos han sido lucidos por el Papa varias veces y están en la Sacristía Pontificia. Una vez reemplazados, se trasladarán al tesoro del Vaticano para que sean contemplados por el público que acude a visitarlo.

“En los últimos cinco años, hemos recibido 64 pedidos para el Papa: mitras, capas pluviales, palios y casullas. Cada pieza es única. Las medidas del Papa son revisadas cada seis meses y se mantienen en secreto. Por ejemplo, recientemente hemos propuesto disminuir el tamaño de la mitra papal una decena de centímetros, volviéndole a dar una forma triangular más acusada. Esta es la parte, digamos, de ‘alta costura’, porque también hacemos para obispos y cardenales cerca de 25 conjuntos anuales. Algunos pedidos tienen que esperar unos tres años. Se trata de artesanía pura”, explica Stefano.

VESTUARIO ESPECIAL. Es un trabajo que exige cita previa para presentar un boceto con el proyecto y firmar el contrato. La elaboración puede llevar entre tres días y un mes para una mitra, según lo compleja que sea. Para las capas más elaboradas, se tarda de 12 a 15 días. “Nuestros precios son tarifas artesanales. A veces, incluso menos. No obtenemos grandes beneficios. La tarifa de los pedidos del Papa está fijada de antemano. Todas las casullas cuestan lo mismo. Sólo hacemos creaciones para la liturgia, para la misa y para los acontecimientos consagrados”, añade.

Cada momento de la vida de un Papa se corresponde con un vestuario especial. “Por ejemplo, la ropa que tiene que llevar un pontífice cuando muera está ya decidida, pero todavía no la hemos hecho. Es una casulla roja con pequeñas cruces y una mitra blanca bordada en dorado. Eso era lo que llevaba en sus funerales Juan Pablo I”, dice Stefano. Costureros, teólogos y artistas, los jóvenes modistos del Papa se declaran enamorados de la belleza, en la más pura tradición del Oriente cristiano, y en el más puro estilo contemporáneo. Sus creaciones son conservadas en el Vaticano y, a veces, viajan por todo el mundo en exposiciones itinerantes que van incrementando, poco a poco, la cantidad y calidad de los ornamentos que exhiben.

   
   

 

Otros afortunados en España
Vestir a medida es un lujo del que sólo gozan 500.000 hombres en cualquiera de las 500 sastrerías que hay en nuestro país. Tres pruebas y el traje está listo.

La sastrería es uno de los oficios con más solera de España. Vinculada a la Villa y Corte, ya en el siglo XII existen noticias de la primera asociación gremial de tratantes de paños y sastres, cuyo presidente, Juan de Vargas, servía al mismísimo San Isidro, patrón de Madrid. Como entonces, el ramo continúa muy unido a la capital de España (casi el 98% de los establecimientos de calidad está en Madrid) pero, al contrario que otros oficios seculares, la confección artesanal vive un momento excelente. Durante la década de los 80 sufrió una importante crisis que dio al traste con multitud de establecimientos, pero hoy, salvado el bache, existen en España unas 500 sastrerías artesanales especializadas en la confección a medida, en las que el 90% de los procesos productivos se realiza a mano. Este sistema es lento y laborioso –un traje realizado a mano requiere unas 50 horas de trabajo–, lo que eleva lógicamente el precio de las prendas. No debe extrañar, por ello, que el perfil de los 500.000 hombres que aproximadamente visten de traje en España coincida con un varón mayor de 35 años, de clase media-alta o alta, con importantes ingresos económicos y una profesión liberal. Políticos, altos directivos o abogados son los más asiduos clientes de las sastrerías, cada una de las cuales posee su propio estilo, que distingue a sus prendas de las de los demás. Aunque, según Antonio Puebla, miembro del Club del Sastre, “pese a estas pequeñas divergencias, hay que defender la existencia de un corte español, diferenciado del inglés o el italiano”. Impenetrable a las modas, el clasicismo del traje sastre ha sufrido pocas variaciones a lo largo del tiempo, y tan sólo algunos detalles casi imperceptibles en solapas y hombros distinguen el traje de hoy del de hace 20 años.


por Héctor Izquierdo

   

 

Dónde

En España conviven unas 30 sastrerías “de elite”. Madrid aglutina la gran mayoría, seguida de Valencia. Entre las madrileñas, destacan Hermanos Collado (Almirante, 21), de cuyo taller ha salido el modelo de la fotografía, Moisés Córdoba (Velázquez, 96), Jaime Gallo (Ayala, 27) o Gonzalo Larraínzar (Cedaceros, 9). En Valencia es célebre Antonio Puebla (D. Juan de Austria, 6). Los precios de los trajes de estos sastres no bajan de los 1.202 E (200.000 ptas.) aunque, según los tejidos, se puede adquirir uno de calidad desde 721,21 E (120.000 ptas.).

   
   
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