Música y animales. Jose Luis Moreno ama la música sobre todas las cosas y adora la compañiade los perros. Tiene 16 en su casa y posee ocho pianos como éste del salón principal.


Triunfo/El hombre espectáculo

Moreno, multimillonario hasta en enemigos críticos

Le han llamado de todo y durante años ha sido el blanco preferido de los críticos televisivos. Pero a punto de cumplir 55 años, el polifacético José Luis Moreno ha sobrevivido a sus feroces juicios gracias al incondicional apoyo del público. El programa que dirige y produce los sábados, “Noche de fiesta”, en TVE 1, es seguido por más de dos millones de personas, a pesar de que ya no salga con sus muñecos, a los que ha escondido para siempre.

Juan Carlos de la Cal
Fotografías: Luis de las Alas


NOCHE DE FIESTA. Él es el único que no está vestido para la ocasión. Presentadoras, bailarines, comediantes, actores... Todos los que salen en pantalla van de punta en blanco. Sólo José Luis Moreno, director y productor del programa, el hombre que marca la denominación de origen en todo lo que hace, el jefe indiscutible, acude en chándal a trabajar. La sofisticación que uno espera encontrar en un ¿moderno? programa de televisión se difumina ante el peso de la realidad: una mesa de despacho colocada en un rincón del plató casi a oscuras, justo detrás del telón de fondo, con dos monitores, un micrófono y un flexo, es todo lo que nuestro polifacético protagonista necesita para dirigir el programa de televisión más visto por los españoles la noche de los sábados desde hace cinco años.

Y es que, esos dos millones de personas fidelizadas a esta vieja e incombustible fórmula televisiva de música, humor, actuaciones y pases de modelos suponen el mejor escudo de Moreno ante las duras críticas que ha tenido que soportar a lo largo de su carrera. Y nadie mejor que él para reivindicar que una buena audiencia, en la pequeña pantalla, tiene mucho más peso que la peor de las críticas: “Soy muy sensible a lo que dicen de mí. Y me pongo de muy mal humor cuando se meten conmigo. No he podido superarlo a pesar de todos los años de experiencia. Por eso mi consuelo es este: ver que a pesar de todo la gente sigue confiando en mí”. Y no sólo la gente. Sus programas han sobrevivido a todos los directores generales que han pasado por la televisión pública, independientemente de su catadura política, y las cadenas privadas se rifan sus servicios.

Aunque se graba en directo, curiosamente el programa comienza con la filmación de la despedida final. “Es por si algo falla poder cerrarlo al menos bien”, explica José Luis tranquilamente como si todo este ajetreo que se mueve alrededor no tuviera nada que ver con él. A su derecha está sentada su hermana Marisa. A la izquierda su sobrina Natalia se encarga de trasmitir las órdenes al resto del equipo (unas 130 personas) que se aceleran coincidiendo con cada uno de los 22 cambios de ropa previstos para hoy entre los bailarines y modelos. Y por algún lugar de allá arriba está otro de sus sobrinos, Raúl, que es el jefe de regidores. Está claro que a Moreno le gusta trabajar en familia a pesar de que actúe solo, por mucha gente que mueva a su alrededor.

El tópico de un director de programa televisivo totalmente estresado también se derrumba viéndole trabajar. De forma automática, y sin la más mínima alteración, Moreno cambia de chip automáticamente. En unos minutos selecciona los trajes de los modelos, elige la música, anima al público presente, da marcha a sus colaboradores y habla con el periodista ajeno al alboroto de las candilejas. Se ríe con los chistes de los humoristas como si fuese la primera vez que los oye y vibra como un bailarín ante el frenético ritmo de Mónica Naranjo, hoy su estrella invitada. Aunque no se le ve, se mueve y actúa como si lo estuvieran observando millones de personas. Hay que advertir que cualquier idea preconcebida sobre Moreno debe ser objetivada inmediatamente si uno quiere ser sorprendido agradablemente.

Mientras, Juncal Rivero se ajusta el talle desbordando simpatía por sus cuatro finos costados; los actores repasan su guión fumando compulsivamente –Silvia Gambino, Daniel Muriel, Marisa Porcel...– las bailarinas se cambian de ropa en cualquier rincón, invulnerables a las miradas de reojo de los operadores y los largos bloques publicitarios aportan el respiro necesario más allá de las dos de la madrugada. “El presupuesto es de 30 millones de pesetas por un programa que dura tres horas y media. Proporcionalmente, el más barato de toda la televisión pública y privada de España. Y aunque lo produzco yo mismo, los beneficios son pingües para todos. ¿Quién dijo que esta fórmula ya no vale? Algunos piensan que Noche de fiesta sólo lo ven los jubilados y, según nuestros datos, el público más numeroso oscila entre los 30 y 47 años de edad. O sea, que a este tipo de formatos aún le queda cuerda para rato”, asegura José Luis en uno de estos recesos.

Tras repartir entre los espectadores que llaman por teléfono –a un 906, claro, para recaudar más dinero– varios viajes, muchos euros y decenas de regalos, el programa se acaba a las dos y media de la madrugada. Antes de la retirada toca una reunión con los responsables del equipo para preparar el de la próxima semana. Todos lo tienen asumido. Da igual el cansancio o el sueño. Trabajar con Moreno es así. Quien algo quiere algo le cuesta y en este caso el costo se mide por capacidad de trabajo.

UNA MANSIÓN PARA LOS MUÑECOS. Unos días antes nos citó a las diez de la mañana en la lujosa casa –una de las ii que posee por todo el mundo– en las afueras de Madrid para la entrevista y la sesión de fotos. Está dentro de una urbanización de alto nivel, rodeada de vegetación y alejada de todo bullicio. La construcción, diseñada por él, está a mitad de camino entre la típica mansión de actor de Hollywood y el palacio de un nuevo rico californiano. Tiene más de 5.000 metros cuadrados construidos y no le falta detalle para salir en esos reportajes a todo color que tanto le gustan al ¡Hola!: dos piscinas –una enorme de verano y otra climatizada para el invierno–, gimnasio, sauna, pista de tenis, sala de reuniones, vestidores, tres despachos, varias cocinas, baños... Un nuevo dato a primera vista: resulta que José Luis Moreno también es multimillonario.

El interior de la casa tampoco tiene desperdicio. No se puede hablar de un estilo concreto. Los materiales son de lujo: mármol, caoba, cristales italianos, columnas neoclásicas, celosías andalusíes, sillas barrocas, un orden funcional y, sobre todo, luz, mucha luz por todas partes. La pulcritud y el orden son obsesivos. Estatuillas de todo tipo, cientos de fotos –una en blanco y negro con la reina de Inglaterra preside el salón principal– y un montón de televisiones repartidas por los sitios más estratégicos marcan el denominador común de este indefinible ambiente. Muy apropiado para un hombre difícil de definir. Encima de uno de sus ocho pianos se esparcen los regalos que ha recibido esta semana procedentes de medio mundo: un albornoz, varios relojes, un atril, libros, discos... ¿Habrá alguien que reciba tantos presentes como él sin ser su cumpleaños?

“Intento vivir como si cada día volviese a nacer. Por eso lo celebro constantemente. Tengo cientos de amigos y admiradores repartidos por todo el planeta y todas las semanas alguno me envía algo. No te creas, que yo también correspondo. Pero me gusta recibir regalos. Me sigo emocionando como un niño”, dice José Luis mientras los coloca cuidadosamente en los cajones de su vestidor. ¿Sabrá realmente lo que guarda en cada uno? “Seguro. No lo dudes. Su cabeza es como un gran ordenador que controla absolutamente todos sus archivos”, afirma su asesora de imagen pronta a maquillarle la cara antes de cada una de las fotos.

Moreno vive en esta casa solo, con los empleados del servicio y 16 perros. Un ala del edificio está destinada a servir de oficina: una docena de colaboradores acude todos los días para trabajar en los diferentes proyectos del jefe. ¿Y los muñecos? José Luis no quiere hablar mucho de ellos. Incluso se resiste un poco a enseñarlos. ¿Estarán en una vitrina? ¿Colocados en una estantería quizá? ¿O tendrán incluso su propia habitación? Nada de eso. Rockefeller, Macario y Monchito duermen desde hace meses en unas grandes maletas de viaje confundidas entre otras muchas que están apiladas en el vestidor contiguo al dormitorio de su creador. De las asas cuelgan todavía las etiquetas de la compañía aérea que les llevó en su último viaje por Europa. Y parece que van a tardar mucho tiempo en volver a presentarse ante su público. Si es que alguna vez vuelven a hacerlo. “Todavía tenemos algunas galas contratadas en Alemania e Italia. Después de eso, salvo excepciones, no creo que vuelva a darles trabajo con asiduidad. Ahora mi vida está centrada en mi faceta de productor televisivo y de ópera. No tengo tiempo para más. Porque ellos necesitan una atención especializada, ¿sabes? Hay que prepararles los sketchs, informarles de la actualidad, sacarles su humor brillante... Probablemente mi etapa de ventrílocuo se ha terminado para siempre”, asegura.

Aunque se adivina cierto cansancio en su voz a la hora de hablar de ellos, sabe que gran parte de su fama se la debe a sus tres personajes. Y como hombre agradecido que es sería imposible sacarle más información sobre el asunto. Así, todos recordarán los aires de paleto inmigrante en Alemania de Macario, el espíritu afrancesado del cuervo Rockefeller –que llegó a hablar con el actual Papa, con Golda Meir o Indira Gandhi, sólo por citar algunos– y la descarada franqueza del hispano Monchito. Si algún día alguien se decide a escribir una historia sobre los mejores ventrílocuos españoles, sin duda, él figuraría a la cabeza. Ahora hace 20 años que fue elegido el mejor del mundo durante un festival monográfico celebrado en Canadá.

UN HOMBRE DE MUNDO. El próximo martes José Luis cumplirá 55 años. Un aries de pura cepa. En una de las estanterías de su casa tiene colgado un cartel donde se recogen los rasgos más definitorios de los nacidos en este signo y que él asume (los positivos, claro) con devoción: “Exigentes, poco influenciables, muy intuitivos, amantes del poder, cultivadores de la amistad, trabajadores y enamorados de las cosas bellas”. Madrileño de cuna, con ancestros castellanos, su madre era pianista y su padre, además de constructor de sus muñecos, fue el director del Teatro Nacional de Marionetas instalado en el madrileño parque de El Retiro y asesor del Ministerio de Cultura durante los años 70. Seis de los 17 hermanos de su progenitora se dedicaban a la ventriloquía y uno de ellos, el tío Vencés, que además es su padrino, alcanzó cierta fama trabajando en la década de los 50 en Estados Unidos con Sammy Davis Junior y Dean Martin. De su infancia no habla mucho: estudió en varios colegios, públicos y privados, ingresó en el conservatorio a los seis años y recuerda que hizo la comunión con un traje gris. Eso sí, durante toda la entrevista habla continuamente de su familia con auténtica devoción.

Sin embargo, su verdadera historia comienza en la adolescencia. A los 16 años terminó la carrera de piano y realizó otros cuatro cursos de violoncelo. De hecho la música en general, y la ópera en particular, son las grandes pasiones de su vida. Al principio de su carrera logró incluso cierto éxito como cantante de ópera llegando a actuar en algunos de los mejores teatros del mundo. Hasta que un desengaño amoroso le hizo cambiar de rumbo. Se fue a enamorar de una soprano, de nombre Elia, que lo dejó plantado una noche en Milán cuando José Luis aún no había cumplido los 20 años. Su cerebro se impuso entonces sobre el corazón y decidió quitarse de en medio para dedicarse por entero a la medicina. Puso los cinco sentidos –y hasta el sexto que dicen que poseen los artistas– en especializarse en neurocirugía y trabajó durante casi cinco años en la clínica madrileña de La Milagrosa.

“Mis padres me enseñaron que nada es fundamental en esta vida y que al cerebro no lo puede dominar ni Dios. Por eso siempre digo que mi religión es la ciencia unida al comportamiento vital de cada ser humano. Mi afición hacia la medicina nació a raíz de un libro que leí con 14 años, Cuerpos y almas, que me cambió la cabeza completamente. Para mí ha sido muy importante esta parte de mi vida, porque es apasionante saber cómo funciona en cada momento nuestro organismo. Me ayuda mucho a comprender tantas cosas que pasan en la existencia de cada uno. Por eso sigo ligado de alguna manera a ese mundo y leo bastantes libros médicos para seguir estando al día”, afirma.

Uno de sus compañeros de entonces es el doctor Guillén, considerado como uno de los grandes especialistas mundiales en medicina deportiva. “José Luis siempre tuvo un gran concepto de lo que debe ser la perfección. No tiene término medio: el seis o el siete no le vale. Tiene que ser cero o diez. En el fondo es un artista. Está muy abrazado al sistema pero le gusta hervir las cosas con algo distinto al agua. El problema es que en medicina no te puedes saltar los pasos y su talento le hacía siempre ir más allá. En cualquier caso creo que hubiera triunfado también en este mundo porque sabía moverse muy bien por los complicados entresijos de la neurocirugía”, asegura el doctor.

Otra faceta muy desconocida de su vida es la de escritor. ¿Acaso alguien sabe que ha escrito un total de 26 libros en varios idiomas? Un dato difícil teniendo en cuenta que los redactó bajo un seudónimo, Pep, y que muchos de ellos, de las más variadas temáticas –humor, viajes, curiosidades, novelas–, no han sido traducidos al castellano. Sólo tres se pueden encontrar en España. El último, Alguien se equivocó, editado hace ocho años, cuenta el drama personal de un médico azotado por una negligencia cometida durante una operación. El cine tampoco ha permanecido ajeno a su vida. Si en España le recordamos por su papel de malo en la segunda entrega de Torrente, dirigida por su amigo Santiago Segura, en la década pasada llegó a intervenir en una docena de largometrajes rodados en Alemania. Su afición por el séptimo arte le lleva a ver, al menos, una película diaria en cualquiera de la media docena de vídeos repartidos por su casa.

Una familia numerosa. Cuando a José Luis Moreno se le pregunta por su situación sentimental responde que se siente “como un niño de ocho años. Emocionalmente soy muy vulnerable y bastante enamoradizo. Los asuntos del corazón me han hecho padecer mucho en esta vida y ahora estoy más tranquilo”. Tres veces contrajo matrimonio y otras tres se separó. Su primera mujer fue la griega Arguidula Saneanos, hija de un multimillonario armador de aquel país, con la que estuvo casado seis años y que es la madre de su hijo mayor que ahora tiene 25 años. De otra relación posterior con una alemana tuvo otros dos hijos, una parejita, que actualmente cuentan con 19 y 17 años de edad y de los que guarda celosamente sus nombres. Su última mujer era italoespañola.

Moreno confiesa un cierto sentimiento de culpabilidad por haberse perdido la mayor parte de la infancia y adolescencia de sus hijos. “Pero desde el principio tenía claro que quería consagrar mi vida al trabajo. Al principio intenté combinarlo, pero fue imposible. En aquella época me pasaba la vida viajando y así no hay forma de mantener una familia estable. El tiempo me ha enseñado lo que es la soledad y que uno no puede creerse el amo del mundo para sacrificarlo todo. Afortunadamente, los chavales cada vez están más ligados a mí y vienen a pasar temporadas conmigo. Les encanta porque se divierten mucho. De momento viven los tres con mi primera mujer y nos juntamos todos en las fechas señaladas: cumpleaños, navidad y esas cosas. El poso que me ha quedado es una admiración profunda por las familias unidas”, afirma.

Moreno sabría decir “te quiero” en medio centenar de idiomas diferentes. Pero, realmente, hablar lo que se dice hablar sólo habla 13 y tiene títulos que le acreditan como traductor oficial en nueve de ellos. En sus ratos libres presta un servicio voluntario para Naciones Unidas traduciendo textos muy específicos de idiomas tan distantes como del finlandés al griego, por poner un ejemplo. Una de las lenguas más exóticas que habla es el mandarín, que aprendió trabajando durante muchos meses en una sala de fiestas de Macao. Y por si fuera poco, también colabora en asociaciones filantrópicas y humanitarias, ayudando todo lo que se mueve alrededor de la infancia y la vejez, “el principio y el final”, puntualiza.

Durante un tiempo tuvo un grito de guerra: “¡Uhhhh!”, que también, cómo no, fue ridiculizado por muchos de sus críticos. Aquello, como las conversaciones que tenía a solas con sus muñecos, también quedó atrás. Ahora, a la vista de su intensa vida, un nuevo (otro más) hombre se dispone a afrontar el penúltimo gran reto de su vida: la creación del mayor centro teatral y musical del mundo en Madrid. El último será, quizás, escribir unas memorias con el corazón en la mano. Entonces el grito de guerra cambiará por otro de asombro. Sí, señoras y señores, es José Luis Moreno: “¡Ahhhh!”...

   
   

 

El más odiado

“Hortera”, “rancio”, “vulgar” o “casposo” son algunos de los adjetivos que suelen dedicar los críticos a José Luis Moreno o a su trabajo en televisión. Carlos Boyero, de EL MUNDO, admite que tenga “favorable eco entre el marujerío más cutre”, aunque a él le provoque “todo tipo de refinadas ensoñaciones sádicas”. También en este periódico, Javier Lorenzo se pregunta si su continuidad en la pequeña pantalla “está relacionada con alguna clase de ceremonia vudú”. En El País, Antonio Albert ha dicho que Moreno “ha cambiado los muñecos por las boñigas” y, en El Periódico de Catalunya, Ferrán Monegal se lamenta porque “Noche de fiesta” sea un “escarnio pagado con euros que salen de nuestra esquilmada cuenta bancaria”. Pocas figuras del espectáculo concitan opiniones tan desfavorables. Sin embargo, a Moreno nunca le ha faltado el público ni alguien deseoso de contratarle. Él asegura no haber sufrido ningún fracaso con ninguno de sus trabajos, y eso que en los últimos 28 años ha firmado 98 formatos televisivos dentro y fuera de España, ya sea como director o productor a través de alguna de sus empresas. Con “Noche de fiesta”, que este fin de semana cumplió su emisión 270 en TVE, ha logrado una audiencia media de 1.769.000 espectadores, con una cuota de pantalla del 26,3%. Si sólo se tiene en cuenta este año, los datos son aún mejores: 2.109.000 espectadores de media, según el ente público. En la misma cadena, Moreno obtuvo cifras similares entre 1997 y 1999 con “Risas y estrellas”, otro espacio de variedades que perpetuó el estilo de “Entre amigos”, el primer programa que creó para televisión en 1985 y que fue adoptada por Telemadrid en 1991. Desde entonces ha realizado también “Mira quién viene esta noche”, “Humor se escribe con hache” y numerosos especiales, como la Gala de la Hispanidad para Tele 5, el homenaje póstumo a Miguel Gila y el último programa de Nochevieja para TVE.


Javier Casado

   

 

¿Sueño posible?

Se llamará “Coliseo de las tres culturas” y si se consuma será el mayor centro de ocio escénico del mundo. José Luis Moreno lleva diez años trabajando en este proyecto cuyo pistoletazo de salida podría darse en octubre si las autoridades municipales madrileñas acaban de dar su visto bueno. Presupuestado en 133 millones de euros, el complejo, que se localizará en el distrito de Hortaleza, tendrá un auditorio de ópera con 2.500 localidades, otro para espectáculos musicales para 2.000 espectadores y un teatro con capacidad para 1.500 personas. Además, contará con un conservatorio, un taller de ópera y otro de artes escénicas para 300 alumnos que estarán totalmente becados. También albergará un museo dedicado a la pintura y escultura contemporánea, un centro comercial, una biblioteca cibernética, aparcamientos... Los espectadores podrán seguir las actuaciones en tres idiomas distintos y cada asiento dispondrá de una conexión directa a Internet como en los aviones más modernos. “El nombre se debe a que España es el único país del mundo donde judíos, musulmanes y cristianos llegaron a convivir en paz. Es una apuesta por la armonía a través de la cultura y la música, el único arte que amansa las fieras de la guerra”, asegura Moreno. El proyecto podría ser realidad antes de tres años.

   
   
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