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140   Jueves, 30 de mayo de 2002. MANUAL DE SUPERVIVENCIA
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Algo más de 1.260 kilómetros separan Madrid de París. Eso, y 12,5 litros de combustible, pues esta ridiculez es lo que gastaría el Volkswagen 1L, el primer coche con un consumo de 0,99 litros cada 100 kilómetros. A pesar de ser un laboratorio rodante, no se descarta fabricarlo en serie.

por Félix Cerezo


La puesta de largo de este revolucionario vehículo tuvo lugar de la mano del anterior presidente de VW, el doctor Ferdinand Piëch, quien lo utilizó para acudir a la Junta de Accionistas en la que se despidió de su cargo. Y a la que llegó tras recorrer 230 kilómetros (entre Wolsburg y Hamburgo) en los que, por cierto, rebajó aún más el récord de consumo del coche, hasta unos insignificantes 0,89 litros.

Para Piëch, esta nueva criatura suponía su último regalo a la industria automovilística y venía a cumplir una promesa que empezó a tomar cuerpo en 1999. Un sólo dato sirve para hacerse idea del ingente trabajo de ingeniería e investigación que ha requerido. Bajar el consumo en dos litros cuando se parte de seis es algo al alcance ya de muchas marcas, pero el reto que planteaba este modelo era recortar en nada menos que un 66% el gasto respecto al anterior coche de bajo consumo, el VW Lupo 3L. E incluso este último vehículo sigue teniendo hoy –tres años después de su lanzamiento– mucho de experimental. De hecho, los trabajos no hicieron sino evolucionar los tres aspectos básicos empleados en él y decisivos en la lucha contra el consumo: ligereza, aerodinámica y eficiencia mecánica y de la transmisión. Sólo que ahora, además, hubo que abandonar muchos convencionalismos.

Así, el automóvil es extremadamente estrecho (sólo 1,25 metros de ancho), lo que obliga a que los dos únicos pasajeros vayan sentados uno detrás de otro. Además, los ingenieros tuvieron que recurrir a un motor de sólo un cilindro y 300 centímetros cúbicos, por supuesto diésel, ya que su aprovechamiento energético es muy superior al de un gasolina. Rinde unos escasos 8,5 caballos, pero suficientes para alcanzar una velocidad de 120 km/h.

¿Cómo es posible tanto con tan poco? Muy sencillo (en la teoría, claro): primero, se emplearon de forma masiva el magnesio, la fibra de carbono y el aluminio –y se prescindió hasta de la pintura– para dejar la báscula en 290 kilos, menos de un tercio de lo que pesa un utilitario corriente. Después, se dio forma a ese conjunto en un túnel de viento, eliminando elementos perturbadores como los retrovisores, y se carenaron y ocultaron las ruedas hasta lograr que necesite menos energía para vencer la resistencia del viento que una motocicleta. Finalmente, se dotó al vehículo de un sistema de transmisión de la potencia completamente automático, que incluso ofrece la posibilidad de planear cuando no se requiere el impulso del motor.

Nada de esto supone, sin embargo, una merma en la seguridad. Con un centro de gravedad bajo y centrado, el VW 1L es extremadamente estable. Además, la resistencia de su estructura ha sido probada mediante test de choque y no le faltan ni ABS ni control de estabilidad ESP.


 
 
 
REY DESTRONADO


Antes del VW 1L, la marca alemana ya se adelantó a toda la industria con el Lupo 3L. Nació en 1999, como respuesta a los ecologistas de aquel país, y tiene un gasto homologado de sólo 2,99 litros cada 100 kilómetros. Con un exclusivo precio (13.240 euros en España), se han vendido más de 22.000 unidades desde entonces en todo el mundo.
 
 
 
 
EL FRACASO “VERDE”


Pequeño, inteligente, ligero y eficiente. Sumando las iniciales de estas palabras, traducidas en inglés, el resultado es Smile. Y así se llamaba el coche con el que Greenpeace intentó poner su grano de arena en la guerra contra el consumo. Para ello, modificaron un Renault Twingo, cambiaron su motor por uno más pequeño, lo aligeraron 200 kilos y perfilaron sus formas. Resultado, un gasto de carburante y unas emisiones inferiores en un 50% a las del modelo original. La aventura comenzó a gestarse en 1996, adquirió notoriedad en 1999 y, desde entonces, nada más se sabe de ella. Ni los fabricantes ni el público quisieron prestarle atención.
 
 
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