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M A G A Z I N E 
145   Domingo 7 de Julio de 2002
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ENTREVISTA / VALERIO LAZAROV
Nació el 20 de diciembre de 1935 en Birlan (Rumanía). Sus padres eran emigrantes de origen ruso, propietarios de una ferretería. De sus cinco matrimonios tiene cinco hijos. Estuvo casado con la cantante Elsa Baeza y la actriz norteamericana Didi Sherm

“Si yo hubiera hecho en Tele 5 algunas de las cosas que ahora se ven me habrían cruciÞcado”

En 1968 llegó a la España de los dos rombos y revolucionó la televisión y el país. Se le conocía como el “rey del zoom” por sus innovadoras técnicas. Este rumano, nacionalizado español, es mucho más que el creador de las “mama-chichos”. Ahora cumple 45 años de carrera audiovisual.

 
Realizador de estrellas. Lazarov junto a Lola Flores durante la preparación de un especial sobre la cantante en 1975.
 

por Maria Eugenia Yagüe


El 18 de junio de 1957 E, en el Instituto Teatral y Cinematográfico de Bucarest los cuatro alumnos que recibían sus diplomas de fin de carrera estaban tranquilos. La Rumanía comunista negaba la posibilidad de vida eterna, pero garantizaba trabajo a los ciudadanos dispuestos a construir la patria socialista, bla, bla, bla...

Valerio Lazarov, de 22 años, y otro compañero eligieron trabajar en algo tan desconocido para ellos como la televisión que, simplemente, no existía. Fue a finales de agosto cuando llegaron a la sede del Comité Central del Partido Comunista los i00 primeros aparatos que entraban en el país. Se emitía en directo y en la sala de control el director trabajaba con la mano en una llave para cortar la emisión si se decía algo inconveniente. Entonces aparecía un cartel: “Avería técnica. Disculpen las molestias”. Las entrevistas estaban escritas. Incluso si se le preguntaba la edad, el entrevistado tenía que leer la cifra en el papel que le ponían delante. “Cuando llegó Ceaucescu fue peor”, recuerda Lazarov. “Era una paranoia. Se emitía de ocho a diez de la noche para ahorrar electricidad: hora y media dedicada a Ceaucescu y su mujer, y el resto, al folclore rumano”.

Los directivos apreciaban el talento del joven realizador y le encargaban retransmitir los actos patrióticos importantes, como la visita del general De Gaulle en los tiempos en que ningún líder occidental atravesaba el telón de acero. Ante la multitud que llenaba el estadio de Bucarest, De Gaulle se quitó el sombrero mientras hablaba Ceaucescu. Cuando le tocó al general francés, el líder rumano permaneció con la cabeza cubierta. Lazarov revisaba aquel material para el informativo de la noche, cuando recibió la visita del comisario político del Comité Central. “Me dijo que quitara de la imagen el sombrero de Ceaucescu, que daba mala impresión. Yo le decía que era imposible, pero le daba igual. Fue mi primer conflicto serio”.

Sin embargo, había algún resquicio de cordura en aquel sistema demencial. Lazarov consiguió hacer programas de variedades que tenían imaginación y frescura. A partir de i966 sus títulos empezaron a recibir premios en festivales internacionales y le dejaron salir del país para recoger una importante distinción en Montecarlo. Allí conoció a Adolfo Suárez, entonces director de la Primera Cadena de TVE, y a Juan José Rosón, secretario general. Rosón le ofreció trabajo en España, pero cuando volvió a su país y lo habló con sus jefes le respondieron: “¿Cómo vas a trabajar para un asesino como Franco?”. Se le cayó el alma a los pies. Sin embargo, en las altas esferas del Partido pensaban que el hecho de que un país occidental reclamara a un realizador rumano le daba prestigio a la nación. Así que el número dos del Comité Central le otorgó un pasaporte para viajar a España.

Lazarov llegó solo a Madrid en agosto de i968, sin hablar español y sin una peseta en el bolsillo. Los tanques soviéticos habían aplastado la primavera de Praga, el primer intento de apertura democrática e independencia de un país del bloque comunista. Pero todo eso quedaba atrás. Su forma de trabajar cambió los esquemas de lo que se hacía entonces en España. Se atrevía con todo: movía el zoom de la cámara hasta producir vértigo en los espectadores. Levantaba pasiones, a favor y en contra, pero recibía premios en los certámenes más importantes del mundo. De esa época son programas especiales como Pasaporte a Dublín o 360 grados alrededor de... Este último era un monográfico con artistas como Carmen Sevilla, Peret o Nati Mistral.

En i979, comienza su paréntesis italiano: primero, en la RAI, la televisión pública italiana, y luego, a las órdenes de Berlusconi como director general de Fininvest (Canale 5, Italia i, Rete 4). En i989, regresa a España para, como consejero delegado y director general, poner en marcha Tele 5. Tras cinco años, abandona la cadena. Desde entonces, y al frente de la empresa Prime Time, continúa en lo suyo: entreteniendo a los espectadores de medio mundo.

P. ¿Qué le pareció aquella España del 68?

R. Llegué solo, un sábado, y por lo que nos contaban en Rumanía, esperaba ver tanques y policías por las calles. Sin embargo, me encontré con gente alegre, con mucha marcha y movimiento. Me quedé maravillado con el ambiente de este país. Cuando aterricé aquí lo tenía todo pagado, pero ni una peseta en el bolsillo.

P. De su educación en un régimen comunista, ¿que le quedaba?

R. El rechazo que tuve siempre por un sistema totalitario y absurdo. Como todos los chicos rumanos, había tenido que afiliarme a los pioneros, que eran los alevines de las juventudes comunistas, pero mi padre y mi abuelo –emigrantes de origen ruso– eran creyentes y les hubiera gustado que yo asistiera a los oficios de Pascua y Navidad. Mis compañeros me advirtieron que no se me ocurriera, así que comía tiza porque decían que subía la fiebre y entonces tenía que meterme en la cama, con lo cual evitaba ir a la iglesia, no tener conflictos con el Partido y no disgustar a mis padres. Era horrible.

P. ¿Cómo conseguía mantenerse a flote y sobrevivir con esa presión?

R. Con sentido común y cierta fortaleza. Hasta que se producía el absurdo. Realmente era un privilegiado: trabajaba en lo que me gustaba, y al parecer lo hacía bien, y ganaba un buen sueldo, dentro de lo que era aquello. Pero, de pronto, un día que había conseguido comprarme unos vaqueros de campana, los de las Juventudes Comunistas me acusaron de proamericano y poco menos que de pervertido. Otro día el comisario político pretendió que durante un discurso de Ceaucescu hiciera desaparecer los gestos que éste hacía con la mano. La movía mucho, de manera machacona, como lo hacía Franco. Era imposible, pero él no lo aceptaba... Con cosas así sólo consiguen que sientas un rechazo mayor.

P. Su apellido no parece rumano.

R. No, mi abuelo paterno había huido de Rusia justo después de la Revolución y se casó con una rumana. Tenía una pequeña fábrica de madera. Mi padre llegó a abrir una ferretería. Cuando llegaron los comunistas nacionalizaron toda la propiedad privada, y mi familia empezó a vivir en una gran miseria. Afortunadamente, al afiliarte a los pioneros podías estudiar.

P. Cuando trabajaba en la televisión rumana, ¿se enteraba de los programas que se hacían en el resto del mundo?

R. Nada de nada. Los que estábamos dentro veíamos lo que hacían en la Unión Soviética, la televisión polaca o en la de Checoslovaquia, que era muy buena y tenía programas de jazz, una música que desconocíamos. En Rumanía estaba prohibida, no se podía ni cantar en inglés.

P. En esas condiciones, su primer viaje al extranjero debió de ser un auténtico shock.

R. Y tanto. En i966, un programa mío había sido enviado al Festival de Montecarlo, pero no me dejaban acudir al certamen. Tres días antes del fallo del jurado les dijeron que seguramente nos llevaríamos un premio. Entonces me dieron un pasaporte y, cuando llegué a Niza, me quedé fascinado. ¡Los taxis eran Mercedes y en Rumanía sólo había un Mercedes, el de Ceaucescu! Además unos periodistas me invitaron a pasar tres días en París. No podía creer lo que estaba viendo. Sin embargo, todo eso no fue nada comparado con lo que supuso para mí viajar a Checoslovaquia en mayo del año i968.

P. En plena primavera de Praga, nada menos.

R. Y viniendo de Rumanía. Después del galardón en Montecarlo no me habían dejado moverme del país en dos años. Llegué a Praga como jurado del Festival porque me habían dado otro premio en una edición anterior y me encontré con que había música por la calle, tertulias, debates... En el ambiente se respiraba cultura y rebeldía. Los telediarios no tenían censura, según me contaba Pelikan, el directivo de la televisión checa. Era algo tan extraordinario que no podía creerlo. Allí me encontré otra vez a Juan José Rosón, que me reprochó que jamás hubiera contestado a sus ofertas de trabajo.

P. ¿No le tentaba salir del país y conocer España?

R. Imagínese, pero es que jamás me habían dado sus cartas, la censura llegaba hasta al correo. Al volver a Rumanía hablé directamente con mis jefes y no quisieron ni discutir el tema, era una traición trabajar en la España fascista de Franco. Pero escribí al número dos del Partido, que me llamó a su despacho y no le pareció tan mal. Al fin y al cabo, que llamaran a un rumano para trabajar en un país extranjero también era un honor.

P. ¿Qué sabía usted de los artistas españoles?

R. Había oído hablar de Dalí y Picasso. Y conocía a Salomé, que había actuado en algún programa mío. También a Sara Montiel, a quien la había invitado el Partido Comunista de España, de Dolores Ibárruri, y actuó en Bucarest. Fue con un marido que tenía entonces, José Vicente Ramírez Olalla, y tuvo un éxito extraordinario, aunque les dejó asombrados porque se empeñó en maquillarse ella sola. Y con un resultado estupendo, por cierto.

P. ¿Cuál fue su primer trabajo en España?

R. Televisión Española me contrató para dos especiales y me pagaron 2.000 dólares, una fortuna para mí. Tenía un chófer simpatiquísimo al que yo no le entendía nada, pero fue con él con quien empecé a hablar español, comíamos juntos todos los días; yo le invitaba para estar con alguien. Todo me gustaba, todo me llamaba la atención. Nada más llegar me habían llevado a una discoteca y me encontré con un mundo sicodélico, de música, gogós, luces. Yo creí que España, la patria de Picasso, tenía que ser así, surrealista, muy avanzada estéticamente. Y así diseñé mis programas para ese público, luego resultó que esa no era la España real. Afortunadamente, un programa, El irreal Madrid, tuvo mucho éxito de crítica, sacaron fotos en las portadas de ABC y Ya, aunque hubo también quienes protestaron porque alguien lo presentó como una sátira del equipo de fútbol, que era un icono nacional. Luego hice La última moda, que ganó el Festival de Montreux (Suiza).

P. Es o era uno de los festivales de mayor prestigio, la televisión más vanguardista siempre se ha visto en el certamen de Montreux.

R. Es que la historia era realmente original, no sé cómo se me ocurrió. La protagonista era una chica triste y retraída que tenía problemas de comunicación y que un día decide ponerse a caminar sobre las palmas de las manos para demostrar que puede romper su aislamiento. El día es gris, triste, llueve y cuando ella empieza a caminar sobre la acera mojada de esa forma, se hace la luz, todo es luminoso y alegre.

P. ¿Cómo recibían en televisión sus audacias técnicas?

R. Me felicitaron por La última moda, que fue considerada incluso atrevida por ir un poco contra la filosofía social del franquismo. Era una historia muy audaz, un alegato contra la incomunicación, la prisa, la angustia.

P. ¿Y qué decían los rumanos de su experiencia española?

R. Llamaban a Rosón para que regresara, y por fin volví para hacer un festival tipo Benidorm, pero yo tenía miedo que no me dejaran salir nunca más. Rosón me había pedido que me llevara al hijo de un amigo suyo, era Julio Iglesias, que no quería ensayar nada y sólo hablaba de chavalas. De hecho, se las ingenió para que hiciéramos escala en París donde, según él, había dos chicas estupendas para pasar una noche inolvidable. Y efectivamente allí estaban, pero nos dieron un plantón espantoso. Después de aquel viaje, al volver a España decidí quedarme.

P. Entonces también era difícil hacerse ciudadano español.

R. Había que esperar tres años, pero después de unos cuantos premios internacionales más y en razón de “méritos excepcionales”, me dieron la nacionalidad española mucho antes. Trabajé en Televisión Española hasta i979, y asistí al nacimiento de la televisión en color un poco por casualidad.

P. Es que usted ha vivido el nacimiento de la televisión y todos los cambios técnicos habidos desde entonces. Eso no se lo pueden negar ni sus críticos más feroces.

R. Hombre, sí. Un día que estábamos grabando un programa con Mireille Mathieu se estropearon las cámaras. Su manager, un tipo singular que se llamaba Johnny Starck, protestó porque íbamos muy retrasados y armó un follón monumental. Sus quejas llegaron incluso al Ministerio. Entonces Fernando García Tola, que era mi ayudante, me dijo: “Ten cuidado con este individuo, que lleva una pistola”. Así que nos fuimos a terminar a los Estudios Roma. Allí había unas cámaras sin distintivo de ningún tipo, pero que, en realidad, estaban guardadas para cubrir los funerales de Franco, quien cada vez estaba peor de salud. Al final, las acabamos estrenando nosotros y así fue como nos iniciamos en el color.

P. ¿Fue entonces cuando empezó a jugar con el zoom y a hacer aquellas cosas tan raras?

R. La crítica recibió bien esa estética y esa dinámica de contar las cosas. Gustaba mucho a los jóvenes y a los niños, pero otros me consideraban un loco peligroso. Un sábado, para un programa que se titulaba Burbujas, traje a Sandie Shaw, una cantante inglesa que acababa de ganar Eurovisión actuando descalza. Cogí una foto suya y la metí en una uña con unos efectos especiales. Todo el mundo protestó y Rosón, para salvarme el pellejo, encargó una encuesta en la calle: “Lazarov sí, Lazarov no”. Y me salvé sólo por un voto. Era el del cura de Televisión Española.

P. De todas formas, usted acabó marchándose a Italia.

R. Adolfo Suárez había encargado un programa de humor, Sumarísimo, para que la gente estuviera entretenida durante las elecciones, y me lo pidieron a mí. La parte musical era muy buena, la de humor fue un fracaso, no era lo mío. En mayo de i979 recibí una invitación de la RAI para hacer siete programas especiales y acepté. Me llevé a Ana Belén, a Julio Iglesias. En el periódico Il Corriere Della Sera escribieron que nunca habían visto algo con tanta imaginación y fantasía. También nos dieron un premio Ondas.

P. ¿Cómo se trabajaba con un Julio Iglesias ya triunfador?

R. Es caprichoso, aunque siempre he tenido buena relación con él. Los primeros especiales en Televisión Española de él los hice yo y se vendieron con mucho éxito a toda América Latina. Fernando García de la Vega hacía los de Raphael.

P. En Italia también le tocó vivir el nacimiento de las televisiones privadas hasta que Berlusconi apareció en su vida.

R. Gracias a una sentencia del Tribunal Constitucional, Berlusconi podía emitir imágenes en un ámbito local, pero el juguete empezó a gustarle y se dio cuenta de que daba un inmenso poder. Me llamó porque le gustaron mucho algunos programas míos de la RAI, pero cuando vi los estudios que tenía le dije que no valían nada. Llegó a ofrecerme un millón de pesetas al mes y un contrato por cinco años y volví a decirle que no. Me pidió que me lo pensara durante un crucero en su barco que hice con mi mujer, nosotros solos. Él es así.

P. ¿Y por qué tardó usted tanto en decidirse?

R. Me ofreció pagar a la RAI mi carta de libertad. Además, fue él quién por fin tomó la decisión de realizar una gran inversión para crear unos estudios modernos y competitivos. Acepté y me fui con él, aunque le dije que yo me había sentido siempre muy independiente y me daban miedo los contratos. Por fin llegamos a un acuerdo: trabajar con él durante tres años. Creamos en Italia Videotime. Me ofreció el i5% de las acciones, aunque un colaborador suyo me dijo que le pidiera más dinero y que renunciara a las participaciones. Cuando volví a España, en i989, la productora tenía 20 platós y i.400 empleados.

P. Mucha gente critica el ansia de Berlusconi por controlar no sólo su cadena, sino la televisión pública.

R. No es difícil trabajar con él, conmigo fue siempre generoso, pero efectivamente quiere controlarlo todo, es muy meticuloso, tiene unas exigencias estéticas impresionantes. Un día me dijo que tenía que recomendarme a su zapatero: no le gustaban los botines que yo llevaba porque tenía complejo de bajito. Pero la relación con él era buena. Nadie se vende como Silvio, es un ganador, no sabe perder y es muy, muy listo.

P. Dice usted que es un obseso de la estética, pero llenó su televisión de mujeres pechugonas.

R. Siempre le han gustado las mujeres con pechos importantes, es verdad. Pero cuando nos criticaban por las mama-chichos yo siempre decía y digo que Dios nos ha dado una forma de defendernos, que es el mando a distancia.

P. ¿Cómo acabó su relación con él después de volver usted a España para trabajar en Tele 5?

R. Cuando se metió en política en el año 94, ya no hablaba con él, tenía otros interlocutores, y no me gustaban. Me veía acorralado por personas que pensaba de otra forma y decidí marcharme. Era gente que no reconocía que en i993 el grupo italiano había tenido dificultades económicas. Gente que no quería ver la crisis publicitaria. Todo aquello no me gustaba. Me quedé como miembro del Consejo de Administración hasta que entró el Grupo Correo y recuperé mi libertad.

P. ¿Cómo le va como productor independiente, una faceta que desarrolla incluso en Rumanía, donde ha vuelto por la puerta grande?

R. Estoy contento, yo nunca puedo estar sin darle vueltas a algo. Hostal Royal Manzanares fue un éxito, Tío Willy fue muy bien a pesar de que tenía que competir con Médico de familia. Geniales, el programa con niños de talento que presentó Carlos Larrañaga, también me dio muchas satisfacciones. Y en Rumanía tengo varios programas líderes de audiencia en las cadenas estatales y en las privadas. Estoy haciendo desde hace años Sorpresa, sorpresa y Lluvia de estrellas. Vamos a hacer Operación Triunfo, Perdóname...

P. ¿Cómo fue su regreso a Rumanía después de su exilio español? ¿No le daba miedo volver?

R. Se había creado una asociación de rumanos en el extranjero y el presidente me escribió invitándome a que fuera por allí. Por si acaso, yo fui al diario Pueblo a ver a Emilio Romero, que era amigo mío, para decirle que me iba y que estuvieran atentos por si no me dejaban salir. Era el final de los años 70, y oficialmente yo todavía era un traidor que había huido de mi país.

P. ¿Cómo ve la televisión que se hace hoy en España?

R. Con muchos contrastes, hay mensajes que no me gustan, aunque por respeto a mis compañeros no quiero decir nombres, pero si yo hubiera hecho en Tele 5 algunas de las cosas que se ven ahora me habrían crucificado.

P. ¿Volvería usted con uno de sus éxitos más criticados, La máquina de la verdad?

R. Pues lo estamos revisando. Yo creo que es un formato estupendo, tuvimos audiencias millonarias y detrás había un trabajo periodístico muy importante. Haría encantado otra vez el programa.

P. Y en su vida privada ¿por qué tiene usted esa vocación por el matrimonio?

R. Estuve casado dos veces en Rumanía, sin hijos, luego con Elsa Baeza, con Didi Sherman y ahora estoy casado con Sonia. Tengo cinco hijos... El mayor está casado y es piloto de aviación, la más pequeña es una niña de ii años. Más que obsesión por el matrimonio, lo que busco es estabilidad. Y a veces tarda en encontrarse, no es tan fácil. Ahora estoy muy bien.


 
 
 
Cuatro fantasías


1 El verano. Lo pasaría en Tahití, una isla que conocí hace muchos años, cuando rodaba con Julio Iglesias. Allí fue donde Julio se encontró con Vahitiare.

2El sueño. No tengo sueños, y si los tengo, en todo caso, no me acuerdo. Cuando estoy medio despierto me divierte pensar qué dirá la gente de mí cuando me haya muerto.

3 La huida. Con mi mujer actual, Sonia. Si en estos momentos tuviera que fugarme con alguien para empezar una nueva vida lo haría con ella.

4 La utopía. ¿Tener el dinero de las 100 personas más ricas del mundo? Me perdería en esas cifras; no sabría qué hacer con él. Ayudar a alguien que lo necesitara, por supuesto. Y quizá producir una película.
 
 
 
 
La mirada 45 años de opiniones
Son muchos los programas que, a lo largo de 45 años de carrera, ha dirigido y visto un hombre como Valerio Lazarov. Entre los que ha producido últimamente destaca “Hostal Royal Manzanares” y la serie “Tío Willy”. Si tiene que elegir uno de los mejores esp

LO QUE HA HECHO Y RECUERDA.

“El irreal Madrid” (1968)

Dirigido por Lazarov, fue premiado internacionalmente. Era un programa de variedades realizado sólo con música. El temor a que no se entendiera hizo que se añadiera la voz en “off” de Alfredo Amestoy.

La polémica (1969)
La revista “Teleradio” reflejó en su portada la división de opiniones que vivía la sociedad española ante las innovaciones del realizador rumano.

“La máquina de la verdad” (1993)
Durante su etapa como director de la cadena Tele 5, este espacio, conducido por Julián Lago, fue, junto a “Su media naranja”, uno de los emblemas de la cadena.

“Hostal Royal Manzanares” (1996)
Como productor, Lazarov creó a la medida de Lina Morgan esta serie que adquirió TVE. Permaneció dos años y medio en antena y fue un éxito de audiencia, con una media de 5,8 millones de espectadores por capítulo.

LO QUE HA VISTO Y LE GUSTA.

“Un, dos, tres” (1972)

Ha sido el programa concurso más longevo de Televisión Española, sólo superado por “Informe Semanal”, ya que permaneció en antena 22 años. El “Un, dos, tres” batió durante años consecutivos récords de audiencia.

“Twin Peaks” (1990)
También la archifamosa serie de David Lynch, que emitió Tele 5, se encuentra entre los programas preferidos de Valerio Lazarov. ¿Quién mató a Laura Palmer? se convirtió en la frase de moda de ese año y “Twin Peaks” pasó a ser una serie de culto a nivel internacional.

“Cuéntame cómo paso” (2001)
Esta serie española, de Tito Fernández, que acaba de finalizar, se ha convertido en el éxito de la temporada. Seis millones de espectadores han seguido las peripecias de los Alcántara, prototipo de la familia española de clase media de los años 60.
 
 
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