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M A G A Z I N E 
157   Domingo 29 de septiembre de 2002
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En su lugar de trabajo. Aquí es donde Fernando encuentra la tranquilidad necesaria para escribir sus guiones.
ENTREVISTA | FERNANDO LEÓN
“Entre lo malo y lo peor, ¿tú qué eliges? Pues no elegir también es una opción”

Fernando León, tras triunfar con “Familia” y “Barrio”, vuelve con “Los lunes al sol”, una historia que no pretende ser un documento sociológico ni una película denuncia, pero lo es: vicisitudes de un grupo de trabajadores navales reconvertidos en parados de por vida. Una realidad trágica llena de humor y ternura. Así es también su director: comprometido y lúdico, genial y humilde.

 
Con “Goya”. En 1999, fue mejor director por “Barrio”. Con “Familia”, ganó el de director novel.
 

por Elena Pita


P.¿La risa lo cura todo?

R.No, todo no, pero es un remedio muy útil para sobrellevar situaciones duras. Lo que he intentado con el humor es que la película sea un espejo de la vida.

P. Cuenta una historia de tintes trágicos y la primera reacción entre el público es la risa. ¿Lo esperaba?

R. Sí, ésa era la intención, sobre todo en la primera mitad de la película, porque la estrategia es que el espectador se haga amigo de los personajes y así lo que sucede a continuación se vive más intensamente. He intentado que hubiera un poco de todo: humor y dureza, porque creo que así es la vida, por eso no me gustan tanto los géneros, ni la comedia ni el melodrama puros.

P. No sé si me equivoco, pero el humor me parece un poco sórdido. ¿Quiso hacer un humor gallego?

R. No, no quise que la historia se identificara con un lugar determinado, aunque sí puede reconocerse Vigo, pero también tiene parte documental recogida en Gijón, por ejemplo. Quería que se reconociera un lugar del norte, nada más, una ciudad fría y dura, industrial, pero ninguna en concreto, para darle a la historia un valor más universal.

P. El perfil desde luego es del norte, pero ¿por qué Vigo, entonces?

R. Bueno, es una ciudad muy industrial y con mucho carácter, dura, lo cual es algo positivo, y que acoge a muchos trabajadores de fuera, emigrantes, que viven mezclados; o sea, una ciudad del aluvión.

P. Ha dicho que sus argumentos son una prolongación de su vida. ¿Qué hay de su vida en esta película?

R. Más que de mi vida es una prolongación de mis conversaciones o mis preocupaciones, no son necesariamente asuntos que pertenecen a mi biografía concreta, sino que leo en el periódico o que vivo en el vecindario, me son próximos y me parecen importantes. Hacer una película es mantener una conversación durante dos años. Lo que sí pertenece a mi vida es el norte de España, de siempre, los recuerdos de mis viajes son el verde y el azul intensos, y los cielos nublados.

P. ¿Cree usted que ha conseguido hacer una película denuncia?

R. Supongo que lo es, inevitablemente, simplemente por el tema del que se ocupa, aunque para mí lo más importante son los personajes: he intentado retratar la vida de unas personas normales condicionadas, sí, por la circunstancia de estar en el desempleo, pero personas siempre. Al contar lo que les sucede, la película se convierte en una denuncia, supongo, o más bien en un reflejo de un sector social amplio. Como dice un poema de Roque Dalton que acabo de leer: conservamos o custodiamos para los que vengan el tiempo que nos toca, por eso escribimos.

P. Y todo esto, lógicamente, se le ocurrió mucho antes de que nadie imaginara lo del decretazo.

R. Mucho antes, hace dos años a lo mejor ni ellos lo tenían planificado, no lo sé. Pero en todo caso, el decretazo me parece solamente un escalón más en una escalera de bajada y de precarización del trabajo, de descomposición de un tejido social, algo que viene de mucho más atrás, que las cosas no vayan tan bien no es algo de ahora mismo. Y la película no se justifica por el decretazo, no va contra él ni contra un Ejecutivo concreto, tenía tanto sentido antes como ahora: habla de toda la escalera. Se refiere a un contexto más amplio que es esta forma individualista y neoliberal de ver el mundo, donde el bienestar es como la licencia que permite hacer de todo, y esto es todo tan amoral como puede serlo el decretazo.

P. “¡Hemos descubierto que el socialismo era mentira, pero lo peor es que lo del capitalismo era cierto!”, dice el chiste que cuenta el ruso en la película. ¿Esto tiene vuelta atrás?

R. Eso es un chiste real que cuentan los rusos. Yo quiero pensar que sí, que tiene vuelta atrás, pero es muy difícil conseguirlo, porque es algo que sucede muy poco a poco. Es que hay una pérdida de la ética que está tan establecida...

P. Pero, ¿se puede tomar una actitud personal, por ejemplo contra los productos fabricados a tan bajo coste en Oriente, la invasión del mercado coreano, eso que usted relata en la película Los lunes al sol?

R. Tenemos una mentalidad inculcada basada en la competencia, funcionamos desde una lógica de mercado, no humana. Tomar una actitud en contra es un granito de arena, sí, pero si sumamos todos los granitos, esto puede servir para algo: merece la pena el esfuerzo. Entre lo malo y lo peor, ¿tú que eliges? Pues no elegir es también una opción.

P. ¿Es frívolo hablar de amor cuando hay tanto que cambiar?

R. Creo que no, porque el amor está presente en todo. Quizá yo miro más en otra dirección, y las relaciones sentimentales las pongo al servicio de otros asuntos que quiero contar. Estoy en un proceso de mirar más hacia ahí, porque tal vez ésa es una puerta para cambiar el estado de las cosas.

P. Al parecer no tenía usted ninguna intención de especializarse en el cine social tipo documento, pero va camino de convertirse en el Kean Loach español, ¿no le parece?

R. No, no tenía ninguna intención, y me rebelo, porque me gusta tanto la ficción... Me gusta tanto como la vida. He hecho documental y me gusta, pero me encuentro más cómodo con ese margen que te deja la ficción para reinventarlo todo. Sin embargo, también es verdad que me gusta mezclar los géneros.

P. Fernando, utiliza la ficción para separarse del documental pero lo cierto es que no cuenta nada más allá de lo real. ¿Es cierto?

R. Sí, pero tengo una dependencia de la ficción, no es realismo estricto, reinvento la realidad, haciéndola creíble. Por ejemplo, cuando Santa (Javier Bardem) le cuenta al niño el cuento de la hormiga y la cigarra, necesita reinventarlo, y creo que tiene razón, porque todo empieza ahí: si ya a los niños les cuentan el mundo de esa manera tan insolidaria y tramposa, a los 20 años serán una hienas. Yo estoy con Santa.

P. Tampoco su intención era hacer sociología y sin embargo sigue haciéndola. ¿Es inevitable?

R. Eso me cuesta menos admitirlo. No hago películas por pura sociología, porque si lo primero no es la emoción y los sentimientos, estás perdido. Pero sí es verdad que cuando escribo los guiones me documento mucho, especialmente para éste, y luego todo eso está en la película y le da cierto tono, por ejemplo: cómo el desempleo puede desencadenar la falta de autoestima, o el alcoholismo, la desestructuración de la familia y por ahí.

P. Tengo entendido que Barrio tenía bastante de autobiográfico. ¿Usted fue un chaval de barrio?

R. Sí, hay cosas de mi adolescencia, carencias de la edad sobre todo. Yo no fui un chaval como los que aparecen en la película, pero sí conocí esos barrios de la periferia sur de Madrid, a través de amigos. Yo era de cerca de la Plaza de Castilla, que también era un barrio, un pequeño gueto muy lejano del centro.

P. Y era un apasionado del dibujo. ¿Cómo fue esa historia de que perdió la oportunidad de acceder a la carrera de Bellas Artes?

R. Siempre había dibujado, y así imaginaba mi futuro, incluso trabajé tres años de dibujante en una agencia. Preparé el examen de ingreso durante el verano, para presentarme en septiembre, pero cuando fui, resulta que la prueba había sido en junio, así que en la secretaría me preguntaron qué había puesto de segunda opción, y había puesto Imagen y Sonido, por influencia de un amigo. Empecé con completa desidia, pero encontré gente divertida y le cogí gusto. Hice un cursillo de dirección que no me interesó y luego uno de guión en el Centro Piamonte y ahí fue cuando dije: qué bonito es eso de construir historias y contarlas.

P. ¿Y cómo fue ese paso del dibujo a la escritura?, ¿ocurrió sin más, de la mañana a la noche se puso a construir sus historias?

R. Sí, hasta el curso de guión nunca había escrito, nada. Yo dibujaba a todas horas, y empezaba historias, sí, pero no las acababa porque lo que me gustaba era el dibujo, más que lo narrativo. Hasta en los cumpleaños de mis amigos les regalaba dibujos, para quedarme con el dinero que me daban mis padres para el regalo. Tampoco la dirección me interesaba, me parecía un lenguaje muy parecido a las matemáticas, muy frío. Nada, hasta que un amigo me llevó a ese curso de guión, y allí los profesores hablaban con tanta pasión de su trabajo que yo me dije, bueno, esto tiene que ser la hostia, yo quiero ser como estos tipos, crear personajes, pasiones, historias. Empecé a escribir con i9 años, y dejé de dibujar por completo.

P. Pues les debe usted bastante a todos aquellos profesores, ¿no?

R. Todo, completamente. Más que mi trabajo les debo que me hayan descubierto el placer de escribir. Lo que hacía al principio era muy malo, pero a mí me parecía único, y ellos tuvieron la enorme paciencia de alentarme, animarme, porque debieron de ver algo en lo que hacía, aunque fuera muy pequeñito.

P. ¿Sigue usted prefiriendo la labor solitaria del escritor frente al rodaje con todo un equipo?

R. Sí, me parece mucho más divertido y más bonito. La escritura es el proceso más creativo, las películas son de quien quieras, pero hay un tipo que se las inventa que es el guionista, y eso para mí es lo más importante: los personajes de Los lunes al sol nacieron en esta mesa (da un golpe a la mesa).

P. Fernando, ¿se considera una persona muy solitaria?

R. Normal, lo era más antes, cuando dibujaba, era más autista. Tampoco soy el más divertido en las fiestas, pero bueno, antes era más raro. Tengo buenos amigos pero mi círculo no es enorme. Luego, dirigir me cuesta mucho por mi carácter, tener que levantar la voz para que me escuchen 60 personas es para mí como una puesta en escena.

P. ¿Querejeta tuvo que convencerle para que dirigiera o estaba deseando que alguien le convenciera?

R. Yo había rodado un corto, Sirenas, sólo para aprender un poco más sobre mi oficio de guionista visto desde el otro lado. Estaba aterrado, pero la sorpresa fue que me divertí rodando. Luego escribí la primera idea de Familia, pero no quise venderla, y quisieron comprarme el guión dos veces, pero lo guardé, porque quería hacerla yo. Y así hasta que un día sonó el teléfono y era Querejeta, que me confiaba la dirección porque había visto el corto. Y yo encantado, por supuesto.

P. En la película, la suerte es cosa de desesperados. ¿A lo suyo con Querejeta se le llama suerte?

R. Forma parte de su trabajo como productor, la suerte es que le hubieran pasado el corto, y que lo viera y le gustara, sí. Yo no lo esperaba.

P. Fernando, ¿dónde anda ese gato al que le lee sus diálogos antes de escribirlos definitivamente?

R. El gato está ya trasladado, estoy en medio de una mudanza. Yo cuando escribo camino mucho, me levanto y voy repasando el texto, y los diálogos, que es lo que más me gusta, los leo en voz alta para ver cómo suenan, buscando la musicalidad, y el gato, pues era el espectador. n



“Los lunes al sol”, con Javier Bardem y Luis Tosar, se exhibe en cines de toda España.


 
 
 
¿Quién dices que es este chico?


Fernando León de Aranoa es un joven melenudo y desaliñado, camiseta negra y vaqueros; lleva el pelo anudado en una cola con melena, imposible, y los dientes crecidos hacia los lados, como un abanico abierto. Tal vez por su aspecto sorprende aún más lo educadísimo que es. Nació (1968) y creció entre un barrio de la periferia norte de Madrid y su memoria familiar en San Sebastián. Sus recuerdos de infancia y adolescencia son las escapadas al centro de la ciudad, enorme, y largas horas volcado sobre una hoja de papel, armado de lápices, ensimismado en sus dibujos. Un error y un amigo desviaron su trayectoria en las Artes Plásticas. El error (confundió la fecha del examen de ingreso) lo llevó a matricularse en Imagen y Sonido y el amigo, a un curso de guionista. Quedó fascinado con aquellos profesores capaces de construir historias que luego se contarían en imágenes. Y se puso a escribir. De sus guiones salieron programas de televisión, cortos y por fin una historia que quiso para sí mismo: 40 folios con el argumento de “Familia”. Elías Querejeta los leyó y le dejó dirigir. Después vino “Barrio” y ahora, “Los lunes al sol”. ¿Acaso necesita más crédito?
 
 
 
 
En su guarida. En su guarida


Anda estos días de mudanza, de su estudio en Atocha a otro estudio a la vuelta de la esquina. La cita es en el primero de ellos, una especie de guarida literaria. Atiborrado el piso de objetos aún por trasladar. Cosas: pilas de manuscritos, hileras interminables de cd’s y vídeos, rimeros y anaqueles de libros, libros, libros. En sus paredes cuelgan todas las revoluciones del mundo: “Para ser feliz simplemente hace falta ver claro y luchar. Entonces se puede tomar el cielo por asalto”, Nicaragua, hace ya 15 años. Fernando León rodó hace dos inviernos la marcha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional desde Chiapas hasta Ciudad de México, o sea el “Zapatour”, un documental que termina con la entrevista al subcomandante Marcos, que se descubre ante la cámara. También cuelga por las paredes su breve e intensa carrera cinematográfica, desde la claqueta de “Sirenas” hasta hoy mismo, y su paso por los festivales de cine, Sundance, México, el lejano Oriente... Prendidos los pases de un cordel como fetiches de colegial. Está también su oficio de escritor, sus útiles y un cartel memoria que dice de su propia letra: “Quiero escribir: parados, Esquívez, etcétera. Todo en un orden minucioso, descuidado bajo una fina capa de polvo”
 
 
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