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M A G A Z I N E 
159   Domingo 13 de octubre de 2002
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HISTORIA | GUERRA DE RELIGIONES
¿Es Abraham el paciÞcador que necesita el mundo?

Venerado por judíos, musulmanes y cristianos, la figura del gran patriarca bíblico es, después de Adán, la única capaz de conciliar los aspectos comunes de las tres grandes religiones monoteístas del mundo. Buscando su papel de “padre” de estos pueblos –tan enfrentados hoy como hace cientos de años–, activistas ecuménicos están promoviendo una campaña internacional para revisar su historia y encontrar en ella un símbolo de concordia que permita paliar los efectos del 11 de Septiembre y la terrible sangría que padece Oriente Medio. Su legado puede ser hoy más útil que nunca.

David Van Biema


Caí en la cuenta de la dimensión universal de Abraham en un taxi. Iba a preparar la circuncisión de mi hijo. Los judíos han realizado esta práctica durante miles de años, desde que Dios –como dice la Torá–, le prometió a Abraham que sus descendientes, tras 400 años de esclavitud, serían los dueños de las tierras que van desde el Nilo al Éufrates. Algunos expertos bíblicos sugieren que la circuncisión es un recordatorio para el Señor y los israelitas de este pacto que cambió el curso de la Historia.

En el coche sonaba una melodía árabe. Pregunté qué era. “Un grupo marroquí”, dijo el taxista. “La canción es una súplica de los árabes a Israel”. El estribillo decía: “Tenemos el mismo padre. ¿Por qué nos tratáis así?”. ¿Quién es el padre? pregunté. “Ibrahim”, contestó. “La canción se llama Ismael e Isaac, sus hijos”.

“Tenemos el mismo padre. ¿Por qué nos tratáis así?” ¿Qué insinuaba la canción? En primer lugar, era la prueba de que una figura querida por judíos y cristianos tenía además un público musulmán, sugiriendo una conexión entre Islam y Occidente que podría sorprender a la mayoría de los norteamericanos en este momento de tensiones. Y, en segundo lugar, reconocía que, a pesar de este aparente punto de encuentro, todavía hay una gran confusión entre los hijos del patriarca.

Abraham es el gran olvidado de la Biblia. Casi todo el mundo conoce su vida, pero hasta hace poco no ha gozado de la fama que se merece como innovador religioso. Como pionero bíblico de la idea de que sólo hay un Dios, Abraham –a la par que Moisés, San Pablo y Mahoma– es responsable de lo que Thomas Cahill, autor del libro El legado de los judíos (Ed. Debate), denomina “una nueva orientación a partir de lo que había sucedido anteriormente en la evolución de la cultura y la sensibilidad”. En otras palabras: Abraham cambió el mundo.

Los judíos, que lo consideran uno de ellos, no son conscientes de su presencia en el cristianismo, el cual acepta su historia en la Torá como parte del Antiguo Testamento y le honra en contextos como la misa católica apostólica romana: “Contempla con buenos ojos estas ofrendas y acéptalas como una vez aceptaste... el sacrificio de Abraham”.

Los judíos y los cristianos tampoco saben mucho acerca del papel que desempeña Abraham en el Islam, que admite el relato de la Torá, a pesar de los importantes cambios y añadidos que introduce. El Corán lo retrata como el primer hombre que se entrega a Alá. Cada una de las cinco repeticiones de la oración diaria se refiere a él. El libro sagrado relata que encontró la Kaaba, la piedra negra, el centro sagrado de La Meca. Algunos de los rituales que allí celebran quienes hacen la peregrinación recuerdan episodios de su vida. Los que no pueden viajar a La Meca se reúnen para la Fiesta del Sacrificio –el día sagrado del calendario islámico– en la que se mata un cordero o una cabra para conmemorar que Abraham ofreció su hijo a Dios, el mismo motivo por el que los judíos celebran su Año Nuevo.

De hecho, excluyendo a Dios, Abraham es la única figura bíblica que disfruta de la alabanza unánime de las tres creencias; la única –tal como sugería la canción del taxi– a la que las tres se refieren como Padre. En teoría, este notable consenso debería convertirle en una superestrella, un recurso especial para estos tiempos de odio y desconfianza. Desde septiembre del año pasado, los activistas ecuménicos que quieren encontrar en él un símbolo de concordia, organizan charlas por Estados Unidos. A esta campaña se ha sumado la publicación de Un viaje al corazón de las tres doctrinas (Abraham: A Journey to the Heart of Three Faiths, Ed. William Morrow), de Bruce Feiler, autor de Walking the Bible (Paseo por la Biblia).

A pesar de lo que Abraham representa para todos, la respuesta a la pregunta de la canción ¿por qué nos tratáis así? está escrita con sangre a través de los siglos. Si Abraham es realmente padre de las tres doctrinas, es un padre por cuyo testamento se lucha amargamente.

En primer lugar, el judaísmo y el islamismo ni siquiera están de acuerdo en cuál de los hijos de Abraham, Ismael o Isaac, estuvo a punto de ser sacrificado. Sobre la alianza de Abraham con Dios muchos judíos (y algunos cristianos conservadores) creen que les concedió el derecho a la Tierra Sagrada sólo a ellos. Esa creencia alimenta gran parte del movimiento colonizador israelí y desempeña un papel relevante en la hostilidad de Israel hacia las aspiraciones nacionalistas palestinas. “Nuestros lazos con la tierra se remontan a nuestro primer ancestro. Los árabes no tienen ningún derecho a la tierra de Israel”, dice el rabino Haim Druckman, líder colonizador y diputado del Partido Religioso Nacional. Este argumento enfurece a los musulmanes palestinos, especialmente porque el Corán declara que Abraham no es judío, sino el primer creyente del Islam. “El pueblo que apoyó a Abraham creía en un solo y único Dios, y era el musulmán”, dice Sheik Taysir Tamimi, coordinador de Yasir Arafat para el Diálogo Religioso. Los primeros cristianos afirmaban que Abraham había encontrado la gracia fuera de la ley judía, para probar que la religión antigua requería un cambio, un argumento que contribuyó a alimentar casi dos milenios de antisemitismo.

Por todo esto, Abraham es una figura más compleja e interesante de lo que parece. El objetivo de los partidarios ecuménicos, encontrar en el patriarca un símbolo de concordia, debería tener mayor trascendencia en la sociedad, de repente tan interesada en el abismo entre Islam y Occidente. Feiler, el autor de Abraham, dice: “Puede ser un argumento viejo, pero es lo mejor que tenemos para intentar un acercamiento”.

Feiler empezó Abraham después de los ataques del ii de Septiembre, con la intención de encontrar un símbolo unificador en una época de conflictos. “Cuando me embarqué en este viaje, yo pensaba que... la gran esperanza abrahámica era un oasis en medio de los desiertos de la antigüedad, que todo lo que teníamos que hacer era rescatarlo y que entonces sus descendientes vivirían en perpetua armonía. Ese oasis es sólo un espejismo”.



El Abraham judío. Según la tradición, Abraham nació en el seno de una familia que vendía ídolos, una forma de enfatizar el politeísmo que reinaba en el Medio Oriente. Las primeras palabras del capítulo i2 del Libro del Génesis, en la Torá, van dirigidas a él de parte de Dios, y están referidas a su llamada: “Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre... Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra”.

Abraham no estaba preparado para esta tarea. Para crear una nación hay que tener un heredero, y él era un hombre de 75 años sin hijos, con una mujer de edad. Pero él obedece y parte con Sara hacia las tierras que hay detrás del desierto de Canaán y hacia una nueva época espiritual.

Mientras viajan, Dios le explica su oferta. Los hijos de Abraham serán tan numerosos como las estrellas del cielo. Sufrirán 400 años de esclavitud pero, al final, poseerán las tierras desde el Nilo hasta el Éufrates. El pacto se sella durante un sueño que tiene Abraham. En él, Dios le exige que su cuerpo tenga una señal de la alianza, con lo que comienza la costumbre de la circuncisión entre judíos y musulmanes.

Después, la vida de Abraham se vuelve muy azarosa. Viaja a Egipto, regresa y se queda en las ciudades de Canaán, que en la actualidad pueden corresponder con Nablús, Hebrón y Jerusalén. Se enriquece y en ocasiones se distingue como un rey guerrero y, en otras, como pacificador. Un día se presentan tres extranjeros en su tienda. Modelo de hospitalidad, Abraham prepara un banquete. Resultan ser mensajeros divinos que afirman que Dios quiere destruir Sodoma, donde vive su sobrino Lot. Abraham propone salvar la ciudad si se encuentran i0 hombres justos que, finalmente, no aparecen.

Mientras tanto, la Torá retrata la vida cotidiana de Abraham como un culebrón. Convencida de que no tendrá hijos, Sara le ofrece a Agar, su esclava egipcia, para que le dé un heredero. El anciano de 86 años engendra a Ismael. Sin embargo, Dios insiste en que Sara concebirá, y da a luz a Isaac. Celosa de las exigencias de Agar e Ismael sobre su marido, Sara le convence para enviarlos al desierto. Dios los salva y promete a Agar que Ismael será el padre de una gran nación a través de i2 hijos (las i2 tribus árabes que asume la tradición), pero dice que la alianza la establecerá a través del linaje de Isaac.

En una espectacular puesta a prueba de su fe, Dios se dirige a Abraham para pedirle que ofrezca como sacrificio humano “a tu hijo, al que amas, a Isaac”. Abraham se dispone a acatar las órdenes en el monte Moria. En el último momento, Dios le detiene y renueva su solemne promesa sobre sus descendientes.

Abraham muere a los i75 años y es enterrado al lado de Sara, en la finca que había comprado en una ciudad que más tarde pasó a llamarse Hebrón. Sus hijos asisten al funeral. Ésa es la historia. Pero ¿qué importancia tiene? A pesar de todas las investigaciones, no se sabe en qué siglo vivió Abraham, ni si existió. Si lo hizo, habría sido entre 2i00 a.C y i500 a.C., cientos de años antes de la fecha que la mayoría de los historiadores asignan al nacimiento del judaísmo.

A pesar de estos detalles, Abraham es una revolución en el pensamiento. Aunque no sea un monoteísta puro (nunca sugiere que no existan otros dioses), es urmonoteísta (monoteísta primigenio), el primer hombre que abandona todo por Dios, capaz incluso de obedecerle cuando le exige a su hijo.


El Abraham cristiano. La Iglesia del Santo Sepulcro y la roca gris del Gólgota son seguramente los lugares más sagrados de la Iglesia. Tradiciones que datan del año 300 d.C. indican que Jesús fue crucificado allí. Justo encima de la piedra, hay una capilla dividida entre los ortodoxos griegos y la iglesia católico-romana. La parte católica exhibe tres mosaicos. En el centro está María Magdalena; a la izquierda, Cristo descendiendo de la cruz y, a la derecha, Abraham a punto de matar a Isaac. Feiler resalta: “Esa imagen de Jesús es casi idéntica a la imagen de Isaac en el altar”. La Epístola a los Romanos del Nuevo Testamento plantea la sujeción y posterior liberación de Isaac como una profecía de la Resurrección.

El hombre al que se debe esta idea es el apóstol Pablo. Jesús menciona a Abraham en los Evangelios, pero fue Pablo quien citó al patriarca en las epístolas del Nuevo Testamento más que a ninguna otra figura, a excepción de Cristo. Pablo, quien probablemente es el que se identifica a sí mismo como judío en mayor medida que el resto de los apóstoles, vio la necesidad de unir su nueva religión con el patriarca judío. Lo hizo a través de la respuesta de Abraham a la llamada de Dios y de la su fe amenazada, es decir, la “esperanza contra esperanza” de que Dios le daría un hijo, como Pablo dijo. Dicha fe, escribió Pablo, lo convirtió en “el padre de todos los creyentes”.

Pero la contribución abrahámica de Pablo al nacimiento del cristianismo contenía flechas envenenadas. Uno de sus argumentos era que un creyente ya no necesitaba ser judío o seguir la doctrina judía para ser redimido; ahora el camino era Cristo. La historia de Abraham le ayudó a apoyar estas ideas. Su alianza precedía a la ley judía, que Moisés bajó de las montañas y así, escribió Pablo, “la promesa a Abraham y a sus descendientes... no venía de la ley”.


El Abraham musulmán. Ninguna fe se considera a sí misma tan monoteísta como el Islam y por ello la adopción de Abraham es consecuentemente gozosa. Si muchos judíos lo conocen mejor por ser un abuelo dinástico, cuyo nieto Jacob funda la nación de Israel, los musulmanes lo consideran uno de los cuatro profetas más importantes. Tan pura es la sumisión al Dios único que más tarde Mahoma dice que su propio mensaje no es sino una restauración de la fe abrahámica. El Corán incluye escenas de la infancia de Abraham en las que reprende a su padre por creer en ídolos y otras en las que sale vivo de un horno al que es condenado por su fidelidad a Alá. En la versión coránica de la prueba de Abraham, éste le da a su hijo la orden de Dios, y el hijo contesta: “¡ Ay, padre! Haz lo que se te ha encomendado. Por la voluntad de Alá, encontrarás en mí al imperturbable”. Por haber superado semejantes pruebas, Alá le dice a Abraham: “¡He aquí que te he nombrado líder de la Humanidad!”.

Sobre la cuestión de Isaac e Ismael, el Corán –al contrario que la Torá–, no especifica qué hijo le dice Dios a Abraham que sacrifique. Los intérpretes musulmanes de una generación posterior a Mahoma llegaron a la conclusión de que el profeta descendía de Ismael, el hijo de la esclava Agar. Más tarde, los eruditos determinaron que fue Ismael el hijo que estuvo a punto de ser apuñalado. Era lo que faltaba para negar a los judíos sus derechos. No sólo se anulaba su reivindicación genealógica, sino que sus ancestros perdían protagonismo en el gran drama de la salvación.

A partir de esa decisión se complicaron las cosas. Los judíos, molestos, tomaron medidas para cimentar la identidad judía de Abraham. El Talmud, de manera anacrónica, le describe como seguidor de la Ley de Moisés que, además, hablaba hebreo. También menospreciaron cruelmente a Ismael. Al principio, dice Shaul Magid, catedrático de Midrash en el Seminario Teológico Judío de la ciudad de Nueva York, los padres judíos llamaban a sus hijos Ismael por el hijo árabe de Abraham, pero la costumbre se perdió cuando empezaron a vivir bajo las reglas musulmanas. Hacia el siglo XI, el gran erudito bíblico Rashi, mencionando a las primeras autoridades, dijo de Ismael que era un “ladrón” al que “todo el mundo odia”, un insulto que incluso hoy se puede encontrar en muchas ediciones de la Torá, y que se enseña en muchos colegios ortodoxos. Ibn Kathir, un comentarista coránico del siglo XIII, contraatacó quejándose de que de una forma deshonesta y difamatoria los judíos incluyeron a Isaac en el relato de la Torá: “Impusieron esta idea porque Isaac es su padre, mientras que Ismael es el padre de los árabes”. Ese sentimiento aún perdura hoy en la parte musulmana.

Según Feiler: “Tomaron una figura bíblica abierta a todo el mundo, descartaron lo que quisieron, adornaron lo que deseaban resaltar y acabaron con el símbolo de su propia unicidad, que más bien parecía una imagen de su propias fantasías que el reflejo de la historia original”. Se dieron cuenta de que Abraham “es tanto un modelo de fanatismo como de moderación”.

El Sepulcro de los Patriarcas, una estructura de piedra maciza construida por el Rey Herodes hace 2.000 años, es la triste metáfora del duelo de los abrahamistas. A pesar de la promesa de Dios de que un día esta tierra pertenecería a su pueblo, Abraham en el Génesis deja bien patente el pago de 400 siglos de plata a Efrón el hitita por la cueva en Hebrón que le servirá como tumba. Sara y Abraham fueron enterrados allí y, posteriormente, como añaden las Escrituras, Isaac y su mujer Rebeca, su nieto Jacob y su primera mujer, Lea. Herodes erigió un monumento donde pensaba que se encontraba dicho lugar. Durante la mayoría de los siglos pasados sus propietarios musulmanes, que lo llamaron la Mezquita de Abraham, permitieron a los judíos rezar junto a la entrada. Cuando los israelíes tomaron el control en i967, los creyentes de ambas religiones rezaban juntos. De repente, en i994, un colono radical israelí, Baruch Goldstein, asesinó a 29 musulmanes que oraban en el sepulcro. La custodia derivó en un complicado sistema que garantizaba la entrada de unos y otros en fechas diferentes para evitar que coincidieran. El acuerdo se mantiene desde la última intifada, pero el lugar, cercado por alambradas en un barrio bajo toque de queda, transmite un mensaje de violencia y desconfianza.

Es espeluznante que los mismos puntos que enfrentaron a los revisionistas de las Escrituras hace cientos de años todavía alimenten hoy la psicología de mutuo victimismo. Magid, del Seminario Teológico Judío, describe un primer siglo de tradición en el que Ismael es un matón e Isaac “el hermano menor perseguido”. Esta idea se mantiene aún. “Los musulmanes son agresivos, como Ismael”, dice un colono israelí a Feiler. “Y los judíos pasivos, como Isaac, que casi se deja apuñalar sin una queja. Por eso nos están matando, porque no contraatacamos”. Sheik Taysr Tamimi, coordinador para Asuntos Religiosos de Arafat, ha dicho que cualquier demanda judía basada en el Génesis es “pura mentira, dirigida a la obtención de logros políticos y a la imposición de la soberanía de la ocupación israelí en los lugares sagrados”.

Una premisa básica del movimiento ecuménico que ha estado investigando esta cuestión desde finales de i800 es que si algún día musulmanes, cristianos y judíos tienen que respetarse y entenderse, la vía es Abraham. Eugene Fisher, director de las relaciones judeocatólicas para la Conferencia Episcopal Estadounidense, dice: “Entre nosotros no podemos hablar sobre él”. Y es que, encontrar un camino no quiere decir que sea transitable. Parte del problema, afirma Jon Levenson, catedrático de Estudios Semíticos de Harvard, que ha analizado las afinidades y conflictos en las tradiciones abrahámicas, es que incluso antes de que se dedicaran a estudiar sobre él, era ya un tema de exclusividad. “Si queréis un símbolo universal hay que ir a Adán. No a Abraham, porque su historia trata de la elección de un hombre para fundar una familia nueva, una familia distinta señalada con el dedo por el resto. Siempre fue un ser aparte”.

Sin embargo, a menudo los líderes islámicos moderados han empleado a Abraham para tender puentes. En i977, Anuar El Sadat, presidente de Egipto, al presentar ante el Parlamento israelí la valiente iniciativa que se convirtió en los acuerdos de paz de Camp David de i979, le invocó diciendo: “Abraham, la paz sea contigo, abuelo y bisabuelo de los árabes y los judíos”. Sadat fue asesinado en i98i.

Recientemente, en i998, buscando un acercamiento a Estados Unidos que fuese aprobado por los clérigos dogmáticos de su nación, Mohamad Jatami, el moderado presidente de Irán, propuso un “diálogo de civilizaciones” con Abraham como punto común. (Consecuencia: Kofi Annan, secretario de las Naciones Unidas, adoptó la iniciativa política de Jatami).
Los documentos emanados del Concilio Vaticano II hicieron retroceder siglos de antijudaísmo y rehabilitaron la idea de Abraham como judío. Nadie ha buscado su espíritu con más avidez que el Papa Juan Pablo II, quien en marzo de 2000 introdujo entre las piedras del Muro Occidental de Jerusalén un papel con esta oración: “Dios de nuestros padres, elegiste a Abraham y a sus descendientes para traer tu nombre a las naciones... nos comprometemos a una hermandad genuina con los pueblos de la Alianza”.


El efecto del 11 de Septiembre. Semejante acercamiento, que en particular incluye a los musulmanes, ha sido más engañoso en los últimos i2 meses. Es una señal esperanzadora que, a medida que las tres religiones peleaban sobre Abraham, seguían contando (sin admitirlo) historias sobre él. Los intercambios y préstamos, tan antiguos como los conflictos, hacen que el asunto sea algo más agradable. Lo más alentador puede encontrarse en un cuento islámico mencionado por Feiler, cuyas raíces, aventura el erudito Reuven Firestone, se extienden hasta el judaísmo y el cristianismo. Se sitúa después de que Abraham casi sacrifique a su hijo, sea el que fuere. Mientras el chico yace aturdido en el altar, Dios contempla la escena con orgullo y compasión, prometiendo escuchar sus oraciones. “Oh, Señor, te pido esto”, dice el hijo: “Que a cualquier persona de cualquier época que te encuentres a las puertas del cielo –en tanto que crea en un solo Dios– le permitas entrar en el Paraíso”. n

Con la colaboración de Azadeh Moavevi (Teherán), Nadia Mustafa (Nueva York), Matt Rees y Jamil Hamad (Hebrón) y Eric Silver (Jerusalén).


 
 SU HISTORIA.
 

A partir de dos mandatos divinos aparece una narración sobre su vida desde la niñez en adelante.

1.Biblia hebrea. Abraham nace en la ciudad mesopotámica de Ur, quizá en lo que es hoy Irak. Las estimaciones sobre el año de su nacimiento son muy variadas.

2.Corán. El joven Abraham destruye los ídolos en la tienda de su padre, Téraj, un preludio de su lealtad al único Dios. Más tarde Abraham pide el perdón de Dios.

3.En el Corán y las tradiciones judías. El rey Nemrod de Babilonia intenta quemar vivo al joven Abraham por no creer en la idolatría, pero los poderes divinos le protegen.

4.Biblia hebrea. Téraj, el padre de Abraham, decide trasladarse con su familia, incluyendo a Sara, la esposa de Abraham, y a su sobrino Lot. Parten para Canaán y se asientan en Haran.

5.Biblia hebrea. A la edad de 75 años, Abraham recibe la orden de Dios: “Abandona la casa de tu padre” y a cambio le promete que sus descendientes serán numerosos.

6.Biblia hebrea. En Egipto Abraham teme que alguien pueda matarle para poseer a Sara, por lo que ella se hace pasar por su hermana y la llevan al harén del faraón.

7.Biblia hebrea. Después de un pleito por la tierra, Abraham permite a Lot elegir qué lugar quiere. Lot se queda con la llanura del Jordán y deja a Abraham el desierto de Canaán.

8.Biblia hebrea. Dios dice a Abraham que sus descendientes serán esclavizados y sufrirán aflicción durante 400 años, pero luego heredarán la tierra desde el Nilo al Éufrates. Ver ilustración.

9.Biblia hebrea. La estéril Sara convence a Abraham para que duerma con su esclava Agar, la cual queda encinta y da a luz a Ismael, el primer hijo de Abraham a los 86 años. Ver ilustración.

10.Biblia hebrea. Abraham y Sara, que originalmente se llamaban Abrán y Saray, reciben de Dios sus nuevos nombres. Abraham significa “patriarca de una multitud”.

11.Biblia hebrea. Tres extranjeros llegan a la tienda de Abraham. Resultan ser heraldos divinos que llegan con la promesa de que Sara engendrará un hijo. Ver ilustración.

12.Biblia hebrea. Se ha arrasado Sodoma. En contra de la voluntad de Dios, la mujer de Lot se da la vuelta al marcharse para ver la ciudad y se convierte en una estatua de sal.

13.Biblia hebrea. Como parte de su alianza con Dios, Abraham toma a su hijo Ismael y a todos los varones de su casa y los circuncida.

14.Biblia hebrea. Con 90 años Sara da a luz a Isaac, su único hijo. Abraham tiene 100. A Isaac le practican la circuncisión a los ocho años. Éste es el comienzo de una tradición.

15.Biblia hebrea. Ahora Sara, temerosa de Ismael, lo envía con Agar al desierto. Dios los salva y les promete crear una gran nación con los descendientes del joven. Ver ilustración.

16.Corán. Agar e Ismael viajan a La Meca, donde tienen su hogar en una pequeña casa que Abraham visita con frecuencia para ver a su hijo primogénito.

17.Biblia hebrea. Dios ordena a Abraham que lleve a su hijo al monte Moria y lo sacrifique, pero la mano de Abraham se detiene en alto, justo antes de clavar el cuchillo. Ver ilustración.

18.Tractos islámicos. Cientos de años más tarde, eruditos musulmanes deciden que fue su hijo primogénito Ismael, y no Isaac, el que se salvó de ser sacrificado en el último momento.

19.Biblia hebrea. Sara muere y Abraham compra un terreno en Hebrón. Años más tarde él también será enterrado allí, en el lugar que los judíos conocen como la Tumba de los Profetas.

20.Corán. Con la ayuda de Ismael Abraham desentierra de la arena el objeto de culto más sagrado del Islam, la Kaaba. Se cree que el lugar data de la época de Adán.

21.Biblia hebrea. Abraham dispone la boda de su hijo Isaac con Rebeca. El segundo hijo de la pareja será Jacob, fundador de la nación de Israel.

22.Biblia hebrea. Alcanzada ya la vejez, Abraham toma por esposa a Queturá, y Dios los bendice con seis hijos más, algunos con nombres árabes.

23.Biblia hebrea. Abraham muere a los 175 años. Isaac e Ismael vienen juntos a enterrar a su padre al lado de Sara, en la cueva de Hebrón.
 
 
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