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M A G A Z I N E 
161   Domingo 27 de octubre de 2002
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Una “saltimbanqui”. Edi Moreno sentada sobre el sillón que aparece al comienzo del espectáculo.
OCIO|VIDA EN UNA CARPA
Una catalana en el Circo del Sol

Edi estuvo ocho años preparándose para competir como gimnasta en los Juegos Olímpicos de Barcelona hasta que una lesión la apartó de la esperada cita. Ahora es la única española que trabaja como acróbata en el espectáculo del Circo del Sol, “Saltimbanco”, que está a punto de llegar a nuestro país. Otros tres compatriotas recorren el mundo como nómadas de lujo en esta fábrica de sueños convertida en un fabuloso negocio multinacional.

 
Edi Moreno, 28 años, gimnasta. Esta catalana es la única española que trabaja como artista en la representación de “Saltimbanco”. Fue seleccionada para el equipo de gimnasia rítmica que España presentó a los Juegos Olímpicos de 1992, en Barcelona, pero se
 
 
El más joven. Maxsim Vintilov tiene seis años y actúa junto a su padre en varias funciones a la semana, respetando las normas laborales de cada país, muy estrictas en lo que se refiere al trabajo infantil. Arriba, en la escuela del circo donde estudia por
 

por Juan Carlos de la Cal. Fotografías de Chema Conesa


UNA MUJER CON LA CARA MAQUILLADAcome sin levantar los ojos del plato. Viste ropa deportiva y parece absorta en la música que le llega a través de los cascos que le cubren los oídos. Delgada, fibrosa, estatura normal y una mirada dulcemente triste marcan sus señas físicas de identidad. Parece tranquila y no demuestra la alteración típica de la persona que se sabe protagonista de un reportaje.

Encontramos a Edi Moreno –catalana, de 28 años–, en el improvisado comedor que el Circo del Sol tiene junto a su carpa central, ubicada en esta ocasión cerca del centro de Bruselas. Improvisado porque la cocina, el salón y la terraza se extienden sobre las plataformas de tres camiones de gran tonelaje cerrados por una sofisticada estructura portátil. Es una de las instalaciones –junto a la escuela, las oficinas, las taquillas, servicios, y salas de entrenamiento– con las que este circo canadiense lleva varios años recorriendo el mundo para presentar su espectáculo Saltimbanco. Un pueblo sobre ruedas con i50 nómadas de lujo –los empleados– como únicos habitantes.

Aunque una de las notas características del espectáculo es que no hay ningún número o artista estelar, uno de los méritos de Edi –aparte de sus espectaculares acrobacias– es su papel de saltimbanqui como hilo conductor de toda la función. Y como nota añadida, el ser la única española, entre un total de 53 artistas muy escogidos, que trabaja bajo la carpa del circo más famoso del mundo. Y su trabajo le ha costado. La catalana se pasó la infancia y parte de su adolescencia entrenando ocho horas diarias en un equipo de gimnasia rítmica. Su especialidad eran las cuerdas y las mazas. Llegó a ser seleccionada para participar en los Juegos Olímpicos de Barcelona, su ciudad, su casa, con tan mala suerte que se lesionó unos meses antes. Y aunque fue invitada para ayudar, como voluntaria, a los jueces de esta disciplina deportiva, la depresión de no ver su sueño cumplido anidó en su corazón. Después de trabajar en el restaurante de sus padres, en el centro de Barcelona, Edi se hizo entrenadora. Un día se cruzó por la calle con uno de sus preparadores físicos, quien le dijo que un circo necesitaba cuatro gimnastas retiradas, mayores de edad y con “perfil español” –morena, ojos grandes, pelo largo– para su espectáculo.

“Y así empecé. Tres semanas después llegué a Montreal donde estuve siete meses preparándome. Luego comencé la gira con el espectáculo Alegría y después seguí con Saltimbanco. Llevo tres años y medio recorriendo el mundo. Para mí ha sido como tomarme una revancha porque los médicos me dijeron que tenía un 50% de posibilidades de quedarme en una silla de ruedas. Pero, afortunadamente, los doctores del circo acabaron curándome”, afirma Edi. Ahora está completamente integrada en esta vida, es novia de uno de los acróbatas canadienses –Mitch– y su sueño es poder montar juntos un espectáculo propio algún día, en España si es posible.

VIDA EN LA CARRETERA
“Esto es como un Gran Hermano pero a lo bestia. El idioma oficial aquí dentro es el inglés y, gracias al euro, ahora por lo menos tenemos todos la misma moneda. Aunque vivimos en la carretera, por decirlo de alguna manera, nos consideramos como una familia. Cada ciudad es un proyecto nuevo, con muchas novedades y grandes tensiones. Pero la convivencia es muy buena. La verdad, no nos quejamos: dormimos en hoteles de cuatro estrellas, tenemos un buen sueldo y disfrutamos mucho con nuestro trabajo. ¿Qué más podemos pedir?”, asegura mientras cede su sitio en la mesa a una pareja de trapecistas orientales dispuestos a devorar un plato de arroz con palillos y todo. De fondo la música ambiental, moderna y marchosa, no cesa. La media de edad de los saltimbanquis no supera los 30 años y la vitalidad y alegría del grupo es contagiosa.

El hotel al que se refiere está en el centro de la ciudad. Todo el personal –salvo las familias, que disponen de su propio apartamento alquilado–, ha vivido allí durante el mes y medio que ha permanecido en la capital de Europa. Dos autobuses tienen establecida una “línea regular” entre el establecimiento y el recinto de la carpa. Las mañanas, salvo para los trabajadores de las oficinas, mantenimiento e intendencia, quedan libres. Es a partir del mediodía cuando el grueso del personal entra en faena. La sala de stage –una pequeña carpa contigua a la principal, donde también están los camerinos y el guardarropa– se llena entonces de acróbatas y payasos que ensayan una y otra vez sus números, aunque muchos lleven años haciéndolos.

El modo en el que Edi se introdujo en esta forma de vida es común a la del resto de los artistas, muchos de ellos reclutados por los directores artísticos del circo en las calles de las ciudades por donde pasa o en castings especialmente organizados para ello. Porque la calle ha sido siempre la fuente de la que ha bebido el Circo del Sol, el lugar de donde también salió su presidente y fundador Guy Laliberté, de 43 años, la auténtica alma de esta organización.

Laliberté, natural de Quebec, se ganaba la vida como acordeonista, tragafuegos o caminando sobre unos enormes zancos. Así recorrió el mundo entero. En i984, aglutinó las voluntades de varios compañeros, también artistas callejeros, configuró un espectáculo circense y lo presentó en un festival que se celebraba en su ciudad natal. El éxito fue inmediato. Sin embargo, el gran trampolín para el grupo canadiense surgió dos años después en el Festival de Los Ángeles, donde rápidamente se ganaron la complicidad del público norteamericano. Allí, gracias a la originalidad y audacia de su juventud, los artistas consiguieron el respaldo financiero que necesitaban para crear una poderosa red de socios por todo el planeta. En i990 llegaron por primera vez a Europa –Londres y París– y dos años después desembarcaron en Japón.

LOS OTROS ESPAÑOLES
La efervescencia de este vertiginoso crecimiento es uno de los sellos de identidad del circo. Es como si la magia también surtiera efecto fuera de la carpa. Muchos de los empleados, independientemente del sector en el que trabajen, empezaron así: desde la calle hasta ocupar puestos de responsabilidad en apenas un par de años. Este es el caso de la valenciana Belén Núñez, de 24 años, que hasta hace un par de temporadas se ganaba la vida como profesora de inglés en una academia y ahora es la responsable de las taquillas del Circo del Sol, con decenas de personas a su cargo. “Un día estaba paseando por la calle con mi hermana, en Valencia, y vi el anuncio de una empresa temporal donde pedían gente para trabajar en el circo. Me presenté y me contrataron en las taquillas gracias a mi buen nivel de inglés. No sé qué les llamó la atención de mí, quizá mi aspecto pinturero, pero el caso es que después me propusieron seguir la gira con ellos a Bilbao como supervisora de taquillas y desde entonces no he parado”. Belén es una de las artífices de que la carpa se llene cada día a pesar de que los precios no son baratos: una media de 50 euros la función.

La historia del canario Jaime Ferrer, 25 años, es parecida. Estudiaba Biología en Londres cuando el circo pasó por allí y le contrató como mozo en el almacén. Al ser español, le llamaron para seguir con la gira hasta Barcelona y acabó siendo el responsable del segmento de aprovisionamiento y merchandising. En otras palabras: es el que se encarga de que nunca falte una camiseta con el anagrama del circo para venderla por 30 euros o una careta mexicana hecha a mano por 300. La última componente de esta colonia es la barcelonesa Montserrat Moré, 29 años, responsable del área de prensa y marketing, que se encarga de confeccionar dossieres informativos sobre las actividades del circo y de tratar con los medios de comunicación locales.

Mención aparte merece la escuela que el circo mantiene, tan itinerante como su propio espíritu, con la base de otros dos remolques de camiones. Allí estudian todas las mañanas –cinco horas diarias– los diez niños que nacieron y viven “a pie de carpa” recorriendo el mundo como si tal cosa. El más joven es Maxsim Vintilov, de seis años, protagonista del primer número de la función, Adagio, en el que trabaja haciendo equilibrios junto a sus padres y a su hermana Daria, de i2 años.

“No es que sea una vida fácil, pero ellos no la cambiarían por nada. Estos niños crecen de otra manera: más rápido, y tienen la ventaja de moverse en grupos pequeños. Siguen el programa de estudios canadiense aunque para casos como el de Max tratamos de aligerárselo bastante porque es un ritmo muy duro: estudio por la mañana, entrenamiento por la tarde y función por la noche. De todas formas, las normativas laborales europeas no permiten que los niños trabajen más de un número determinado de horas a la semana, por lo que la mitad de los días no actúa”, asegura Julye, la profesora encargada de esta peculiar escuela. El Circo del Sol suele estar mes y medio en cada ciudad: comenzó en Amsterdam, pasó por Barcelona y Viena, y tras visitar Bruselas estará en Madrid a partir del 3i de octubre.

Cae la noche y las luces convierten la carpa en un inmenso merengue de color blanco brillante. La función comienza sin speaker, sin presentador y sin los clásicos números con animales. Ni siquiera hay idioma. Toda la representación es un relato visual y surrealista con una legión de personajes que no tienen razón de ser y que hubieran hecho saltar de su silla al mismísimo Salvador Dalí. Dos horas después el sueño se acaba con una interminable salva de aplausos de ciudadanos de media Europa. Edi y sus compañeros españoles regresan al hotel cansados pero satisfechos de haber contribuido a que muchos de los espectadores olvidasen sus problemas gracias a la eterna, y a la vez efímera, magia del circo.


 
 
 
EL CIRCO EN CIFRAS


La facturación anual del Circo del Sol en todo el mundo es de 500 millones de euros. *Emplea a 2.400 personas, 500 de ellas artistas, de 40 nacionalidades distintas. En 1984, año de su fundación, el número de empleados era de 73. *Sus montajes han sido presenciados por más de 33 millones de espectadores de todo el planeta. Sólo para este año sus carpas recibirán a siete millones de personas.*La superficie total del “pueblo sobre ruedas” que alberga la actual producción de “Saltimbanco” es de 20.000 metros cuadrados. *Para esta gira europea se necesitan 64 contenedores que son transportados en 58 camiones con un total de 850 toneladas de equipo. * La instalación del circo por cada ciudad que pasa necesita de 28,5 kilómetros de cable y tres generadores de 350 KW cada uno para autoabastecer todo el complejo.*Desde su fundación ha recorrido más de 130 ciudades en cuatro continentes. *Para su representación, “Saltimbanco” utiliza 600 trajes diferentes, además de 150 pares de zapatos y 110 gorros. *La cocina sirve al año unos 5.000 kilos de carne, 6.500 de patatas y más de cinco millones de cruasanes para los desayunos de sus empleados. *Los espectáculos del Circo del Sol han recibido más de 150 premios internacionales.

El Circo del Sol se presenta en Madrid a partir del 31 de octubre. Entradas a la venta en el Corte Inglés o llamando al 902 400 222. Precio: entre 17 y 54 euros.
 
 
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