PUBLICIDAD

 elmundo.es
 /suplementos
 /magazine

 
M A G A Z I N E 
173   Domingo 19 de enero de 2003
OTROS ARTICULOS EN ESTE NÚMERO
 
ZOOM | COUSTEAU
El nuevo Calypso que quiere construir la nieta

El predicador de los mares, Jacques Cousteau, dejó un gran legado de respeto a los océanos y a sus criaturas. Alexandra, su nieta, quiere honrar su memoria fletando un nuevo Calypso, el mítico barco en el que su abuelo desarrolló su labor investigadora.

 
Los planos del Calypso. Alexandra, en su apartamento de París. Allí guarda como un tesoro los recuerdos de su abuelo, Jacques Cousteau, como los planos de su viejo barco.
 
 
En cubierta. La nieta del famoso oceanógrafo acude con frecuencia al puerto francés de La Rochelle, donde permanece anclado el Calypso.
 
 
Con su padre. Alexandra, junto a su padre Philippe Cousteau, a bordo del Calypso. La niña tenía tres años. Philippe murió en 1979 en un accidente de aviación.
 

por José Manuel Bustamante. Infografía de Emilo Amade. Fotografías de Eric Brissaud


“Los océanos se han convertido en charcos de agua que desechos industriales o urbanos y mareas negras no cesan de contaminar”. Estas palabras, escritas en i994, no han dejado de tener actualidad desde entonces y no parece que vayan a pasar de moda en el futuro. Salieron de la pluma de un pionero en el conocimiento de los mares y de sus amenazas, Jacques-Yves Cousteau, y fueron publicadas en el mundo.

El comandante más famoso del planeta, que hechizaba a una legión de telespectadores con su curtido rostro de marino cruzado por mil arrugas y su permanente gorra roja, ha dejado por fortuna una herencia muy fructífera. Su trabajo recogido en decenas de documentales y de libros contribuyó al nacimiento, entre la población en general, de una relación menos agresiva con el medio ambiente. Y a sus familiares les legó su amor por la divulgación científica y por la defensa de los castigados océanos. Uno de ellos ha tocado el chapapote del Prestige con sus manos y está dispuesto a denunciar en todo el mundo la tragedia gallega. Pero quizá sea Alexandra, su nieta y más reciente embajadora, la que tiene un mayor compromiso con la misión de la familia Cousteau, dividida en los dos matrimonios del patriarca. Con su primera mujer, Simone, el comandante tuvo dos hijos, Jean-Michel y Philippe. Con su segunda mujer, Francine, tuvo otros dos, Diane y Pierre-Yves. Una compleja descendencia.

Alexandra Cousteau (Los Ángeles, i976), la nieta que preside las fotografías de estas páginas, tenía tan sólo cuatro meses cuando participó en su primera expedición marítima. El lugar elegido para la celebración de su primer cumpleaños no podía haber sido otro que la cubierta del legendario Calypso, el viejo dragaminas convertido por su abuelo en plató cinematográfico y su residencia en alta mar. La infancia más temprana de Alexandra transcurrió en lugares exóticos: Egipto, Ruanda, Uganda... En esas expediciones trabajaban mano a mano el abuelo Jacques y Philippe, el padre de Alexandra, que falleció en accidente de aviación en i979.

El abuelo nunca se recuperó de la muerte del hijo, pero nunca descuidó a la nieta. Cuando la niña tenía siete años le puso una escafandra y se sumergió con ella en las aguas mediterráneas que bañan Niza. Cuando tenía ii años la embarcó en un viaje hasta Tahití que todavía hoy Alexandra recuerda como uno de los más fascinantes de su vida: “Nunca olvidaré las montañas de Tahití, pobladas por gallinas salvajes. Ni unos pomelos silvestres, de color verde pero dulcísimos, de un dulce que no he vuelto a probar”.

Alexandra conoce muy bien España. Estudió durante un año en Salamanca y rodó en Barcelona una serie de documentales sobre naturaleza. Fiel al legado de la marca familiar, estudió Relaciones Internacionales en la universidad estadounidense de Georgetown, especializándose en Ciencias Ambientales. Es una de las creadoras de la Fundación Philippe Cousteau y su objetivo es rescatar el viejo Calypso, que cumplirá 60 años el próximo mes de marzo y que yace abandonado en el puerto francés de La Rochelle.

Alexandra siempre ha mantenido una relación muy estrecha con su hermano, Philippe (Los Ángeles, i980). Hijo póstumo, nació siete meses después de la muerte de su padre. También precoz, viajó a los i6 años a Papúa para documentar la existencia de una nueva especie de peces que puebla los ríos de esa isla. Sus trabajos de campo también abarcan las Antillas e incluso Sarajevo y es un conferenciante habitual en Harvard.

La madre de Alexandra y de Philippe, la modelo estadounidense Jan, no aguantó la poderosa seducción de la familia y cambió el mundo de las pasarelas por el seguimiento de las ballenas en las aguas argentinas, de los extraños itinerarios de las langostas por el Caribe o la búsqueda de buques hundidos en Micronesia. Y no se arrepiente, como tampoco lo hace de haberse casado con Philippe Cousteau (i930, Francia-i979, Portugal). La tragedia truncó la vida del segundo hijo del comandante, pero el primero en sus preferencias, y al que todo el mundo señalaba como su heredero natural. “Era el gran amor de mi abuelo”, recuerda Alexandra. “Lloraba cada vez que hablaba de él. ‘Los padres deben morir antes que los hijos’, decía. Lo hicieron todo juntos, y confiaba en que mi padre se haría cargo de todo”.

En junio de i979, Philippe daba rienda suelta a una de sus grandes pasiones: volar. El patriarca Cousteau también había querido, antes que nada, ser piloto, pero un accidente de tráfico segó sus aspiraciones, dejándole graves secuelas en una mano. Philippe perdió la vida al estrellarse con su hidroavión en las aguas del Tajo, cerca de Lisboa.

“Nuestro objetivo es que nuestros ojos sirvan a aquéllos que no pueden viajar. Tenemos una misión”, dijo el piloto. Esa misión le hizo embarcar por última vez en su “Calypso volador”. Atrás dejó una admirable vida de aventuras y una larga serie de documentales. En una ocasión encontró a un indio norteamericano en los Apalaches y contó al mundo un diálogo que se antojaba imposible en la nación más poderosa y rica del mundo. El nativo no había comido nada en tres días. “He tenido suerte”, le dijo. “Tengo café. La mala suerte habría sido no tener café”.

Jean-Michel (i938), el hermano mayor de Philippe, estudió Arquitectura pero tampoco pudo sustraerse al influjo de la saga. Ya lleva cuatro décadas comprometido en labores relacionadas con la defensa del medio ambiente. A finales del pasado mes de diciembre se desplazó a la costa gallega para contemplar in situ los efectos del hundimiento del Prestige. “Aquí se ha producido otro desastre ecológico que afecta al mundo natural y al futuro de las generaciones venideras”, escribió desde A Coruña. “Ésta es la primera marea negra del siglo XXI, causada por la negligencia de la industria petrolera y de las decisiones de los políticos”.

Jean-Michel se fue distanciando de su padre hasta el punto de llevar su pleito a los tribunales en i995. El motivo fue la inauguración por parte de Jean-Michel de un complejo hotelero de lujo en las islas Fiji que llevaba el nombre de Cousteau, cosa que al patriarca no le pareció adecuada.

Hijos, cuñadas y nietos persiguen ahora la estela del Calypso y del Alcyone, los dos barcos que Jacques-Yves Cousteau (i9i0-i997) convirtió en cuartel general. El jefe de la saga fue militar de la Armada francesa, espía durante la Segunda Guerra Mundial, inventor de la moderna escafandra y de otras herramientas que han hecho posible un conocimiento profundo del mar, avispado empresario, escritor de best-sellers, reputado cineasta... Ganó en i956 el Festival de Cannes junto al director Louis Malle por el documental El mundo del silencio. Para unos fue un ecologista coherente que se enfrentó a su amigo Jacques Chirac por las pruebas nucleares francesas en el Pacífico. Para otros fue en ocasiones un negociante que aprovechó su influencia para hacer dinero y colaborar con empresas contaminantes.

Sea como sea, sus sucesores, como la joven Alexandra, prosiguen una labor nada sospechosa: evitar que los océanos se conviertan definitivamente en un basurero. Algunos siguen enfrentados por su herencia, pero ninguno de los Cousteau se negaría a ver de nuevo al viejo y querido Calypso surcando los mares en su defensa.

Información sobre Jacques Cousteau, su familia y su lucha en www.cousteaufoundation.org y www.oceanfutures.com.


 
 
 
UN MUSEO COUSTEAU EN ESPAÑA.


Será el primer centro cultural completamente bioclimático de Europa, sus 8.000 metros cuadrados no emitirán ni una sola partícula de CO2 y lo visitarán 350.000 personas al año. Así será el Espacio Cousteau que se levantará en la localidad gerundense de Sant Feliu de Guíxols y que abrirá sus puertas dentro de dos años. “Albergará un pequeño parque temático y un centro de investigación de biología marina”, explica Santiago Vilanova, presidente de la asociación Una Sola Terra e inspirador del proyecto. Su estructura y sus salas recordarán a una ballena que se introduce en el océano. “Cousteau fue el primero en denunciar el peligro de los petroleros”, recuerda Vilanova. “Dedicaremos una sala al ‘Prestige’ y a otras catástrofes. El centro recreará la aventura humana en el mar y la labor de los primeros exploradores”. Y una novedad: desde allí se pedirá la implantación de un tribunal de medio ambiente que persiga a los modernos piratas.
 
 
 
 
ENTREVISTA ALEXANDRA COUSTEAU

por Solange Protin
“El ‘Calypso’ tiene que sobrevivir, sería injusto que terminara en el fondo del mar. Es un símbolo que ha hecho soñar a miles de personas, un barco universal, y tenemos que devolverle su dignidad”

La nieta de Jacques-Yves Cousteau, Alexandra, ha dedicado los 26 años de su vida al universo marino. Creó hace dos años la Fundación Philippe Cousteau, empeñada en reflotar el “Calypso”, abandonado desde 1998.

¿Cuándo decide consagrar su vida a la causa de su familia?
Me di cuenta muy pronto de que era una auténtica vocación, más que el simple respeto por la tradición familiar. Mis abuelos y mi padre fueron personas extraordinarias. Mi abuelo solía decir que yo era “una auténtica Cousteau” y que llevaba la defensa de la naturaleza en la sangre. Él consiguió movilizar al mundo entero en torno a su misión. Soy consciente del mensaje que me transmitieron al mostrarme todas las maravillas de la naturaleza. Seguir su lucha es una forma de darles las gracias. Pero tampoco quiero convertirme en un clon de mi abuelo. Los proyectos que estoy poniendo en marcha en estos momentos llevan el sello de mi propia personalidad.

¿Por qué quiere recuperar el “Calypso”?
Es un símbolo que ha hecho soñar a miles de personas. Consiguió algo muy difícil: convertirse en un barco universal. Sería totalmente injusto que terminase en el fondo del mar o abandonado en un puerto. El “Calypso” debe tener un futuro digno de su destino, es el emblema de una lucha. El recuerdo de todas las exploraciones realizadas a bordo suyo, y que tan profundamente me marcaron, me impide aceptar que se le olvide para siempre. No sé si lo vamos a convertir en un museo o si va a volver a surcar los mares del globo. Lo más urgente es repararlo. Y para eso, lo primero que hay que hacer es sacarlo del agua, porque su casco de madera se está pudriendo.

¿Ha conseguido ayudas financiera para su recuperación?
El Ayuntamiento de La Rochelle nos va a conceder una ayuda de 75.000 euros. La Fundación Calypso, que creé junto a Loel Guiness Jr., piensa concedernos la misma suma. Estamos buscando socios a toda prisa.

¿Qué otros proyectos prepara? Tengo muchos, la mayoría a largo plazo y muy difíciles de poner en marcha. En 2001, junto a mi hermano pequeño y a mi madre, creé la Fundación Philippe Cousteau. También estoy escribiendo un libro sobre el océano y quiero rodar documentales de una hora sobre el universo marino y el medio ambiente. También estoy comprometida con la ONU para prevenir la contaminación en el Tercer Mundo.

¿Cómo ve la situación del mundo?
Es una situación compleja, la naturaleza se encuentra a menudo amenazada. Estoy especialmente preocupada por la evolución de la fauna marina, diezmada sin piedad por la pesca sin conciencia. Creo que la supervivencia de la naturaleza está íntimamente vinculada a una mejor situación económica del Tercer Mundo y de los países que se encuentran afectados por la contaminación. Por eso colaboro con la ONU. A pesar de la gravedad de la situación, me gusta pensar que las cosas pueden cambiar. No soy nada fatalista. De ahí que esté dispuesta a hacer todo lo que sé.
 
 
  © Mundinteractivos, S.A. Política de privacidad