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M A G A Z I N E 
186   Domingo 20 de abril de 2003
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CIUDAD IDEAL | DECORACIÓN
Ladrillos y bits

Domóticas, bioclimáticas, conectadas a la red durante todo el día y totalmente personalizadas. Son cualidades que tendrán las casas dentro de 50 años. En ellas, los ciudadanos pasarán la mayor parte de su tiempo, trabajarán y disfrutarán de los ratos de ocio. Un recorrido por la historia de la vivienda nos ayuda a comprender cómo los usos sociales modernos determinarán las nuevas formas de hogar.

por S.N.


Con más superficie por persona que los actuales, ecológico y aséptico, adaptado a las necesidades de las personas mayores, dotado de fuertes medidas de seguridad, domótico y decorativamente nostálgico... Así se ve venir al piso de 2050, un lugar donde pasaremos la mayor parte de nuestro tiempo y que se convertirá en nuestro centro de trabajo y de ocio.

En los cuarteles generales de Sony hace ya mucho tiempo que lo saben: el destino de las paredes de las casas no es servir de soporte a los cuadros, sino ser pantallas capaces de convertir el ritual de ver la televisión, navegar por Internet, mantener una videoconferencia o disfrutar de Las Meninas de Velázquez, en una experiencia integral. Si la historia de la casa y, más en concreto, la del piso urbano, ha supuesto una constante tensión entre espacio, practicidad, estética y confort, el futuro que se atisba más diáfano introduce en liza a un nuevo contendiente: la conectividad. Y no sólo porque las multinacionales tecnológicas lo digan. Hay razones demográficas y socio-económicas más que de sobra para ello.

Para empezar, y centrándonos en España, en 2050 la media de edad será de 55,2 años (el grupo más nutrido será el de quienes tengan entre 70 y 74 años, casi tres millones de personas, según datos del US Census Bureau). Las unidades familiares serán algo menores que en la actualidad, situándose incluso por debajo de la actual media europea, que es de 2,57 personas por casa. Aumentará asimismo el número de hogares unipersonales. Este mundo de adultos maduritos y unidades familiares diminutas influirá en el diseño interior de las viviendas, menos compartimentadas, con espacios más abiertos y polivalentes, puertas y ventanas automatizadas, rampas en lugar de escaleras cuando haya distintos niveles, suelos de materiales antideslizantes... Las residencias no serán más grandes en términos absolutos, pero sí en términos relativos (más superficie por persona). Como explica Luis Falcón, del IaaM (Instituto de arquitectura avanzada Metápolis), “la casa no sólo será tecnológicamente más desarrollada, sino que los espacios se compartirán cada vez más: salón-ocio-trabajo, dormitorio-TV-trabajo-ocio, baño-salón de belleza-lugar de lectura,biblioteca-trabajo-ocio, cocina-ocio-¿trabajo?... La tecnología hará que los entornos de la casa pierdan su especificidad. Los lugares estarán menos definidos por los usos y más por las emociones. Si el espacio doméstico siempre se personaliza, con la tecnología esta personalización se hace espacialmente más flexible”. Falcón coincide así con la tesis de Gustau Gili cuando, en el libro Pisos piloto, afirma que la evolución de la vivienda gira en torno a los conceptos de flexibilidad y tecnología y que la unión de ambos es uno de los caminos más creíbles para el futuro.

Ante todo, narcisista. La casa de 2050 será extraordinariamente narcisista. De hecho, actualmente ya se investigan múltiples formas de aplicar las nuevas tecnologías a la creación de entornos a medida. Espejos multifunción le devolverán su imagen desde todos los ángulos mientras le aconsejarán acerca de la mejor forma de maquillarse, como pudo verse en el prototipo de la casa Media-House-IP Home, desarrollado por Metápolis y presentado el pasado año en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Proyecciones de paisajes en paredes-pantalla, materiales que permiten el cambio de tonalidad de los tabiques y suelos, superficies sensoriales..., todo contribuirá a convertir el escenario doméstico en una prótesis a medida de cada individuo (por encima de la familia), un individuo cuya vida doméstica girará en torno al hedonismo multimedia, el aprovechamiento óptimo del tiempo y su integración en la comunidad de los conectados. Porque, como afirman varios autores, en el futuro habrá dos marcadas clases: los que estén dentro de la sociedad de la información y el conocimiento y los PONA (People Of Non Account) que, como explica Luis Falcón, son “no sólo aquéllos que no pueden conectarse a la información, sino incluso quienes, aun teniendo acceso a ella, no saben procesarla”.

La casa oficina. Excepto por la existencia de una serie de actividades laborales que todavía precisarán de la presencia humana a pie de obra, multitud de trabajos se realizarán directamente desde el propio domicilio a través de una red de telecomunicaciones que ya no precisarán ni siquiera de cables (los expertos calculan que entre 2030 y 2040, Internet, tal como hoy lo conocemos, desaparecerá). El desarrollo de esta tecnología mantendrá a los hogares permanentemente conectados: entre sí, con la Administración, con los comercios... La oferta de ocio por medios electrónicos como la televisión, juegos, reuniones de amigos a distancia, etc., será amplísima y, por supuesto, totalmente a la carta.

Las tecnologías de la información centralizarán la funcionalidad en la vivienda. Hasta el menor de los artilugios será susceptible de conexión (de hecho, el Knowledge Lab de NCR ya cuenta con el prototipo de papelera dotada de escáner que reconoce todo lo que cae dentro de ella y es capaz de generar una lista de la compra a partir de los desechos). Las personas que vivan solas podrán disfrutar de la compañía de pequeños y sofisticados robots, muy superiores al Ri00, un prototipo de la empresa NEC diseñado para mantener a las familias en contacto (se le puede enviar un e-mail con un mensaje y él lo transmite a la persona indicada) y servir, simultáneamente, de mascota (compitiendo con los sofisticados sucesores de Aibo, el perro robot de Sony, ya comercializado en Japón, donde ha causado estragos).

Seguridad garantizada. La seguridad doméstica se refinará hasta las más altas cotas. Actualmente ya es posible, de hecho, instalar sistemas que permiten navegar a distancia por la propia casa como una especie de Gran Hermano, así como detectar la perturbación más insignificante que se produzca en el medio ambiente doméstico (fugas de gas, incendios, etc.). Estos sistemas estarán conectados asimismo a empresas de seguridad, capaces de responder a la mínima alarma que se produzca.

Adiós al cristal. Un sinnúmero de nuevos materiales de construcción sustituirán a los actuales. Estos materiales de diseño podrán adaptarse al clima, el entorno y las necesidades de los habitantes para crear un ambiente adaptado a las necesidades de cada hogar. Actualmente ya se trabaja en materiales nanoestructurados (diseñados a nivel molecular), nuevos polímeros, cerámicas, aleaciones con memoria (y, por tanto, indeformables) y biomiméticos. Su objetivo: aumentar la resistencia, asegurar una vida más larga de los inmuebles, ahorrar energía y ser más ecológicos. Por ejemplo, ya existe un material llamado ALON (aluminio transparente) que es muy resistente a los impactos y, además, actúa como aislante de las radiaciones infrarrojas. Es uno de los principales candidatos a desterrar de nuestras viviendas el vidrio de las ventanas. De hecho, el uso de ventanas con multicapas laminadas es, según los expertos, inminente. La capa exterior será resistente y aislante. La interior, de cristales líquidos de cuarzo, eliminará de nuestras viviendas las cortinas, ya que cuando la activemos, se convertirá en una capa blanca que, además, actuará como una pantalla en la que podremos visualizar el paisaje exterior que prefiramos.

Edificios bioclimáticos. Dado que la situación energética del planeta dentro de 50 años no tendrá mucho que ver con la actual (el agotamiento de los principales pozos petrolíferos lleva años dándose por hecho para esas fechas), el uso de energías alternativas como la solar o la biomasa tendrán que entrar, necesariamente, en el escenario doméstico. Pero no sólo eso. Desde la arquitectura de los edificios hasta los materiales de construcción estarán diseñados para el ahorro energético. Las casas se orientarán al Sol para aprovechar mejor su luz y calor, los vanos se situarán estratégicamente para el aprovechamiento de las corrientes de aire. Mejores aislantes impedirán la existencia de puentes térmicos y el agua se calentará gracias a la energía solar. El desperdicio de luz eléctrica a la que estamos tan acostumbrados desaparecerá. Sistemas de detección de presencia humana encenderán y apagarán las luces a nuestro paso por las diferentes estancias de la casa. Por mucho que queramos dejarnos encendido el equipo de música al salir, será imposible, ya que el sistema domótico estará programado para desconectarlo en nuestra ausencia. Por último, un ordenador central controlará el funcionamiento de distribución de energía en todo el edificio, lo que hará más eficiente el uso de la energía.

Nostalgia del pasado. Pero, por mucha tecnología que inunde nuestras viviendas..., ¿qué aspecto tendrán éstas? ¿Asépticas como la nave espacial de 200i? Dudoso. Aunque, realmente, los nuevos materiales para el mobiliario y los revestimientos serán, o bien autolimpiables, o bien absolutamente repelentes de la suciedad (no habrá forma humana de ensuciar una alfombra con una copa de vino, por ejemplo). Los inevitables aparatos que estarán presentes a nuestro alrededor tendrán un aspecto cada vez más amigable, con un diseño más adaptado a las necesidades estéticas del usuario (en la futurista Idoru, de William Gibson, por ejemplo, existen ordenadores portátiles de artesanía india).

El caso es que, sea como sea el futuro, la historia de la casa demuestra que, salvo excepciones experimentales, las personas necesitan vincularse emocionalmente a los muebles y objetos que conviven con ellas. Bien es cierto que desde la segunda década del siglo XX hemos cedido confort a cambio de precios bajos y diseño, pero no es menos cierto que el auge de las segundas viviendas, los muebles rústicos, los objetos con apariencia artesanal, responden a una nostalgia de lo hogareño que no va a desaparecer de nuestro espíritu así como así. Puede que nuestras casas vuelvan a ser espacios diáfanos, tipo loft, que nos retrotraigan a las viviendas escasamente privadas de la Edad Media. Pero el diseño de muebles y objetos tendrá que contribuir, al menos, a crearnos una ilusión de espacio amigable, confortable e íntimo, sin el cual, difícilmente podremos convertir nuestras casas supertecnológicas en hogares.


 
 
 
Cronología de la casa burguesa


S.XI. Nace la palabra “bourgeois” en Francia para designar a los mercaderes y vendedores que viven en ciudades amuralladas.

S.XIV. La casa es un lugar público, no privado, que combina la residencia con el trabajo. La parte residencial es una sola pieza donde se cocina, se come, se recibe y se duerme. Escasos muebles: bancos corridos que se utilizan como arcones, camas con capacidad para muchas personas, taburetes y mesas desmontables. Gran densidad de población (hogares de hasta 25 personas).

S.XV. Configuración del espacio similar a la del siglo anterior. La silla, desaparecida desde el Imperio Romano, reaparece, pero es incómoda y su única función es ceremonial. Empiezan a extenderse los retretes en el piso alto que vacían en los ríos (aguas contaminadas, cólera...). Existen lavabos y bañeras de madera portátiles, pero no cuartos de baño.

S.XVI. Mayor densidad de población en las ciudades y graves problemas higiénicos. La escasez de agua hace que bañarse pase de moda. Las aguas fecales suelen tirarse por la ventana en los pisos altos (casas de piedra donde viven entre 30 y 40 personas). Las ventanas empiezan a ser de vidrio. Se populariza la chimenea con repisa y tubo de salida, aunque producen mucho humo y calientan poco por defectos de diseño. Poca iluminación artificial (las velas y lámparas de aceite se usan raramente).

S.XVII. La casa empieza a tener un significado estricto de residencia, identificado con la familia, pero aún se da prioridad a las apariencias sobre la intimidad. Viviendas de cuatro o cinco pisos donde viven varias familias. La casa comienza a compartimentarse (dormitorio, zona para comer, estar y recibir; guardarropa, despensa...). Los criados duermen aparte. Abundan los muebles: alacenas, cómodas, rinconeras, aparadores, armarios, sillas tapizadas y con cojines... Se popularizan las camas de cuatro postes con cortinajes. Retretes portátiles. Nace la idea de confort –bienestar físico y disfrute– en los Países Bajos.

S.XVIII. El concepto de confort se extiende por toda Europa. La casa deviene en hogar. Las habitaciones adquieren funcionalidades diferentes. El comedor se convierte en una pieza aparte, el dormitorio en una pieza íntima. Nace el rococó en Francia, el primer estilo arquitectónico de interior. Mayor frecuencia del cuarto de baño, con bañera y bidé pero no retrete (sigue siendo portátil). La mujer se erige en árbitro de las costumbres. Se multiplican los muebles creados para ella (asientos, fundamentalmente). El mobiliario empieza a ser ergonómico, se extiende el almohadillado.

S.XIX. Urbanización y hacinamiento en las ciudades. Resurge la costumbre de bañarse entre la burguesía. Las lámparas de aceite y petróleo se popularizan y, más tarde, las de luz de gas, lo que fomenta la alfabetización (se podía leer de noche). Todavía se cocina con carbón o leña. Obsesión por la ventilación de las viviendas. Se multiplica la tecnología doméstica: lavadoras, lavaplatos, aspiradoras, máquinas para hacer helado...; a gas, hidráulicas o manuales. La electricidad entra en las casas: máquina de coser, ventiladores... Nace el cuarto de baño tal y como lo conocemos hoy.

S.XX. A principios de siglo, la casa se feminiza. En Estados Unidos nace la tendencia de exigir confort también a las tareas domésticas, lo que unido a la escasez de personal especializado, provoca el rápido éxito de los electrodomésticos. Nace la cocina funcional con encimera, armarios y cajones. La casa se dinamiza, se hace más pequeña y práctica, y se pinta de blanco. Corrientes como el Art Deco pasan pronto de moda. El posterior Art Nouveau y su negación de las tradiciones burguesas influye en convertir las casas en espacios austeros, poco hogareños y de aspecto industrial. A partir de 1920 se produce un cambio del gusto popular, y las habitaciones se hacen menos densas, tendencia que culmina con el minimalismo del decenio de i970. La producción de viviendas en serie aleja al arquitecto del destinatario y se inventa “el hombre medio estándar” al que va dirigido el piso.

S.XXI. Customización de la vivienda. El mercado de la vivienda vende identidad, estilo de vida, antes que espacio. Para ello, ofrece mayor superficie, mayores prestaciones, espacios a la carta (viviendas unifamiliares que simulan casitas de campo, lofts, apartamentos de lujo unipersonales, urbanizaciones cerradas de máxima seguridad...). Progresiva tecnologización de las viviendas, cuyos espacios y los objetos vuelven a ser multifuncionales, como en el siglo XIV, y sirven para el descanso, el trabajo y el ocio. ¿Y vuelta a empezar?
 
 
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