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M A G A Z I N E 
211   Domingo 12 de octubre de 2003
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ENTREVISTA
“A mí la droga que más me coloca es la música: me pone en éxtasis, con una carita...”

Raimundo Amador anda prendido de la vida, de su música y su señora, de sus hijos y de su niña (la sexta). Fue hace 20 años el estandarte del nuevo flamenco, con el grupo Pata Negra, y viene ahora con el quinto disco en solitario, “Isla Menor”, fusión de reggae, jazz, bulerías, tango, rock and roll y más. Un disco por veces sensual, por veces gamberro. Hablamos del amor (o el sexo), de familia, de drogas, de una infancia pasada entre ratas y del arte del flamenco. El artista afirma que el mejor antídoto contra el insomnio es la mujer.

 
Tiempos lejanos. Raimundo, a la derecha, con Rafael Amador en una imagen tomada durante la primera época de Pata Negra.
 

ELENA PITA.FOTOGRAFÍA DE CHEMA CONESA


P.¿Qué ha pasado durante todo este tiempo, sin disco?
R.He grabado con otra gente, he hecho galas y he estado mucho con mi familia y con la niña pequeña, que nació con el último disco, hace tres años.
P. ¿Le ha pasado como a las madres?
R. Sí, y ahora mira, con otro hijo nuevo, que es este disco.
P. De los otros supongo que no querrá tener más, ¿no?
R. Supongo que no, pero no lo puedo asegurar. A nosotros nos gustan mucho los niños, pero la mujer ya no está para más brega, después de seis. Ahora a disfrutar la vida.
P. ¿Qué media entre aquel Raimundo que pasaba el plato por las calles y los bares y éste de ahora mismo?
R. La vida me ha cambiado, pero yo sigo siendo el mismo, con un poco más de dinero y de años, más viejete.
P. ¿Qué recuerda, por ejemplo, del lugar donde nació?
R. Yo nací entre ratas, en una chabola que estaba bien: un chabolillo muy curioso con su bazar de platicos y todo. Pero había ratas, porque estábamos en el campo. Y luego nos fuimos al Polígono del Sur (llamado de las Tres Mil Viviendas, Sevilla) y allí seguía habiendo ratas, desaparecían las toallas y otras cosas, como si hubiera fantasmas, y cuando tiraron las casas, allí estaba todo, en los nidos de las ratas, cachos de todo.
P. ¿Tiene buenos recuerdos de aquello?
R. Claro. Soy el mayor de ocho hermanos.
P. Aprendió la guitarra de su padre, que durante un tiempo trabajó haciendo música en la base de Rota. ¿De ahí viene ese tema que le dedica a la Marina?
R. No, la letra la hizo Luis Auserón para mí, pero no tiene que ver con aquello. Si fuera en recuerdo de Rota tendría música jazz, que es lo que yo escuchaba de mis vecinos negritos. De ahí me viene el rollo del blues, cuando ensayábamos nos acompañaban siempre un contrabajista, un pianista y un saxofonista. En Rota teníamos cosas que en otros sitios todavía no se conocían, como los Crispies, o los Kellogg’s: era bonito, a mí me gustaba, imagínate, de vivir en una chabola a estar ahí, en tu apartamentico. La chabola no estaba mal si no fuera por lo de las ratas: a mí nunca me royeron, nunca me han quitado un cacho, pero alguno de mi familia se levantó un día con la nariz roída.
P . Su padre fue artista hasta que tuvo que dejarlo por cuidar de los suyos, y se puso a vender ropa, es pañero. ¿Nunca piensa que usted pudiera haber corrido la misma suerte y sin embargo, ahí está?
R. Mi padre era el responsable de la familia. Yo nunca me he planteado eso de la suerte y, además, es que yo no sé hacer otra cosa que esto; mi padre, sí: tiene arte para vender. Yo no tengo arte para nada, nada más que para tocar y hacer niños.
P. ¿Sigue vendiendo, su padre?
R. Sale muy poquillo, un día a la semana, para él y la señora. Y con la guitarra se trabuca, porque no la practica. Ha sido un hombre de pocas notas pero mucho corazón.
P. Le enseñó su arte y luego se tomó mal lo suyo con el rock. ¿Le parecía cosa de pijos?
R . No, más bien de locos. A él, además del flamenco, también le gustaba el chachachá, el buggie-buggie, Antonio Machín, cosas de su tiempo.
P. El rock venía envuelto en la mística de la droga. ¿Tal vez tuvo miedo por usted?
R. Sí, además, como yo empecé escuchando a Jimy Hendrix, Janis Joplin y a todos los drogatas...
P. ¿La culpa fue de Kiko Veneno?
R. En parte, porque con él me metí de lleno, pero yo ya escuchaba rock y empezaba a ser hippie antes de conocerle. Y mi padre, mal rollo. Ahora está muy orgulloso de mí.
P. Sus devaneos con la heroína son un asunto bien conocido y sin embargo aquello no fue más que un coqueteo, ¿cierto?
R. Estuve una miajilla, una temporada de cinco o seis meses tonteando, y nunca más.
P. ¿Le costó superarlo?
R. Hombre, cuesta trabajo, y más si es a pulso, sin pastilleo ni todo eso que hay ahora: pegaba botes de metro y medio en la cama. Pero como han pasado 20 años puedo hablar de ello, y está bien que se hable, que se sepa que hay muchos que han pasado por ahí y no les ha afectado, que han vuelto a ser comunicativos con la gente, como yo.
P. ¿Lo más doloroso de la droga (dura) le parece la incomunicación, lo que le resta al sentimiento?
R. Te vuelves egoísta, no echas cuenta de la familia. A los gitanos lo que más nos gusta es montar a caballo, ¿me entiendes lo que te digo?, y querer, y coger a la mujer, y vi que eso iba flaqueando: entonces me di cuenta de que no valía un duro, no para mí.
P. ¿Ahora practica la fe del converso? ¿Todas las drogas son fatales?
R. No, uno puede tomarse su güisquicito, sus cigarrillos (de los suyos) y sus cosas, y hacer una vida normal, pero con esa droga dura no se puede: destruye a la persona y atrapa.
P. ¿Habla de esto con sus hijos mayores?
R. Ellos saben toda mi vida, no oculto nada. A mi hijo le digo que tenga cuidado con esas cosas. Sí, claro que me da miedo: cualquiera puede caer en ello. ¿Hablamos del disco?
P. A eso iba: ese tema que titula Fúmala, ¿habla de las mujeres o del tabaco?
R . De las dos cosas, es un doble sentido: dame una fumeta de tu pecho...
P. El tabaco es una droga, ¿y las mujeres?
R. También, claro. Y nosotros lo seremos para ustedes, ¿no? Mira, el mejor antídoto contra el insomnio es la mujer, que te deja relajadito, sano y natural. A mí la droga que más me coloca es la música: me pone en éxtasis, con una carita... Y la mujer, como la música, es una droga y una compañera.
P. Dicen que ha hecho un disco de amor. ¿Cómo se ven esas cosas después de tanta vida, 44 años y seis hijos?
R. Lleva amor, pero no es todo amor. Es fundamental que te quieran; lo demás es vacío.
P. Lleva comprometido desde los ?7 años y casado desde los ?9. ¿Sigue enamorado?
R. Mucho, pero mucho, mucho. Cuando quieres tanto a alguien te gusta siempre, aunque se le vaya la juventud, con la cara hecha una pasa: yo a mi señora nunca la veo fea.
P. Raimundo, ¿qué haría con sus seis hijos si no fuera por sus discos?
R. Los discos no me dan de comer, me lo dan las galas. De ?00.000 copias no vas a comer, y menos con seis niños. No sé, me pondría de cocinero, me lo paso bien.
P. Raimundo, dicen que su sonrisa nunca descansa...
R. No, es que la tengo así, es un gesto, pero no siempre me estoy riendo.
P. Sin embargo, el flamenco suena bien triste, ¿no es verdad?
R. No, los flamencos somos lo más alegre, el salero más grande de la historia. Están la seguiriya y la soleá, que son sufrimientos, pero las bulerías, los tangos... Son cantes festeros: hay de todo.
P. Un día quiso el flamenco recordarle al blues y tocó con B.B. King. ¿A qué otros lugares se propone llevarlo?
R . Donde suene bien una guitarra.
P. Pero, ¿tiene algún sueño nuevo?
R. Me gustaría hacer un espectáculo que se llamara Palabra de guitarra flamenca, una reunión con todos los colegas, Vicente Amigo, Tomate, Paco (de Lucía), Ketama... Hay mucha gente.
P. El flamenco es universal y sin embargo muy racial. ¿Por qué sólo ustedes son capaces de ese sentimiento?
R. Universal, seguro, y racial... Hay excepciones, hay payos que parecen gitanos tocando, aunque no muchos. El pellizco lo tenemos los gitanos, sí.
P. Usted que es tan gregario, como los suyos, ¿sería capaz de hacer un disco totalmente solo, sin compañía?
R. Por qué no. El primer disco de Pata Negra tenía temas sólo de palma y guitarra, y los Montoya no llevábamos batería, ni siquiera cajón. Pero mi público espera que haga lo que estoy haciendo, aunque sí, un día podría hacer un disco acústico y más flamenquito, de técnica. Eso de que vengan artistas invitados le da mucha gracia al disco, y como yo colaboro con todo el mundo, pues la gente no se niega cuando le pido.
P. Fue impulsor de lo que se llamó nuevo flamenco, sin embargo, ahora parece que la etiqueta le suena ajena. ¿Se siente mayor?
R. Ya no tengo 20 años, ya no somos los nuevos flamencos: lo éramos.
P. Pero hicieron el nuevo flamenco y el nombre no lo va a cambiar.
R. Sí, sí, estoy de acuerdo; pero ya estamos un poco mayorcitos para que nos llamen jóvenes y nuevos.
P. ¿A punto ya de ser un patriarca?
R. Hombre, yo creo hace tiempo que lo soy, por el respeto que me tiene la gente, allí en el barrio. Me dicen Chache Mundi, y luego te pones el gorro y la garrota, aquí, y ya está.
P. ¿Así se pone?
R. Lo llevo en el coche siempre, por si hay que ponerse firme, ¿sabes? Como soy chiquitillo, si viene uno muy grande le pongo cara malo y... (risas).
P. Raimundo, ¿ha aprendido ya a cantar mientras guitarrea?
R. Cuando hay una guitarra sencilla, plana, puedo cantar. Pero cuando la cosa es complicada, me lo hago de B. B. King: me pongo aquí la guitarra (allí abajo, los brazos extendidos) y canto, y luego me hago el solillo de guitarra, sin cantar. Lo del cante nunca lo conseguiré, porque soy muy malo; pero me está gustando.
P. ¿No se ayuda, con clases o así?
R. Qué va, si yo nunca he hecho na, soy más cateto que la mar.
P. ¿Qué es el Jesús del Gran Poder, religión o superstición?
R. Es una religión que me invento, ni sé rezar un padrenuestro, pero creo mucho en Dios, solamente en Dios, no en los curas.


 
 
 
De sombrero y garrota


De sombrero y garrota. Raimundo Amador es un gitano menudo y risueño con cara de jugártela en cualquier momento, y con buen corazón; se lo palpa, el corazón, al tiempo que dice “con éste de aquí”. De ahí le salen las cosas, mayormente, y sobre todo su música, la que hace 20 años se llamó “nuevo flamenco”, fundido con reggae, jazz, rock, rumba, tango, blues y lo que venga, de Pata Negra, grupo que formó con su hermano y Kiko Veneno. Hoy va en solitario, rodeado de muchos, y acaba de parir su quinto disco, “Isla Menor”, un disco de amor, según se observa. Es pequeño y grande y dice que hace tiempo se siente ya un patriarca, mayor; sombrero y garrota. Los chicos del barrio le llaman “Chache Mundi” (algo así como papá Raimundo: 44 años, Sevilla). Sombrero, hace un gesto de calarlo en su cabeza, y garrota, siempre en el coche, por lo que pueda pasar, porque él es de talla chiquita. No lleva hoy al cuello su Jesús del Gran Poder, lleva un calabrote gordo de dos vueltas y una guitarra que cuelga, en oro y brillantes. La medalla del dios, su dios (“me siento solo sin él”), se la ha dejado a su hija segunda, a punto de darle el primer nieto que tenga. Va la chiquilla por el séptimo mes de embarazo, y eso ya está, le digo, y él, que Dios te oiga.
 
 
 
 
Exceso de vida


Viene “baldao” de Sevilla de hacerse la “promo” y el fin de fiesta. (Promo, de promoción). Viene del AVE y llama a la casa y la pequeña, la sexta, que le coge y no le deja hablar con nadie más: “Papa, que cuándo vienes.


Y ¿yo no puedo ir contigo?”. Y dale, la pequeña. Raimundo lleva tres años sin sacar disco, los mismos que tiene la niña sexta, la última, bendita, tiempo de paternidad. Y llega “baldao” de los excesos, de anoche, ya sabes, que acabó en fiesta,
y trae una resaquilla. Vomitona y luego Aquarius que le repone la sal, resaca moderna. Pide permiso y se tumba sobre el tablao, las piernas en alto. ¡Pero Raimundo! Estamos en Casa Patas, que es un poco su casa, arropadas las paredes de fotos de sus muchos primos, que si Carmonas, Flores, él mismo; De Lucía, Amargo, etcétera. Así que no puede estar quieto y, “tumbao” como va, se pone a dar palmas. Y a los pocos minutos, quita, como un gnomo pega un salto, y listo para la entrevista. Y aún así, la cara de churumbel que lleva, con los excesos encima: “Enamorao con mi niña”, eso le pasa, con su niña y su señora y su música. A Raimundo le puede el amor y la vida: “A los gitanos nos gusta montar a caballo, tú ya me entiendes”, o sea, ustedes entiendan.
 
 
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