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M A G A Z I N E 
212   Domingo 19 de octubre de 2003
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Letra de Silvio Berlusconi. El primer ministro italiano es el autor de las letras del disco “Mejor una canción”, que interpreta junto a Mariano Apicella.
FENÓMENO ¿BERLUSCONI CANTANTE?
También quiere mandar en la música

Era un joven apuesto y descarado cuando recorría la tórrida costa italiana de los años 50 para cantar en los escenarios veraniegos. Hoy, millonario y primer ministro de Italia, no quiere renunciar a su talento. Para ello, y con el tenor Andrea Bocelli como padrino y productor, Silvio Berlusconi ha grabado un disco junto al napolitano Mariano Apicella, antiguo aparcacoches en un hotel. El “Cavaliere” ya ha estrenado sus letras empalagosas ante mandatarios de medio mundo, a los que suele agasajar en sus residencias.

 
A dúo. El mandatario (dcha.) entona una canción junto al ex aparcacoches Apicella.
 

RUBÉN AMÓN


Mariano Apicella sobrevivía como aparca en un hotel de Nápoles –verano de 2002– hasta que el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, le escuchó afinar la guitarra en una esquina del vestíbulo. Debió de tratarse de un flechazo musical, puesto que desde entonces el Cavaliere y Apicella han formado una pareja artística especialmente fértil en las veladas nocturnas de la alta política.

Que se lo digan a Vladimir Putin, invitado recurrente de Berlusconi en la villa imperial de Cerdeña. Al presidente ruso le gusta escuchar la voz cálida de Apicella, especialmente cuando Silvio le acompaña al piano y cuando ambos improvisan las obras maestras del repertorio napolitano.

Pues bien, la pareja Berlusconi-Apicella ha dejado de ser un privilegio de los cortesanos y mandatarios que frecuentan la bodeguilla del Cavaliere. Sorprenda o no, la compañía discográfica del tenor Andrea Bocelli ha puesto los medios para que las canciones del pretencioso dúo italiano puedan encontrarse al alcance de los principales negocios musicales del país.

La fecha de lanzamiento de Mejor una canción (Meglio na canzone) podría retrasarse hasta finales de año, entre otros motivos porque Apicella y Berlusconi, tanto monta, aún tienen pendiente seleccionar las canciones definitivas del disco. Es verdad que el primer ministro ha trabajado a conciencia este verano en la confección de las letras romanticonas, pero de momento únicamente están disponibles tres de ellas: Con el corazón en la garganta, Los celos e Intento olvidarte.

No hace falta decir que Berlusconi, nacido en Milán hace 68 años, las ha escrito en dialecto napolitano. Era el modo de acompañar la voz mediterránea de Apicella y la manera de recordar los tiempos, qué tiempos, en que ejercía la profesión de cantante, animador y maestro de ceremonias.

Unas veces tocaba el piano a bordo de un trasatlántico de lujo; otras recorría los escenarios veraniegos de Rimini o afinaba las cuerdas de la guitarra mediterránea en los locales postineros de la Isla de Elba. Entonces nadie podía imaginar que aquel personaje simpaticón, dicharachero y retaco iba a convertirse en el hombre más rico de Italia y en el primer ministro del Gobierno tricolore. Digamos que tenía carisma, don de gentes, incluso ciertas aptitudes tenoriles, tal como recuerdan los espectadores de antaño, pero de ahí a llevar las riendas de la UE...

Si Berlusconi se ha convertido en el arquetipo de la nueva diplomacia continental, Apicella se ha convertido en su músico de cámara. Ahí está, guitarra en mano, cada vez que el Cavaliere organiza un sarao o cada vez que el líder de la política italiana necesita recuperarse de las tensiones cotidianas.

¿Preso en la villa? Hechas las correspondientes salvedades, recordemos que el castrato Farinelli consolaba la melancolía del rey Felipe V en las estancias del Palacio Real. Incluso Domenico Scarlatti desempolvaba el clavecín en la corte madrileña de Fernando VI cuando Bárbara de Braganza, exiliada involuntariamente desde Portugal, sentía la morriña de la tierra, como escribió Saramago. “Quede claro que no soy un preso en la villa de Berlusconi”, matiza Apicella. “Ya le he dicho que no me gusta madrugar ni hacer footing. Normalmente me presento a tocar en los postres o cuando el señor Berlusconi quiere entretener algunos de sus invitados más representativos”.

Uno de ellos es el jerarca ruso Vladimir Putin, quien ya tuvo la fortuna de percibir el talento musical del Cavaliere con motivo de una visita oficiosa a la dacha que posee bastante lejos de los cuarteles de Moscú. La velada se prolongó hasta la madrugada porque Silvio Berlusconi se avino a dedicar al matrimonio Putin un recital de canciones napolitanas. La revelación produjo tales efectos que el presidente ruso, ayudado por el buen oído musical de la parienta, puso en movimiento a la banda musical del Kremlin para recibir al político italiano días más tarde al compás de sus propias cancioncillas.

Es la nueva diplomacia, la cultura del chándal y del pecho al aire. Tanto, que Vladimir Putin no tuvo reparos en descamisarse públicamente mientras Berlusconi le enseñaba a finales de agosto los rincones del grandioso imperio que posee en Cerdeña: allí 500 variedades de cactos, aquí 50 hectáreas de césped aterciopelado, igual que en las mejores praderas de Yorkshire.
Después acudió a amenizarles la velada Andrea Bocelli. No tanto como figura predominante del olimpo musical. Más bien como productor discográfico y como promotor de una iniciativa que revalida la excentricidad del político. “El disco se plantea en serio. Creemos que Apicella es un excelente cantante y creemos que las letras de Silvio Berlusconi están magníficamente escritas. Vamos a demostrar que se trata de un trabajo serio, interesante”, confesaba un productor de la compañía Clacksong a cambio de mantener el anonimato.

Las inclinaciones del primer ministro quedaron en evidencia cuando amenizaba los cruceros desde el teclado. Se considera un heredero de Charles Aznavour y un epígono italiano de Julio Iglesias. Con permiso de Apicella. “El día que conocí a Berlusconi”, recuerda el ceniciento Mariano, “cambió mi vida. Estaba afinando la guitarra y se presentó diciendo: ‘Buenas noches, ¿puedo presentarme? En el fondo somos colegas, ¿no?’. Más adelante dijo que me llamaría, pero nunca terminé de creérmelo. Demasiado bonito para ser verdad”.
Apicella se equivocaba, porque el político, la palabra es la palabra, le convocó a la residencia de Arcore, al norte de Milán, para amenizar una de las tantas cenas que acostumbra a oficiar el primer ministro. Fue entonces cuando surgió la posibilidad de grabar un disco. El Cavaliere apreció las melodías del guitarrista napolitano, pero le dijo que las letras eran pésimas y que él mismo se comprometía a escribirlas. No era la primera vez que ofrecía sus aptitudes de letrista. Ya lo hizo con Tony Renis, ídolo italoamericano de la canción ligera y rival del primer ministro en los años 50, cuando se disputaban la clientela en las discotecas de la Isla de Elba.

Medio siglo después, el primer ministro y Tony Renis tienen pensado reconciliarse con la edición de un disco benéfico. “Trabajamos para que este nuevo proyecto se dedique a Unicef. A muchos va a sorprenderle lo bien que toca el piano y la sensibilidad que demuestra en la canción napolitana”, ha declarado Tony Renis. Ya lo dijo Romano Prodi, enemigo sempiterno del Cavaliere y presumible bestia negra en los futuros comicios legislativos: “Berlusconi tenía que haberse dedicado a la canción”. Como en los viejos tiempos, cuando entonaba O sole mio delante de los turistas alemanes.
Ahora, en cambio, ha cometido el desliz de ofenderlos. Basta recordar el debate bautismal de la presidencia italiana, donde el misacantano tuvo la ocurrencia de llamar capo nazi al portavoz de los socialdemócratas alemanes. Cuando Berlusconi toca el piano, lo hace como nadie. Y cuando desafina nadie es capaz de superarlo.


 
 
 
EL RITMO DEL PODER

ISABEL AZCONA
El más conocido por su incursión en la música ha sido el polaco Jan Paderewski, quien apenas destacó como ministro, pero sí sobresalió como intérprete de Chopin. En Alemania, el ex canciller Helmut Schmidt también ha hecho sus pinitos en la música. La prestigiosa discográfica Deutsche Grammophon ha realizado varias grabaciones suyas interpretando al piano obras de Bach. Mucho más cercano al público estuvo el mandatario estadounidense Bill Clinton (1) con su saxofón. Otros políticos menos afortunados han sido Boris Yeltsin al lado de un grupo rockero o el británico Tony Blair tocando el bajo en la banda The Ugly Rumours. En España tampoco nos libramos de los políticos metidos a artistas. Del nuevo alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, dicen que es un virtuoso del piano y que da gusto oír cómo toca la sonata de Schubert. Aunque el socialista Narcis Serra (2) tampoco tiene nada que envidiarle con las teclas.
 
 
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