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RECUERDO|40 AÑOS DE SU MUERTE
El viaje “desconocido”de JFK “Deberías pensar en ver Europa antes de que empiecen los tiros”, le dijo su padre. Y le hizo caso. En junio de 1937, un John F. Kennedy de 20 años y su mejor amigo, Lem Billings, decidieron ir a Europa. Al volante de un Ford descapotable, descubrieron Francia, Italia, Alemania, Bélgica, Holanda, Gran Bretaña..., y fueron testigos del clima prebélico que vivía el Viejo Continente y de la creciente popularidad de Hitler. Pero su principal objetivo, que no lograron, era entrar en una España en plena Guerra Civil; no en vano JFK iba a ser periodista. Reconocía estar a favor de Franco, aunque no al 100%. Ahora, a punto de cumplirse el 40º aniversario del magnicidio, un libro recoge las fotografías y testimonios de aquel viaje.
PABLO PARDO Eran dos niños bien, con 20 años y muchas ganas de marcha y de aventura. El 30 de junio de ?937, John Fitzgerald Kennedy (JFK) y su mejor amigo, Lem Billings, se embarcaron rumbo a Le Havre, en la costa francesa del Canal de La Mancha. Con ellos viajaba un Ford descapotable con el que iban a recorrer Europa. Fueron algo más de dos meses por Gran Bretaña, Francia, Italia, Alemania (que entonces incluía Austria), Bélgica, Holanda y un intento frustrado de entrar en España, ya inmersa en un conflicto en el que algunos veían un anticipo de lo que pasaría en el continente. “En realidad, estaba actuando como un periodista”, explica Christophe Loviny, coautor del libro JFK: Remembering Jack (JFK, recordando a Jack). “El reparto de funciones en la familia había hecho que a Joe, el hermano mayor, se le asignara el rol de político y a Jack, el segundo, el de periodista”. Su padre, Joe Kennedy senior, le había dicho: “Deberás pensar en ver Europa antes de que empiecen los tiros”. En realidad, estos ya habían empezado en España. Y Kennedy y Billings querían verlos in situ. “Jack quería comprender qué estaba pasando en el país, ya que estudiaba Ciencias Políticas e Historia de Europa, en Harvard”, subraya Loviny. Cuando se trataba de colarse en algún sitio, JFK no tenía rival. Como recordaría años después Billings, “se las arreglaba para entrar donde le apetecía. Simplemente le echaba cara”. En su diario, Kennedy explicó la estrategia para entrar en nuestro país: “Bien como corresponsales de prensa o como miembros de la Cruz Roja”. Pero el truco no funcionó. Los dos amigos se plantaron en Biarritz, y “las autoridades españolas les negaron los papeles para entrar”, explica Loviny. Aun así, durante el viaje JFK estuvo pendiente. No fue difícil. En aquellos momentos, la carnicería alcanzaba nuevas cotas de brutalidad y la Guerra Civil se seguía con atención. Llegaron a Europa después de la caída de Bilbao y volvieron a su país en vísperas de la toma de Asturias. Entre viajes, reuniones con personalidades –incluyendo el Papa XI– y ligues, JFK tuvo tiempo de reflexionar sobre lo que ocurría en España. En una carta a su padre lamenta “la casi total ignorancia que el 95% de los estadounidenses tiene sobre la situación. Por ejemplo, la mayoría está a favor de Franco”. Él compartía esa opinión, aunque no al ?00%. “Tengo la sensación de que será mucho mejor para España si Franco gana”. Aunque matizaba: “Al principio, el Gobierno [republicano] tenía razón, moralmente hablando, en la medida en que su programa era parecido al New Deal”, proyecto económico del presidente Roosevelt, basado en aumentar el gasto público y en extender la cobertura social para salir de la Gran Depresión. Clima prebélico. Sin embargo, su análisis falló al situar la contienda en el contexto europeo. Sabían que el continente iba rumbo a su destrucción, pero no cómo iba a ser ésta. Para ellos, la Guerra Civil no era el preámbulo de lo que esperaba a Europa. “De Colonia (Alemania) a Utrecht (Holanda) fuimos por una autopista alemana de las que se dice que son las mejores del mundo, aunque parecen innecesarias, porque hay poco tráfico. Pero al construirlas tal vez Hitler tenga una carta en la manga y esté plateando darles un uso militar”, escribía Billings, hoy fallecido. Pero Kennedy apuntaba en una dirección opuesta: “Hasta qué extremo los alemanes no pueden ni ver a los rusos. Parece como si la próxima guerra fuera a venir por esa dirección, a medida que Inglaterra y el resto de Europa parecen alejarse de Rusia”. Esos errores de juicio no eran exclusivos de Kennedy. Al contrario. La noche del 8 de julio, ya en Francia, escribió tras visitar Soissons, el escenario de brutales batallas en la Gran Guerra: “La sensación general, según parece, es que no habrá otra guerra en un futuro próximo y que Francia está magníficamente preparada para hacer frente a Alemania”. JFK también relató las impresiones de los países que visitió. Por ejemplo, España, es criticado a través de una corrida de toros en Biarritz. “Interesante, pero muy cruel, sobre todo cuando el toro corneó al caballo. Ahora uno se cree todas esas historias de atrocidades, porque estas gentes del sur, tanto franceses como españoles, disfrutan con las escenas de crueldad. Para ellos, lo más divertido era cuando el caballo dejaba el ruedo arrastrando las tripas por el suelo”, explica en su diario. Billings admitiría que “es posible que no llegáramos a comprender las sutilezas de este deporte”, aunque “nos dio la sensación de que el toro no tenía nada que hacer”. La misma frivolidad se transmite en otros pasajes del diario. Por ejemplo, al ver los campos de Francia, JFK deja traslucir un sentimiento de superioridad. “Los americanos no se dan cuenta de lo que tienen. Esta gente se conforma con muy poco”, afirma pareciendo olvidar que en aquellos años mucha gente en EEUU trabajaba a cambio de comida. Poco después de este viaje, Jack volvió a Harvard y Billings, a Princeton, y la historia europea de la que habían querido ser testigos entró en sus vidas como un terremoto. “La guerra atacó a nuestra familia con ferocidad”, diría después JFK. Su padre fue nombrado embajador en Gran Bretaña y en ?945, Joe, el hombre destinado a ser presidente, había muerto a los mandos de un bombardero cargado con ?0 toneladas de TNT. Jack tuvo que asumir que entonces él era el elegido de la familia para alcanzar la gloria política. |
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