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M A G A Z I N E 
216   Domingo 16 de noviembre de 2003
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Siempre “sexy”. Pamela Anderson alcanzó la fama con la serie
SÍMBOLO SEXUAL|PAMELA ANDERSON ÍNTIMA
“Mucha gente piensa que yo sólo soy un par de tetas”

Como se puede ver en esta conversación, hay días en que Pamela Anderson no tiene pelos en la lengua. Cuenta sin reparos que, después de posar desnuda para la revista “Playboy”, hubiera salido en cueros a la calle; que no es una gran actriz ni quiere que la tomen en serio; que el 50% de lo que ha ganado se lo ha gastado en abogados; que los 180 millones de internautas que la “visitan” a diario en la Red sólo ven en ella un par de tetas. Y todo esto lo dice en plena lucha contra el virus de la hepatitis C, que va devorando su cuerpo lentamente. “Puede que me queden sólo 10 años de vida”, afirma la explosiva actriz, que tiene 36 años. Mientras, vive tranquila en su lujosa mansión de Malibú y lleva a sus dos hijos al colegio a diario. Y hasta ha escrito su primera novela. “El libro trata sobre mí. Es alegre y tonto”.

 
Tatuaje mortal. Pamela Anderson enfermó de hepatitis C al compartir con su ex marido Tommy Lee (en la foto) las agujas para tatuar sus cuerpos.
 

JOHN PRESTON. FOTOGRAFÍA DE JOHN RUSSO


Sentada en la tienda, intenta probarse el zapato más feo que he visto jamás, un objeto deforme de charol que más bien parece obra de un herrero. “No, creo que no me gusta”, dice Pamela Anderson con su voz aniñada y chillona mientras extrae su pie del zapato con dificultad.

Cuando al final lo consigue, me quedo paralizado observando su pie. Es pequeño, bronceado, inmaculado, un monumento vivo. Y eso no es todo, claro. Muchas otras partes de Pamela Anderson están tan bien torneadas que son de una gran belleza. Si recorremos su cuerpo con la mirada, después de admirar sus piernas enfundadas en unas ajustadas mallas beis, llegamos a su cintura, diminuta y apretada, y luego al promontorio de su pecho. Como es imposible escribir sobre Pamela sin hacer algún comentario tocante a sus pechos, procedo ahora a mencionar el asunto. Me han informado de que la actriz se ha quitado los implantes de silicona, y por tanto me quedé muy sorprendido al verme ante tanta exuberancia. Si así es ella sin silicona, ¿cómo demonios era antes?

Sin embargo, más tarde, Hedda, su ayudante y colaboradora, me aclara toda la cuestión de los implantes. “Se los puso, luego se los quitó, y ahora se los ha vuelto a poner”. “Ya veo”, respondo. “¿Y cree que permanecerán en su cuerpo en el futuro inmediato?”. Hedda arquea las cejas y se encoge ligeramente de hombros, lo que significa que en el mundo siempre cambiante de Pamela Anderson cualquier cosa es posible.

En cuanto a su cara, sus facciones son un poco más duras de lo previsto: la mandíbula es más prominente y la piel de la nariz no parece tan tersa. En persona muestra un peculiar parecido con quien podría ser la finalista en un concurso de dobles de Pamela Anderson, una aproximación encomiable del original, pero carente de un ingrediente crucial: sex appeal.

“He recorrido un largo camino para llegar hasta aquí”, dice mientras mordisquea una uva tumbada en el sofá de su camerino, antes de presentar la ceremonia de entrega de unos premios en Londres, los British Style Awards. “Especialmente desde que recuperé mi nombre”. Cuando dijo esto pensé que había sufrido algún ataque de amnesia pasajera. Pero no, resulta que en los primeros tiempos de Internet el nombre de Pamela dio mucho dinero sin que ella obtuviera ningún beneficio. El buscador Google registra más de 180 millones de accesos al día con el nombre de “Pamela Anderson”. Casi todos van a parar a páginas de pornografía, por lo que la actriz estaba harta. Ahora, sin embargo, todo se ha resuelto tras un largo proceso judicial.

“Al final, mis adversarios no pudieron probar que su Pamela Anderson era más auténtica que yo”, explica. “Estoy tan contenta de que se haya resuelto este caso... Aunque, francamente, estoy harta de abogados. Por lo menos el 50% de lo que he ganado en mi carrera lo he dedicado a pagar honorarios de abogados”.

No obstante, las cosas en general van mejorando para ella. “Éste es un año muy importante para obtener más poder y control sobre mi vida”, afirma. “Ahora me siento muy bien, mucho más segura. Por ejemplo, estos días estoy leyendo todos mis contratos y yo misma firmo mis talones”.

–¿Y no solía hacerlo antes? –le pregunto.
–¡No! Confiaba en todo el mundo.
–¿Por qué cree que lo hacía?
–Porque soy canadiense.
El año que viene, por primavera, lanzará una amplia gama de productos con la marca “Pamela Anderson”, desde lencería hasta velas de aromaterapia.
–Todos los artículos reflejan mi filosofía.
–¿Cuál es exactamente su filosofía?
–Fundamentalmente, soy un espíritu libre. Soy una mujer total. Mi filosofía es que una mujer de hoy puede tener hijos, llevar lencería de lujo y seguir una carrera profesional. Puede hacerlo todo. Así se convierte en un espíritu libre, es así como yo lo llamo. Sin embargo, el problema es que mucha gente parece pensar que yo sólo soy un par de tetas que va de un lugar a otro sin saber en realidad qué demonios hace.

Después de esta conversación, comienzo a darme cuenta de que la actriz ve en esta entrevista una buena oportunidad para proyectar su nueva imagen. Es una sospecha que se confirma unos minutos más tarde, cuando Hedda interviene para decir: “¿Ves, Pamela? Te está haciendo preguntas inteligentes. No como todos esos periódicos sensacionalistas”.

Hedda es muy amable, aunque lo que dice no es exactamente correcto. Vuelvo la mirada a mi cuaderno para preparar mi siguiente pregunta inteligente y veo las palabras “aumento de pecho” que surgen hacia mí como si salieran de una ciénaga.
–¿Quería hacerle una pregunta sobre sus... (comencé a balbucear).
–¿Mis qué?
–Sus estudios bíblicos.
–¿Mis estudios de la Biblia? –dice Pamela, comprensiblemente confundida.
–Eso es. Tengo entendido que imparte clases de catecismo.
–Bueno, es cierto que ayudo, pero no predico ni nada por el estilo. En realidad, en este momento estoy leyendo la Biblia. Mi padre leyó la Biblia ?0 veces, y quiero hacer lo mismo a lo largo de mi vida. Pero sin duda es difícil avanzar en la lectura. ¿Usted ha leído alguna vez la Biblia, John?
–Bueno, algunas partes.
–Es realmente horripilante, ¿no? El Antiguo Testamento... ¡Caray!. O sea, ¿cuándo llega la parte buena?
–Dios puede ser bastante cruel a veces, ¿no? –me atrevo a comentar.
–¡Ya lo creo!

Seguimos sentados en el sofá, mordisqueando uvas, reflexionando sobre la naturaleza de Dios y sobre otros asuntos vagamente relacionados.
–Antes solía meterme en muchos líos, ¿sabe? Pero ya no tengo tantos problemas, aunque todavía me gusta divertirme.
–¿Está ahora metida en líos románticos? –le pregunto bajando la voz, empleando mi más convincente tono comprensivo.
–No, ahora mismo estoy muy bien en ese sentido. Estoy muy atareada con mis hijos, de modo que el amor no ocupa ahora uno de los primeros puestos en mi lista de prioridades.

Separación. Este mismo año, Pamela rompió su compromiso con el cantante Kid Rock. Parece que él quería que se fueran a vivir al centro de Estados Unidos, pero a ella le gusta estar siempre cerca del mar.

“Es triste, pero esas cosas pasan”, explica la actriz. “Además, como he dicho antes, en este momento siento que tengo mucho más control sobre mi vida. Así es. Y además, las cosas van bien con Tommy Lee”. Tomy Lee es su ex marido, el batería del grupo Mötley Crüe, con el que tuvo una relación intermitente de varios años, plagada de escándalos. “La gente se imagina cosas sobre nosotros, pero no sabe nada. Puede que nuestra relación sea extraña, pero es una buena relación”.

La situación actual de Pamela, hija de un reparador de calderas y de una camarera, tiene muy poco que ver con la que vivió durante su adolescencia en Vancouver Island, donde nació hace 36 años. Su gran oportunidad llegó cuando la descubrieron entre el público de un partido de rugby televisado. El cámara se entretuvo insistentemente en su rostro y su cuerpo, e inmediatamente fue contratada como el rostro de la cerveza Labatt’s. Luego la revista Playboy la invitó a posar desnuda en sus páginas.


–Nunca fui una chica ambiciosa, ni siquiera segura de mí misma –explica–. Nunca participé en concursos de belleza, ni me puse nada de maquillaje hasta que fui a Los Ángeles, invitada por los directivos de Playboy. De hecho, era la primera vez que viajaba en avión. Cuando llegué, quisieron que fuera directamente a la mansión de Playboy, pero insistí en quedarme en un hotel. Pensé que iba a ser un lugar muy salvaje y loco, aunque al final fui”.
–¿Y era efectivamente un lugar salvaje y loco?
–Oh, muy salvaje y muy loco, créame. Me sentía entonces muy cohibida, pero pensé que si posaba para Playboy dejaría de sentirme así. ¿Le parece que esto tiene sentido, John?
–Bueno... Algo.
–Para empezar, no quería quitarme la ropa, pero poco a poco me fui relajando y ya al final de la primera semana me estaban haciendo tantas fotos que si me lo hubieran permitido habría salido desnuda a la calle. Entonces, ¿ve?, funcionó. Dejé de ser tímida.

Y luego vino Los vigilantes de la playa, los bañadores, los implantes, las fotos y las páginas de pornografía inundando Internet.

“Nunca creí, ni en sueños”, recuerda, “que esta serie de televisión insignificante y ridícula llegaría a hacerse tan famosa en todo el mundo. Pensé que en poco tiempo estaría de vuelta en Vancouver Island. Pero entonces una cosa llevó a la otra y, aunque no planeé nada, creo que me salió bien lo de ir conectando todo lo que había pasado para de esa manera seguir avanzando en mi carrera”.

Si hay alguna clave de su éxito, ésta es que nunca intentó ir más allá de su ámbito natural, nunca intentó nada que fuera demasiado ambicioso.“Sé que no soy una gran actriz. De hecho, no quiero que me tomen muy en serio. Al menos, no tan en serio”.

Pamela Anderson vive ahora con sus dos hijos, Brandon Thomas (de siete años) y Dylan Jagger (de cinco), en su residencia de Malibú, decorada como una casa de campo francesa, toda pintada de blanco y con grandes lámparas de araña presidiendo los altos techos. No tiene contratado a nadie que cuide de los niños. Ella misma los lleva al colegio y hace las compras en el supermercado de la zona, a pesar de que con frecuencia los paparazzi salen de entre los arbustos para hacerle fotografías.

Además de promocionar sus productos de lencería y sus velas de aromaterapia, produce una serie de dibujos animados llamada Striperella junto a Stan Lee, el fundador de los célebres cómics Marvel. También ha protagonizado un documental para la televisión Sky One, y recientemente ha comenzado a escribir una columna mensual en la revista Marie Claire. En esos artículos expresa sus ideas sobre todo, desde el vegetarianismo (del que es gran defensora) hasta el amor anticuado (del que también es una gran defensora). Sin embargo, me parece que en este terreno hay una posible contradicción con algunas de sus anteriores declaraciones sobre el noviazgo, como puede demostrar el siguiente pasaje de una entrevista aparecida hace algún tiempo:

–Si un tipo quiere impresionarla mucho, Pamela, ¿qué debería hacer?
_¿Aparte de la penetración? Me gusta que sea detallista.
Ahora, también va a explorar el mundo de la literatura. Quiere escribir novelas. Y para ello ha firmado un contrato de dos millones de dólares con la prestigiosa editorial estadounidense Simon & Schuster, que publicará sus dos primeros libros. Se muestra, cosa rara en ella, algo evasiva respecto a su primera novela; sólo dice que ya la ha terminado y que ha disfrutado mucho escribiéndola. “El libro es sobre mí. Ya sabe, alegre y tonto. No creo que le decepcione”.

No obstante, una nube negra se cierne sobre la vida de Pamela. Padece hepatitis C, una enfermedad que contrajo, al parecer, tras compartir una aguja de tatuaje con Tommy Lee. “Intento lidiar con ello lo mejor que puedo. En este momento gozo de buena salud y me hago pruebas constantemente. Todos los tratamientos convencionales son tan agresivos que prefiero emplear remedios naturales, al menos de momento. Pero Tommy no está siguiendo ningún tipo de tratamiento. Me da mucho miedo, todavía está intentando negar la enfermedad”.

Ha llegado la hora de que Pamela Anderson acuda a su último ensayo de la ceremonia de entrega de premios. Se incorpora, se alisa los pantalones, se pone la chaqueta y se calza otro par de zapatos.

“Creo que soy bastante normal”, dice para terminar la conversación. “Pero me doy cuenta de que mi vida no es precisamente lo que mucha gente consideraría normal. Sin embargo, sí que lo es para mis hijos. Ellos les dicen a sus amigos que soy socorrista”.


 
 
 
UN VIRUS SILENCIOSO

ALEJANDRA RODRÍGUEZ
a enfermedad que padece la actriz Pamela Anderson, la hepatitis C, es seria y necesita un cuidadoso control, pero gracias a los avances terapéuticos es posible combatirla de manera eficaz. El tratamiento ha sido uno de los más temidos por sus efectos secundarios. La fiebre, el dolor de cabeza, las náuseas, la pérdida de apetito y la depresión que provocaban los fármacos hacían que la terapia fuera difícil de seguir.

Hasta que el agente causante de la enfermedad fue catalogado con la letra C, esta inflamación hepática se llamaba hepatitis “no A, no B”, ya que lo único que se sabía era que no respondía al modelo de transmisión de las ya conocidas. La de tipo A se transmite a través de la comida o el agua contaminada, así como por el contacto con personas infectadas. Y la hepatitis B se contrae por contacto sanguíneo, de madre a hijo en el momento del parto o por mantener relaciones sexuales sin protección con alguien contagiado.

El agente infeccioso de la hepatitis C se transmite fundamentalmente por vía sanguínea y muy raramente por contacto sexual. Es importante extremar la profilaxis a la hora de realizar transfusiones, intervenciones quirúrgicas y actos médicos que impliquen incisiones o pinchazos. Esta prevención debe hacerse extensiva a la vida cotidiana y no compartir agujas, cuchillas de afeitar, ni el cepillo de dientes. Los expertos también han llamado la atención sobre los centros de tatuaje, ya que pueden convertirse en un lugar idóneo para la transmisión. Pamela Anderson parece haberse contagiado por compatir con su ex marido, el rockero Tommy Lee, la afición a decorar su cuerpo con las mismas agujas.

Los investigadores se han centrado en mejorar el pronóstico de los afectados por el virus C, hasta hace poco no muy alentador. Hoy, un paciente que necesite intervención farmacológica (no siempre se da el caso) puede beneficiarse de una combinación de dos antivirales que eliminan la presencia del virus en la sangre hasta en un 70% de los afectados en un año. Estos dos medicamentos son el interferón pegilado de tipo alfa, que se aplica en forma de inyección subcutánea una vez a la semana, y la rivabirina, una cápsula que se toma a diario.

Casi 100.000 personas del total del millón de afectados en España desconocen que son portadores. De hecho, una parte de ellos se entera de que lo es en el momento de someterse a análisis por otros motivos médicos o cuando se manifiestan los síntomas (fiebre, náuseas, vómitos, pérdida de apetito, oscurecimiento de la orina, fatiga, color arcilloso o pálido de las heces...), lo que puede tardar entre 10 y 15 años en ocurrir desde que el patógeno entra en el organismo. El 80% termina desarrollando hepatitis crónica, entre el 20% y el 30% padece cirrosis y otro porcentaje más pequeño sufre fallo hepático y cáncer de hígado.

Cuando una persona conoce que es portador del virus de la hepatitis C puede desarrollar una vida casi normal, cuidando su alimentación, dejando de fumar y desterrando el alcohol. Además, debe consultar con su médico antes de tomar cualquier tipo de producto natural o medicamento sin receta ya que muchos de estos compuestos pueden acelerar la progresión de la enfermedad o interferir con el tratamiento.
 
 
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