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M A G A Z I N E 
232   Domingo 7 de marzo de 2004
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Sonia Pérez. Leonesa (de Ponferrada), 22 años
TELEVISIÓN|“ALCACHOFEROS”
Los cazafamosos más “molestos” de la tele
 
Luis Fernando Rozo. Colombiano, 36 años
 
 
Luis García Temprano. Canario, 29 año
 
 
Nuria García. Madrileña, 29 años
 

COVADONGA PELAYO FOTOGRAFÍAS DE CHEMA CONESA


Siete de la mañana de un día cualquiera de finales de 2003. Una docena de personas, entre periodistas, cámaras de televisión y fotógrafos, se aposta frente a la casa de una conocida folclórica, de actualidad debido a un escándalo de cama, corrupción política y adopciones. Se ha declarado guardia y ninguno dejará la puerta hasta que la artista asome y hable sin cheque de por medio. Es, otra vez, la guerra.

El ambiente no es malo. Al contrario. Hacen bromas y se cuentan anécdotas de este o aquel famoso. Los móviles suenan: ¿qué tal va la cosa? ¿crees que tendrás algo para antes del mediodía? Esta tribu no es como la otra, la de las trincheras, donde la irrupción de un novato provoca casi un terremoto entre los profesionales currados. Aquí, el personal de tropa se renueva más porque se quema más. Las condiciones de trabajo son muy duras y las satisfacciones profesionales, pocas. Carroñeros. Desalmados. Gentuza. Así les califican los famosos más dolidos por el tratamiento que reciben de los informadores rosas. De la calle reciben ánimos y chivatazos. A veces, alguno se ha llevado un bolsazo, un empujón o un puñetazo de más. Otras, la agresión ha terminado en comisaría.

La mayoría, chicas. Esta escena se repite, cada semana, en los puntos calientes del mapa del corazón nacional, fácilmente identificables por la cantidad de alcachofas (esos micrófonos recubiertos de espuma) que se reúnen en un determinado lugar. Isabel Pantoja, Rocío Jurado, Ana Obregón, la duquesa de Alba, Carmina Ordóñez, Isabel Preysler, Norma Duval..., y sus familiares, chóferes, amantes, niñeras, cuñadas o profesores de la infancia centran la atención: son populares que nunca fallan a la hora de nutrir de contenidos los programas cardiacos.

En el invisible escalafón por el que se miden los que se ocupan de la información del cuore, el último peldaño lo ocupan, precisamente, las alcachoferas (hay mayoría de mujeres) o, como las bautizó afortunadamente Karmele Marchante, las reporteras asfálticas. En su mayoría, son periodistas recién licenciados o en último año que aceptan un sueldo de risa (en las agencias, un día de trabajo se valora en 50 euros, menos de lo que cobraría una limpiadora de hogar) por jornadas durísimas como única vía de entrada a una profesión cara de ejercer. Micrófono en ristre, deben mirar a los ojos del famoso mientras le sueltan la pregunta que todos nos hacemos y que nadie se atrevería a formular en semejantes circunstancias. La presión arrecia en las redacciones por la competitividad y, en algunos casos, casi todo vale con tal de arrancarle al personaje una palabra, un gesto o un grito. Otras, la cuestión es epatar para obtener un momento televisivo descacharrante. “Se le ve barriguita a tu hija en estas fotos... ¿No estará embarazada?”, le espetó el uruguayo Luis Cao, reportero de Aquí hay tomate a una Sara Montiel que hizo las delicias del respetable con un sonado cabreo.

“La pregunta no fue para tanto”, se defiende Luis García Temprano, tinerfeño, 29 años y feliz reportero del programa con más éxito de la temporada. “Además, nos hicimos eco de un rumor que ya se había publicado. Quitando ésa, no ha vuelto a haber una bronca así en el programa. Nosotros no salimos a la calle a saco, preguntando a la gente si es gay o cosas así. Inquirimos con fundamento. Somos atrevidos, sí, y vamos más allá, porque creo que está bien romper. Intentamos enterarnos de lo que otros no se atreven a preguntar, siempre con respeto. Buscamos la exclusiva”. Si hoy el trato políticamente correcto se considera una antigualla, no menos vieja es la línea desenfadada que instauró en España el desaparecido Qué me dices (1995-1998).

La última tendencia, la que ha hecho triunfar a El tomate, recurre a la fórmula detectivesca y a la labor indagatoria de los cronistas en el pasado y presente de los famosos. Tono detectivesco, música de fondo de suspense, ironía y distancia cómica les sirven para diferenciarse del resto de los programas y lograr superar, con picos de casi tres millones de espectadores, al hasta hace poco irreductible Sabor a ti.

La irrupción de El tomate ha significado, además del declive del programa de Ana Rosa, una reactivación de la figura del reportero que, convertido también en personaje –el catalán, el gracioso, el aparentemente inofensivo, el agresivo... –, toma un protagonismo que antes sólo ostentaba la aristocracia de comentaristas de plató. Que los reporteros tengan cara asegura una complicidad con el público que, mientras dure la novedad, da buenos resultados de audiencia. Su estilo, su personalidad, se va depurando con el paso de los programas hasta componer un personaje a la medida del periodista. Temprano siempre ha intentado llevar sus comentarios al terreno de la ironía, aunque hace valer sus armas para lograr sus propósitos: “También me funciona poner cara de niño bueno y sacar mi acento canario, así dulce...”. El reportero se confiesa amante de los personajes clásicos y de los saraos, aunque lo que más le gusta es cubrir acontecimientos que tengan que ver con la Casa Real o la moda. Pena que, la mayoría de las veces, su programa no logre la acreditación necesaria para asistir a este tipo de actos.

Tras el éxito de la fórmula tomatera, Luis Fernando Rozo, colombiano, 36 años y periodista de Pecado original (Tele 5), se ha visto obligado a dar la cara en pantalla como el reportero pelota, después de una carrera en la que ha hecho de todo, de sucesos a deportes o periodismo de investigación. “Discuto con mi mujer, que también es periodista, porque dice que dedicarme al corazón me va a quitar credibilidad, pero yo lo veo como un reto. Intento hacer bien mi trabajo, ser profesional. Lo de menos es lo de salir en la tele. Siempre me he dedicado a buscar historias. Ahora tienen que ver con el corazón, pero le pongo las mismas ganas que cuando hacía cámara oculta”.

La vida de estos dos profesionales, y de tantos como ellos, es complicada: saben cuándo empiezan a trabajar, pero nunca cuándo terminan. Cualquier acontecimiento puede alargar su horario interminablemente. Normalmente, por las mañanas se enteran de cómo va a ser su día: a qué fiestas acudirán, a qué presentaciones, si tienen que viajar... Tras estar todo el día o la noche en la calle, vuelven a la redacción para dejar su vídeo listo para la emisión. “Somos nueve periodistas, siete en Madrid, uno en Andalucía y otro en Cataluña”, explica Temprano acerca del equipo de Aquí hay tomate. “Allí todo transcurre con más tranquilidad, pero la capital es un campo de batalla. Hay salidas que parece que estamos en Vietnam. Sin embargo, yo nunca me he pasado con nadie ni me arrepiento de nada. Cuando estás sobre el terreno, lo que quieres es sacar tu noticia y que tenga repercusión. Por muy delicado que sea lo que preguntes, prima la actualidad. Además, los famosos saben que les estás grabando y no les conviene perder los papeles. Les damos una popularidad que luego rentabilizan yendo a otros programas. Al final, esto es un circo y hay que tomárselo como tal”.

El negocio de la televisión, facción corazón, está hoy más difícil que nunca. Según datos del informe La tele en rosa, de GECA, las cadenas nacionales y autonómicas suman 13 espacios dedicados a este tipo de información, cosa que permite pasarse 24 horas consumiendo exclusivamente este tipo de espacios. Las cadenas nacionales invierten una media de casi cinco horas a indagar en los romances, disputas y polémicas de los populares. El 36% de sus parrillas está ocupado por famosos o gente que aspira a serlo. El fin de la temporada 2003/2004 vino marcado por el incremento en más de un 100% del tiempo dedicado a la crónica rosa. El género capta la audiencia y, por tanto, da muchísimo dinero. La competencia es feroz.

El chiringuito televisivo del corazón se surte fundamentalmente a través de dos agencias, Korpa y Europa Press, tan recelosas de su intimidad y métodos de trabajo como la mismísima Casa Real. En sus redacciones se fraguan exclusivas, montajes más o menos verdaderos y acuerdos con los famosos (cada una es afín, por lazos económicos o de amistad, a ciertos famosos que les reservan exclusivas y reportajes), aunque el trabajo de verdad se realiza fuera, en la calle.

Las alcachofas verde y azul, sin distintivos, que vemos apuntando a la boca del famoso de turno en los vídeos son sus señas de identidad. Raro es no verlas juntas. Eso significaría que una u otra agencia ha conseguido contenidos en exclusiva y, por tanto, más caros. Casi el 100% de las imágenes que sirven los programas que hablan total o parcialmente de temas del cuore proviene de ellas. Para las productoras de televisión es más barato pagar por un total (vídeo en el argot televisivo) que desplegar su propio contingente. Una vez que el total llega al programa, es tarea de los colaboradores estrella diferenciar con sus comentarios unos contenidos que se repetirán hasta la saciedad a lo largo del día.

Agencias y cadenas de televisión pactan el suministro de un número determinado de vídeos al día para llenar sus programas, de ahí que, en una jornada floja, los alcachoferos tengan que usar todos sus recursos para cubrir el cupo y que luego veamos a un mismo famoso en dos o tres vídeos o simplemente vociferando en la estación del AVE. “Si no tienen imágenes no hay programa, por eso echan mano de lo que sea”, afirma Agustín Trialasos, redactor jefe de Diez Minutos y una institución en el mundo del corazón, con más de 40 años de carrera. “No tiene sentido repetir las mismas imágenes del famoso que ve cómo una alcachofa le coge cuando baja del avión y no le suelta hasta que se sube a un taxi, mientras dice 20 veces que no tienen nada que decir”.

Este tipo de situaciones son las que dan la impresión de un desencuentro total entre populares y reporteros, unas fricciones que muchas veces son causadas por los comentarios emitidos desde plató. “Todo depende de cómo se vendan las cosas desde la tele”, confirma Luis Fernando Rozo. “No veo que exista una verdadera tensión. Los famosos saben que los chavales que están en la calle no tienen la culpa de lo que los colaboradores de plató comentan sobre las imágenes, aunque a veces se cansan de ser abordados una y otra vez. Pero es normal, porque ellos tienen que presentar un trabajo en las agencias y, si no consiguen declaraciones, al menos tienen la prueba grabada de que el famoso no quiso hablar. Tú no puedes llegar sin nada. En esta profesión, hay dos cosas que se aprenden rápidamente: una, nunca te harás millonario; y dos, no puedes volver a tu redacción con las manos vacías. Tienes que conseguirlo como puedas. Si tienes que correr, corres. Y si tienes que gritar, gritas”.

Nuria García, alcalaína de 29 años, lleva cuatro años en la plantilla del chispeante programa de Telemadrid Mamma Mia. Como sus compañeros, se divierte con su trabajo y, aunque afirma que entre colegas no existe mal ambiente, coincide en que, a veces, salir con la alcachofa en mano es “como ir a la guerra”. Su experiencia le dice que “es más fácil que un famoso hable con una chica, por eso quizá somos más mujeres reporteras”, y afirma que “aunque en las agencias, por lo que me cuentan los amigos, es todo más duro y tienes que conseguir las declaraciones como sea, en mi programa no tenemos más presión que la que tú mismo te marcas como profesional que quiere hacer bien su trabajo”.

Justo desde las trincheras de Korpa, Sonia Pérez, la benjamina a sus 22 años y con la carrera aún por terminar, vive con intensidad su primer año como alcachofera. Se divierte en la calle y asegura que nunca ha sufrido en propia carne la urgencia por lograr un total, aunque confiesa que le produce cierto estrés “tratar de no perder a un personaje cuando estás tras la noticia o su pista”. Principiante y ambiciosa a la vez, quiere ver en su horizonte otras sensaciones que no sean las cardiacas, quizá hasta la docencia, pero no pierde de vista los beneficios de haber empezado desde abajo: “Creo que hacer corazón en la calle es una gran escuela. Te sirve para conocer qué es lo que está dentro y fuera de los límites de la ética profesional”.


 
 
 



Sonia Pérez. Leonesa (de Ponferrada), 22 años. Redactora de la agencia Korpa. Lleva casi un año dedicada al corazón a pesar de estar en su último año de carrera. No descarta, como le pide su madre, dedicarse a cubrir otro tipo de informaciones más “serias”, pero, de momento, disfruta con su trabajo. “A pesar de que es duro, también es divertido y cada día te aporta algo nuevo. Y precisamente por eso es por lo que merece la pena. Respeto a las personas que piensan que es periodismo basura, pero no lo comparto”.

Luis Fernando Rozo. Colombiano, 36 años. Redactor de “Pecado Original” (Tele 5). Desde que llegó de su país natal, ha hecho de todo dentro del periodismo para ganarse la vida, desde llevar cámaras ocultas, hasta emboscarse para fotografiar a un famoso. Ahora, prueba por primera vez las mieles de la popularidad como reportero con derecho a salir en pantalla. “Aquí, la audiencia manda. Eso es lo que hace a la televisión tan dura. Esto es una empresa como cualquier otra y tiene que ganar dinero”.

Luis García Temprano. Canario, 29 años. Redactor de “Aquí hay tomate” (Tele 5). Aunque comenzó haciendo política nacional en una agencia de noticias, enseguida se pasó, por vocación, al corazón. Dentro de 10 años no le gustaría seguir en la calle y sí comentar lo que allí pasa desde los platós. “Somos los más atrevidos y los que vamos más allá. Creo que está bien romper, aunque no somos tan malos como la gente piensa. Yo apuesto por la ironía y por poner cara de niño bueno. Es lo que mejor me funciona”.

Nuria García. Madrileña, 29 años. Redactora de “Mamma mía” (Telemadrid). Nuria comenzó escribiendo sobre belleza, pero por poco tiempo. Una beca en el canal autonómico cambió su rumbo profesional y desde entonces cuenta con mucho sentido del humor los avatares sentimentales de los personajes populares del país. “Al principio, el programa producía rechazo porque fuimos los primeros en probar una forma de contar más gamberra. Ahora, en comparación con lo que hay, somos superbuenos”.
 
 
 
 



Jesulín de Ubrique. “En Mallorca, tras una corrida, me llamó hijo de puta. Fue todo desproporcionado. Luego supe que había discutido con María José Campanario y que venía caliente de casa”. Luis G. Temprano

Ana Obregón. “Es una gran profesional que incluso te ayuda a la hora de colocarte ante la cámara. En una promoción de un centro comercial, hasta me estampó un par de besos en medio de la entrevista”. Luis Fernando Rozo

Isabel Pantoja. “En su concierto de diciembre pasado en Madrid, sus ‘fans’ empezaron a abuchearnos y a acusarnos de que teníamos la culpa de un problema que había con las entradas”. Sonia Pérez

María Porto. “Durante su estancia en ARCO, como no quería hablar de otra cosa que no fuera arte, me llevé un cuadro para comentarlo, pero ella se aferró primero al móvil y luego se encerró en el despacho”. Luis G. Temprano

Belén Esteban. “Una vez, mientras trabajábamos en la estación del Ave, se enfadó tanto al vernos que nos amenazó con llamar a seguridad y no dejó de gritarnos hasta que dejamos de grabar a su hija”. Sonia Pérez

Pepe Sancho. “Se trata del típico famoso al que te cuesta bastante entrarle, porque sabes que, si tiene un tema candente como sucede ahora, se va a enfadar muchísimo con las preguntas”. Luis Fernando Rozo

Enrique Iglesias. “Siempre hay peleas por coger un buen sitio, pero en su última rueda de prensa se montó el follón más grande que he visto porque un fotógrafo se llevó una escalera portátil”. Nuria García

Bibiana Fernández. “Es una mujer que destaca porque siempre atiende a los profesionales con gran amabilidad y con su mejor sonrisa, sean cuales sean las circunstancias. Es una persona encantadora”. Sonia Pérez

Alessandro Lequio. “Tras un sarao en el que le entrevisté, llegué a casa con las piernas llenas de moratones de chocarme con mesas y sillas y darme golpes. Todos íbamos a por él”. Nuria García

Julián Muñoz. “Justo después de que saliera lo del blanqueo de dinero, le entrevisté. Hubo un momento en que pensé: me va a dar una leche. Pero sabe que estás grabando y que no puede perder los papeles”. Luis G. Temprano
 
 
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