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M A G A Z I N E 
268   Domingo, 14 de octubre de 2004
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En la consulta. El doctor Matlock en su clínica situada junto a la lujosa zona de Beverly Hills, en Los Ángeles (EEUU).
MEDICINA/ Reconstrucción genital
El cirujano plástico del sexo femenino

Todo puede parecer una locura, pero es auténtico. Sucede en Hollywood, donde el doctor Matlock desarrolla su especialidad: reconstruir la vagina y aumentar o reducir los labios de ésta. Pero también devuelve la virginidad y presume de multiplicar el placer del punto G por medio de una inyección de colágeno llamada “G-Shot”. Ha tratado a 51.000 mujeres, entre ellas estrellas de cine y actrices porno, dispuestas a pagar hasta 13.000 euros por una “vulva de diseño”.

Por Ferrán Viladevall. Fotografías de Isaac Hernández


“Sé lo que quieren las mujeres y lo que necesitan”, dice confiado David Matlock. “Llevo más de 20 años hablando con ellas y las entiendo”. No bromea. Este doctor de corta estatura, 45 años de edad y mirada de predicador, no sólo está convencido de conocer los secretos más íntimos del sexo femenino, sino que además confiesa haber hecho desnudarse a más de 5i.000 mujeres a lo largo de estas dos últimas décadas. ¿Magia? No. Años de estudio y mucha mano. “Soy un artista”, asevera desde su despacho del Instituto de Rejuvenecimiento Vaginal en Los Ángeles, colindante con Beverly Hills, la zona más exclusiva de la ciudad. “Conozco la belleza e intento reproducirla”, asegura sin parpadear este nativo de Saint Louis, Missouri.

Si el lugar de encuentro fuera un bar de moda, se podría sospechar que es un farsante o un seductor. Pero la funcionalidad y sencillez de su despacho y su atuendo clínico certifican que lo que dice va en serio. Sus especialidades son la ginecología y la obstetricia. “Mi objetivo es habilitar a la mujer dándole la opción de que pueda elegir”. Elegir una vagina nueva o una vulva de diseño. Cierto. El doctor, que se graduó en Químicas y Medicina, está especializado en la reconstrucción o modificación de los genitales femeninos, ya sea por causas médicas o por capricho. Aunque él matiza: “Si la paciente viene porque su marido, novio o pareja lo quiere, no lo acepto”. En eso se muestra tajante. En su consulta no se juega.

Como anécdota, recuerda un caso que requirió llamar a los encargados de seguridad para que sacaran a la fuerza a una paciente fuera de allí. “Vino de Hawai y quería una labioplastia”, comenta sobre una mujer que organizó un barullo olímpico. La paciente, que según el cirujano “aparentaba estar nerviosa y agitada”, quería reducir el tamaño de sus labios menores. “Enseguida me di cuenta que había algo que no estaba bien”. La mujer tenía buena pinta, no precisaba ser operada. “Le dije que no hacía falta que se hiciera nada”. Pero ella se obcecó. Matlock, cuyo apellido recuerda a los mejores detectives de los años 40, revela que detectó un problema psicológico en la paciente. “Estaba desequilibrada”, asegura. Lo que pasó a continuación confirmó sus sospechas. La mujer insistió una y otra vez en que le redujesen un poco de tejido genital. Sin perder la calma, se negó en redondo. Entonces, la mujer le “amenazó con no abandonar la consulta si no se lo hacía”. Ofuscada con aquello de que “el cliente siempre tiene la razón”, la mujer se agarró a su deseo. “Dijo que si no lo hacía yo, iría a buscar una cuchilla y se lo cortaría ella misma”. Eso fue la gota que colmó el vaso. Llamaron a los vigilantes de seguridad y se la llevaron fuera de las instalaciones.

Casos como éste no son los que se encuentra el doctor en su práctica diaria. “La mayoría de mujeres sabe exactamente lo que quiere cuando viene a verme”, explica. Sin embargo, para aquellas indecisas o que están todavía comparando precios, tiene un muestrario de fotografías de antiguas pacientes con el “antes” y el “después”. En una de las varias interrupciones durante la entrevista, aprovecha para introducir en el despacho un par de álbumes. Los abre y ¡voilà!, genitales para todos los gustos. Luego, muestra un portafolios con explícitas fotos de mujeres desnudas, arrancadas de alguna revista pornográfica. “Las traen las propias pacientes,” asegura.

Cuenta que las mujeres de revista son, en definitiva, lo que buscamos todos. Los hombres para fantasear en momentos de soledad y las mujeres para utilizarlo como muestra. ¿Cuántos diseños tiene? Matlock admite tener uno ideal, aunque evita desvelarlo. “Me baso siempre en lo que me piden”, dice esquivando la pregunta. “Pero la mayoría quiere la vulva de las chicas de Playboy”, confiesa. En algunos casos hasta le han pedido que se lleve la foto a uno de los dos quirófanos que posee en su consulta, para que se inspire. Se justifica diciendo que fueron las mujeres de carne y hueso –con una edad media entre los 20 y los 40 años–, con sus repetidas solicitudes, las que le obligaron a tomarse Playboy en serio. A todo esto, su novia seguramente tendrá que aguantar estoicamente sin rechistar. “No dudo que para ella haya momentos que sean complicados. Pero entiende que soy un profesional y que lo que hago es mi trabajo”.

Pica la curiosidad por saber si alguna de estas chicas de Playboy se ha acercado a la consulta para ser operada. “Ha venido alguna mujer que se autoproclamaba modelo de desnudos”, confiesa sin saber bien qué significa la expresión y que por decoro tampoco quiere preguntar. En cambio, “hay otras mujeres que son más abiertas con su trabajo en la industria del porno”. Vienen, o bien porque empiezan y quieren mejorar la estética de su sexo para los primeros planos, o porque se retiran y necesitan una reconstrucción “para empezar una nueva vida con los genitales renovados”, sugiere el especialista.

Sus tarifas no son, digamos, para gente amante de la ganga. Rejuvenecer la vagina puede costar entre 5.300 y 6.300 euros. Un diseño moderno y atractivo de esta parte del cuerpo supone un desembolso algo menor. La operación que requeriría una mujer que quisiera posar desnuda, alcanzaría una tarifa entre 3.000 y 5.500 euros. También se ofrecen cirugías conjuntas que elevan el coste hasta los 7.000. Si hay mucho trabajo por hacer –por culpa de una genética caprichosa o la edad–, el montante se dispara hasta los 13.400 euros. A pesar de estos precios, seguramente se habrá encontrado con esa vagina o esa vulva que es imposible de retocar: “El cuerpo de la paciente puede que no tenga las características perfectas para un resultado espectacular, pero siempre hay que avisar de cómo va a quedar”, advierte el doctor, que tiene un divorcio a sus espaldas y una hija adolescente que le ayuda los veranos en los quehaceres administrativos de la oficina. “Sobre todo hay, que ser realista.”

Realismo que intenta inculcar a sus pacientes. “Tengo que explicarles a lo máximo que pueden aspirar”. Pero no por ello su esfuerzo es menor. “Si para trabajar me traes barro o mármol, cambiaré las herramientas, pero el resultado será el mismo”. Seguro que alguien le ha pedido alguna barbaridad… Guarda un silencio breve. Casi se oye a su cerebro buscando en el archivo de esas más de 50.000 mujeres un caso para la ocasión. Finalmente, esboza una sonrisa: “Una vez vino una mujer que se parecía a Arnold Schwarzenegger”. La mujer, con músculos hasta en las orejas, venía para pedirle ayuda en un tema delicado. “Mire, doctor, mi clítoris es muy largo y voluminoso”. La preocupación de esa culturista profesional era que no quería que su hombre se enterara que estaba utilizando esteroides. “¿Me puede quitar un pedacito de clítoris?”, relata sin perder la sonrisa. “Quería que le cortara la porción del centro y que luego le uniera los extremos. Le dije que aquello era imposible”. Aprovechando esta coyuntura, uno se imagina que quizás algún transexual le haya pedido asistencia técnica. “Algunos han llamado para que les haga sus partes más bonitas”, argumenta, “pero prefiero no hacerlo”.

Dado que su consulta está instalada cerca de Beverly Hills, es de rigor preguntar sobre si hay famosas que hayan pasado por sus manos. “Lógicamente”, declara orgulloso, “estamos en Hollywood”. Sin embargo, reconoce que la mayoría de las estrellas que acuden lo hacen para que les quiten la celulitis. A pesar de eso, no quiere dar nombres. Es celoso de la identidad de las mujeres que ocupan portadas de revistas. Lo que sí se atreve a decir es que ha atendido a las esposas de cuatro presidentes de diferentes países. También ha tratado a las mujeres de importantes dignatarios y a las señoras de grandes empresarios. Una muestra más de que la vanidad no tiene límites.

Vanidad, una palabra que en su consulta tiene matices. Cierto que algunas pacientes se someten a una reducción labial, a la implantación de un trasero a lo Jennifer Lopez, a dar volumen a los labios mayores o a un rejuvenecimiento de vagina –que implica estrecharla a gusto de la paciente– por motivos meramente estéticos. Pero hay un grupo cuya visita no es más que pura necesidad. Principalmente, las que quieren una himenoplastia. “Muchas pacientes de Sudamérica y de Oriente Medio vienen para esto”, relata mientras su tono se torna grave. Son mujeres que necesitan recuperar su virginidad a toda costa, que me dicen, “doctor, tengo que sangrar”. Mujeres que vuelven a sus países de origen obligadas a casarse en matrimonios de conveniencia. La presión de la familia y el entorno provocan que el peligro al que se exponen sea enorme. “Doctor, no lo entendería. Me pueden matar”, le han llegado a contar entre sollozos. Lógicamente, el galeno pone especial énfasis en estos casos. Asegura que su procedimiento para reconstruir el himen es infalible. “Tengo que conseguir que el ginecólogo escogido por la familia del novio crea que la chica es virgen. Engañar al marido es fácil. Al ginecólogo, un poco más difícil”. ¿No se siente culpable por tener que jugar a este juego de decepción? “Si el mundo fuera un lugar justo, no tendría que hacerlo”.


A estrenar. Las estadounidenses se someten a este proceso por otros motivos y habitualmente lo completan con un rejuvenecimiento de vagina. “Son mujeres que han tenido varios hijos y quieren volver a sentirse como si tuvieran 18 años”. Otras lo hacen simplemente para satisfacer al marido o alguien especial. Es el caso de Gloria, una nicaragüense paciente desde hace varios años. Acaba de divorciarse y viene a que la dejen como nueva con una himenoplastia. “Es el regalo de despedida”, dice riéndose. Insinúa que hay un alto componente sexual en ser desvirgada de nuevo. Matlock pone como ejemplo su método de rejuvenecimiento vaginal: “Las que se lo hacen es porque quieren volver a disfrutar de él”, celebra. “Las hago tan estrechas como quieren”. Si tras la operación no quedan del todo satisfechas, vuelven a entrar y se les da la “soltura” deseada.

Satisfacción es una palabra clave en este negocio. Para ello, el cirujano cuida especialmente el postoperatorio y exige que sus pacientas acudan a revisión una vez a la semana o cada i0 días. Es primordial que para someterse a una operación de este tipo, el cirujano sea un experto en la materia para evitar daños en los nervios de las zonas más sensibles. “Un 60% de nuestras pacientes nos visitan porque una amiga o conocida les ha recomendado nuestra consulta”. Después de pasar por su láser mágico, se garantiza que en seis semanas y con aislamiento absoluto de la zona, “quedan como nuevas”, a pesar de los dolores que algunas sufren durante este periodo. ¿Y qué pasa con las feministas? Al oír la palabra, respira hondo y se toma su tiempo. “Si alguien viene y me dice que la van a matar si no es virgen, otra vez debido a presiones culturales o religiosas, toda esa responsabilidad recae sobre mí. Yo no he creado la necesidad”, se excusa. “Las mujeres empezaron a pedirlo. No creo que esté equivocado cuando he tratado a mujeres de todo el país y de más de 30 países de todo el mundo. Incluida España, sí señor”.

Además de médico, David es un consumado hombre de negocios. Ansioso por retirarse en 2005, ha patentado sus técnicas secretas para crear “la vagina Matlock”, según él la define, y tiene profesionales repartidos por todo el mundo que le pagan un fijo por utilizarlas a cambio de apoyo técnico y de consejo. “Generamos alrededor de i0 millones de dólares al año”, comenta orgulloso. Por si fuera poco, casi no tiene competencia. En Los Ángeles es el rey. Su nueva creación se llama “G-Shot”, una inyección de colágeno en el punto G que mejora la satisfacción y el placer de la mujer durante las relaciones sexuales. Afirma que será una revolución. Según su teoría, el misterioso punto G se encuentra a medio camino entre el hueso púbico y el cérvix, aproximadamente entre 6 y 10 centímetros dentro de la vagina. “Yo no sabía que existía”, se sincera una sorprendida Katia Neves, una sensual brasileña que lleva dos meses disfrutando en la cama como nunca gracias a este descubrimiento. “Voy a repetir”, asegura lamentándose de que el efecto sólo dure unos meses. “Creo que son cuatro”, musita insegura. Suerte que tiene a Matlock, un hombre que juega a ser Dios con el beneplácito de las mujeres.


 
 
 
DATOS


“Lifting” íntimo. Una de las operaciones más demandadas es la perineoplastia para el rejuvenecimiento de la vulva y la entrada de la vagina, debido al envejecimiento. De 5.300 a 6.300 euros.

Volver a ser virgen. La himenoplastia es una operación para restaurar el himen. Embellece y mejora la estructura de la vulva dañada por el parto, la edad o por lesiones. Precio: 3.000 euros.

El tamaño importa. Matlock realiza labioplastia de aumento de los labios mayores (por subdesarrollo o edad), con un transplante de grasa. También reduce los labios menores. Precio: 3.100 euros.

De revista. La lipoescultura es una reducción estética del Monte de Venus o labios mayores. Muchas mujeres piden que su sexo se parezca al de las chicas de “Playboy”. Precio: entre 3.000 y 5.500 euros.

Láser mágico. LVR son las siglas de “Rejuvenecimiento de la Vagina por Láser”, una moderna operación que el doctor Matlock realiza para que las mujeres mejoren su disfrute sexual.
 
 
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