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DESAFÍO/ Vuelta a la Tierra en bici
¿Lo dejaría todo durante ocho años para recorrer el mundo? Eneko Etxebarrieta y Miyuki Okabe sí. Se enamoraron cuando él viajaba por el mundo con su bicicleta y ahora que son matrimonio se embarcarán en una travesía por 80 países. Así disfrutarán de una atípica luna de miel sobre su tándem, con un equipaje de 100 kilos y 120.000 kilómetros por delante. Con el apoyo de firmas comerciales e instituciones oficiales, estiman que gastarán unos 30 euros al día. Su gran aventura arranca en el mes de enero. Por Juan Carlos Rodríguez. Fotografías de Chema Conesa Ocho años pueden ser una eternidad o transcurrir como un suspiro. En ocho años, un niño puede completar su educación escolar. O un adulto casarse, divorciarse y hasta reincidir en el matrimonio. O tener varios hijos. En ocho años, uno puede ver la vida pasar sin que la vida pase por uno. O, por el contrario, apurarla al máximo. Por ejemplo, dando la vuelta al mundo en tándem, aunque la gesta parezca más propia de Forrest Gump. Pero la locura está a punto de suceder. Y arrancará en Vitoria a mediados de enero. Durante ocho años (2005-2013), el fotógrafo y maestro vitoriano Eneko Etxebarrieta y su esposa Miyuki Okabe, ingeniera de telecomunicaciones brasileña de origen japonés, de 37 y 33 años respectivamente, recorrerán a golpe de pedal 120.000 kilómetros (tres veces la circunferencia del planeta), y atravesarán 80 países de los cinco continentes con un objetivo: realizar la primera vuelta completa al mundo en tándem. – ¿Y por qué 8 años? – ¿Para qué correr? No es una carrera, queremos conocer el planeta. – ¿Y por qué en tándem? – Porque nos apetece pedalear juntos en el mismo vehículo. Es ecológico, silencioso, te mantiene saludable y es divertido. – ¿Y no temen sentirse solos estando tan acompañados? – Yo he dado la vuelta al mundo en solitario durante cuatro años y no me he sentido solo. Con Miyuki va a ser todavía mejor. – ¿Y si la rutina convierte la luna de miel en una luna de hiel? – Precisamente porque escapamos de la monotonía, cada día será distinto. Nos conocemos muy bien y la convivencia es perfecta. En la capital alavesa hace una mañana de perros. Lluvia pertinaz y calahuesos. Unos esqueletos descubiertos en la antigua catedral de Armentia son testigos mudos de la sesión de fotos. “Con éstos hacemos la sopa los de Vitoria”, bromea Eneko (i,63 de estatura, 63 kilos). Encaramados en su flamante bici Orbea, especialmente fabricada para la ocasión en Eibar (Vizcaya), aseguran tomarse el viaje “como una larga y apasionante luna de miel”. En realidad, se trata un ambicioso proyecto comunicativo y pedagógico que han bautizado con el nombre de Acercando el Mundo. Porque, además de ser una proeza deportiva, su expedición tiene un importante componente cultural, educativo y solidario. “Creemos que nuestra experiencia es única para romper fronteras y acercar otros mundos y personas. Aunando nuestra formación académica, recopilaremos vivencias y las transmitiremos en forma de crónicas on-line, fotografías y vídeos a través de nuestra web: www.acercandoelmundo.com”. Aparte del material, los pasajes de avión e imprevistos, la pareja ha calculado un gasto medio diario de 30 euros. Este tándem humano y tecnológico cuenta con el apoyo de patrocinadores y colaboradores como Canon (que subvenciona el equipo fotográfico y videográfico), Etxeondo (ropa ciclista), The North Face (material de campaña), Hispasat (conexión vía satélite) o el mismísimo Karlos Arguiñano (en cuya web colgarán las recetas más exóticas). “La búsqueda de subvenciones puede resultar más agotadora que el propio viaje. Aunque hemos encontrado bastante apoyo en diversas instituciones, como el Ayuntamiento de Vitoria, la Diputación de Álava y el Gobierno de Estado y la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional, el gobierno vasco y Caja Vital, una expedición tan larga crea incertidumbre”, explica Eneko. “El proyecto Acercando el Mundo es una asociación sin ánimo de lucro que no sólo debe afrontar los gastos del viaje, sino costear al pequeño grupo de personas encargadas de mantener la página web y el proyecto educativo”. La pareja muestra un especial interés por los pequeños, para los que crearán escuelas didácticas con el mensaje de que la “mejor escuela es el mundo”. También colaborarán con UNICEF visitando y difundiendo sus campañas por los países recorridos. El conjunto de tándem y remolque de fibra de vidrio (donde llevan la mayor parte del equipaje), mide 4 metros de largo y pesa unos 100 kilos. Ya tiene nombre de pila: Victoria-Gasteiz. “Con c”, precisan, “en honor al nombre originario de la ciudad de Vitoria y del barco de Juan Sebastián Elcano, el primero que dio la vuelta al mundo”. En un rincón de la casa descansa Titanic, la vieja bici de color azul con la que Eneko realizó en solitario una vuelta al mundo que empezó en 1999. El plan era llegar a Estambul en seis meses y acabó prolongándose cuatro años. Por cierto... ¿Cómo empezó todo? Vitoria, 1997. Eneko Etxebarrieta, hijo de un comercial de una fábrica de hierros y de una enfermera, ambos jubilados, se acostumbró desde niño al contacto con la naturaleza. Por aquel entonces, tenía 23 años y una vida encarrilada: trabajo, casa, coche y una novia formal. “Pero me faltaba algo”. Mientras estudiaba en la Escuela de Cine y Vídeo de Andoain, se colocó en una agencia de publicidad. Allí trabajó cuatro años. “Un día, en medio del estrés, recapacité y me dije: ¿Este es el estilo de vida que me motiva? Se lo planteé a mi jefe y me entendió”. Con los ahorros y la venta de su Renault Fuego, se largó tres meses a Centroamérica. Culo de mal asiento, tras regresar a casa se fue a Montreal (Canadá) durante un año con la excusa de aprender francés. De nuevo en Vitoria, estudió Magisterio. Al cabo de ocho años parecía que por fin iba a sentar la cabeza. Pero... Cruce de cables. Septiembre 1998. (Vitoria-Gasteiz). Una noche, mientras hojeaba un libro de fotografías de Sebastiao Salgado, lo vio claro: “¡Un viaje a Estambul en bicicleta!”. Por fin había encontrado un proyecto en el que confluían varios deseos: ganas de aventura, viajar, aprender, conocer distintos lugares y culturas, su afición por la bici, su pasión por la fotografía y el deseo de ir concretamente a Estambul. “Había conocido la ciudad en un viaje fugaz y luego me fascinó el ambiente de la película Hannan, el baño turco”. Tras comunicárselo a sus padres –“sólo serán seis meses”, les dijo–, empieza a buscar financiación: la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País le adelanta 300.000 pesetas a cambio de proyectar la aventura a la vuelta, BH le proporciona la bici, Etxeondo la ropa deportiva... Busca un compañero de viaje a través de la radio y le responde un bilbaíno llamado José. Zarpando en la “Titanic”. Febrero 1999. (Gasteiz). 52 kms. José llega en autobús desde Bilbao. La abuela de Eneko sale a despedirlos con unos bocadillos de tortilla. La bici va tan cargada de material que pesa 50 kg y apenas se mueve. Eneko la bautiza Titanic. A la semana, su acompañante se raja. “Yo tengo muy claro que no hay marcha atrás”. El encuentro con Bojan. Mayo 1999. (Novo Mesto, Eslovenia). 4.960 kms. Francia, Córcega, Cerdeña, Sicilia, Italia de Sur a Norte, Eslovenia... La voz de su madre sonó desesperada por teléfono: “Eneko, ¿cuándo piensas volver a casa?”. En un cruce de caminos se encuentra con otro bici-viajero: el eslovaco Bojan. – Supongo que llevas unos días viajando... – Salí hace dos años. He dado la vuelta al mundo y me faltan 40 kilómetros para llegar a casa. En una semana, intercambiaron sus peripecias. Tras la despedida, Eneko se desvió 2.000 kilómetros para ver los campos de Auschwitz, Polonia. “Cuando rompes esquemas, el tiempo y la distancia se vuelven relativos”. En agosto llega a Estambul. “Me visitó mi hermano Asier. Estábamos durmiendo cuando nos despertó un terremoto. Una vez repuesto del susto, me acerqué hasta la ciudad de Yalova para echar una mano. Allí vi las escenas más tristes de mi vida”. El dinero se acaba. “Pude continuar gracias a la publicación de artículos, compra-venta de artesanía, conferencias y proyecciones, y también a la ayuda de amigos y familiares”. En una tienda de bicis conoció a Luis Diego, un pamplonica que se dirigía a La India. Deciden continuar juntos. Hacia La India con Luis Diego. Octubre 1999 (Baluchistán, Pakistán). 12.864 kms. En Isfahán (Irán) les aconsejan cruzar el desierto de Baluchistán en avión. Las tribus baluches que trafican con droga solían secuestrar a occidentales. “Fue peligroso pero emocionante. Hicimos parte del trayecto en furgonetas militares cargadas de ametralladoras y acabamos tomando té con los baluches”. Celebran el cambio de milenio en Dharamshala y tienen la suerte de ser recibidos por el Dalai Lama. “Nos entregó una pequeña cuerda con un nudo especial que, rodeada al cuello, te protege de cualquier peligro”. En Nueva Delhi, los caminos de Eneko y Luis Diego se separan. ¿Y por qué no China? Marzo 2000. (Bangkok, Tailandia). 16.268 km. La dictadura birmana no le permite atravesar el país en bici. Toma un avión de Calcuta a Bangkok, el primero del viaje. Repentinamente, decide pedalear por el Sudeste Asiático. Tras recorrer Laos, parte del Tíbet, China interior y Corea del Sur llega a Japón. En Hiroshima, le sorprende de nuevo un terremoto. “Salté descalzo por la ventana y me fracturé los pies”. Tuvo que guardar un mes de reposo. Sus amigos de Vitoria (Hugo, Nacho, Joserra, Jokin, Pedro y Fernando), “la cuadrilla”, le escriben un correo electrónico: “Oye, hemos pensado que como no te vas a casar en la vida, porque eres un desastre, te vamos a regalar el dinero que te correspondería por la boda”. Le hacen una transferencia de 100.000 pesetas y decide comprar una cámara digital. La ganga resulta ser una estafa. “Acabé frente a la puerta del comercio con la pancarta I have been cheated (he sido timado). A los cinco minutos recuperé mi dinero”. El viaje es un master en supervivencia. El desierto de Australia, en familia. Abril 2001. (Desierto australiano). 36.864 km. De Indonesia vuela a Australia. Tres meses por el desierto. Uve y Britta viajan con Miro, su hijo de dos años. “Se convierten en mi familia”. La tercera Nochevieja del viaje la pasa en Nueva Zelanda. “Por un precio razonable encontré un billete de avión que me llevaría por el Pacífico Sur hasta Santiago de Chile y que me permitía bajarme y visitar dos paradas intermedias de lujo: la Polinesia Francesa y la Isla de Pascua, el punto más aislado del planeta”. Del “corralito” a las cataratas de Iguazú. Febrero 2002. (Santiago, Chile). 42.802 Kms. Después de tres años de viaje, aterriza en Santiago de Chile. Entra en Argentina por las faldas del Aconcagua. La población está desesperada: el corralito impide sacar los ahorros del banco. En una cervecería de Brasil ve la final del Mundial de fútbol... con la única presencia del dueño. En julio asiste a un espectáculo natural que le deja sin habla: las cataratas de Iguazú. Flechazo. Agosto 2002. (Curitiba, Brasil). 45.406 kms. En Curitiba le aguarda la mayor sorpresa del viaje. En una academia de español, que acoge una de sus proyecciones, conoce a una simpática brasileña de origen japonés. Miyuki Okabe trabaja en Siemens como ingeniera de telecomunicaciones y es aficionada al ciclismo. “A los pocos días estamos saliendo juntos y a la semana ella deja su trabajo y decide continuar el viaje conmigo rumbo a Canadá. Regresamos a España con la excusa de que ella siga sus estudios de castellano”. En casa por Nochebuena. 24 diciembre de 2002. (Vitoria-Gasteiz). 46.630 kms. Reencuentro con familiares y amigos en la plaza de Vitoria. “La guinda del viaje”. En junio de 2003, se casan por lo civil y empiezan a preparar su luna de miel. Miyuki: “Mis padres no saben lo de la boda. Él está enfermo del corazón y no hemos querido darles ningún sobresalto. Es una sorpresa”. Atípica luna de miel. Enero de 2005. (Quedan ocho años, 80 países, 120.000 km). Eneko pensó en lo agradable que sería volver a Australia junto a Miyuki. En tándem. “Tras recorrer América y casarnos de nuevo en Curitiba continuaríamos por Nueva Zelanda y Australia”, le susurró. “Luego Indonesia, Tailandia, Japón, China...”, relataba mientras ella sonreía. La decisión estaba tomada. Quedan ocho años y i20.000 kilómetros por delante... –¿Y si Miyuki se queda embarazada por el camino? – A lo mejor volvemos tres, y tan felices.
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