Reportaje

Llevan a cuestas achaques, juergas, dolores, palmas, bulerías "y un cargamento de pastillas entre todos". Y es que los siete miembros de Triana Pura suman casi cinco siglos de edades venerables. Este grupo, que surgió en 1983 y consiguió la gloria (disco de platino) con el célebre tema "Probe Miguel" (1998), vuelve a la escena musical con un disco de villancicos. Por Eva DÍaz


EL GRUPO LO FORMAN El Herejía (1934), La Perla (1933), Pastora la del Pati (1932), El Coco (1932), El Juto (1932), Esperanza la del Maera (1922) y Manuel el del Pati, hijo de Pastora. de cerca
Juntos recorren el puente de Triana con el paso venerable de la edad, lento, pero seguro, con la sabia experiencia de quien lo ha recorrido tantas veces.

Han conocido la fama a una edad avanzada. Entre todos, coleccionan todo un álbum gremial: operarios del puerto, albañiles, tenderos, palmeros de tablaos o amas de casa retiradas de los escenarios por maridos celosos. Conocen demasiado bien los caprichos de los señoritos, los tablaos de flamenco mercenario para turistas y terratenientes. "Cantábamos por cuatro perras. A veces, por cinco duros y un bocadillo. Eran muy malos tiempos. A un artista con nombre le pagaban 300 pesetas por cantar en una feria", comenta Manuel del Pati.

Ahora, han asumido su papel como parte del patrimonio cultural vivo. "Hemos grabado villancicos antiguos que no se cantaban en Triana desde hace mucho tiempo. Estaban perdidos de tan antiguos que son", comenta El Herejía. Cantar villancicos les sirve para divertirse, pero, sobre todo, para recordar. Es lo que más les gusta. Cuando se ha vivido, el recuerdo es lo único que queda. "Antes había hambre, pero siempre hemos estado cantando. Si no había para comer, había cante", explica El Juto.

Vivieron la Sevilla de las riadas trágicas, del hambre de los corralones, de la austeridad gris de Queipo de LLano, señor de Sevilla. La Triana de los ganapanes, de El Titi, de El Piojo o El Breva. Un barrio, el de Triana, que es más que barrio, con ambiente de jazmines, higos chumbos y lebrillos, de casas encaladas y templadas por el aroma húmedo del cercano Guadalquivir. Qué diferente la Navidad que vivieron. "Ahora, desde luego, no le cantaríamos al Papá Noel ese de los americanos. Para eso tenemos a nuestros Reyes y al Niño Dios", comentan.

Del Jingle Bell no quieren ni oír hablar. Para eso están ellos, la cruzada del villancico hispano. "A nuestro Probe Miguel lo pondríamos en el centro del Belén; es que lo queremos tanto", admite Esperanza la del Maera, alma del grupo y la más popular. Esta mujer, madre de cinco hijos, abuela de 13 nietos y bisabuela de dos niños, tiene una historia singular. Afirma que tuvo que echar a Ava Gardner de su casa, porque venía a buscar a su marido: cuestión de celos. Lo que más le gustaría ahora es hacer un anuncio de Freixenet. La edad le ha sentado bien. Ahora come lo que le gusta y se coloca con coquetería las joyas recién compradas tras el éxito de su Probe Miguel. Esperanza ha vivido Navidades de humedad de patinillos (patios de corrales antiguos), de pan con aceite y de luz macilenta y sórdida de la posguerra. Sin embargo, a su memoria sólo se asoma el recuerdo dulce, cuando probó por primera vez el turrón, el de los cantes compartidos en los corrales de Triana y el día que le tocó un cupón. "Fueron las mejores Navidades. Me tocaron 150.000 pesetas de aquellos tiempos. Me fui a Ochoa (célebre confitería sevillana) y casi me llevo al Ochoa (refiriéndose al propietario del local). Pedí todo lo que no había visto en mi vida: caviar, champán, carne, pollos asados. Nos lo comimos todo para no recordar los tiempos malos", recuerda.

Pastora la del Pati también rememora el triste recetario de las Navidades pasadas. Puro Dickens en versión Triana de la posguerra. "Yo cogía y me iba a comprar asadura negra. Luego, le ponía arroz y teníamos un arroz con asadura para chuparse los dedos", relata mientras recuerda cierta Navidad en que ella y su marido tomaron por equivocación brandy para la cena navideña, "porque a mi hijo se lo habían dado en la fábrica y no sabíamos qué era". Al final, la familia del Pati embriagó de alegría las calles trianeras con una melopea navideña. "Había que ver a mis padres lo contentos que iban cantando y arrastrando a otros vecinos con sus cantes", comenta Manuel el de Pati.

La gente les pide autógrafos. Algunos, como no saben escribir, improvisan letras de bulerías, tangos y chuflas. Es lo que le pasa a Pastora la del Pati. "Yo no sé escribir, así que firmo un garabato", admite, mientras relata una anécdota que pudo acabar en tragedia, como la escena de Marisa Paredes en Todo sobre mi madre. "Estaba montada en un coche y se acercaron dos niños pequeños para que les diera un beso. Menos mal que avisé al conductor porque si no, atropella a esos dos corazones santos", cuenta.

El secreto de su éxito quizá sea que cantan lo que se ha perdido o lo que está a punto de perderse. Que son un jarabe de memoria y recuerdo en el frenético fin de milenio. Sí es verdad que, a veces, es una memoria desvirtuada por el artificio del marketing. Su actuación en el World Dance Music de Sevilla con una versión discotequera del Probe Miguel fue muy clarificadora. De momento, siguen cantando, tocando palmas y riendo, preparan su cuarto disco, y les espera un mes de diciembre plagado de viajes en una gira de vértigo por casi toda España. Eso sí, tienen un deseo al que no renunciarán: "Queremos que nos reciba el Rey. A lo mejor le cantamos el Espiritual gitano. Le tenemos preparada una...", anuncia El Coco. "Duraremos hasta que Dios quiera. Que viva la vida, que para dormirla hay muchos siglos", concluye proverbial Esperanza la del Maera.

Fotografía de Marcelo del Pozo

Triana Pura Señas de identidad: Siete artistas que hacen del flamenco una forma de vida. Hitos: Recibieron su primer disco de platino por las 130.000 copias vendidas de su segundo álbum "De Triana al cielo". Último trabajo: Los villancicos navideños de "De Triana a Belén".


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