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"UN DIA, EN 1956, estando en una cervecería, un compañero me dijo: `Deberías dejar de pensar en fabricar elementos de mantenimiento para la aviación e inventar algo para que las mujeres -señalando a una que limpiaba de rodillas un rincón del bar- frieguen de pie'. `Esto está hecho', le contesté muy convencido y ya no pude quitarme la idea de la cabeza. Entonces, me vino a la mente aquella idea visual con la que había tenido contacto durante mi incursión (1954-55) en América: los hombres fregando con unos cepillos de palo largo el aceite de los hangares de la base donde hice un curso de mantenimiento para los primeros aviones caza de reacción, F-86, que el Ejército del Aire trajo a España".

Así cuenta Manuel Jalón, ingeniero aeronáutico, 75 años, cómo se le ocurrió aplicar sus conocimientos para facilitar un trabajo hasta entonces ingrato. El uso doméstico de la fregona dignificó un trabajo que, por humilde, ni las amas de casa de clase media hacían delante de sus maridos: arrodillarse a fregar. Un invento que, reconoce, le hace sentirse reconfortado, aunque técnicamente se sienta más orgulloso de haber contribuido al nacimiento de la jeringuilla desechable. Para muchos es un completo desconocido, pero este hombre es el padre de dos diseños que todavía no han sido superados y es uno de los cinco inventores españoles incluidos en la enciclopedia Encarta de Microsoft (junto a Miguel Servet, Isaac Peral, Ramón y Cajal y Ricardo de la Cierva). "Conseguí fabricar las primeras fregonas inspiradas en el modelo americano (con cubo metálico y rodillos), de una en una, en el año 1956, no sin sufrir un sinfín de penalidades. En España no existía un torcido de algodón suficientemente esponjoso para que absorbiera el agua ni tampoco que ofreciera tanta resistencia como para que no se deshilachara al ser usado mínimamente. Convencimos a una fábrica de hilados de algodón de Zaragoza para que modificara sus máquinas y pudiera fabricar un nuevo artículo y, en unos meses, ya estábamos produciendo los torcidos de fibra larga".

Manuel Jalón y su equipo intentaron dar a conocer su producto organizando demostraciones con señoritas en escaparates, siguiendo las vueltas ciclistas en un coche escoba sobre el que montaban una monumental fregona y lanzando miles de pequeños paracaídas de seda con publicidad sobre las ferias de muestras. Pero no hubo manera de empezar a introducir la fregona hasta que los comerciantes acabaron por entender que lo que se traían entre manos era un objeto revolucionario. "Sin duda les debo muchísimo porque, a cambio de nada, perdieron muchas horas de su vida explicando a las señoras cómo funcionaba el nuevo invento. Uno de los artículos más exportados de la historia de España".

El uso doméstico de la fregona dignificó un trabajo que, por humilde, ni las amas de casa de clase media hacían delante de sus maridos: arrodillarse a fregar.

Importantísima fue también la labor del primer vendedor de fregonas, Enrique Falcón Morellón. Un hombre que llevaba siempre en el coche la fregona y que tenía por costumbre, cuando ofrecía por primera vez el producto, entrar en el comercio y comenzar a fregar. Por su experiencia sabía que observando una fregona nadie reconocía cuál podría ser su uso y que cuando se les explicaba que era para fregar el suelo de pie, tampoco se prestaba mayor atención ya que, entonces, la idea era que el suelo se fregaba de rodillas. "Los primeros artículos los bautizamos como `aparatos lavasuelos' hasta que Enrique Falcón decidió escribir en las notas del primer pedido (julio de 1957) la palabra `fregonas'. Yo me llevé un gran disgusto porque consideraba más digna la palabra lavasuelos que la de fregona, porque así se llamaba peyorativamente a las mujeres empleadas en la cocina y la limpieza. Pero el pueblo dio la razón a Falcón e incluso la Real Academia Española admitió la acepción para los útiles de fregar el suelo de pie".

LA ESCOBA ULTRAMODERNA. La primera vez que la prensa se hace eco de una forma amplia de la aparición de la fregona es en un artículo publicado en el Ya de Madrid el 15 de junio de 1958. El periodista explica que en la Muestra Internacional de Barcelona "se ha presentado una escoba ultramoderna para ser usada por toda la familia -ahora que las tradicionales chachas están en vía de extinción- y que los hombres también podríamos utilizar sin avergonzarnos". El periodista describe también cómo funciona, cómo se cambian los flecos y cómo se friega de pie. De alguna forma, da a entender que es un juguete para que se diviertan los niños buenos.

Es también en esta época cuando llegan a Zaragoza las primeras cartas. El primero en escribir, un sacristán de Pamplona que les da las gracias por el invento ya que "da gusto fregar paseándose por la iglesia y, ahora, ya no se le van a resistir ni las catedrales". La segunda, la de una mujer gerente que les anuncia que en su empresa ya han empezado a fregar los hombres. También se reciben en Rodex, la empresa donde se fabrican, misivas con sugerencias y con palabras de agradecimiento de algunos hombres, maridos e hijos que al fin van a dejar de ver a "sus" mujeres arrastradas por los suelos.

Frente a este grupo de ilusionados, Manuel Jalón se encontró también con que las señoras de la limpieza eran las más reticentes a usar la fregona y que, a la mínima de cambio, decían barbaridades sobre su producto porque para ellas era la competencia, el artilugio que las iba a dejar sin puesto de trabajo. Los que no dijeron nada, sin embargo, fueron sus colegas y los intelectuales de la época quizá porque, como dice este ingeniero inventor, "la fregona no tiene suficiente entidad y es un producto poco académico y nada intelectual. Aún así, yo estaba tan orgulloso de haber lanzado al mercado la fregona, de haber contribuido a dignificar el trabajo más humillante e ingrato de entonces, así como de combatir enfermedades como la artritis, la artrosis de rodillas, las infecciones en las manos y las desviaciones en la columna vertebral que sufrían miles de españolas. Fueron muchos los días que, de incógnito, me iba hasta los alrededores de la ferretería Choliz, la primera de Zaragoza donde se expuso una fregona en un escaparate. Allí me quedaba horas disimulando para ver la reacción de la gente". De aquella época hay miles de anécdotas pero Jalón recuerda la Feria de Colonia como una de las experiencias más divertidas. "Uno de los organizadores se acercó hasta donde estábamos con todas nuestras fregonas de plástico y nos dijo: `¿Cómo han podido venir desde España y contratar un puesto tan caro para vender esta tontería?'. `No es una tontería. Vealo usted si no en la demostración que le vamos a hacer', le dijimos. `Si fuera tan bien como dicen ya se hubiera hecho en Alemania'".

Reportaje < INICIOS. Imagen de un hospital español en 1958, cuando se empezó a utilizar el modelo inspirado en el americano.

A partir de esa fecha, Jalón Corominas y su equipo (en el que quiere destacar a Vicente Álvarez y Julio Cejudo) comenzaron a hacer publicidad en los medios de comunicación de todas las provincias españolas. Para entonces ya habían aprendido que para vender había que hacer una introducción masiva porque los inventos sólo llegan a ser de verdad cuando la sociedad los acepta. Tres años para llegar a todos los puntos de España, para que todas nuestras mujeres aprendieran a fregar de pie y para ver a los turistas y emigrantes españoles cargados, rumbo a sus países, con el cubo y la fregona. Cerca de 15.000 fregonas se vendieron en los primeros dos años de producción, cifra que se elevó a 30.000 en el tercero a pesar de que el precio, 395 pesetas (ahora cuestan unas 450 pesetas; con cubo, 900) era muy elevado debido al proceso artesanal (los mangos se hacían con madera de roble).

El diseño definitivo del modelo cisne o gaviota, que se mantiene hasta el día de hoy en todo el mundo y del que se han vendido 40 millones en España, data de 1964, cuando Manuel decidió aplicar la aeronáutica a los apuntes de la fregona. "Tomando como referencia la forma de la carcasa de un avión, diseñé el primer cubo de generatriz curva (que es la que da resistencia al fuselaje de los aviones) con su escurridor de plástico con forma de tricornio. Este modelo de fregona, de la que tengo patente de invención en muchos países del mundo -entonces había que hacerlo así-, es la primera en la que se puede inyectar el plástico y también la misma que, tras una existencia de 35 años en el mercado, no ha sido superada ni mejorada por nadie en el mundo".

Corominas tiene también en su haber la creación de la primera jeringuilla de uso médico compuesta por dos piezas, así como la innovación de un sinfín de productos y enseres de plástico caseros. Desde el año 1973 hasta 1978 se dedicó a investigar cómo podía superar a todas las jeringuillas entonces conocidas.

"Leyendo una revista japonesa sobre plásticos me informé de que con la crisis del petróleo, en caso de escasez, los últimos productos que se fabricarían con esta materia serían los artículos de uso en medicina y farmacia. Así que pensé que si en Rodex habíamos optimizado al máximo el cubo y el escurridor de la fregona también podríamos, con nuestra tecnología, llegar muy lejos con otros productos. Me puse manos a la obra y convencí al consejo de administración de la empresa para que se destinaran 500.000 pesetas a la investigación de cómo fabricar jeringuillas. Un negocio sin competencia en España y con muchas posibilidades de triunfar en el mundo. Y la verdad es que lo tuve relativamente fácil porque, si cuando empecé a fabricar los prototipos de lo que más tarde sería la fregona tuve que reunir 45.000 pesetas -me las prestaron Enrique Míquez, meteorólogo, e Indalecio Velasco, médico, y un hermano- para el desarrollo de las jeringuillas contamos desde el primer momento con 300 millones de pesetas. De hecho, pudimos permitirnos empezar después de hacer un estudio exhaustivo en universidades y fábricas de materias primas en Europa, Estados Unidos y Japón".

En este largo recorrido por diferentes países del mundo, Jalón Corominas y su equipo descubrieron que las jeringuillas que habían sustituido a las de toda la vida, las de cristal, cortaban los dedos, que nunca respondían igual a la hora de usarlas -unas iban muy suaves y otras muy duras- que eran muy caras y que las enfermeras, generalmente, las rechazaban. "Aplicamos al menos 100 innovaciones al proceso de mejorar la jeringuilla. Se redujo un 20% el espesor, multiplicamos los controles en todas las fases de producción para evitar riesgos en la calidad y registramos los procesos más críticos como en las cajas negras de los aviones. Conseguimos vencer el reto: aristas redondeadas para evitar cortes, mayor espacio para los dedos, mayor transparencia, deslizamiento suave, uso cómodo, escala nítida, completo hermetismo y quizá lo más importante, que pudieran destruirse fácilmente después de cada uso".

"Por algo" continúa Jalón, "acabamos exportando a 80 países desde nuestra fábrica de Fraga, Huesca. Muchas de las empresas de Estados Unidos, Suecia, Alemania y Francia, tuvieron que cerrar en cuanto salimos al mercado. De hecho, nos convertimos en la empresa del mundo con mayor número de proyectos y gestores. Aún hoy me atrevo a decir que no existe en España ninguna fábrica que desde el año 1979 haya sido siempre líder en tecnología en el mundo dentro de su sector. Hacer una jeringuilla o una fregona puede estar al alcance de muchas personas, pero desarrollar la mejor jeringuilla del mundo -se han hecho 25.000 millones, cuatro por cada habitante del planeta- no es tan fácil".

MUSEO DE MITOS Y LEYENDAS.Incansable, durante los últimos 15 años Manuel Jalón se ha dedicado junto al profesor José Luis Corral y Maite Ubide, a la puesta en marcha del primer museo de Europa de mitos y leyendas en el Castillo de Trasmoz que, situado en las faldas del Moncayo, sigue siendo un lugar mítico donde se reúnen las brujas de Aragón. "En Europa no existe ninguno de este tipo. Entre otras cosas, porque los museos están hechos de piezas físicas y es evidente que tratándose de mitos sería muy complicado. Pero ahora podemos hacer un museo virtual en el cual se reproduzcan todas estas leyendas. No debemos olvidar que los mitos son la base de la cultura y de la conciencia de los europeos. Temas que no se pueden razonar pero que son los más profundos de la vida: el amor, el odio, la muerte".

Contrariamente a lo que se pueda pensar, Manuel Jalón nunca hizo mucho dinero. Se ha permitido muchos caprichos, pero no supo o no quiso entrar en la rueda de la fortuna porque nunca le preocupó hacer dinero. "No soy rico. Las patentes eran mías. Muchas siguen siéndolo, simbólicamente, pero nunca cobré royalties. Muy poca gente entiende que yo haya sido un inventor sin vocación de magnate pero para mí la vida no es dinero. Es jugar y crear. De hecho, `mis fregonas' y `mis jeringuillas' han acabado en manos de dos multinacionales, las mejores en su sector. Las fregonas en Rubbermaid y las jeringuillas en Becton Dickinson".

Todo en su vida ha sido una sola cosa: trabajo y juego. Y esto lo aprendió trabajando sobre un pequeño trozo de tierra que su padre, a modo de paga, les regaló a los hermanos cuando él tenía ocho años. Cultivarla, de hecho, le enseñó que hay que ser paciente y que con voluntad uno llega a todas partes. Ahora, a sus 75 años, prepara el lanzamiento de un vehículo ecológico desarrollado con el ingeniero ucraniano Luis Salueña para andar por el mar con una hélice -del que no desvela nada- y confirma que la revolución pendiente está en la cocina, un espacio en el que todo está por hacer.


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