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Tras muchos años de lucha, se ha logrado que el torneo de Sotogrande sea considerado el mejor de Europa -ha desbancado al de Deauville, Francia- y el cuarto del mundo tras el Abierto de Palermo (Buenos Aires), el Torneo Palm Beach (Florida) y los de alto handicap de Inglaterra. Enrique Zobel, impulsor del polo en la privilegiada urbanización, asiste en su silla de ruedas -en 1991 sufrió un accidente jugando- a todos los partidos que allí se celebran. Para su orgullo, el polo se ha convertido en un maná para la zona. Y Joseph McMicking no puede ocultar desde el cielo su satisfacción. Las cosas le salieron tan redondas que Sotogrande hasta cotiza en bolsa. Un dato: el grupo NH, que es el que rige ahora el destino de la urbanización con su nuevo hotel Almenara, espera cerrar el año 2000 con unos beneficios superiores a los 10.000 millones de pesetas.

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Deporte familiar. La mayoría de los jugadores se traslada a la urbanización de Sotogrande en compañía de la familia. Cada polista necesita un mínimo de cuatro caballos, que va cambiando a medida que transcurre el partido.

El general escocés -esposo de la multimillonaria filipina Mercedes Zobel, brazo derecho del coronel McArthur e íntimo amigo de Franco- quiso desarrollar en España un proyecto que había ensayado con éxito en Filipinas: la construcción en Makati de una zona residencial en la que fuera imposible comprar kleenex en los cruces. Su más cercano colaborador, Alfredo Melián -sobrino de su esposa- rastreó Canarias y Galicia, pero fue en Cádiz donde encontró lo que su tío andaba buscando: una zona cercana a un aeropuerto que poseyera un clima privilegiado. En 1961 McMiking compró 1.800 hectáreas de terreno en el Campo de Gibraltar que comprendían cinco cortijos, uno de los cuales se llamaba Sotogrande. El general recibió las llaves de las tierras -entonces declaradas como zona palúdica- en septiembre de 1962. Sobre esas piedras edificaría el escocés una de las zonas residenciales más elitistas de Europa.

En un lugar tan selecto como este no había sitio para la petanca; lo suyo eran los deportes con pedigrí. En 1967, Enrique Zobel construiría el primer campo

Como si de un dios se tratara, McMiking creó Sotogrande de la nada. Inflexible, disciplinado, duro y exigente, supervisaba hasta el crecimiento de un árbol. Se hizo con los servicios de los mejores arquitectos del momento (Coderch, Vicente Belloc, Carvajal), se trajo al prestigioso Robert Trent Jones para que ideara un campo de golf -así nació el fastuoso campo viejo, cuyo número siete es el mejor del mundo- e hizo venir de la capital a Carmen Guerendiain, la directora del hotel Ritz, para que pusiera orden en el ramo de la hostelería. El resultado no se hizo esperar. Comenzaron a brotar impresionantes mansiones que serían habitadas por multimillonarios americanos, ingleses y apellidos españoles de postín: los Vallejo Nágera, Domecq, Marsans, Garrigues Walker, marqueses de Urquijo… Mientras tanto, los Pérez y los Martínez se embarcaban en imposibles hipotecas para adquirir un pedacito de suelo en Torremolinos.

En un lugar tan selecto como ese no había sitio para la petanca; lo suyo eran los deportes con pedigrí, léase golf o polo. En 1967, Enrique Zobel construiría el primer campo de polo de Sotogrande, al que se conoce como el campo de La Playa. El archivo de la localidad guarda fotografías en las que se ve cómo un equipo español compuesto, entre otros, por José Ignacio Domecq junior o Domecq Urquijo se enfrentaban contra otro en el que participaba Ronald Ferguson, el padre de Sarah. Como telón de fondo de todas las fotografías aparece siempre, y no por casualidad, el Peñón: McMiking quería que se viera claro que Sotogrande estaba a un tiro de piedra del aeropuerto de Gibraltar.

Y 23 años después, el Torneo de Polo de Sotogrande, que ha logrado sobrevivir a una peste equina, va camino de convertirse en la gallina de los huevos de oro. Acoge ya a 28 equipos y el Santa María, club en el que se celebra el torneo, cuenta con nueve campos y se espera que en breve se abran cinco más. Según fuentes de la organización, poner este año el tinglado en marcha ha costado más de 500 millones; imposible cuantificar los que dejarán en la zona el universo que rodea al mundo del polo. El prestigio del torneo ha conseguido que patrones alicatados de petrodólares accedan a trasladarse a Sotogrande a jugar. Nota para los neófitos: algunos no son expertos de polo, pero son los que forman equipo -cada uno de ellos suele dejar en la zona entre 15 y 30 millones de pesetas- y pagan a sus jugadores. Y en este lugar de Cádiz se dan cita patrones de infinitos posibles: desde el hijo del sultán de Malasia a Sheik Falah, el hijo del presidente de Emiratos Árabes Unidos. El sobrino del sultán de Brunei no juega este año. Su padre ha tenido problemas con el fisco y no está el horno para bollos, pero se da por seguro que comparecerá el año que viene.

El trazado de las calles -avenidas bordeadas por impresionantes palmeras-, un clima benigno y su coqueto puerto la han convertido en un "little Miami"

Pero al Torneo de Sotogrande le ha costado llegar a este periodo de bonanza sangre, sudor y lágrimas. David Stiling, director del Santa María Polo Club, recuerda que cuando aterrizó aquí la infraestructuta brillaba por su ausencia: "No había una cuadra, un lavadero para lavar los caballos, un transportista… Todo eso lleva un trabajo ímprobo, y ahora hay muchos que se van subiendo al carro, pero arrancarlo ha costado un esfuerzo tremendo". Hoy, Stiling se siente orgulloso del club.

-¿Cuál es su próximo reto?

-La temporada de agosto está consolidada, pero ahora tenemos que conseguir que los equipos vengan a jugar el resto del año, que es lo que sucede en Florida.

Aquí se puede jugar todo el año.

-¿No suena a utopía?

-¡No! Tenemos que trabajar para eso. Lo que ocurre es que hemos cometido errores, como no haber hecho campos preparados para el invierno. Al principio sólo pensamos en hacer campos y más campos, pero deberíamos haberlos drenado para que se pudiera jugar lo mismo en verano que en invierno, y así diferenciarnos del resto de Europa. Con el Ayuntamiento de San Roque estamos intentando crear una escuela de herreros y de cuidadores de caballos para que cuando llegue el invierno nos demanden trabajo y nos obliguen a organizar partidos.

-El glamour que rodea al polo en Sotogrande, ¿es el mismo que en otros países?

-Nada que ver. Algunos patrones han llegado buscando un club con lujosas instalaciones y un público de señoras con pamelas, y al no encontrarlo se han largado. Aquí esto no existe: todo el mundo va a su rollo y prefiere pasar desapercibido.


Famosos con gancho. Aunque claro, tampoco está de más que un rostro popular se pasee por las canchas de polo y su presencia sea recogida por televisiones y revistas. De esa tarea se encarga desde hace tres años Chrysler, uno de los principales patrocinadores. A la casa de coches no le vale cualquier rostro popular: los elegidos deben ser personajes reconocidos por su trabajo y poseedores de un currículum impecable. Así, ya han pasado por Sotogrande los modelos Laetitia Casta, Esther Cañadas y Mark Van derloo, y en esta edición se cuenta con la participación de la espectacular Elle McPherson. Se barajó la posibilidad de invitar a Naomi Campbell, pero al final pasaron de la diva porque si se levanta con el pie izquierdo es capaz de pasarse por el arco del triunfo los compromisos adquiridos con anterioridad. La escuadra de populares patrios la forman las presentadoras Nuria Roca, Jose Toledo y Paloma Cuevas, la mujer de Enrique Ponce. A cambio de su asistencia a los actos que monta Chrysler, la casa de coches les cede el modelo que ellas elijan. Dado que la inefable Belén Esteban veranea en la cascabelera Marbella y no hace falta invitación para entrar al polo -es gratis total- corre el rumor de que se han encargado cientos de novenas para que a la chica no se le ocurra darse un garbeo por las canchas. En Sotogrande aterra todo lo que huela a kaspa. "En Marbella puede estar el brillo -susurra complacido un aborigen-, ¡pero aquí tenemos el oro!".

Cada equipo de polo está formado por cuatro jugadores, por lo que el patrón tiene que fichar a tres y hacerse cargo de sus gastos. La mayoría de los polistas vienen con familia y se les tiene que buscar alojamiento, así como a los peticeros, que es como se denomina a los que se encargan de tener en movimiento a los caballos de los polistas mientras éstos están jugando.

Los mejores jugadores provienen de Argentina, como el citado Cambiasso, que por participar en el Torneo de Sotogrande puede llegar a embolsarse 18 millones de pesetas. El máximo handicap que puede alcanzar un jugador es diez, pero Adolfito se lo monta tan bien que están pensando seriamente en elevar el máximo a once o incluso a 12. Otros que también causarán sensación en el torneo son Lolo Castagnola, los hermanos Heguy, Tommy Fernández Llorente o Milo Fernández Araújo. Pero aunque los polistas despiertan el mismo morbo que los toreros, seguirá siendo Cambiasso el protagonista de los sueños erótico-festivos de las aficionadas.


Pocos profesionales. En España, sin embargo, podemos contar con los dedos de una mano a los profesionales. Claro que teniendo en cuenta que el primer partido de polo de la historia se jugó en el año 600 antes de Cristo entre turcos y persas -ganaron los turcos- y el primer club en nuestro país -el Jerez Polo Club- lo fundó el marqués de Torresoto en 1872, se comprende que nuestro nivel tampoco sea para tirar cohetes. Se puede decir que el gran impulsor en España fue Alfonso XIII, el primer monarca que practicó este deporte en público. Inauguró en 1915 el campo del Real Club de Puerta de Hierro de Madrid y a él se debe también la reapertura del campo de la Real Casa de Campo, que fue mandado construir por su padre, Alfonso XII, y que fue clausurado a la muerte de éste. En la actualidad, el polo se juega fundamentalmente en Andalucía -tras muchos años de ausencia, este deporte también ha vuelto con fuerza a Jerez- Madrid y Barcelona, ciudad que en las canchas del Real Club de Polo acoge año tras año el Torneo Ciudad de Barcelona.

Pero hablábamos de los jugadores profesionales. El primer español fue Nacho Domecq, quien a los 34 años decidió abandonar las oficinas y dedicarse en cuerpo y alma al polo. "Cuando empecé a cobrar la actitud de la gente hacia mí cambio radicalmente. Le cuestas dinero al patrón y eso no suele sentar muy bien". Nacho, handicap cuatro, tiene muy claro que hay que dejarse ver por los circuitos para que te contraten: "Y, sobre todo, cobrar siempre que sales a jugar porque en el momento que lo hagas gratis la has fastidiado". ¿Hacerse rico con el polo? "Los españoles, no" sentencia Domecq. "Incluso diría que les costamos dinero a nuestras familias". Por un torneo como Sotogrande se puede pagar desde un millón -caballos incluidos que pone el profesional- hasta la millonada de Cambiasso, aunque en Estados Unidos e Inglaterra los sueldos se disparan.

Cada profesional suele tener de diez a 14 caballos, cuyos precios oscilan entre las 300.000 pesetas de los jovencitos, los que están por hacer, hasta los tres millones que cuestan los que ya están preparados para jugar. Los mejores, según Domecq, son los purasangre ingleses: "Y deben poseer unas cualidades fundamentales: ser valientes, dóciles, resistentes, rápidos, que les guste jugar… No todos sirven, desde luego". Nacho, hijo de Pedro Domecq, tiene muy claro por qué le ha atrapado este deporte: "No hay otro. La adrenalina que descargas unida a la sensación de peligro lo hace único".

Aznar debería preocuparse. De aquí a nada comenzarán a proliferar pegatinas con la inscripción "Freedom for Sotogrande"

-Convénzanos de que el polo no es un deporte pijo.

-Pijo no, más bien es que hasta hace muy poco sólo lo practicaba gente de clase social alta. Pero te puedo asegurar que si vas a cualquier entrenamiento de un equipo de fútbol encontrarás coches muchísimo mejores que los que verás por aquí y, sobre todo, mejor ropa que la que llevamos nosotros. Mira, yo siempre he luchado por ser un señor y uno de los espejos en los que siempre me he mirado ha sido uno de los señores que le cuidaba los caballos a mi padre. Allá donde iba le trataban fenomenal.

-¿Tienen idea los españoles de lo que es un polista?

-La mayoría, no. En esta zona sí, porque hay mucha gente que vive del polo: restaurantes, hoteles, bares… El único público de España que entiende es el de Sotogrande; el resto conoce este deporte o bien porque han visto alguna fotografía del príncipe Carlos jugando o porque la televisión ha retransmitido algún partido. Ojalá tuviera nuestro país más cultura equina.

Los polistas, seres por lo general tradicionales y conservadores que se desplazan con toda la familia, han encontrado en Sotogrande su lugar en el mundo. El trazado de las calles -avenidas anchas bordeadas por impresionantes palmeras-, un clima benigno y su coqueto puerto la han convertido en un little Miami. Y lo más importante: el vicio brilla por su ausencia en este húmedo enclave perteneciente al municipio de San Roque. Como decía Vallejo Nágera, "a pecar, a Marbella". Y Marbella queda a una hora larga de coche. A los polistas les priva el Sotogrande way of life: los matrimonios tienen un montón de niños que evidentemente han venido de París, ¿de dónde si no? Nada hay por estas latitudes que incite no ya al desenfreno, sino al más ligero pensamiento lúbrico. En los clubes de playa está prohibido el top less y las bragas náuticas tipo Rodríguez Menéndez. Las jovencitas no llevan tatuaje y mucho menos piercing porque sería un sacrilegio; hablan inglés a la perfección -quien más, quien menos tiene un tío en Cambridge, y se cuentan por legión los matrimonios entre ingleses y españolas- y Carolina de Mónaco, el modelo a seguir por sus mamás, se les ha quedado anticuada. Lo que priva es parecerse a su hija Carlota. Aunque la urbanización crece a pasos agigantados -un habitante comenta que en misa ya no conoce casi a nadie- sigue siendo la reserva espiritual de la aldea global.


A todo el mundo le gusta. La cadena de hoteles NH se encargará de explotar las hectáreas que todavía quedan por construir en torno a su nuevo establecimiento, pero los sotograndinos no deben temer a que se les cuele ningún disidente. Todavía queda mucha gente decente que daría lo que fuera por vivir allí en esa especie de mundo feliz en el que la tasa de natalidad es la más alta de España. "Aquí se vive muy bien", dice una; "Todo esto es precioso", dice otra. "El lugar ideal para ver crecer a nuestros hijos", apostilla una tercera. Aznar debería preocuparse. El sentimiento nacionalista está aflorando en la zona. De aquí a nada comenzarán a proliferar pegatinas con la inscripción "Freedom for Sotogrande".

Los veraneantes han encontrado en el polo una distracción maravillosa. Son pocos, sólo los verdaderos aficionados, los que acuden a los partidos de las cinco y media de la tarde. La siesta tiene mucho peligro. Pero a las siete el campo se llena de un público dispuesto a ver y dejarse ver. Los privilegiados tienen acceso a las carpas que montan diversas firmas comerciales -exacto, como una especie de Feria de Abril veraniega-, mientras que el pueblo soberano -que, por otra parte, en Sotogrande es más soberano que en Benidorm, por un poner-, aprovecha para pasearse campo arriba, campo abajo para examinar al paisanaje. Gorritos para ellas, bermudas para ellos. "No hay nada ni nadie", dice una exuberante gaditana tras el recorrido de rigor. A lo lejos se escucha el galope de los caballos. Precioso espectáculo el del polo. Y el de su público.


¿Cómo se juega?

Un partido de polo se desarrolla sobre una cancha o campo de césped natural en cuyos extremos se ponen dos postes colocados a siete metros y medio de distancia entre sí.

Un equipo está formado por cuatro jugadores: el número uno juega de delantero; los números dos y tres, en el centro de la cancha y el número cuatro, de defensa. Cada equipo debe tratar de meter en la portería contraria, a golpe de taco, una bola también llamada bocha. Se juegan un mínimo de cuatro tiempos o "chukkers" de siete minutos de duración cada uno con tres minutos de tiempo muerto entre ellos que se utilizan para cambiar de caballo.

A cada equipo se le señala un "handicap" que se forma con la suma de los de los cuatro jugadores. A su vez, a cada uno de ellos se le asigna cada año un "handicap". Existen torneos de alto (19-20), mediano (12-14) y bajo "handicap" (4-6).

El partido está controlado por dos árbitros a caballo y uno a pie, y las reglas de juego son muy severas con el fin de salvaguardar la integridad del jinete y del caballo.


> El caballo es lo más caro

Direcciones en Internet:
- Http://www.sotogrande.com
- Http://www.polo.com
- Revista La línea, http://www.lalinea.net


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