Campo de Criptana (Ciudad Real). Diez de la noche, en un corralón convertido en un vergel de pinos gracias al mimo de los dueños.
José Luis, un albañil de primerísima, de los de 16 horas diarias (de las cinco de la mañana, salida para Madrid, hasta las nueve de la tarde, de vuelta al pueblo), comenta escandalizado la locura de un compañero suyo que, ni corto ni perezoso, se ha comprado un piso de 16 millones y ha pedido casi otros tantos al banco. "¡Estará loco!".
Sotogrande (Cádiz). Diez de la noche, en el Club de Playa, un enorme rincón reservado para gente adinerada, aunque sin grandes pretensiones exhibicionistas. Otro José Luis, socio de un importante bufete de abogados de Madrid, asistente fijo a la obra teatral que todos los años estrena Antonio Garrigues Walker, declama, generoso en gestos, el atrevimiento de un conocido suyo que, también ni corto ni perezoso, se ha comprado una suntuosa mansión en Palma de Mallorca con un préstamo sobre otro préstamo sobre una hipoteca sobre unas opciones de acciones (pura ingeniería financiera) de unos 300 millones. "¡Estará loco!".
Los dos José Luises se sienten escandalizados y prácticamente con la misma intensidad, pese a la enorme diferencia en la cuantía de los préstamos: 16 millones frente a 300 millones. Son dos mundos. Son los dos rostros del dinero: la cara, la del rico; la cruz, la del pobre. Un millón es objetivamente 1.000 billetes de 1.000 pesetas para ambos, pero subjetivamente el fajo tiene diferente calibre para uno que para otro.
Este largo preámbulo viene a cuento para entender la relatividad del resultado de la encuesta elaborada por Sigma Dos para el MAGAZINE sobre los españoles y el dinero. Tras desmenuzar los datos de las 13 preguntas recogidas más abajo, la reacción instantánea es la de sorpresa, pero, acto seguido, reparando en que hay José Luises de todas las clases y condiciones, concluyes que el estudio no tiene desperdicio. Puede resultar descorazonador leer la profesión más deseada, la de futbolista, con un 9,9% de media, pero, ¿por qué asombrarse conocidos los emolumentos de quienes piensan con los pies? Yo también quiero ser Figo.
También llama la atención los estrechos límites de la ambición de los españoles: el 46,5% se conformaría con ganar alrededor de cuatro millones de pesetas al año, pero, ¿por qué sorprenderse si un maestro, titulado universitario de grado medio, con más de diez años de servicio apenas roza los tres kilos anuales?
Y, sin embargo, aunque los encuestados se muestran austeros en sus aspiraciones crematísticas, un 57% afirma que si le tocaran 100 millones no le daría un corte de mangas al jefe, hasta-nunca-y-búscate-otro-tonto-que-trabaje-para-ti. ¿Amor al trabajo o hipocresía? Este número especial pensado para el síndrome posvacacional está enriquecido con una serie de firmas. En fin, que Dios nos conserve la salud y que el dinero se lo lleven ellos.