Reportaje

E l pisón es un viñedo con apenas 2,8 hectáreas situado al sureste de Laguardia, en la Rioja Alavesa. Sus viejas cepas de tempranillo sólo dan para llenar 7.000 botellas.

Sería una finca anónima más, integrada en la Denominación de Origen Calificada Rioja, si no fuera porque antes del verano, el crítico estadounidense Robert Parker probó el Pisón 95, de la bodega Artadi, y le otorgó una nota de 99 sobre 100, la máxima puntuación que había concedido jamás a un caldo riojano. Desde entonces, su cotización se ha duplicado. "Pero nosotros no queríamos hacer un vino para millonarios, ni para esnobs", explica el enólogo Jean François Gadeau.


Reportaje
Reportaje
MIGUEL ÁNGEL DE GREGORIO. 36 años, Finca Allende (Briones, La Rioja). Enólogo manchego, risueño y polémico, abandonó la bodega Bretón para lanzarse a su propia aventura sin apenas capital. Su Aurus es un tinto explosivo y frutal que cuesta más de 15.000 pesetas y se agota en menos de un mes. "Hacer un vino genial es fácil. Sólo hay que tener las mejores uvas e intentar estropearlas lo mínimo". AGUSTÍN SANTOLALLA. 39 años,Bodegas Roda (Haro, La Rioja). Investigador agrónomo concienzudo, ha creado un estilo basado en la elegancia y ahora triunfa incluso haciendo aceite. Su misterioso Cirsion, el tinto más caro de Rioja (20.000 pesetas), parte de un fenómeno biológico inusual. "Cuando empezamos pusimos carteles ofreciendo el doble de su precio por uvas de cepa vieja y se rieron de nosotros. Ahora nos imitan".

En las instalaciones de Artadi trabajan sólo ocho personas, la mayoría socios de una empresa creada por Juan Carlos de la Calle con escaso capital, en los 80, que tuvo que estar haciendo vinos jóvenes durante casi dos lustros porque se rentabilizaban antes y porque, además, no había dinero para invertir en barricas. El Pisón, que era de su bisabuelo, no había llamado la atención de nadie en cuatro generaciones. Hasta que Juan Carlos, un auténtico visionario, comenzó a emplear los sistemas de viticultura y vinificación que había aprendido en sus viajes a Francia y Estados Unidos.

En términos especializados: bajos rendimientos por hectárea, selección rigurosa de uva, maceraciones muy largas, crianza en roble nuevo francés y botella troncocónica. En lenguaje llano: sacarle al campo la mitad de lo que se podría para que la uva sea más sabrosa, tirar todos los racimos que están pochos y comprar las barricas más caras del mercado y unas botellas de las que luego se usan para hacer lámparas. Un nivel de exigencia y de inversión muy elevado, que da como fruto esos caldos de color vivo, aromas frutales, estructura poderosa y sabor concentrado que alguien definió un día como de "alta expresión" y que está marcando el gusto actual en Rioja.

Una zona que se había quedado anticuada, con sus viejos sistemas de elaboración y unas bodegas mastodónticas que priman más la cantidad que la calidad. Añádanle la competencia de otras denominaciones como Ribera del Duero o Priorato, la evolución en el gusto del consumidor hacia vinos más rotundos -más adecuados a la dieta mediterránea-, y entenderán cómo una región histórica, líder del mercado nacional, comenzaba a sufrir una crisis de indentidad.

Por supuesto, en una denominación que toca tres provincias (La Rioja, Álava y Navarra), con 53.238 hectáreas, 417 bodegas embotelladoras y una media anual de 230 millones de litros comercializados, los vinos de autor representan sólo la punta del iceberg, un 1%, nada que afecte a un negocio de billones de pesetas. Pero son también la carta de presentación que abre mercados. Y aunque quizá muchos magnates riojanos no hayan leído El gatopardo, su instinto de conservación les decía, parafraseando a Lampedusa: "Hace falta que algo cambie para que todo siga igual".

Reportaje
Reportaje
CARLOS MARTÍNEZ BUJANDA. 27 años, Finca Valpiedra (Fuenmayor, La Rioja). Su familia, con un siglo de historia vinatera, le ha puesto al frente de la división comercial tras sus éxitos en el mercado exterior. En una finca de 20 hectáreas han construido una bodega con tecnología moderna para hacer un tinto asequible, que se vende en 40 países. "La revolución no está en los vinos para ricos, sino en mejorar los de gran producción". TELMO RODRÍGUEZ. 38 años, Compañía de Vinos Telmo Rodríguez (Lanciego, Álava). De enfant terrible a investigador itinerante de viñedos. Licenciado en Enología por la Universidad de Burdeos, trabaja en Remelluri y en casas francesas como Chave o Trévallon, la normativa riojana le aprisionaba y ahora hace vinos por toda España, que luego vende fuera. "Hay una carrera por ver quién lanza el tinto más caro y yo no voy a entrar en ella".

Y así surgió el Barón de Chirel 96, de Riscal: un vino de lujo distribuido con cuentagotas, hasta ver lo que pasaba. Pronto otra empresa con regusto clásico, pero gran personalidad, Muga, sacó al mercado discretamente su Torre Muga 91.Y por las mismas Marcos Eguren, cuarta generación de bodegueros consagrados sin demasiada ambición a los tintos jóvenes, se decidió a hacer entrar a su familia en el olimpo del rioja finisecular, tomando por bandera el nombre de su pueblo, San Vicente.

El tiempo les ha dado la razón. Este emprendedor vinatero recuerda que su padre producía buenos vinos de cosechero para consumo diario, "pero yo soy muy terco y no quería seguir sus pasos, sino hacer algo más potente, al estilo de los grandes Burdeos". Así que mandó primero a Estados Unidos, para probar, unas miles de botellas de San Vicente 91 y se las quitaron de las manos. "Eso me decidió a lanzarlo aquí. Tengo la suerte de estar en una empresa familiar y haber podid