Reportaje

Se acabaron las quinielas o el bote de la Primitiva. Ahora las apuestas que permiten alcanzar el adjetivo de archimillonario están en la Red. Hasta hace un año nadie creía que la gran especulación financiera creada en torno a Internet fuera una burbuja económica.

Hoy cualquiera se atreve a hablar del fin de la misma. Los primeros cibermillonarios españoles saben muy bien de qué estamos hablando, de eso que bien podría llamarse el oro digital.

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A la izquierda Antonio González-Barros (2.200 millones). Sin mayores estudios que la vida y su bagaje profesional (con una larga experiencia en el sector inmobiliario), este hombre de 39 años, nacido en Palamós, en plena costa brava, decidió invertir todos sus beneficios en un proyecto de futuro. Para ello publicó un anuncio en el periódico y de allí nació el Grupo Intercom, una empresa de soluciones globales para Internet creada con poco más de 100 millones de pesetas en 1995. A principios de este año vendieron el 50% de la empresa por 22 veces más a la británica Cable and Wireless. Los ingleses no les pagaron en acciones, como es habitual, sino en metálico contante y sonante.

A la derecha Eudald Domenech (entre 10.000 y 17.000 millones). considerado el primer empresario de Internet en España, fundó su imperio con poco más de 10 millones de pesetas. Después de muchas vicisitudes, este ingeniero mecánico catalán de 39 años que nunca ejerció como tal, creador del primer proveedor de acceso a Internet que conocieron muchos usuarios de este país, decidió perder su independencia. Buscó y encontró su propio "primo zumosol", como él lo denomina. El portal en internet de Retevisión, EresMas, pagó unos 14.000 millones de pesetas por su empresa, Telépolis, probablemente el último gran portal independiente que quedaba en la Internet española.

Una burbuja es la denominación gráfica que reciben los escenarios exageradamente inflados. En el caso de Internet se hace referencia, como en toda burbuja financiera, a un periodo durante el cual las valoraciones de las empresas en los mercados son muy superiores a su valor real (el que demuestran las cifras de sus resultados y estados contables) provocando una enorme especulación. A partir de 1995 empezaron a surgir los primeros individuos que aprovecharon la sobrevaloración de todo lo puntocom. En Estados Unidos, Marc Andreessen con Netscape (el primer navegador comercial de la Red), Jerry Yang y David Filo con Yahoo (el primer directorio de contenidos), Jeff Bezos con Amazon (la primera gran tienda virtual), Steve Case con America OnLine (el primer gran proveedor de acceso a Internet) y un largo etcétera forjaron a toda velocidad la leyenda del millonario hecho gracias a la Red.

La leyenda traspasó rápidamente el charco y la llamada burbuja de Internet se empezó a hinchar también en España a partir de 1995. El primer pionero es el catalán Eudald Domenech, flamante vendedor del portal Telépolis a EresMas por una cantidad que se mueve entre los 10.000 y los 17.000millones de pesetas. Eudald no se hizo millonario de verdad hasta hace escasos días, pero ha estado en la senda del ciberéxito desde la creación de Servicom, el primer proveedor de acceso a Internet comercial en España, en un lejano 1994. Se ha arruinado varias veces y ha salido más que a flote otras tantas.

Aunque la etiqueta de primer cibermillonario español le corresponde en sentido estricto al ingeniero de telecomunicaciones madrileño David del Val, quien en agosto de 1997, con 27 años, vendió VXtreme -la compañía que él y sus tres socios habían fundado en Silicon Valley, California- nada menos que a Microsoft. La empresa de Bill Gates estaba buscando un sistema de compresión de vídeo competitivo para Internet y encontró en VXtreme una "relación calidad/precio buena", en palabras de Del Val. Éste y sus socios se embolsaron 10.000 millones de pesetas y se fueron a trabajar a la sede de Microsoft en Seattle. El madrileño, que por todo lujo se compró una casa a los pocos meses de instalarse en esta ciudad, había viajado allí tres años antes, recién casado, con una beca de La Caixa bajo el brazo, que por cierto devolvió.

Pero el mercado no comenzó a enloquecer en España hasta 1999. Los fundadores de Arrakis, Luis Torrado y José Ignacio Rodríguez, se deshicieron de él por los 2.600 millones de pesetas que, en enero de ese año, pagó British Telecom. Arrakis, el que fuera principal proveedor español de acceso a Internet en volumen de usuarios, lo crearon estos dos sevillanos a partir de un reciclaje de su viejo y ruinoso negocio de informática. El importe de la operación, que en aquellos momentos parecía muy elevado, permitió a sus fundadores hacerse millonarios y retirarse. "Hemos sudado hasta el último duro de ese precio", afirmó Torrado antes de desaparecer del sector.

Poco después, Álvaro Polo, creador de una potente comunidad virtual denominada CiudadFutura, vendió su negocio por cerca de 2.000 millones de pesetas a la empresa latinoamericana Yupi.com. CiudadFutura había surgido en 1996 de las ganas de Polo por publicar contenidos en Internet. Para ello, este madrileño de 37 años montó un pequeño equipo de trabajo (su pareja y un amigo) para lanzar sus webs en Internet. Después de invertir sus propios recursos materiales y mucho esfuerzo personal logró agrupar a un miniejército de colaboradores voluntarios, clave del impulso y crecimiento de su comunidad virtual. Licenciado en Ciencias Físicas y humorista gráfico a ratos, se enfrascó en otros ciberproyectos relacionados con las nuevas tecnologías e Internet a partir de la venta de CiudadFutura en 1999.

StarMedia, compañía afincada en Miami, valoró a LatinRed, el gran éxito español para el correo electrónico gratuito, en una cantidad bastante más espectacular, 70 millones de dólares, unos 14.000 millones de pesetas. Su fundador, Salvador Porté, forjó un pequeño universo a su alrededor ofreciendo a sus visitantes, siempre de forma gratuita, no sólo correo sino también espacio para páginas web, chat, postales y otros servicios típicos de Internet. Los usuarios latinoamericanos de sus productos se cuentan por millones porque, a raíz de la venta a StarMedia, LatinRed aumentó su éxito. Esto permitió a Porté trasladar la sede de la empresa de la buhardilla de su casa a unas oficinas de verdad, donde ocupa un despacho en unas amplias y modernas instalaciones en pleno puerto antiguo de Barcelona, en Moll de la Fusta.

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Santos Rodríguez (3.500 millones). Este salmantino de 43 años, licenciado en ciencias químicas y radioaficionado, lideró en 1999 el primer gran proyecto de comercio electrónico que vio la luz en españa, Ecuality, para el que logró "levantar" un capital de 3.500 millones de pesetas en un momento en que los inversores titubeaban cuando se les ponía delante un proyecto "PUNTOcom". Convertido en uno de los mayores expertos de comercio electrónico, le llueven propuestas de Estados Unidos y China. Suya es la frase "no va a suceder nada en los próximos cien años que sea ni lejanamente comparable al impacto que va a tener Internet en la sociedad".

Un poco antes se produjo una de las ventas más sonadas de la Red. El buscador Olé!, con graves problemas financieros, fue adquirido por su máximo acreedor, Telefónica. Ésta desembolsó 2.000 millones de pesetas e hizo multimillonarios de por vida a sus fundadores, al permitirles subrogar una pequeña cantidad de acciones de Terra, la filial de Telefónica para Internet que salió a Bolsa a los pocos meses. La compra de Olé! simbolizó el desconcierto y derroche que las grandes operadoras iban a verter en Internet y generó una gran polémica. Pep Vallès y sus socios ganaron más de 14.000 millones de pesetas en el parqué el primer día de cotización de Terra. Vallès, catalán de 33 años y muy conocido en los círculos de Internet, había afirmado en numerosas ocasiones que su empresa estaba en números rojos, dando a entender que la rentabilidad se veía, además, lejana. A la pregunta ¿durante cuántos años vais a perder dinero? respondió: "Los menos posibles". Nadie imaginó que fuera a rescatarles su principal acreedor para fusionarles con su principal enemigo, Terra, el portal propio que Telefónica estaba gestando desde hacía meses. El transfondo turbio de esta compra escandalizó al sector, y la desaparición, tras la venta, de sus protagonistas fue sonada. Telefónica envió (para algunos exilió) a Vallès a EEUU. Este pianista frustrado se esfumó de la vida pública y de Internet tan rápido como había aparecido, eso sí, convertido de la noche a la mañana en millonario.

No es exagerado afirmar que la salida a Bolsa de Terra Networks marcó un antes y un después en España. El efecto Terra desató a finales de 1999 una epidemia de ciberemprendedores sin precedentes: la de los nuevos buscadores del oro digital. Cualquiera podía ser el siguiente Pep Vallès, un chico con pocos estudios, normal y corriente (antes de lanzar Olé! trabajaba como director comercial), pero a quien había sonreído la ciberfortuna. Así, mientras el proceso de macroconcentración del sector se consolidaba (básicamente las grandes operadoras se zampaban a pequeños y medianos proveedores de acceso y de contenidos), la retahíla de ventas de empresas pure-Internet (nacidas para Internet) se sucedía y el capital riesgo, los inversores dispuestos a apostar por los emprendedores de la nueva era, hacían un tímido acto de aparición.

Ritmo vertiginoso. Paralelamente se han producido otras ventas significativas como la de InforChat a Ya.com o la de Intercom a Cable And Wireless. InforChat, una tecnología de charla en tiempo real creada por los hermanos Jesús y José García para su uso interno, se ha convertido casi sin proponérselo en la herramienta más utilizada por los principales portales españoles. Jazztel compró su pequeña empresa por unos 2.800 millones de pesetas pagados en metálico porque los dos jóvenes "no creían en las acciones de Internet". Los dos hermanos, sevillanos de nacimiento, pero madrileños de adopción, dejaron sus estudios de Derecho para volcarse en su empresa. Tras la compra, pasaron a engrosar las filas de Jazztel. Sin embargo, no han resistido el ritmo vertiginoso del sector, según fuentes internas de Jazztel, y abandonaron a los pocos meses renunciando a su porcentaje de acciones de la compañía, las famosas stock-options (las opciones sobre acciones de la propia empresa que algunas compañías ofrecen a sus empleados como incentivo laboral) y al suculento pellizco de la venta de Ya.com que se produjo semanas después de su marcha.

La operadora británica Cable and Wireless, por su lado, adquirió al cabo de poco el 50% del Grupo Intercom en una negociación discreta y rápida que ha pasado prácticamente desapercibida en el sector. Intercom, una empresa ubicada en la provincia de Barcelona, surgió en 1995 de la sinergia de dos hombres, Antonio González-Barros, el gestor del tándem, y Axel Serena, alma máter de la idea, quienes curiosamente contactaron a través de un anuncio en un periódico. Después de la marcha de Serena, González-Barros lideró en solitario esta empresa global que ofrecía desde acceso a Internet hasta soluciones para empresas y distribuía un puñado de pioneras cabeceras de noticias por Internet. Tras la venta del 50% a Cable and Wireless, este empresario nada dado a espectáculos prosiguió con la otra mitad independiente de la compañía, pergeñando proyectos que pueden permitirle crear otro pequeño imperio.

Tras esta sucesión de operaciones y, especialmente la salida a Bolsa de Terra Networks, las empresas para Internet se han engendrado no ya como experiencias personales de pioneros o aventureros, sino como proyectos empresariales profesionalizados en busca de inversores de riesgo. Hace un año, Ecuality, una nueva firma de comercio electrónico liderada por Santos Rodríguez, consiguió levantar 3.500 millones de pesetas para su proyecto en Internet y lanzó dos ambiciosas tiendas virtuales, Alcoste.com y Diversia, que fue la primera en costear una campaña de publicidad a lo grande por televisión. A partir de ese momento, las incubadoras de Internet (empresas aglutinadoras de capital riesgo para invertir en ciberproyectos) han empezado a aparecer con bolsas de capital cada vez más jugosas.

La burbuja de Internet, no obstante, tiene su singularidad en España. Aunque también aquí todas las fortunas se han hecho en especias (acciones), salvo escasas excepciones, el calentamiento del sector no se ha producido por una sobrevaloración de las start-up (nuevas empresas) en la Bolsa, como ha ocurrido con sus homólogas norteamericanas. Esto ha ocurrido por una sobrevaloración de su precio en el mercado que han permitido que las grandes operadoras (como Telefónica, Retevisión, France Telecom, British Telecom, Deutsche Telekom, etcétera) o algunas empresas líderes en Latinoamérica hayan pagado cifras desorbitadas por un despacho en el estudio de un chalé, por un buscador en números rojos y levantado con recursos públicos o por el talento concentrado en empresas minúsculas con nula facturación. En realidad, lo que todas ellas estarían vendiendo sería su éxito en forma de visitas de usuarios. En España, la única salida a Bolsa que ha fabricado millonarios antes del año 2000 ha sido la de Terra. El resto de cibermillonarios se ha hecho vendiendo el negocio al mejor postor, y la mayoría de empresas de la nueva economía no han empezado a pensar en cotizar hasta comprobar el éxito de Terra. El crash bursátil de la pasada primavera enfrió de golpe todos los ánimos.

Las "puntocom". Si a mediados de 1999 en Estados Unidos ya empezaron a levantarse las primeras voces advirtiendo de "la inminente conmoción" que esperaba a los mercados, en nuestro país no se ha empezado a poner en duda la lógica aberrante (por la combinación de tres elementos insostenibles: inversiones mayúsculas, gastos desmesurados y plazos de retorno del capital lejanísimos) de esta realidad hasta este año. Las enormes fluctuaciones de las bolsas tecnológicas conjugadas con las enormes pérdidas de muchas empresas puntocom empezaron a agotar la paciencia de los mismos agentes internos y externos que habían recalentado la economía (los insiders antes comentados). A partir de la primavera negra del 2000 se empezó a hablar de exigir a las empresas de Internet algo tan tradicional y poco relacionado con la nueva economía (por cierto, para algunos esta nueva economía no es más que un nuevo ciclo) como es la rentabilidad. El enfriamiento, sin embargo, sólo se reflejó en los artículos periodísticos o en las actitudes de los insiders porque la inercia del mercado se mostró terriblemente recalentada hasta hoy.

Uno de los ejemplos más espectaculares de esta locura todavía viva es la venta el pasado mes de septiembre de Ya.com (perteneciente a Jazztel) a T-OnLine (filial para Internet de Deutsche Telekom) por 550 millones de euros, unos 92.100 millones de pesetas. Sin duda, una cifra desorbitada para un simple portal de contenidos de Internet con serios problemas para encontrar ingresos que compensaran la enorme sangría que le ocasionaban sus gastos de producción. Sin embargo y excepcionalmente, esta venta no es sólo una muestra de la sobreespeculación que todavía ronda el sector (con la venta, Jazztel multiplicó por diez la inversión inicial realizada en Ya.com), sino también un ejemplo de que no siempre ganan unos pocos (o los mismos). Gracias a las opciones sobre acciones, las 250 personas que conformaban la plantilla de Ya.com se embolsaron con la transacción unos 18.000 millones de pesetas. La burbuja se estará o no desinflando, pero este final de verano todavía generaba docenas de nuevos cibermillonarios en nuestro país.

En los libros "The Internet Buble", de Anthony B. y Michael C. Perkins (Ed. Harper Business, 1999) y "Cibermillonarios" (Ed. Planeta, 2000), de Núria Almiron. Es posible contactar con ella en http://www.nuria.es.org


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