Reportaje

Cuando llego a la sede de Elite Model Management de Nueva York para conocerle, me encuentro con dos chicas que deambulan por la zona de recepción.

Una tiene 13 años y ha viajado desde Ohio con su madre para trabajar como modelo. La otra es Aline, una brasileña de 24 años que hace siete abandonó su carrera para pasar a ser la tercera esposa de John Casablancas.

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CASABLANCAS en niza, con Aline y su hijo pequeño, John, en 1997.

Tras unos minutos, dos mujeres altas, delgadas y vestidas de negro aparecen en la habitación. Una comienza a interrogar a la adolescente sobre sus calificaciones escolares; la otra me escolta a través de un pasillo desprovisto de decoración hasta llegar a una minúscula oficina donde se encuentra sentado Casablancas, con una mirada desolada, detrás de una mesa de despacho completamente vacía.

Viste camisa azul y vaqueros. Tiene la piel bronceada, es atractivo y aparenta ser más joven de lo que es en realidad: ha cumplido 57 años. Sus pertenencias se han visto relegadas a unas cajas de cartón. Tras más de 30 años presidiendo la agencia de modelos más poderosa del mundo, ha decidido tirar la toalla. Ha vendido su apartamento de Manhattan y se dispóne a viajar con su esposa hacia Río de Janeiro. Abandona una industria que le hizo rico y de la que ha terminado hasta las narices. "Es hora de irme", afirmaba tres meses antes de comenzar su nueva vida. "Uno de mis mayores pesares es que creé a la supermodelo. La agencia Elite elevó los salarios de las modelos hasta cotas que nadie podía imaginar, pero las chicas nunca me lo agradecieron. Estoy harto".

Es posible que no se lo hayan agradecido personalmente, pero esas chicas le han convertido en un hombre extremadamente rico, dueño de un imperio que creó a partir de la nada y de cuyo accionariado continúa controlando una parte sustancial. Ingresa cien millones de dólares (unos 20.000 millones de pesetas) de sus 29 agencias repartidas por todo el mundo y otros 40 millones (8oo millones de pesetas) más de sus líneas de moda en régimen de franquicia.


"No soy un pederasta. He salido con mujeres muy jóvenes, pero en mi profesión es casi inevitable"

Durante más de 20 años, su agencia ha dominado las pasarelas con un elenco de nombres eminentemente comerciales: Claudia Schiffer, Iman, Cindy Crawford, Naomi Campbell, Linda Evangelista y más recientemente Karen Elson, Maggie Rizer y Shalom Harlow. Éstas son las que llegaron a conocerse como las supermodelos; mujeres que, como afirmó en 1991 Linda Evangelista, no se levantaban de la cama por menos de 10.000 dólares (unos dos millones de pesetas). Pero Casablancas nunca se ha sentido cómodo en el negocio de la moda.

PURA CASUALIDAD. Hijo de un próspero industrial textil español, nació en Manhattan en 1942 y pasó su infancia volando de una residencia familiar a otra, entre México y Le Rosey, el internado suizo en el que se educó. Tras un breve periodo durante el que estudió Económicas en Ginebra, decidió trasladarse a París. Allí conoció a Marie Chris-tine, una azafata brasileña con la que llegaría a contraer matrimonio. La relación duró cinco años y de ella nació una hija (que ahora tiene 29 años), antes de que Casablancas se topara en la recepción de un hotel con Jeannette, por aquel entonces Miss Dinamarca. "Ella tenía muchos amigos en el mundo de la moda, a los que conocí poco a poco; uno de ellos me dijo: `¿Por qué no te conviertes en representante?'".

La pareja se casó y él se convirtió en agente. En 1970 inauguró su primera agencia de modelos, Elysée 3, que más tarde rebautizó como Elite. Mediante una combinación de labia y valientes rúbricas de cheque consiguió reclutar a prometedoras modelos. "Los diseñadores pagaron mucho por ellas y yo también", afirma con una mirada ligeramente triunfal. "Todo el mundo estaba contento".

En 1977 se trasladó a Nueva York. Por aquella época, la industria de modelos estaba dominada por la agencia Eileen Ford, que tenía fama de ser rigurosa. Incluso se aseguraba de que sus chicas, para estar bellas, se metieran en la cama a las ocho de la tarde. La técnica de Casablancas fue muy sencilla y obtuvo un éxito inmediato. Ofreció a sus modelos más libertad y dinero. Gracias a esta combinación seductora, Elite consiguió reunir en poco tiempo a suficientes nombres famosos como para hacer sombra a Ford. "Parecía la lucha de David contra Goliat. Nosotros salimos vencedores convirtiendo a nuestras chicas en celebridades. Les dimos enormes cantidades de dinero, nombre y personalidad. Les dejamos realizar entrevistas y, de repente, se convirtieron en el sueño del gran público: eran supermodelos". El mensaje de Casablancas era claro: únete a mi agencia y te enseñaré cómo pasarlo en grande. "Llegué con una imagen de chico malo europeo. Tal vez no fuera del agrado de los padres de las chicas, pero dejamos que ellas llevaran la voz cantante y lo pasaron de maravilla".

Pero hubo pocos que se lo pasaron mejor que Casablancas, que a principios de los 80 era una referencia indeleble del panorama social de Nueva York. Tenía a la prensa completamente hipnotizada. Era apuesto, encantador y rico. Trabajaba con las mujeres más bellas del mundo y por la noche se iba de fiesta con ellas a Studio 54. Este estilo de vida no era matrimonialmente el más adecuado. A mediados de los 80, su idilio con Jeannette Christiansen terminó por disolverse. A las pocas semanas se embarcó en una relación con Stephanie Seymour, ¡de 16 años!.

EL IMPERIO A SUS PIES. En la visión condenatoria sobre la industria de las modelos que Michael Gross describe en el libro Modelo: el feo negocio de las bellas mujeres, el autor escribe que Eileen Ford había convertido esta profesión en algo respetable hasta que "apareció Casablancas, acostándose con las jóvenes, actuando de una forma inmoral... Construyó la agencia más poderosa del mundo basándose en la esencia misma de su personalidad, una sexualidad seductora que sus detractores desdeñan". El aludido le resta importancia al asunto y dice que Gross tenía necesidad de relatar un escándalo: "Es posible que no me haya portado siempre bien, pero no soy un pederasta. He salido con mujeres muy jóvenes, pero en mi profesión es casi inevitable. Cuando tenía 25 años todas tenían edades comprendidas entre los 17 y los 25; cuando yo tenía 35, ellas tenían entre 17 y 25 y ahora que tengo 55 años todavía tienen entre 17 y 25 años. Ésas son las personas con las que trabajo y con las que he salido; tal vez no sea de tu agrado, pero no he cometido ningún crimen contra la Humanidad".


"Las supermodelos son incontrolables. Algunas de ellas se han convertido en verdaderos monstruos"

Ahora parece completamente dedicado a su tercera esposa, Aline Wermelinger, a quien conoció cuando era una colegiala que participaba en el concurso Elite Look Of The Year 1992, que tuvo lugar en Río. Casablancas, que era miembro del jurado, la votó como ganadora, aunque sin gran entusiasmo. Se dice que su comentario fue: "Posee las curvas en los lugares apropiados, pero tiene un pequeño defecto en la nariz". Unos meses más tarde, Aline voló hacia Nueva York para participar en la final internacional. Les dijo a los jueces que Dios era su ídolo y la Biblia, su libro favorito. Perdió el concurso pero se ganó el afecto de Casablancas, con el que se casó al año siguiente. Él tenía 50 años, ella cinco menos que su nueva hijastra. "Todos lo compararon con un cuento de hadas, sólo en Estados Unidos la gente hizo comentarios desagradables. Pero yo soy el que arriesga, ella puede largarse cualquier día y llevarse la mitad de mi dinero", dice él.

La pareja tiene dos hijos de corta edad y repartirán el tiempo entre sus hogares de Río e Ibiza. Su compatibilidad es evidente. Aline, con un chaleco negro y vaqueros desteñidos, entra y sale del despacho jugueteando con su marido. "Nunca pensé que pudiera ser tan feliz con una persona. Ya no quiero ir a más fiestas. Prefiero estar en casa con ella".

SEXO Y CINTAS DE VÍDEO. Un reciente documental de la BBC inglesa sobre Elite ha mostrado el lado oculto de algunos de sus directivos. Gerald Marie, presidente de Elite Europa (y anterior marido de Linda Evangelista) fue grabado mientras insinuaba a una reportera infiltrada que deseaba seducir a las finalistas del concurso Elite Model Look. La edad media de las participantes era de 15 años. Xavier Moreau, el presidente del concurso, apareció realizando comentarios racistas. Ambos han dimitido y Casablancas pidió perdón públicamente por un comportamiento que calificó de "ultrajante, inaceptable y totalmente incorrecto".

A pesar de que se haya retirado de la presidencia de Elite, quiere continuar reclutando modelos para Elsa, la filial suramericana de la compañía. "Quiero lanzar más bellezas latinas", dice mientras saca de su cajón la fotografía de una chica joven de apariencia caribeña. "Ésta es la imagen que me gusta ahora. Cuando comencé, las modelos tenían el pelo rubio, ojos azules y se parecían a Grace Kelly. Yo introduje a las de pelo castaño. Me gusta ser innovador, pero la industria de la moda requiere esfuerzo, porque la gente siente terror ante el fracaso".

DECEPCIÓN Y RETIRADA. Parece estar desilusionado con su profesión, algo que, en buena medida, se debe a su incapacidad para manejar su propia creación. "Las supermodelos son incontrolables. Algunas de ellas se han convertido en monstruos". Fue célebre su desacuerdo con la más súper de todas, Naomi Campbell, a la que despidió en 1993. "Naomi es básicamente una chica muy dulce, pero estaba volviendo locos a mis empleados. Ella llegó a la conclusión de que su atractivo residía, en parte, en su mala conducta. Si abandonara las pasarelas, sería un completo encanto".

Últimamente, lo que espolea a Casablancas no es la conducta de sus fichajes, sino su lealtad. El año pasado, Giselle Bundchen, una brasileña de 19 años que gana más de tres millones de dólares al año (unos 600 millones de pesetas), se fugó a IMG, la agencia rival, tras enviar a Elite un escueto fax que, en resumen, decía: "Gracias por todo, pero me largo". Casablancas quedó estupefacto ante la avaricia de la chica. "Me decepcionó su marcha porque era uno de nuestros mejores activos", afirma. "Nosotros vendemos personas, así que no me gusta perderlas".

El caso es que las pierde, y es posible que no pueda culpar a nadie más que a sí mismo. Fue él quien les otorgó el poder. "El mundo de la moda ha cambiado mucho. Cuando las chicas cumplen 15 años ya tienen un equipo de ejecutivos y abogados. La lealtad ya no existe. Antes perdías a una modelo porque no sabías hacer una buena labor a su favor; ahora la pierdes porque has realizado una labor excesivamente buena. La has convertido en una completa celebridad que acaba siendo cazada furtivamente por otra agencia que le ofrece más dinero todavía".

Creó un tipo de chica, la supermodelo, que ahora le da un bofetón en la cara. En este negocio existen tres héroes: el diseñador, el fotógrafo y la modelo, y tal como ha descubierto Casablancas, al representante se le suele asignar el papel de villano.

> Su opinión sobre algunas de sus "top models"

Su sitio en la red en www.jc-centers.com


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