Reportaje

Muchas son las actrices que han lucido palmito en biquini en una película, pero pocas han conseguido alimentar tantos sueños eróticos como Ursula Andress en Dr. No (1962) .

La mórbida aparición de la actriz suiza vestida con el legendario biquini hacía flaquear al James Bond de la época -Sean Connery- y desató los instintos más básicos del género masculino del mundo entero. Honey Ryder -así se llamaba Ursula en la película- se convertía en la primera chica Bond de la historia y, según diversas encuestas, la mejor de todas las que en el mundo han sido.

Reportaje

La actriz en 1962, año de producción de "Dr. No", película que la convirtió en mito sexual por excelencia de la década.
Los seguidores de James Bond y sus circunstancias tienen la oportunidad de hacerse con el popular biquini el próximo 14 de febrero, fecha en la que se celebrará en la sala Christie's de Londres una subasta de objetos que han aparecido en alguna de las películas del agente 007. El biquini será, sin lugar a dudas, una de las piezas estrella de la subasta. Diseñado por la mismísima Andress y por el director de la película, Terence Young, está confeccionado en algodón de color marfil y su principal característica es el cinturón que lleva acoplado a la braguita. Su precio de salida es de 10 millones de pesetas, pero se espera que pueda alcanzar los 20. El dinero engrosará las arcas de la actriz, puesto que el traje de baño es de su propiedad.

En total se subastarán 250 lotes, entre los que destacan el maravilloso Aston Martin B5 que en 1965 utilizó James Bond en Goldeneye -precio de salida, 40 millones de pesetas-; el reloj de pulsera Rolex, que lleva incorporado el imán con el que el agente secreto bajaba la cremallera del traje de la señorita Caruso -precio de salida, cuatro millones de pesetas-; balas creadas para promocionar El hombre de la pistola de oro -la más barata, 130.000 y la más cara a 325.000- o carteles de películas de James Bond -al final de este reportaje también se presenta una interesante subasta de carteles en España- en diversos idiomas, un recuerdo ideal para los bolsillos menos pudientes, que saldrán a subasta sobre las 70.000 pesetas.

Curiosamente, Ursula Andress no quería intervenir en Dr. No; fue su marido -John Derek- quien le aconsejó que aceptara el trabajo, por el que cobró 12.000 dólares. Dada la repercusión que tuvo su papel, a la Andress se le ofreció participar en las siguientes entregas de 007; un bombón para una actriz que hasta la fecha había tenido que aceptar innumerables trabajos alimenticios para sobrevivir en el universo del séptimo arte. Pero declinó la oferta.

El rodaje de Dr. No se llevó a cabo en Jamaica bajo un calor asfixiante, aunque no fueron las altas temperaturas lo que peor sobrellevaron los actores, sino la multitudinaria y desagradable presencia de molestos mosquitos. Cuenta Ursula que durante el tiempo que duró el rodaje se levantaba todos los días a las cinco de la mañana para maquillarse el cuerpo. "Vivía en una casita pequeña y debido al calor siempre tenía las ventanas abiertas. Me gustaba ir desnuda y recuerdo que todos los días me juntaba con muchos desayunos, porque venía un camarero detrás de otro para contemplar mi cuerpo y cada uno de ellos dejaba una bandejita. ¡Hubo un día que me junté con 30 bandejas!".

Dr. No se estrenó el 4 de octubre de 1962 en Londres y la película elevó a Ursula Andress a la categoría de mito sexual. Se llegó a decir que era "el monumento suizo más hermoso después de los Alpes", aunque los halagos que recibía por su belleza jamás los obtuvo por sus cualidades como actriz. Así lo escribió el crítico Carlos Boyero: "A lo largo de una carrera olvidable, la relación de esta valkiria excesiva con el arte interpretativo puede calificarse de inexistente, pero siempre dispondrá de un lugar justificado entre los fetiches eróticos de la historia del cine".

Ursula Andress nació en Berna, Suiza, el 19 de marzo de 1936, aunque existen biografías que apuntan que nació dos años antes. Harta de someterse a los dictámenes de su estricta familia -protestante, para más señas-, a los 15 años cogió carretera y manta y se plantó en París, donde, como no podía ser de otra manera, se enamoró. El afortunado fue Daniel Gelin, un actor que por aquel entonces gozaba de cierta popularidad. De la Ciudad de la Luz saltó a la Ciudad Eterna, lugar en el que aparca a Daniel -desconocemos dónde- y comienza a alternar con los astros del momento (desconocemos cómo). El caso es que acude a fiestas en las que coincide con Roger Vadim, Brigitte Bardot, Errol Flynn y Marlon Brando, que después de mucho esfuerzo -Ursula se negaba a aprender inglés y lo del cine no le importaba lo más mínimo- logró introducirla en Hollywood.

Optar por lo fácil. En más de una ocasión ha confesado que no sólo no le gustaba trabajar, sino que le horrorizaba ponerse delante de una cámara: "Me olvido de lo que tengo que decir, pierdo los papeles… Prefiero vivir intensamente a rodar películas; yo sólo he trabajado cuando era necesario porque una de las cosas que más valoro es la calidad de vida". Y en cuanto al trabajo, Ursula ha optado siempre por lo fácil. Declara que no le gusta interpretar papeles con profundidad psicológica, "porque me siento incómoda mostrando aspectos de mi esfera privada". Conclusión: menos Ofelias y más chicas Bond.

Por todo ello no es de extrañar que, más que su vida profesional, resulte más interesante analizar su faceta de diosa del amor. En 1955 vivió un intenso romance con James Dean. Según explica Ursula, el día que Dean falleció en un accidente de coche ella tenía que haber ido con él: "Pero me negué porque pensaba quedarme descansando en casa". Da la casualidad de que Sara Montiel publica en sus polémicas memorias que el actor también le había ofrecido que le acompañara. Al final, dado que no había ninguna actriz disponible, James Dean se vio obligado a emprender el viaje hacia la muerte con su mecánico. Alguien miente.

Dos años más tarde, Ursula contraería matrimonio con John Derek, que se encargaría de dirigir los pasos de la actriz en Hollywood y, por el mismo precio, moldearla a su gusto. Recordemos que todas las esposas de Derek han sido cortadas -verbigracia, operadas- por el mismo patrón -verbigracia, cirujano-: Ursula, Linda Evans y Bo Derek. Tres rostros intercambiables y homologables.

En 1962 posó "en purititos cueros" para Playboy en un reportaje en el que no faltaron sugerentes cascadas y estilizados arbolitos. Coincidiendo con el 60 cumpleaños de la actriz, la revista le propuso nuevamente aparecer desnuda para demostrarle al mundo que quien tuvo, retuvo. Se barajaron cifras millonarias, pero la suiza se negó alegando una razón tan prosaica como comprensible: "No estoy para esos trotes. Además, tampoco me ofrecían tantos millones como se ha publicado. Sólo me pagaban 15".

La relación matrimonial de Ursula se fue al traste porque cayó rendida a los encantos de Jean Paul Belmondo, al que conoció durante el rodaje de Tribulaciones de un chino en China. Corría el año 1965. La actriz se dedicó en cuerpo y alma a vivir su "pasión francesa" y dejó de lado su carrera. Siete años disfrutó de las mieles de ese amor, aunque también debió tragar lo suyo, porque con el tiempo llegó a declarar: "Sobre mí pesa una maldición que se llama Jean Paul Belmondo".

Tras el francés hicieron parada y fonda en su corazón Ryan O´Neal y Fabio Testi, por el que se trasladó a vivir a Roma: mientras Ursula "se realizaba como mujer", su estrella como actriz comenzó a languidecer. Alcanzó su plenitud en los 60, con productos como Casino Royale -o sea, más Bond-, ¿Qué tal, Pussycat? o El ídolo de Acapulco, en la que compartía protagonismo con Elvis Presley. En los 70, en un desesperado intento de seguir manteniéndose como el gran mito erótico que fue en la década anterior, protagonizó películas tan imposibles como sus títulos: La enfermera sensual, La esclava del caníbal… A partir de entonces resulta difícil encontrar algo destacable en su carrera, a no ser intervenciones en series de televisión -Falcon Crest, por ejemplo- o asistencias a inauguraciones de exposiciones, festivales e incluso televisiones.

Ursula dio la bienvenida a los 80 -a la década, por supuesto- enamorándose de nuevo. Esta vez el objeto de su pasión fue un compañero de reparto, el apuesto Harry Hamlin, 16 años menor que ella, con el que rodó la película Duelo de titanes. Tras varios meses de amor, dio a luz un niño al que se le impuso el nombre de Dimitri.

La relación con Harry también se fue al traste. El actor se trasladó a América y Ursula prefirió quedarse en Roma, ciudad en la que todavía hoy reside, con su hijo Dimitri. Dejó de lado su carrera como actriz -lo más reseñable que le ofrecieron por aquella época fue trabajar en la serie de televisión Dallas- y se dedicó a cuidar de su hijo con una pasión que muchos catalogarían de enfermiza.

Nostalgia de un pasado mejor. Pese a que es propietaria de casas en Los Ángeles, Suiza e Ibiza, pasa la mayor parte de su tiempo en la mansión que tiene en Roma. A la que fuera el mito erótico de los 60, no le cabe en la cabeza que el resto de la Humanidad no la siga tratando como la gran estrella que fue. No entiende que no le coloquen una alfombra roja delante de la escalerilla del avión; se queja de que no le espere una limusina para trasladarla del avión a la terminal; le repele que sus lujosas maletas sean colocadas "con las del resto de los viajeros" en la misma cinta transportadora y lo que peor lleva es no tener a su disposición a una secretaria o a una peluquera cuando la invitan a algún viaje.

Tiene en mente publicar su autobiografía, algo que no le costaría gran esfuerzo, ya que asegura que lleva escritos 30 diarios en los que relata sus apasionantes vivencias. En cuanto a su futuro profesional, parece nulo, por no decir del todo inexistente. A finales del año pasado contaba que le habían propuesto interpretar El graduado en España, un proyecto que no le convencía del todo por dos motivos:el primero es que tendría que hincar los codos para aprender español y, el segundo, que debía permanecer completamente desnuda frente al público durante unos cinco segundos, algo que en Londres ya han hecho sus colegas Kathleen Turner y Jerry Hall. Pero no sabemos si la antaño escultural Ursula estaría dispuesta a pasar por esa terrible prueba del algodón.

Recordemos que ya en 1998, con motivo de su visita al Festival de Peñíscola, escribía Paco Umbral: "A Ursula se le descuelga la cara y se le ve la vejez en las manos, como a todos nosotros. Siempre fue una pectoralísima, y ahora apuntala todo eso con un andamiaje clínico, supongo, y luego lo envuelve en transparencias para que el mar le dé en las tetas (…). Todo mi respeto para estas ancianas ilustres. Lo que no les perdonamos es que, habiendo iluminado nuestra juventud con la lámpara blanca y roja de sus cuerpos privilegiados, insistan ahora en seguir siendo las que ya no son y emborronándonos de colesterol la foto de la memoria. O se envejece con dignidad o te pegas un tiro. Ursula Andress, la diosa, la enigmática, no sólo es que haya perdido línea, sino que ha perdido misterio. Se le ha puesto una cara vulgar. Estaban hechas de lujuria y actualidad. Pero la actualidad, doña Ursula, no resiste al tiempo".

> Otras piezas codiciadas


TOP  LA REVISTA VOLVER
Reportaje