Reportaje

Francis Ford Coppola, el francotirador con mejor puntería de Hollywood, compagina sus incursiones en el celuloide con la dirección de una compañía de alimentación y el cultivo de sus propios viñedos, y pronto publicará una colección de novelas cortas.

En su apretado apartamento en Greenwich Village se mueve como un pato, ramo de tulipanes en mano, mientras se hace a la idea de que debe enfrentarse a una entrevista a la que, por cierto, llega con retraso.

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Arriba, con sus hijos Roman y Sofia, en el Festival de Cannes 1996. Debajo junto a Al Pacino en el rodaje de "El Padrino", en 1972.
"¡Dios mío! ¿Ahora me toca verte a ti? Me programan el día sin compasión alguna. ¡Y ni siquiera me pagan por ello!". A su lado, escuchándole sin apenas pestañear, se encuentran los hombres con los que discute los detalles de lo que será su nueva película: Dean Tavoularis, su diseñador de producción en películas como El padrino (1972), La conversación (1974), Apocalypse Now (1979) o Corazonada (1982); y Jim Steranko, un artista que, con su ceñido impermeable blanco y su voluminoso pelo del mismo color, tiene aspecto de asesino en serie de alguna película.

Resignado, se quita la boina, saca la camisa azul por encima de los pantalones Armani de color crema y se atusa la barba, bastante más salpimentada de gris que su cabello. Está, según dice con un tono algo petulante, "agotado", aunque sabe que ha aceptado que charlemos acerca de Zoetrope: All-Story, la revista que fundó en 1997 y de la que se va a editar en el Reino Unido una selección de relatos publicados en ella. Aun así, se hace el remolón. Desea aprovechar al máximo el tiempo con Tavoularis y Steranko para concretar la estética de su nuevo filme, especialmente el tratamiento visual que aplicará a la ciudad de Nueva York. "Yo lo definiría como futurista", sugiere a sus colegas el productor y director de 61 años de edad con voz suave, pero firme. "Futurista en el sentido de Marinetti, del edificio Chrysler, del auténtico poder, no de la Gotham City de Batman, sino algo más elegante". Y complejo. Quiere que la película esté ambientada en el futuro, pero que también contenga la conspiración de Cicerón y Catilina; quiere que sus personajes vistan ropa contemporánea, pero que remita "al París de los años 30, al cine negro y a la atmósfera decó". Coppola se traslada a otra habitación para descalzarse, mientras Steranko se atreve a proponer un toque salvaje a la producción: "Había pensado en meter leones...", dice. "¿Por qué no?", anima el director de Drácula (1992), mostrando su aprobación. Ya despanzurrado en un sofá, se decide a animar la conversación. "Esta es mi propia película, mi propio guión y se trata de un gran proyecto. Se trata del sentido de la vida. Me imagino que sólo quedan algunas películas dentro de mí, por lo que, ya puestos, serán proyectos muy ambiciosos. Pienso seguir al pie de la letra esa máxima que dice: `El deseo de un hombre siempre debe exceder a lo que pueda abarcar su mano. En caso contrario, ¿para qué sirve el cielo?'".

El deseo de Coppola ha excedido en varias ocasiones más de lo que podía abarcar. El éxito de El padrino le convirtió, tal como afirmara en cierta ocasión, "en un joven que se hizo rico de la noche a la mañana". Pero el dinero se fue de sus manos con tanta rapidez como llegó. Con Apocalypse Now, su extraordinaria reflexión sobre la guerra de Vietnam, se excedió de una manera descomunal, tanto en la duración del rodaje (que estuvo paralizado durante meses por un tifón) como en el presupuesto (todos los días le enviaban por avión pasta fresca desde Italia), y acabó sufriendo un infarto. Finalmente, tuvo que aportar 4.500 millones de pesetas de su propio bolsillo para mantener el proyecto en marcha. Corazonada, su excéntrico y bello musical sobre Las Vegas, también rebasó el presupuesto previsto y le obligó a sacar de su cuenta algunos millones más. Tras el estrepitoso fracaso de este proyecto, se vio obligado a declararse en bancarrota y Zoetrope, la productora que creó en 1969, se puso en venta.

En 1987 se encontraba tan arruinado que dejó de declarar el impuesto sobre la renta los tres años siguientes. En 1992 desveló que su déficit personal era de 17.540 millones de pesetas, aproximadamente. Fue entonces cuando aceptó dirigir Drácula por una retribución fija de unos 900 millones de pesetas, a los que se añadió el 15% de la recaudación. Empleó el dinero para comprarse una parcela de más de 800 hectáreas en Napa Valley, California, convertida hoy en las Bodegas Niebaum-Coppola. Su empresa vitivinícola vende anualmente más de 60.000 cajas de vino y su imperio alimentario (Mammarella, en honor a su madre) proporciona empleo a 400 personas. Los beneficios de estos negocios están fuera de su alcance: se ingresan en una fundación. "Ese dinero supone un seguro para mi familia, para que no les afecte que vuelva a meter la pata. Es imposible que yo pueda pulirme los ingresos de esas empresas, lo cual es una suerte para mí". El cineasta no pensó en nada ni en nadie cuando las circunstancias le obligaron a jugárselo todo para sacar adelante Apocalypse Now. Ni siquiera en Eleonor, su esposa desde 1963, que se vio en la ruina prácticamente de un día para otro: "Ella no disponía de los medios necesarios para superar una situación donde arriesgábamos gran parte de nuestro propio dinero. Ella es muy conservadora y le asustó mucho que le ocurriera algo así".

"Me imagino que sólo quedan algunas películas dentro de mí, por lo que, ya puestos, serán proyectos muy ambiciosos. Pienso seguir al pie de la letra esa máxima que dice: el deseo de un hombre siempre debe exceder a lo que pueda abarcar su mano. En caso contrario, ¿para qué sirve el cielo?"

Cuando se trata de un proyecto que él ha escrito y concebido, a Coppola le quema el dinero. Para hacerlo realidad, está dispuesto hasta a prostituirse: durante la década de los 90 se ofreció como director de alquiler. En el ejercicio de tal función dirigió, en 1996, Jack, un empalagoso vehículo de lucimiento para Robin Williams y, en 1997, Legítima defensa, una eficiente aunque poco inspirada adaptación de la novela de John Grisham. Ambas tuvieron poco éxito, pero le proporcionaron ingresos para costear sus propios guiones. "Para serte honesto, el dinero que estoy utilizando para preparar mi nueva película es el que gané dirigiendo esas cintas. Mis proyectos no son fáciles y me cuesta encontrar financiación. Por tanto, no sólo me toca escribirlos y dirigirlos, sino que además tengo que buscar el dinero o ponerlo yo. Es más fácil usar el tuyo que convencer a la gente para que te entregue el suyo. Eso es lo más difícil de todo."

A parte de las 27 películas que ha dirigido, ha producido 51 más, ha invertido en restaurantes y ha comercializado una línea de puros con el nombre de su padre: Carmine. Incluso es el propietario de un complejo turístico en Belice, un país que, en sus sueños más locos, quiso convertir en un nudo de telecomunicaciones global. "Lo pensé antes de que estallara la CNN y todo eso. Por lo general soy el tipo de persona que sigue su instinto. Si compro un lugar que tiene uvas, me propongo cosechar vino. Si compro otro que tiene un viejo hotel, creo un nuevo complejo turístico". Fue con ese mismo espíritu con el que creó la revista cuatrimestral Zoetrope: All-Story, dedicada a publicar novelas cortas u obras teatrales de un solo acto. Cada edición cuenta con un personaje invitado: David Bowie, Peter Greenway, Dennis Hopper... "Intenté provocar un renacimiento de la novela corta, cosa que ya he conseguido", dice acerca de los motivos que le llevaron a encabezar este nuevo proyecto. Además, como buen rastreador de historias, quiso estar al tanto de los escritores no cinematográficos que pudieran producir, en cualquiera de sus relatos, la simiente de una buena película.

Encontró a algunos de estos talentos y les proporcionó algunas ideas que guiaran sus propuestas literarias. Como resultado del experimento, cinco o seis novelas ya publicadas en Zoetrope van camino de convertirse en películas, entre ellas la obra más famosa de las difundidas en la revista: The Girls´ Guide to Hunting and Fishing (La guía de caza y pesca para chicas), de Melissa Banks. Dicha novela, junto a historias y ensayos de, entre otros, Nicola Barker, Salman Rushdie, David Mamet, Robert Olen Butler, Philip Gourevitch y el mismo Coppola, aparecerá en la colección que publicará la editorial Methuen. Menciona a F. Scott Fitzgerald y a Dorothy Parker como sus dos escritores favoritos de novela corta, y afirma que tuvieron una enorme influencia sobre los guionistas de Hollywood. Pero, ¿acaso no es cierto que tanto Fitzgerald como Parker detestaron el tiempo que pasaron en la meca del cine? "Bueno, sí, pero es que abusaron de ellos. Ahí estaban Parker y Fitzgerald, las dos personas más cultas de aquella generación, trabajando para personas que eran... ¿fabricantes de guantes? Y siempre con el discurso de `¡Eh!, yo no fui a la universidad, pero tengo a estos escritores, a estos doctorados, a estas personas de éxito trabajando para mí'. Eran personas poseedoras de un don increíble, unos artistas natos".

Ese no es el tipo de comentario que dedicaría a la mayoría de los actuales directores de cine. "A Hollywood le gustan los refritos. En realidad, eso es todo lo que sus directores saben hacer. A ellos ya no se les permite hacer películas, se les da todo hecho. Incluso cuando no se trata oficialmente de un refrito, la película se inscribe en alguna fórmula que ellos piensan que hará dinero. Tienen jóvenes directores a quienes amedrentar. La evolución y desarrollo del cine depende de la capacidad del cineasta para explorar, y eso significa, en ocasiones, cosechar un fracaso del cual se aprende. Según las reglas actuales del cine, el fracaso es imperdonable". ¿Acaso no es George Lucas, el creador de Star Wars y uno de los primeros protegidos de Coppola, el culpable en gran medida de esta situación? ¿U opina que esta afirmación es injusta? "Sí, creo es injusta. En realidad, hoy día todo el mundo trabaja para la industria del dinero, no para la industria del cine. Y en todo caso, incluso los que no lo hacen por dinero están ahí para ganar la partida. Eso es lo importante para ellos, hacer la película con la mayor recaudación de taquilla. Aunque sería bonito ir a ver una película sin tener que preocuparse por la cantidad de dinero que ha conseguido, sino para apreciar su argumento y la manera en que hace reflexionar a la gente".

Desde sus primeros trabajos, Coppola obtuvo un impacto colosal entre el público e hizo mucho dinero. Además, sus éxitos de taquilla tuvieron el favor de la crítica. Las películas El padrino y El padrino II (1974) le proporcionaron cuatro Oscar. Sin embargo, opina que el éxito distorsionó su carrera y le presionó para realizar "más filmes del mismo estilo". A pesar de obtener el Oscar al Mejor Guión en ambas producciones, no dejaban de ser adaptaciones (ambas de Mario Puzzo) y no guiones originales como, por ejemplo, La conversación (1974), una fascinante y sutil obra de suspense escrita, dirigida y producida por él para su propia productora. Por supuesto, comprende que el cine es una empresa basada en la colaboración, pero también sabe que, para llevar a buen puerto sus vastos proyectos, debe haber alguien que lleve la voz cantante.

Francis Ford Coppola nació el 7de abril de 1939, en Detroit, Michigan (su padre, flautista, tocaba en la orquesta del programa radiofónico Ford Sunday Evening Hour, de ahí la procedencia de su segundo nombre). Creció dondequiera que a su padre le llevara el trabajo junto su madre Italia y sus hermanos, August y Talia. De pequeño pasó mucho tiempo a solas: nunca se quedaba lo suficiente en un mismo sitio como para hacer amigos. Entre los ocho y los nueve años sufrió la polio y permaneció un año en la cama. Se le daba muy bien la ciencia: "Jugaba con pilas secas y era capaz de crear un motor a partir de una lata. Me encantaba la tecnología y me sentía a gusto entre cámaras y grabadoras de sonido. Me interesaba todo tipo de narrativa que incluyese alguna faceta tecnológica". Tras graduarse en Arte Teatral por la Hofstra University a principios de los 60, se trasladó a Los Ángeles para estudiar en la Escuela de Cine de la Universidad de California. No se quedó cruzado de brazos. En 1963 escribió y dirigió Dementia 13 para Roger Corman, el rey del terror casposo, y rescribió la película de gran presupuesto Reflejos en un ojo dorado para el productor Ray Stark. Acto seguido terminó el guión de ¿Arde París? (1966), una cinta sobre la liberación de la capital francesa y, en 1967, escribió y dirigió su primer gran largometraje, la deliciosa Ya eres un gran chico. En 1968 realizó El valle del arco iris, un catastrófico musical con Fred Astaire y, en 1969, Llueve sobre mi corazón, una extraña road movie. En 1970 obtuvo un Oscar por el guión de Patton, escrito ocho años antes.

"A Hollywood le gustan los refritos. En realidad, eso es todo lo que sus directores saben hacer. A ellos ya no se les permite hacer películas, los estudios se lo dan todo hecho. Tienen directores jóvenes a los que amedrentar. Según las reglas actuales del cine, el fracaso es imperdonable"

Fue tal su capacidad para infiltrarse en la industria cinematográfica de gran audiencia que, para otros jóvenes cineastas, se convirtió en una especie de líder. En palabras de George Lucas: "Francis era el caballero de la blanca armadura. Él fue quien nos dio esperanza". Para John Milius, responsable del guión de Apocalypse Now, era el emisario rebelde que había logrado infiltrarse en el inexpugnable Hollywood de los estudios. Pero el afortunado director quería más. Pretendía mejorar la producción cinematográfica hollywoodiense, para lo cual creó, en 1969, la productora American Zoetrope. El plan consistía en utilizar talento fresco para realizar filmes innovadores. El proyecto salió mal y el estudio estuvo a punto de hundirse. Su decisión de adaptar y dirigir El padrino fue, en parte, para intentar mantener a Zoetrope a flote. Entonces sólo tenía 32 años.

Existen muchas anécdotas sobre el rodaje de El padrino: la ocasión en que montó una bronca de escándalo para convencer a los productores del estudio de que necesitaba a Marlon Brando; cómo la Mafia amenazó al productor, Robert Evans; cómo Coppola estuvo a punto de ser despedido del plató; cómo él y Evans discutieron salvajemente durante el montaje y edición de la película... Muchas de estas historias se narran en Easy Riders, Raging Bulls, de Peter Biskind, un libro repleto de cotilleos en homenaje a los directores iconoclastas de los 60 y 70. "Ese libro es basura", dice contrariado. "Lo escribió sólo por dinero". Pero, entre todos esos rumores, ¿no es cierto que Biskind supo identificar a un grupo de cineastas dotados de una visión novedosa? "No era sólo eso. También existía mucho compañerismo y afecto entre nosotros. Yo sólo he leído pasajes, pero me han dicho que se ha centrado más en los vicios personales de algunos y en los rencores entre otros. En ese libro he leído cosas que yo nunca he dicho, algo que me ofendió bastante. Yo salía convertido en un héroe, era el Romeo del libro, lo que, de alguna manera, resulta un cumplido para mi persona, pero a otros los llamaba drogadictos o pervertidos".

Fue en el plató de Apocalypse Now donde afirmó que ser director de cine era uno de los últimos roles dictatoriales que quedaban en un mundo progresivamente democrático. En muchos aspectos, él contemplaba esta posibilidad de una manera excesivamente entusiasta. Esto le condujo a grandiosos proyectos que crear, a nuevos estudios que adquirir, a gigantescas fiestas que celebrar. Para muchos, su megalomanía se hizo galopante. "No cabe duda de que yo era un maníaco, pero lo que ellos juzgaban no era más que un cierto tipo de entusiasmo", escribe Birskind citando una entrevista que Coppola le concedió. En 1979, al director le tuvieron que recetar litio para tranquilizarle, tratamiento que siguió durante cuatro años. Lo que él llama "entusiasmo" forma parte de su naturaleza: cuando un ejecutivo del estudio que produjo American Graffiti (1973), uno de sus filmes, dijo que era "inestrenable", desenfundó su chequera y se ofreció a comprar la película para llevarla a los cines él mismo. Por esas fechas declaró: "Estoy diseñando mi vida para vivir cada momento de manera magnífica".

Su curiosidad es, por definición propia, algo imposible de aplacar. Le ayuda a adoptar muchas facetas, a jugar con innumerables personajes. En 1992 escribió en su diario: "El meollo de la cuestión es: ¿A qué me dedico? ¿Soy un escritor? En tal caso, ¿soy un novelista, un escritor de novela corta o un dramaturgo? ¿Soy un director, un rey del celuloide o un guionista? ¿Soy un científico o un empresario? ¿Quién soy? ¿Para qué sirvo?". Cuando le cito el pasaje, me responde que la pregunta continúa en pie y que puede que sea cierto que tiende a monopolizar múltiples funciones (se rumorea que está pensando dirigir en el West End londinense un musical surfero). "El problema tal vez sea que no sé cómo decir que no. Es posible que haga demasiadas cosas. Pienso que mi labor se beneficiaría si pudiera tranquilizarme un poco, lo mismo que también estaría mejor si perdiera peso. Es un tema muy complicado".

Delgado, lo que se dice delgado, no está. No hay más que verlo, reclinado como un pachá sobre el sofá, con sus gafas ligeramente torcidas. A su espalda, sentados alrededor de la mesa de cristal, Tavoularis y Steranko murmuran sobre lobas amamantando a sus crías y águilas romanas. Suena el teléfono y los que llaman son despachados con premura. Se queja de las cuatro horas y media que ha pasado este fin de semana impartiendo clases en el Actor´s Studio y se lamenta por tener que salir pitando a la proyección de una película de Hal Hartley en la que participa su productora. En su despacho impera el barullo: guías de la ciudad de Nueva York que se mantienen en su sitio mediante dos rinocerontes de madera negra, un enorme televisor, un vídeo, una cinta de Réquiem por un sueño, una caja fuerte negra anclada en el suelo, un jarrón de tulipanes, discos compactos, varios pósters enmarcados, una cafetera, botellas de agua medio vacías, vasos abandonados... El teléfono vuelve a sonar; en diez minutos pasará a recogerle un coche.

No obstante, en ocasiones logra mantener su trabajo a raya. Cuando está solo ya no se dedica a revisar guiones en la cama o estudiar las novelas que alguien desea que convierta en películas. Acaba de leer Guerra y paz , está terminando La condición humana, de André Malraux, y se le ha pasado por la cabeza meterse con El capital. Afirma que ha comenzado a soñar de nuevo después de un largo tiempo sin hacerlo. Hubo un momento en el que poseía una vida fecunda en sueños y, según explica, hace 14 años que se acabó todo eso, cuando su hijo Gio, que por aquel entonces tenía 22, falleció en un accidente mientras conducía una lancha deportiva. Su novia estaba embarazada de tres meses de Gia, la primera nieta de Coppola (ninguno de sus restantes hijos, Roman, de 34 años, a punto de terminar su primer largometraje, ni Sofia, de 29, autora de Las vírgenes suicidas, le ha convertido en abuelo). A su modo de ver, "hay que poner límites al exceso de trabajo". En realidad, le gusta relajarse como al que más. ¿Qué es lo que considera divertido? "Pues lo mismo que todos: estar con mis amigos, cuidar de mis perros, no tener la obligación de hablar, estar en compañía de mis hijos...".

Por el momento, el hijo al cual le ha dedicado más atención es su nueva película, por supuesto, escrita y dirigida por él mismo. Un gran proyecto acerca del mañana, de lo que vendrá, visto a través de sus ojos. Gira sobre un concepto de futuro que están forjando en el presente aquellos que intentan asegurarse el control de todo lo que implica poder; un futuro que en raras ocasiones es ideado por los artistas, aquellos que realmente son capaces de predecirlo. Aquí, la ciudad del futuro es, obviamente, una metáfora sobre la sociedad del futuro. "Eso es lo que realmente me interesa. Quiero pensar que disponemos del talento, de los científicos, de los ingenieros, del genio para controlar un mundo que podría ser extremadamente bello y armónico. Pretendo hacer una película que sea capaz de hacerlo realidad, aunque sea en celuloide. Pero me gustaría que su desarrollo también tratase sobre otras cuestiones como el tiempo y la conciencia. Por ese motivo, el filme consta de un periodo romano. Los Estados Unidos guardan gran similitud con la Roma republicana. Podemos contemplar todo lo que sucede hoy y todo lo que ha sucedido en nuestra historia mediante la observación de aquellos tiempos. Por lo tanto, puede que seamos capaces de captar el futuro de esta nueva Roma y el efecto que tendrá sobre el mundo. En ese sentido, mi película es ambiciosa". Le echa un vistazo al póster de Corazonada, la película que casi le condujo a la ruina. "Sí", se carcajea. "Espero no haber mordido más de lo que puedo tragar".

Sobre la biografía y obra de Francis Ford Coppola en: http://www.members.nbci.com/ffcoppola. Sitio oficial en Internet de su productora, Zoetrope: http://www.zoetrope.com


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