La vida es sueño


Por Itziar Pascual
Fotografías de José Aymá

Fingen para ser creídos, escriben para ser escuchados, dirigen para pasar inadvertidos. Son fabuladores de una realidad ficticia, por la que se pasea cada noche el desdén, la ternura, la soledad y el ingenio. El teatro y quienes lo aman habitan el reino de la paradoja. Y más ahora, cuando sus estrenos, deseos hechos realidad, toman las noches del Festival de Otoño de Madrid. Éste es el paisaje de sus sueños.


Francisco Nieva María Ruiz
Salvador Távora Txirene Teatro
Metadones Las Virtudes
Constantino Romero y Vicky Peña Calixto Bieito

A medio camino entre la vanidad y la humildad; en la frontera entre el temor a la muerte y el deseo de ser amados; sacerdotes de una religión pagana, entusiastas pesimistas y trabajadores abnegados con tentaciones de ocio eterno. Aman el teatro y el teatro les ama. Shakespeare ya definió al amor: "Fuego helado, locura sabia".

Han apostado por un arte fronterizo, complejo y con sueños de modernidad. La escena española de los noventa se parece muy poco a las crónicas de "soirées" con las que la madre de Francisco Nieva tentaba cada noche a su fantasía infantil. Hay más dispersión, pluralidad, diversidad de lenguajes y de estilos. ¿Un teatro para cada espectador? Algo así. Lo explica Txiki Berraondo, miembro fundador de Metadones: "El teatro está abierto, como el cine, como las artes plásticas, a los nuevos lenguajes". La escena ya no es una caja negra ni un lugar de vanidades.

Un buen ejemplo de este retrato de mil caras es el Festival de Otoño de Madrid. Bajo las hojas de su XIV edición se abrigan compañías de muy diverso talante; del gran espectáculo a la creación contemporánea; de la firma de autor a la exploración de los sentidos.

Las cuatro paredes se han roto sin remedio. Sólo tres ejemplos. Los barceloneses Zotal Teatre ofrecen en Zotal la posibilidad de gozar de las palabras de Manuel Vicent y un plato de garbanzos con sepia; Enrique Vargas sugiere un viaje singular a través del destino en Oráculos, en el que el espectador avanza a solas y descalzo; Jesús Campos ofrece una representación en plena oscuridad en A ciegas.

El teatro español se proyecta dentro y fuera de sus escenarios naturales. Compañías como La Fura dels Baus, Comediants, La Cuadra de Sevilla, La Zaranda, Ur Teatro Antzerkia y otras muchas contrastan sus espectáculos fuera y dentro del país. Otro ejemplo: el prestigioso Festival Internacional de Teatro de Caracas, el más importante del continente, contó con la presencia de cinco compañías españolas. Y el Congreso Internacional de Dramaturgia fue dedicado a la escritura teatral de Antonio Buero Vallejo.

Ha cambiado el concepto de teatro como realidad artística, pero también como espacio de encuentro. Las salas alternativas, "garajes, almacenes de hierro, tiendas de alimentación transformadas para el teatro -lo dice José Henríquez, cronista fiel de este fenómeno- se han convertido en una realidad contante y sonante en la vida teatral. Ingenuas y balbuceantes en los ochenta, se han multiplicado por la geografía de todo el país".

No falta talento ni talante. La falta de rigor, la inclinación al romanticismo mal entendido, ha sido sustituída por generaciones jóvenes de actores, autores y directores que están demostrando su valía. Ejemplos como el último Premio Nacional de Literatura Dramática, Sergi Belbel (33 años) o el director que ha inaugurado la temporada del Centro Dramático Nacional, Eduardo Vasco (29 años), son testimonios de una expresión artística con valor, vigor, energía y deseos de renovación. ¿Objeciones? Sí, claro. "Dan ganas de llorar cuando hablamos de las condiciones de trabajo", recuerdan los miembros de Txirene Teatro. Muchos impuestos, pocos locales de ensayo, giras cortas... Pero están aquí. Entregados al fuego helado y la locura sabia. n En Miranda de Ebro, Calixto Bieito se topó con su primer escenario. Fue en el colegio. "Hay muchas cosas que no agradezco a los jesuitas, pero ellos tenían un teatro".

Desde entonces, este director que ha seducido a Edimburgo con La verbena de la Paloma no ha parado. El mito de la farándula, una gran mentira. "En Suecia me decían que parezco de allí. La base es la constancia; genios hay muy pocos". Insomne e introvertido, verbaliza un nerviosismo que no se intuye. "La mía es una paz violenta, física. Mis ensayos son un poco agresivos". Las palabras son mentirosas. Dibuja los espectáculos con acción, movimiento. Modifica. "Mi deber es crear un espacio sin miedo".

Se ha detenido por primera vez. Tres meses para viajar, ver cosas, preparar proyectos. "Estoy cascao. Cansado", dice. Y para colmo Peter Brook, el sabio, no está cerca. "Estaba malo del pulmón y cuando entré al teatro y le vi, me curé. Al menos, aquellas tres horas". ¿El teatro? "24 horas. Quizá sea a la larga una manera de ver la vida".



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