Locos por salir

Locos por salir

Un médico prepara a un bebé para ponerle un catéter en el brazo.

LA ESCENA TIENE LUGAR EL 8 DE DICIEMBRE de 1998 en el Hospital Episcopal de St. Luke de Houston (Texas). La mañana huele a vida. Unas orejas diminutas, unos puños del tamaño de una castaña y un cuerpo de 700 gramos acaban de salir al mundo exterior.

"Buaaaaaaaah...", grita la prematura niña 15 semanas antes de lo previsto. Tanta prisa para esto: más pequeña, más esmirriada y más poca cosa que cualquiera.

Inmediatamente trasladada al Texas Children's Hospital, el mayor centro pediátrico de EEUU, la pequeña es bautizada como Bebé A. No hay tiempo para pensar en nombres. La razón tiene una nutrida respuesta 12 días más tarde. Mamá trae a la vida, mediante cesárea, al resto de los hermanos: Bebé B (niña, 760 gr.), Bebé C (niña, 800 gr.), Bebé D (niña, 730 gr.), Bebé E (niña, 320 gr.) Bebé F (niño, 500 gr.), Bebé G (niño, 810 gr.) y, por fin, Bebé H (niña, 520 gr.).

Oxígeno a espuertas, telarañas de sondas... Cuando se escriben estas líneas, uno de los octillizos, el Bebé E (la niña más pequeña) ha muerto por un fallo cardiorrespiratorio. Los otros siete están bien. Eso sí, va a ser complicado mantenerlos con vida. Los siete hermanos prematurísimos están siendo vigilados con lupa por un equipo médico tejano.

La madre (27 años), una estadounidense de origen nigeriano, había tomado fármacos para aumentar la fertilidad. Ya sabía los riesgos.

Sorpresa para todos. El doctor Kirshon no había visto jamás semejante camada de prematuros. "Es digno de admirar la valentía y el sacrificio que ha demostrado la madre al soportar condiciones extremas, con la cama puesta hacia abajo y de lado para eliminar la presión en la parte baja de su cuerpo", destacó en nombre del equipo de 25 personas encargado del multialumbramiento.

Eventos concurridos a un lado, a usted también le puede tocar premio en esta peculiar lotería del niño. No todos los prematuros vienen con siete hermanos.

De los 300.000 chicos y chicas que nacen anualmente en España, alrededor del 6% es prematuro. Esto es, unos 18.000 niños se adelantan y se presentan antes de lo previsto.

Tanta prisa tienen por comenzar a hacer vida fuera de mamá que se presentan con unas características muy concretas. Solamente los prematuros pesan menos de 2,5 kilogramos en el momento del alumbramiento y sólo ellos son trasladados a esa suite de lujo, calentita y transparente, que es la incubadora.

En este invernadero hay bebés prematuros y prematurísimos. La distinción no es gratuita. El listón para adquirir la condición de pequeño superlativo está en el peso: los que vienen al mundo con menos de un kilo son los llamados prematurísimos. Los ocho de Texas lo son y se prevé que estén alrededor de 10 semanas en observación.

"El niño inmaduro tiene una insuficiencia vital global", dice el pediatra Antonio Garrido-Lestache.

Cada vez que uno de los habitantes del planeta materno es propulsado al espacio exterior, se despliega un maremagnum de atenciones hospitalarias. Quien dijo aquello de "las mujeres y los niños, primero", debería cambiar la frase por esta otra: "Las mujeres y los prematuros, primero". Aquí, en el reino de la fragilidad, todo se hace con una dulzura extrema. Estamos ante la expresión más leve de la vida humana. Cada gesto, cada caricia, cada susurro han de ser de la brusquedad de una pluma.

"Estos niños son tan fácilmente maleables que, sin darnos cuenta, los podemos colocar en posiciones totalmente inconfortables e insoportables", afirma el profesor Michel Dehan, del Hospital Antoine Béclère (en la localidad francesa de Clamart). Como receta para acentuar la vigilancia, una advertencia: "Siempre es necesario preguntarse cuál sería nuestra reacción si estuviésemos en el lugar del bebé".

La actuación debe ser rápida y delicada. Los inmaduros nacen con una serie de problemas que, de no poner manos médicas en el asunto, pueden dar al traste con su atisbo de vida.

Salvo sorpresa o peculiaridad, el parte de guerra lo conoce de memoria cualquier especialista que haya tenido una de esas frágiles existencias entre sus manos: insuficiencia respiratoria, aparato termorregulador hecho unos zorros (tendencia al frío) con alteraciones metabólicas, mala tolerancia a los alimentos, propensión a las hemorragias y, debido a las poquísimas defensas del neonato, posibilidad de contraer múltiples enfermedades infecciosas.

"Ahora no es como antes, las incubadoras de hace 100 años sólo daban calor, las de hoy en día son aparatos extraordinariamente sofisticados con los que hay muchas probabilidades de salvar la vida del bebé", dice el pediatra Garrido-Lestache.

En realidad, sacar adelante al recién nacido depende fundamentalmente del peso.

Según los especialistas, las posibilidades aumentan si el bebé pesa más de un kilo. En un centro adecuado y con unas instalaciones médicas correctas, un 80% de los prematuros acaba desarrollando una vida normal. Pese a los esfuerzos médicos, el 20% restante suele presentar graves problemas de psicomotricidad.

Debido al poco volumen del inmaduro, el parto es más sencillo. De existir algún problema, las maniobras manuales de reanimación están terminantemente prohibidas. Se pueden producir hemorragias craneoencefálicas y neumotórax traumático.

¿Qué hacer para que estos niños sobrevivan? "Lo primero es meter al bebé en un incubadora con humedad y oxígeno adecuados y ver los niveles de glucosa y el PH por si tienen alguna alteración", comenta Garrido-Lestache.

A partir de ahí, atenciones, calor, vigilancia e inspección con lupa de todo lo que sean vómitos, respiraciones, pulso, deposiciones... Un bebé que nazca con un kilo de peso, pongamos por caso, puede estar un par de meses en la incubadora. Por lo general, hasta que la manilla de la báscula sobrepase sobradamente el dos tranquilizador.

Durante el primer año lo aconsejable es que el pequeño sea revisado mensualmente por el especialista. Durante el segundo, basta con un exhaustivo chequeo cada dos meses.

La vida se abre paso, sí, pero lo cierto es que algunos necesitan un empujón. "Es necesario reconocer a todo recién nacido su condición de ser humano, sea cual sea su edad o su aspecto", afirma el profesor Michel Dehan.

"El nacimiento no es el inicio de una vida, en el sentido biológico del término, pero sí el comienzo de una existencia individual y autónoma que se constituirá progresivamente hasta la edad adulta", concluye.

Y esa existencia puede comenzar a manifestarse con apenas unos gramos. El bebé más liviano jamás conocido vino al mundo hace casi un década en EEUU. ¿Su peso?: 300 gramos.

"En nuestro país el caso de prematuro más acentuado que yo conozco es el de una niña, María, que ahora tiene 15 años y hace una vida absolutamente normal. Cuando nació María pesaba casi 600 gramos", señala Antonio Garrido-Lestache.

La naturaleza juega malas pasadas, especialemente a los más débiles. Aunque las causas son infinitas, una mujer humilde tiene más posibilidades de traer al mundo a un hijo prematuro que una adinerada: los orondos bebés suelen ser hijos de las familias bien; los inmaduros son más habituales entre clases desfavorecidas.

El papel socioeconómico se antoja predominante. El abusar de las drogas, el alcohol y las toxicomanías suelen ser factores de riesgo. Otros posibles desencadenantes son la baja estatura de la mujer, enfermedades renales, cardiacas, obesidad, diabetes, problemas de RH, malformaciones en la matriz, la excesiva exposición a los rayos X, traumatismos...

Una vez salvado el pellejo, el camino por recorrer que le queda al renacuajo prematuro para el resto de su vida forma parte de uno de los debates más apasionantes de los especialistas, pero no existen equipos específicos de seguimiento para prematuros a lo largo de sus vidas. Mientras los Siete de Texas siguen cogiendo peso en sus modernas incubadoras, su madre confía en que las criaturas lleguen a ser personajes relevantes donde los haya. Al fin y al cabo, prematuros fueron Voltaire, Newton, Renoir o Víctor Hugo. Inmaduros sí, pero en su momento. Sólo faltaría.


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