Dos monedas, un país

Dos monedas, un país

Billetes republicanos El gobierno de la República consiguió fabricar billetes propios durante la guerra, en la primera fábrica de emergencia instalada en Valencia.

La Fábrica de Moneda fue huyendo del avance de los nacionales mientras el gobierno de Franco emitió su dinero en el extranjero.

LA GUERRA CIVIL ESTALLÓ en un marco monetario excepcional y sin precedentes. En conflictos anteriores la moneda poseía valor intrínseco, es decir, que su valor era igual o aproximado al del metal que contenía, pero España había dejado atrás la acuñación de oro y plata y el nuevo fenómeno del valor fiduciario, con cientos de millones de billetes en circulación, puso a prueba la pericia de los gobiernos de uno y otro bando.

Interrumpida por la guerra la fabricación de los nuevos billetes republicanos que, desde 1931 se estaban imprimiendo en Inglaterra, en las fábricas Bradbury & Wilkinson y Tomás de la Rue, el Gobierno de la República puso de nuevo en circulación los antiguos billetes de Alfonso XIII en tanto los valores de 50 céntimos, una peseta y dos pesetas eran elaborados en la nueva fábrica de Valencia. El mayor problema para la República fue la escasez de moneda metálica, que trató de solucionar acuñando piezas de cinco, 25 y 50 céntimos y una peseta en las nuevas fábricas de Castellón y Aspe pero, a principios del 38, ante la imposibilidad de abastecer el mercado del suficiente menudo, autorizó la circulación de algunos sellos de correos y timbres móviles, pegados en discos de cartón.

La falta de monedas hizo que algunas cooperativas imprimieran vales provisionales para proporcionar cambio en las pequeñas operaciones. Pronto, miles de municipios, sindicatos y toda clase de entidades públicas y privadas se lanzaron a la fabricación incontrolada de estos vales, creando una importante suma de dinero paralelo. Este fenómeno, aunque se dio en ambos bandos, afectó más gravemente a la República que se apresuró a prohibir dichas emisiones. El gobierno de Franco, por el contrario, creó un sistema de moneda propio y diferenciado. La primera medida consistió en estampillar, con un cuño en seco, todos los billetes puestos en circulación antes del 18 de julio de 1936, dejando sin valor los emitidos en fechas posteriores.

Esto acrecentó la inflación en la zona republicana, ya que los billetes que quedaban inutilizados en los territorios que iban siendo ocupados, acudían a zona republicana, donde sí valían, aumentando la cantidad de dinero en circulación. Este plan monetario se perfeccionó a finales de 1936, cuando empezaron a circular las nuevas series de billetes nacionales, fabricados en las casas Guiesecke Devrient de Alemania y Coen Cartevalori de Italia.

Por otra parte, una importación de 60 millones de monedas de níquel de 25 céntimos, fabricadas en Austria, vino a paliar la escasez de moneda fraccionaria en el mercado, donde aún se utilizaban las viejas perras gordas y perras chicas de cobre de épocas anteriores. La excesiva emisión de dinero de la República, agravada por el regreso de los billetes republicanos que iban quedando sin valor en la creciente zona nacional, y el fenómeno de los vales, produjeron una fuerte inflación, frente a la economía del Gobierno de Burgos, que contaba con un sistema de moneda más apropiado a las circunstancias.

Un reciente estudio de Magdalena López e Isabel Encinas revela, por primera vez, el funcionamiento itinerante de la fábrica de moneda de la República durante la guerra. A pesar de que Madrid permaneció siempre en zona republicana, el rápido avance de las tropas del general Franco aconsejó la evacuación del personal y maquinaria de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que en noviembre de 1936 fue trasladada a Levante, junto con el Gobierno de la República, quedando la fábrica de Madrid destinada a producir materiales de guerra. Según dichas historiadoras, la República trasladó su fábrica de monedas y billetes con una dotación de 150.000 pesetas. La recién instalada Factoría B en Valencia fue destinada a la producción de billetes y la acuñación de moneda metálica se desvió a Castellón, donde la Factoría C empezó a producir piezas de cobre, hierro y latón, a mediados de 1937. En junio de 1938, el avance del frente de guerra hasta Vinaroz obligó a desmontar la fábrica de Castellón que fue instalada en Aspe (Alicante), a donde, seis meses más tarde, tuvo que ser llevada también la factoría de billetes de Valencia. Aspe fue el último enclave de la fábrica de monedas y billetes de la República, la llamada Factoría D.

En diciembre del 36 se intentó fabricar billetes en zona nacional, encargando los valores pequeños, de cinco y 10 pesetas, a la Litografía Portebella de Zaragoza que resultaron de poca calidad. Esto hizo abandonar la idea del autoabastecimiento y recurrir a la colaboración extranjera.

Tras el rechazo de las fábricas inglesas Bradbury Wilkinson & Cia. y Tomás de la Rue (que ya habían fabricado billetes para la República), el Gobierno de Franco recurrió a las casas Guisecke Devrient de Alemania y Coen Cartevalori de Italia, que aceptaron imprimir todos los billetes del Gobierno de Burgos, entre 1937 y 1938.

Motivos romanos
Los motivos utilizados en el diseño de las monedas republicanas iban desde la antigua "Hispania" romana a jeroglíficos, pasando por el revolucionario gorro frigio.

Primeros billetes franquistas
En un intento de autoabastecimiento de moneda, el gobierno de Franco encargó sus primeros billetes a la litografía Portabella de Zaragoza.

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El yugo y las flechas
El gobierno de Franco puso en circulación 60 millones de monedas de níquel de 25 céntimos con el yugo y las flechas, símbolo de la unidad nacional.

Dinero nacional
A finales del 36 comenzó la fabricación en Alemania e Italia del "dinero nacional", destinado a sustituir la mayor parte de los billetes de la República.

Otras formas de pago
Algunos sellos de correos y timbres móviles tuvieron que ser puestos en circulación en zona republicana, para suplir la falta de moneda, que era imprescindible en el comercio.

Por José María Aledón
José María Aledón es numismático, autor de "La peseta. Catálogo básico" y de libros de coleccionsimo de monedas.




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