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| Atomic Landscape, de Litchtenstein. |
Es
la exposición más ambiciosa del Círculo de Bellas Artes durante los últimos años. Por el largo periodo que abarca, por la sucesión de nombres de primera fila y por la envergadura de la aventura artística descrita, es una exposición de museo.
Cuando París y Europa, tras la II Guerra Mundial, pierden la capitalidad y dejan de ser el tablero principal donde se suceden los movimientos de vanguardia, Estados Unidos toma el relevo y se impone una nueva forma de entender el arte heredado que acentúa todas las características anteriores. Es la Odisea Americana, nombre con el que los historiadores han bautizado las etapas al otro lado del charco desde 1945, del expresionismo abstracto al minimalismo.
Si hasta entonces los resultados de las vanguardias del siglo XX suscribían sus hallazgos en manifiestos y textos, ahora se teoriza lo que se pinta y la función social del propio artista y de sus herramientas de trabajo. Es lo que, con gran ironía y mucha crítica, algunos han llamado «la palabra pintada» por el uso y abuso de esta actitud. Vamos, que muchas veces, si no se lee por qué se han pintado esos cuadros o dentro de qué época o serie de obras del autor se encuentran, se pierden muchos de sus sentidos. Pues bien, de De Kooning a Donald Judd, pasando por el pope del pop art, Andy Warhol, no falta nada ni nadie. Quizás, a diferencia de una exposición más de museo, se podría decir que las obras, por regla general, no son de gran formato, salvo un par de cuadros y de esculturas típicamente minimalistas.
Un amplio número de colecciones, públicas, privadas y de instituciones como la Embajada norteamericana, han colaborado en esta muestra itinerante que empieza en el Círculo su viaje por España. Si quiere un Mark Rothko con sus colores de fuego, tiene un Rothko con colores de fuego, aunque sea sobre papel montado; si quiere un Motherwell, tiene un Motherwell típico de su etapa de despegue; si prefiere un Esteban Vicente, porque fue el único español que desde su limpieza vivió la Odisea Americana, también tiene su Esteban Vicente de factura expresionista abstracta pero con elementos pop y etiquetas de las sopas Campbell; o, si sus gustos se inclinan por un hombre pop por excelencia, no podía faltar un Litchtenstein, o un Sam Davis del expresionismo de la costa este estadounidense con un gran cuadro casi en blanco, como si fuera el resultado del recorte sobrante de otro acrílico pintado sobre lienzo.
Ahora bien, no se trata de una reconstrucción lineal: la exposición se ha montado siguiendo los saltos temporales, hacia adelante y hacia atrás, que toda evolución artística tiene. Sin embargo, ese ir y venir es la mejor forma de seguirle el rastro al arte y a la historia, esa sucesión que en los libros suena así: Expresionismo abstracto, Pop Art y Neo-Dadá, Assemblage, Abstracción Post-pictórica y Enviromments, Nuevo Realismo y Minimalismo.
