139 Motor & Viajes
sábado, 5 de febrero de 2000
viajes  
       

Fue una de las ciudades extremeñas más importantes del medievo, y así ha quedado reflejado en sus calles, en las que convivieron durante siglos musulmanes, judíos y cristianos. Los primeros dejaron almazaras y un alcázar convertido en hotel-palacio. Los segundos levantaron sinagogas y fomentaron una tradición comercial conservada hasta nuestros días. Los cristianos edificaron conventos, hospitales y casas señoriales que se conservan intactos. Un crisol de culturas que se ha visto enriquecido con el paso del tiempo. Una villa para pasear despacio

ZAFRA
Un nombre con olor a especias

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DULCE CHACON

Poeta y novelista, se dió a conocer con la Trilogía de la Huída. Su último trabajo, el libro de poemas Matar al ángel, lo publicó en la editorial extremeña Del Oeste Ediciones.

En el mes de junio de 1453, Juan II de Castilla concedió al Señor de la Villa de Zafra el privilegio de "para siempre jamás haya en dicha villa una feria en cada un año", siendo la festividad de San Miguel, el 29 de septiembre, la fecha divisoria de las siete jornadas que debía durar.

Acabamos de llegar a Zafra, y ese para siempre jamás resuena cinco siglos después, y los designios regios se cumplieron. La feria de San Miguel, ahora Feria Internacional Ganadera, continúa siendo en cada un año referencia obligada en esta localidad fundada por los celtas, o por los iberos -o hay acuerdo- con el nombre de Segeda; y que los árabes llamaron Asafrae, o Safar, o Zafara -eguimos sin acuerdo- Lo cierto es que su actual denominación deriva del patronímico que le dieron en la época musulmana. Zafra, un nombre con olor a especias.

Los focos iluminan el palacio de los duques de Feria en esta hora azul marina que confunde la tarde con la noche. He de caminar despacio en este regreso. He de permanecer alerta esta tarde, o noche, que me trae a Zafra después de tanta ausencia. Para dejarme llevar por el deseo de saborear el camino que me ha traído, de nuevo, hasta aquí. Me dispongo a recorrer sin prisa el palacio fortificado que Don Lorenzo Suárez de Figueroa, Señor de la Villa de Zafra, mandó construir. Su escudo, y el de su esposa María Manuel -o hay errata: Manuel-se encuentran en los artesonados mudéjar de la sala dorada, cinco hojas de higuera para él, un león rampante y un ala armada para el blasón de María Manuel. En esta hora imprecisa en que la ciudad adquiere la apariencia de un gran escenario dispuesto para la representación, me detengo en el patio de armas a observar el árbol del ahorcado que me atemorizaba en mi infancia, cuando el palacio se encontraba aún oscuro y ruinoso, y nos atraía como lugar preferido para nuestros juegos.

LOS PRIMEROS PASOS

Y entramos en el patio interior de mármol blanco, diseñado por Herrera. Y después, subimos a la capilla mudéjar, donde nuestras voces se confunden con los poemas de los recitales que organiza en esta sala la Asociación de Escritores Extremeños.

Y me dejo llevar, y subo a las almenas del castillo para contemplar a lo lejos la serranía que perfila el horizonte: El Castellar.

He de caminar despacio después de haber sentido cómo el tiempo señala los lugares; cómo la Plaza Grande conserva el recuerdo de los primeros pasos de mis hermanos; y cómo la Plaza Chica huele aún a melones, desde mi niñez, cuando las pirámides amarillas se encontraban dispuestas para la cata. Y ya es definitivamente de noche. Y las plazas porticadas, eco la una de la otra, Plaza Chica, Plaza Grande, siguen siendo lugar de encuentro para los segedanos; antiguo mercado y ahora movida nocturna de vinos y tapas.

Y cuando salimos del bar, antes ultramarinos, vemos tallada en el fuste de una de las columnas del Arquillo del Pan la vara de medir, también la piedra señala los lugares. Y nos dirigimos a la Callejita del Clavel, vestigio de la ronda de vigilancia alrededor de las murallas, junto al Arco de Jerez, donde una huella de zapato grabada en el granito nos indica que desde ese punto se accedía al gremio de los zapateros.

LA ALMAZARA

Y seguimos caminando despacio, y nos tomamos otro tinto de la tierra, de Matanegra, y esta vez, en la calle Cestería, en el antiguo gremio de los cesteros, en un molino de aceite convertido en bodega y museo del vino, que fue convento de dominicos, sede de la Inquisición, y depósito de grano y víveres en la Guerra Civil, donde una paja de agua, de las tres que llegaban al antiguo molino, aún abastece la bodega, aportando el grado de humedad necesario para la crianza.

Y antes de que llegue el alba, el viejo lugareño que nos ha mostrado el museo nos invita, con su acento de campanas cansadas, a visitar mañana una almazara en cuya chimenea, construida al estilo de nuestros ancestros, podremos ponernos de pie. Allí se elabora "aceite de oliva virgen ecológico" -os dice, presumiendo de saber pronunciar una palabra que se le enreda entre los dientes produciendo un redoble-

Y allí se cultiva la aceituna "de forma natural" -resume-sin tratamientos químicos, y una vez extraído el aceite, "el alpechín se usa como abono" -resume todavía más- ¿El alpechín? "Los restos de la molienda, señores"-ontesta satisfecho de haber resuelto nuestra ignorancia-

Y el director del museo nos habla de Ulises, y añade que ya los griegos abonaban sus tierras con alpechín, que Homero lo menciona en la Iliada. Y la voz de campanas cansadas nos acompaña de regreso al hotel. "Vivo cerca" -e escuda, para seguir la charla-

Y al pasar por la calle Tetuán nos muestra la placa de la casa donde nació Ruy López, el que fuera primer campeón del mundo de ajedrez en 1575 y eminente tratadista de este juego.

Yo le miro sonriendo, sin decirle que conozco muy bien esa placa, y esa casa. Y le dejo hablar, que es lo que le gusta. Y recuerdo el tiempo en que yo no sabía que aquella casa fue Hospital de Convalecientes porque así lo quiso Alonso López de Segura, hermano de Ruy López, el ajedrecista que inventó la apertura a la española y escribió el Libro de la Invención Liberal y Arte del Juego del Ajedrez, donde aconseja el sol de cara para el enemigo, si se juega de día, y la lumbre a la derecha del contrincante si la batalla se libra de noche, para que le haga sombra la propia mano al mover las piezas.

"SEVILLA LA CHICA"

Y antes de que llegue el alba, el improvisado cronista y cicerone nos muestra la fachada de la iglesia parroquial de la Candelaria, orgulloso al insistir en que no dejemos de visitarla mañana, para admirar "lo menos doce cuadros de Zurbarán" - exagera, pues son ocho-

Y pasamos de nuevo por la Plaza Grande, antes de entrar a la calle Sevilla, causante, quizá, de que a Zafra se la conozca como Sevilla la Chica, por su evocación a la bética Sierpes; y frente al convento de Santa Clara nuestro hombre con voz de campanas cansadas nos indica que allí se encuentra el panteón de los duques de Feria, para añadir que, aunque los sepulcros sean bien hermosos, lo mejor del convento son sus dulces, corazones de obispo, cubiletes reales, perrunillas y magdalenas, todo -or supuesto-elaborado de forma artesanal.

Y quisiéramos tener más tiempo, o estar menos cansados, para seguir nuestro paseo nocturno, para saborear los variados estilos de las casas de Zafra, en las que los años 30 dejaron su impronta en fachadas Art Decó de baldosines azules o rosados, adornadas con cisnes.

Y ya sólo nos detenemos al llegar de nuevo a la plaza del palacio, que se encuentra frente a la casa de los marqueses de Solanda, cuyo aspecto exterior, de marcado eclecticismo clasicista, desmiente su estilo interior, islámico de corte romántico, un buen ejemplo de la pervivencia de lo árabe en esta arquitectura decimonónica.

Mañana veremos su zaguán, los azulejos del zócalo y el artesonado; y entraremos al patio, de muros adornados con motivos romboidales y ajedrezados; y veremos sus moriscas ventanas.

Y antes de que llegue el alba, en el patio de armas del alcázar donde vivió Hernán Cortés, protegido de los duques de Feria, antes de partir hacia el Nuevo Mundo, estrechamos la mano del churretín -érmino cariñoso que se da a los segedanos- que se despide de nosotros diciéndonos: "Dicen que ahí, en ese árbol, se colgaba la gente hace muchos años".

Vuelvo a mirar el árbol del ahorcado, y él advierte mi estremecimiento. "No se asuste, señorita, son cuentos de viejos, que Dios les guarde a ustedes por muchos años".


Cuaderno de Viaje...

1. El patio interior del Parador, joya renacentista diseñada por Herrera, fue una de las reformas que se efectuaron en el palacio cuando el condado de Feria se convirtió en ducado por voluntad de Felipe II.

2. Felipe II convocó al clérigo Ruy López a la corte para celebrar un torneo contra dos maestros italianos. Fue el primer certamen internacional de ajedrez.

3. Zafra perdió la categoría de Villa para alcanzar el título de ciudad en 1883, bajo el reinado de Alfonso XII. Y fue declarada Conjunto Histórico Artístico el 20 de mayo de 1965.

4. La Plaza Chica y la Plaza Grande están unidas entre sí con una encrucijada de soportales que se conoce como el Arquillo de la Esperancita, por la imagen de la Virgen situada en una pequeña capilla abierta en uno de sus muros, o el Arquillo del pan: allí se disponían los puestos de los panaderos.

5. En la bodega-museo de Antonio Medina e Hijos se encuentran vinos de la tierra. Extremadura cuenta con 77.844 hectáreas de viñedos. Produce vino joven, de crianza, de reserva y gran reserva. Blancos, tintos y rosados.


DORMIR.

Hay dos establecimientos muy recomendables por el carácter histórico de los edificios en los que se asientan. Por un lado, el Parador de Turismo de Zafra, que ocupa el castillo del siglo XV erigido sobre las ruinas de un alcázar árabe. El que fuera residencia de los duques de Feria es hoy uno de los monumentos de estilo herreriano mejor conservados de España. Precio: 15.000 pesetas. Reservas en el teléfono 91 516 66 66. También unido a la figura de los duques de Feria, el hotel Huerta Honda (924 55 41 00) se levanta en lo que antes eran las caballerizas del palacio. Precio: 9.900 pesetas. Si además de visitar Zafra pretende disfrutar de las bondades de un balneario, a 10 kilómetros de la ciudad se encuentra El Raposo (924 57 04 10), especializado en tratamientos con lodos naturales.

COMER.

La matanza es una fiesta muy antigua, y muy típica de estas tierras. El consumo del cerdo distinguía al cristiano viejo del converso, y se consideraba una demostración de fe. Celebrar el sacrificio salvaba de sospechas en épocas inquisitoriales. Algunos platos típicos de la zona son la caldereta, que posiblemente procede del siñabl árabe, elaborada con carne de cordero; la morcilla patatera, en épocas de matanza; el jamón ibérico y las aceitunas machás, rajás o aliñás -xtremadura es la segunda región de España exportadora de aceitunas de mesa- Entre los restaurantes de más prestigio destacan el del Parador de Turismo, y el Barbacana, del hotel Huerta Honda. Cocina de la tierra se puede probar en Josefina (López Asme, 1) y en El Ancla (Plaza de España, 8).

EXCURSIONES.

Las poblaciones más interesantes que se pueden visitar desde Zafra son: Salvatierra de los Barros, donde se encuentran talleres de alfarería que emplean técnicas tradicionales, de ahí que fuera conocida como Salvatierra de los Jarros. Almendralejo, capital de la comarca de Tierra de Barros, famosa por sus bodegas. Cuna de Espronceda y Carolina Coronado. La noche del 1 de febrero se celebra la Fiesta de las Candelas, hogueras con pantarujas que simbolizan la quema de los malos espíritus. Fregenal de la Sierra, cuya plaza de toros, al igual que el mercado, está situada dentro del castillo de los templarios, en el centro del pueblo. Jerez de los Caballeros, rodeada de murallas, conserva un impresionante conjunto monumental. En la Torre Sangrienta degollaron a los últimos caballeros templarios. Olivenza, última localidad incorporada a Extremadura -n 1801 dejó de ser portuguesa- Su arquitectura conserva el estilo manuelino, que tomó el nombre de don Manuel I, rey de Portugal en 1495.

LAS RUTAS DE ZAFRA.

La Oficina de Turismo (924 55 10 36) pondrá en marcha a partir de marzo varias rutas guiadas por la ciudad. En la primera se propone un paseo por el arte y la cultura de Zafra que comienza en el palacio de los Duques de Feria y finaliza en el Pilar del Duque, un enorme abrevadero para ganado que data del siglo XV. También se ha diseñado una ruta de las tres culturas -usulmana, judía y cristiana- así como la Zafra burguesa, que atiende a su carácter comercial. Por último, los visitantes podrán conocer la villa de los duques de Feria: un recorrido por el arte y la arquitectura de los siglos XV al XVII.

 

Mapa

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