153 Motor & Viajes
sábado, 20 de mayo de 2000
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La luz de Skagen, situada en el norte de esta península danesa, siempre ha cautivado la mirada y el corazón de sus habitantes. Refugio tradicional de pintores y bohemios, el reverbero rosáceo de sus atardeceres y el hechizo del agua siguen acrecentando la fama del extremo más septentrional de Europa. Un viaje al encuentro de dos mares

JUTLANDIA
La luz transparente
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Pepo Paz Saz

En Skagen se vive muy cerca del agua. En realidad, están rodeados por el oleaje inquieto de dos mares: el temible del Norte y el oscuro y silencioso Kattegat, que separa el continente de las costas suecas. Alguien dijo que si conoces bien un paisaje, mirarás siempre los demás de diferente modo. Y eso es lo que les pasa un poco a los daneses, que han acabado convirtiendo en un lugar de visita casi inexcusada la lengua de tierra donde las aguas marinas se encuentran en una curiosa danza de espumas rizadas y corrientes pertinaces. Una especie de Meca nórdica para amantes de los límites terrenales.
En este pequeño país entregado al diseño, al cuidado por los detalles minúsculos y al disfrute del buen vivir, aunque la bonanza del clima no siempre acompañe o sus habitantes hayan ido viendo esfumarse las mieles del estado de bienestar, Skagen ha conseguido mantener y encarnar el mejor espíritu de lo hyggelig. Como si la gente tuviera a mano siempre una sonrisa y todo el tiempo del mundo para demorarse en el trato y hacer que el visitante sienta la comodidad en cualquier rincón. Lo cual es una grata sorpresa si se llega desde el vértigo urbano de Copenhague y Aarhus o, incluso, de latitudes mucho más meridionales. Y algo, por cierto, casi olvidado en Dinamarca, un país que comienza ya a añorar demasiadas cosas. Hay playas donde el mar sigue naciendo. Y ésta del Grenen en Skagen es, sin duda, una de aquéllas donde el poema de Luis Rosales se hace evidencia.
Decenas de visitantes diarios acuden sacudidos por esa fascinación que el confín entre dos mundos siempre produce para entregarse al ritual: recorren la orilla hasta alcanzar el vértice en el que las aguas confluyen, se remangan los pantalones y ofrecen al bautismo pagano sus pantorrillas. Están en el extremo más septentrional del continente. En el reino del salitre, el viento y las dunas. ¿Qué es un hombre sin paisaje? Eso es lo mismo que debieron pensar los intelectuales y artistas que a finales del pasado siglo eligieron Skagen, sus gentes y su luz, como lugar de reunión y trabajo. La poesía y el impresionismo más luminoso se aliaron para imbuir en el imaginario colectivo de Dinamarca la estampa del estío continuo, ajeno a los avatares del tiempo. El viajero se pregunta qué tendrán los grandes poetas que acaban conjurando a la muerte con sus palabras.
En una duna de Skagen se encuentra la tumba de Drachmann, uno de los trovadores daneses más renombrados. De una obra de teatro suya, compuesta en 1885, nace una canción sobre la mágica noche de San Juan que se ha convertido en un símbolo nacional. Eso explica tal vez la devoción con que la gente se detiene ante la lápida. Él pasó aquí la mayor parte de su vida, junto con los pintores Michael y Anna Ancher –no hay que olvidar la visita a su casa museo– y P. S. Kroyger. A ellos les debe Skagen en buena medida su reputación.

El verano perfecto
Con sólo cinco horas de oscuridad en un país que sonríe al trasiego que marca el sol, un montón de pinturas que retratan una época arrebatada ya para el romanticismo de la memoria, algunos toques de realismo social, y mar, todo el mar: la espiral interminable del faro y su coqueto puerto pesquero. Eso es Skagen. Un cóctel de luz. Aunque, como tradicional centro de veraneo, también cuente con una variada muestra de pequeños comercios donde encontrar casi de todo. Lo más peculiar de estas tierras salvajes del norte de Jutlandia son sus casas amarillas y el ámbar: se encuentran preciosos abalorios pulidos en las tiendas pero es mucho más emocionante buscarlas en las playas como quien rastrea las migajas de un naufragio.
Gammel Skagen, la vieja ciudad, se levanta un poco apartada del Grenen. Siguen llamando la atención sus típicas casas bajas de paredes azafranadas y tejados rojos, pero mira al Mar del Norte con más descaro. Y es ajena al relativo ajetreo que se respira en el otro Skagen. Aquí uno viene a descansar, a pasear, leer o charlar con los amigos. O a perderse en el arenal.
No muy lejos, retrocediendo hacia esa planicie verde e interminable que une estas tierras agrestes con el centro de Jutlandia, se encuentra una de las curiosidades de la zona, Den tilsandede Kirke. La iglesia enterrada es en realidad la torre que queda en pie del viejo templo de San Lorenzo, patrón de navegantes, destruido por el avance de las dunas a finales del siglo XVIII. Que nadie espere encontrar un tejado cubierto por la arena, pese al nombre. Ni una montaña.
La cumbre más elevada del país está en Silkeborg, un poco al sur. Se conoce como la Montaña del Cielo y tiene ¡ciento setenta y dos metros de altura! Por eso nos sobrecogerán los acantilados que la voracidad del Mar del Norte cincela en su sucesión de inviernos y tempestades o la colección de faros que jalonan las costas como cuellos de jirafa en la noche nórdica. Estos faros tal vez no aparezcan en el exclusivo inventario monumental de una región, pero cualquiera advertirá, si se acerca a ellos, sus méritos anónimos. Rivalizan en embrujo con los palacios más renombrados o con ciertos rincones de fama, cuanto menos, sospechosa. Y cuentan con el reconocimiento silencioso de cualquier marino frente al pausado arrecife de la lluvia y la noche. De entre todos los faros que jalonan las costas noroccidentales de Jutlandia, el viajero siente especial predilección por el de Loenstrup. Es un edificio desahuciado ante el lento avance del médano, una lámpara que se esfuerza frente a la furia milimétrica de la arena.

Los faros vigías
La torre se yergue muy cerca de la iglesia de Marup y su romántico camposanto con estelas pétreas, inmortalizados por el director de cine Gabriel Axel en El festín de Babette. Hay un enorme ancla, recuerdo del hundimiento de un buque británico frente a esta escarpada costa, que invita al respeto y a la contemplación. Es un punto inevitable al atardecer: junto a la puerta sólo llega el rumor de las olas mientras el cielo va tiñéndose de tonalidades encarnadas.
Loenstrup es otro de los lugares de moda para el veraneo danés, pero allí la vida es más familiar y tranquila. Hay coquetas tiendas de vidrio, comercios de cerámicas, velas artesanales y ámbar. En la Edad Media pensaban que estas piedras de resina de pino se formaban con los rayos del sol cuando éste se ponía en el mar. Le llamaban el oro del norte y era tan apreciado como ahora. Hirtshals tiene acaso el faro más hermoso. El pueblo era uno de los centros pesqueros de Dinamarca, reconvertido ahora a la producción de harinas y aceite de pescado. Aquí, la costa se vuelve amable, relaja su perfil hasta casi parecer una continuación verdosa del mar.
A lo largo del litoral que va de Skagen a Loekken se extiende, como un aviso contra la intolerancia, una red de búnkers que recuerdan la ocupación nazi en la II Guerra Mundial. Vistos así parecen torpes navíos varados en las dunas. Pero impresionan. Como lo hace el arsenal circular de Frederiskhavn.
Aquí tienen un dicho: la gente se prepara para "ir al norte del fiordo" con el ánimo de quien emprende un largo viaje a una región inexplorada. En esta zona de Jutlandia lo que cuenta es la tranquilidad, disfrutar de la vida de otra manera, romper con lo cotidiano. Y mucha culpa la tiene esa luz que abarrota los ojos como un pincel transparente, impredecible.


CÓMO LLEGAR.
Skagen está situado en el extremo más septentrional del continente europeo, a unos 200 kilómetros al norte de Aarhus, la capital de Jutlandia. En avión: vía Copenhague, vuelos a la ciudad de Aalborg o bien a través de Amsterdam, Bruselas, Francfort o París hasta Billund. Las compañías que vuelan hasta allí son SAS (91 547 11 31), KLM (91 305 43 47), Lufthansa (91 302 91 92), Sabena (91 540 18 50) o Air France (901 11 22 66). Se pueden alquilar coches en el aeropuerto de Billund, para conducir durante tres horas hasta Skagen. Las autopistas no son de peaje, pero las gasolineras están a unos 120 kilómetros de distancia, con lo que hay que calcular bien el consumo. Los controles de alcoholemia son muy frecuentes, sobre todo durante los fines de semana.
DÓNDE DORMIR
En Dinamarca es posible comunicarse en inglés sin mayores problemas. Hay varias posibilidades: Los Feriecenter (Centros de vacaciones): apartamentos familiares en complejos turísticos con piscina y áreas infantiles. En Hirtshals, Danland i Hirtshals (Kystvejen, 45 98 94 20 00), desde 11.000 pesetas; en Loenstrup, Skallerup Klit Feriecenter (Soenderlev, 45 99 24 84 00). Los Vandrehjem son albergues en los que es necesario comprar una tarjeta que cuesta 125 dkr (2.750 pesetas), a las que habrá que sumar otras 2.200 pesetas por persona. En Hirtshals, Danhostel Hirtshals Vandrerhjem (Thomas Morildsv, 11; 45 98 94 12 48) en Skagen, Danhostel Skagen Vandrerhjem (Rolighedsvej 2; 45 98 44 22 00). Los Sommerhusudlejning (alquiler de casas de vacaciones), es tal vez la idea más acertada. Lo mejor es contactar con las oficinas de turismo locales para conseguir información: en Skagen, Skagen Turistbureau (Sct. Laurentiivej, 22; 45 98 44 13 77). En Loenstrup, Loenstrup Turistbureau (Stranddvejen, 90; 45 98 96 02 22). Los Dansk Bed & Breakfast son la oferta más ajustada para cualquier bolsillo. Central de reservas: 45 39 61 04 05. Los hoteles suelen ser bastante caros. En Skagen, Broendums Hotel. En Gammel Skagen, Strandhotellet (Strandhuset; 98 44 34 99). En Loenstrup, Hotel Marinella (Strandvejen, 94; 98 96 07 00). Linda, la esposa del gerente, habla español.
GASTRONOMÍA.
Los desayunos suelen ser fuertes. El almuerzo es, entre las 12:00 y las 14:00 horas máximo, a base de bocadillos abiertos de pan de centeno, lo famosos smoerebroede, con arenques, embutidos, o algo caliente como frikadelle (especie de albóndiga de carne de cerdo), filetes empanados de lenguados del Mar del Norte o rosbif. Estos platos se acompañan con salsas como la remoulade. Pescados ahumados, sobre todo anguila, salmón y sild, el arenque nórdico. La carne de vaca no suele tomarse en las comidas, lo normal es hacerlo en la cena.
DÓNDE COMER
En Skagen, Pakhuset (Roedspaettevej, 6; 98 44 20 00). Situado en el mismo puerto, especializado en pescados. Broendums Hotel (Anchersvej, 3; 98 44 15 55). Un clásico, a partir de 5.500 pesetas. En Gammel Skagen, Jeckels (Jeckelsvej, 5; 98 44 63 00). Está a dos pasos de la playa, cocina casera. Los sábados, menú de dos platos, desde 2.000 pesetas. En Loenstrup, Café Slugten (Strandvejen, 96; 98 96 06 33). Situado en el centro del pueblo, ofrece un menú especial por 1.000 pesetas. La dueña, Marlene, habla español. En Hirtshals, en el Skaga Hotel, Panorama Rrestaurant (Willemoesvej, 1; 98 94 55 00). Menú de tres platos desde 2.000 ptas.
MUSEOS
museos.En Skagen, Museo de Skagen (98 44 64 44), 880 ptas. Casa de Michael & Anna Anchers (98 44 30 09), 660 ptas. Skagen Ravmuseum, piezas de ámbar con insectos. El Nordsoemuseet Acuarium, en Hirtshals, está abierto todo el año.
GUÍAS
Dinamarca (Colección Guiarama, Anaya Touring Club); Rumbo de Dinamarca, de Enric Balasch (Laertes); Países Nórdicos, (Granica).
 


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