157 | sábado, 17 de junio de 2000 |
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No deberá sorprender a quien aterrice en esta lujosa capital de la Emilia Romaña que el taxista, el recepcionista del hotel, el camarero y el mendigo albanés lo llame de buenas a primeras "dottore". O "dottoressa". Aunque no haya pasado por escuela alguna. Y es que Bolonia lleva 800 años despachando doctores por todo el mundo, ya que fue la segunda ciudad europea que organizó una universidad El autor de El imperio de arena publicará este mes un libro sobre apariciones marianas titulado ¡Milagro, milagro! (Plaza y Janés). Fue también la primera cuyo consejo municipal compró todos los esclavos los mejores valían lo mismo que un par de vacas para liberarlos a continuación. En el año 1256. Era entonces, con 50.000 habitantes, una de las mayores ciudades de Europa. Si el viajero se siente español, cosa no muy común en estos tiempos, añadirá a todas estas emociones una muy especial. Un espléndido edificio triangular sigue llamándose Colegio de España y sigue siendo territorio español. Así lo dispuso un hombre excepcional y poco recordado hoy, el cardenal Gil de Albornoz. Y lo hizo en 1364, casi siglo y medio antes de la unidad oficial de España; es decir, cuando la nación España no existía. Lo regaló con rentas tan altas que todavía lo sustentan para alojar a estudiosos de los reinos peninsulares. Uno de ellos, Elio Antonio de Nebrija, se dio cuenta allí de que cada alumno hablaba en su lengua local y tropezaba mucho con los detalles de la lengua franca, el castellano. Así que decidió entonces escribir la primera gramática de la joven lengua romance. Su celda sigue habitada, cinco siglos más tarde, por otro estudiante becado. Bolonia no ha perdido aquella legendaria magia. En parte, porque los boloñeses, aun asediados y ocupados por muchos, pero independientes siempre, aman su ciudad como para haber conservado sus mejores galas. Hay una Bolonia extramuros, rica, plácida, amena, ancha y lujosa, y allí vive la mayor parte de los 400.000 vecinos, pero en torno a la viejísima y fastuosa plaza Maggiore, a lo largo de las calles radiales, siguen en pie las mejores joyas arquitectónicas del pasado: palacios, iglesias, recintos de arte, monumentos públicos... la misma estructura urbana de sus años de gloria, que han sido muchos y no se han apagado. Cuaderno de Viaje... 1. Recorrer la exposición "Duecento, forme e colori del Midioevo en Bologna", en el museo Cívico-Arqueológico. Hasta el 16 de julio. Allí está actualmente, entre emocionantes tesoros, la Biblia de Gerona. 2. Visitar la tienda de alimentación Tamburini, en via Caprarie, que vende a todo el mundo por Internet. 3. Subir a la colina de Santa María de Lucca, a través de cinco kilómetros de pórticos. La vista es fastuosa. 4. No se encuentran taxis por las calles, pero la red de autobuses, bien señalizada, sirve perfectamente para acudir a sitios alejados del centro. 5. Tomar café presenta problemas de entendimiento. Es riquísimo, pero el solo tiene apenas cuatro gotas en la taza. El cortado es como el macchiato. 6. Vale la pena visitar Dozza, pueblo con muchas fachadas de grandes pintores y una Rocca castillo que alberga una buena enoteca comarcal. 7. La comida boloñesa, aunque rica, resulta algo monótona. Al paso, puede uno alimentarse de paninis y pizza. CÓMO LLEGAR. El sistema más cómodo es un vuelo diario desde Barcelona con la compañía Meridiana (93 487 57 75), desde 48.000 pesetas ida y vuelta. También Iberia (902 40 05 00) vuela a Bolonia desde Madrid y Barcelona, por 38.300 pesetas. DÓNDE DORMIR. Sin el concurso de agencias especializadas, no es fácil encontrar hotel por menos de 20.000 pesetas. Bolonia es un importante centro ferial y europeo y cuenta con establecimientos de cadenas como Novotel, Sofitel y Hollyday Inn. El mejor hotel clásico es el Baglioni, en la calle Independencia, la misma en la que existen tres o cuatro más, de tres estrellas y bien situados para visitar la ciudad. Acogedor y próximo a la estación de ferrocarril es Il Guercino (00 39 051 369 893). DÓNDE COMER. Además de ser la patria de la lasaña, Bolonia tiene como platos tradicionales las pastas frescas, tortellini y tortelloni. Muchos, aderezados con boletus edulis (funghi porcini). Entre las carnes, el conejo y el cordero castrato. Son muy populares los embutidos y quesos (jamón culatello y de Parma, queso parmesano reggiano). Abundancia de vinos, aunque no grandes nombres. Una veintena de restaurantes tiene preparados diversos menús tradicionales durante el año cultural. En las oficinas de turismo entregan la guía. Excelente y cordial restaurante es Franco Rossi (calle Goito; 00 39 051 238 818). DE COMPRAS. Bajo las arcadas existen tiendas de todas las grandes marcas, principalmente de firmas italianas, sobre todo en las calles Ugo Bassi y Farini. Gran oferta de todo tipo de objetos en las calles peatonales Azeglio e Independenza. También merecen la pena los mercados callejeros, sobre todo el rastrillo de Santo Stefano. Muy cerca de la plaza Maggiore, en torno a las calles Pescherie y Caprarie, existen numerosas tiendas de comida con excelentes productos de la región de Emilia Romaña. VISITAS. Prácticamente toda la ciudad puede visitarse a pie. El centro neurálgico es la plaza Mayor, donde una oficina de turismo entrega folletos informativos sobre museos (Bolonia tiene más de 30) y las continuas actividades culturales. En muchos lugares no cobran la entrada. CAPITAL CULTURAL. Los boloñeses han preparado para este año una intensa actividad cultural que se puede resumir en cifras. Serán más de 2.000 horas de expresiones artísticas, entre las que se cuentan 300 conciertos, 125 talleres, 230 exposiciones, 300 espectáculos y 175 convenciones. Todo ello aparece explicado de forma exhaustiva en la dirección de Internet: www.bologna2000.it. Además, este año se inaugurarán algunos museos como el de la Música (previsto para diciembre), que albergará la colección de instrumentos antiguos que ahora se encuentra en el depósito del Museo Medieval. También la an- tigua Sala de la Bolsa se convertirá (a partir de noviembre) en la biblioteca multimedia más grande de Italia, y ya está funcionando, en la antigua Manufactura de Tabacos, la sede de la Cinemateca Municipal, equipada con un espacio didáctico y laboratorios para la restauración de películas, y las aulas de la Facultad de Ciencias de la Información, que está dirigida por Umberto Eco. |
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