183 Motor & Viajes
sábado, 20 de enero de 2001
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Los embalses hicieron de esta comarca inhóspita la «costa dulce» extremeña. antaño tierra de desterrados, ofrece hoy un magnífico entorno, una peculiar arquitectura y el sabor de su gastronomía

LA SIBERIA
«Costa dulce» de Extremadura
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FRANK MANHAM

Es una tierra de apariencia inhóspita, de suelos pizarrosos, pobres y poco aptos para la agricultura, de valles y serranías, de extensas dehesas y encinares. Alcornoques, castaños y robles, pinos y eucaliptos se entremezclan con matorrales de jaras, retamas y brezos. Una región de bosques, cañadas, serranías y lagos, donde abunda la caza del ciervo y el jabalí, de la perdiz, el conejo y la liebre, y donde la pesca del lucio, la carpa y el barbo es una tradición popular. Sus abundantes pastos se llenaban de ganado bovino en el invierno, en tiempos de la Mesta, cuando, por el puente medieval cercano a Villarta de los Montes, hoy anegado por el embalse del Cíjara, se daba entrada al mayor número de ganados de toda España. Las ovejas de Castilla y León se alimentaban en los pastizales y las alimañas plagaban los bosques. El zorro y el gato montés, el búho real y el alimoche, el ciervo y el jabalí son los dueños, aún hoy, de la reserva natural del Cíjara, situada al borde de Herrera del Duque.

GUADIANA Y ZÚJAR. La Siberia de Extremadura se sitúa en el extremo nororiental de la provincia de Badajoz. Es, y ha sido siempre, una de las zonas menos pobladas de la península, siempre castigada por la emigración, con apenas 30.000 personas habitando sus 3.000 kilómetros cuadrados. Una comarca que, hasta hace bien poco, ha permanecido aislada del mundo y que en la actualidad se está comenzando a descubrir para el turismo rural como la costa dulce de Extremadura.
A mediados del siglo que hemos dejado atrás, se inició un cambio que ha dejado una profunda huella en la comarca. El Guadiana y el Zújar siempre han venido cargados de las vecinas Lagunas de Ruidera, en tierras manchegas, donde nace el primero y del cual toma sus aguas el segundo. Ese gran caudal primerizo de estos dos ríos, se aprovechó en aquellas fechas para construir la mayor concentración de embalses de toda la región: el del Cíjara, el de García Sola o Puerto Peña, el de Orellana y el pantano del Zújar. Las que fueron tierras de secano, se llenaron de agua. Y las aguas suavizaron el clima y trajeron más aguas, en forma de nieblas y tormentas. Y La Siberia nunca volvió a ser la que era, aunque nunca perdió sus rasgos más identificativos. El aislamiento y el olvido permitieron resguardar su carácter. La tradición, la cultura y la arquitectura popular de antaño permanecieron inmunes al paso del tiempo, así como sus magníficos espacios naturales, en la actualidad enriquecidos por las aguas.
A Herrera del Duque, capital de La Siberia, se llega por la N-502. Se encuentra al pie de una atalaya dominada por una monolítica fortaleza del siglo XIII, posiblemente de origen árabe y construida sobre roca viva. Las guerras debastaban la zona: los musulmanes contra los cristianos y los cristianos contra los musulmanes. La potencia guerrera de las órdenes militares sería determinante para lograr la reconquista. En Herrera del Duque se estableció la Orden de Alcántara, que remodeló el castillo y fundó la casona de la antigua Encomienda de Alcántara, entre la plaza porticada y la iglesia de San Juan Bautista.
Con la paz llegó la calma. Y los caballeros, sin gran cosa que hacer mas que vigilar y entrenar para la batalla, bajaban al valle para tomar las aguas en Valdefernando, donde tan agradecidas estaban sus gentes que se lo ofrecían de balde. Al menos, esto es lo que dice la tradición. Lo que si es seguro es que el valle fue dominado por los Caballeros de las órdenes del Temple y de Alcántara, tras arrebatárselo a los bereberes, cuyas fortalezas coronaban los picos majestuosos de Puerto Peña. Pero apenas han quedado vestigios de aquellos tiempos. Hoy, en las encrespadas rocas que rodean el pantano de García Sola, anidan los buitres leonados y, en primavera, las cigüeñas negras, en un lugar llamado La Pretura. A éste se puede acceder en una de las barcas, alquiladas para realizar excursiones náuticas, en el Hotel Los Encinares, en Valdecaballeros.
Al pantano bajan a pescar desde todos los pueblos del valle. Gente sencilla: agricultores de la aceituna, apicultores y pastores. Castilblanco es un pequeño pueblo situado sobre una colina. Calles estrechas con un entramado laberíntico. Casas pequeñas construidas con materiales humildes, encaladas en blanco y con escasos y reducidos ventanales. Vale la pena visitar los barrios de arquitectura tradicional de Picocerro y El Perchel. Sus quesos de cabra y oveja le han dado fama, pero no hay que desdeñar los elaborados en La Zarzuela, en su vecino Valdecaballeros.

Rancio abolengo. Tras la reconquista se extendió el poder eclesiástico y los hidalgos extremeños se enriquecieron. Durante el Renacimiento llegó el apogeo. La Siberia se convirtió en enclave de prioratos y encomiendas señoriales. Muestra de su esplendoroso pasado son los numerosos monasterios, iglesias y ermitas que se reparten por todas las villas de la comarca. La hidalguía labradora se hizo construir casonas solariegas de las que aún perduran fachadas y portadas de bella factura, como la del Conco, en Herrera del Duque.
Si bajamos desde Herrera del Duque bordeando los embalses, llegaremos hasta las dos Orellanas. Una en plena sierra de Pela y otra en el llano. Cada una a un lado del Guadiana. En Orellana de la Sierra podremos admirar el Palacio de los Bejaranos, construido en granito. La iglesia de la Concepción, del siglo XVI, es el edificio más representativo de Orellana la Vieja, donde aún quedan restos de su pasado señorial: el palacio-fortaleza de los Altamirano.
La C-413 avanza atravesando dehesas entre los dos ríos que estructuran la comarca: el Zújar y el Guadiana. El impresionante Castillo de Puebla de Alcocer, del siglo XV y origen sarraceno –después reconstruido por Gutiérrez de Sotomayor, Maestre de la orden de Alcántara– domina el horizonte desde lo alto de la sierra. A los pies de la fortaleza, el caserío se adapta al accidentado terruño. Balconadas, arcos y pasadizos, calles con fuertes pendientes, palacios y casonas solariegas, rincones que nos transportan a la Edad Media y viviendas de acusado tipismo. La Iglesia de Santiago, del siglo XV, con estilo gótico-mudéjar y pórtico plateresco, está en el centro de la villa, junto a una encantadora plaza recoleta de forma irregular.

Mezcla de estilos. En ella descansan los restos del Maestre de Alcántara y, según la tradición, los del rey Pedro el Cruel, muerto en los campos de Montiel en 1369. En una de las fachadas del templo, haciendo honor a los poderosos personajes que residieron en la localidad, se lee el lema «Todo es poco». En sus alrededores, nos encontramos con el Palacio del duque de Osuna, la Casa de la Inquisición o la Casona de San Juan de la Puebla. Y a la salida de Puebla de Alcocer, las ruinas del convento de las Agustinas, convertidas en morada de cigüeñas.
De nuevo en la llanura, siguiendo por la C-413, llegamos a Talarrubias, el centro campesino más populoso de la comarca. Numerosas y ordenadas calles se suceden circundando a la plaza del pueblo, con casas encaladas en blanco, entre las que se conservan huellas del patrimonio histórico-religioso, como la Casa del Patio, cuya fachada barroca dio entrada a un antiguo convento franciscano. Hay muchas ermitas diseminadas por toda la población, en cuyo centro, presidiendo la plaza, destaca una poderosa torre de factura barroca, que se ha convertido en símbolo de la localidad. En la iglesia de Santa Catalina existe una de las construcciones más representativas de esa mezcla de estilos que predominan en La Siberia y que representan los días de su rancio abolengo: gótico, mudéjar y renacentista y barroco en su torre, coronada con una cúpula decorada con un exquisito gusto rococó.
Con el siglo XVII llegaron malos tiempos para La Siberia. Las guerras de sucesión del reino de Portugal y las malas cosechas recolectadas año tras año, acabaron con la prosperidad. La Siberia extremeña fue durante mucho tiempo dominio de pastores y proscritos. Sus tierras se convirtieron en el destino de los desterrados. De ahí le vino su nombre, y no de la inexistente dureza del clima. Ahora, sus embalses, parecen querer cambiarlo por el de costa dulce.


Imprescindible

1. Navegar por sus embalses en barca en piragüa o en windsurf. Si es en el de Orellana, ir a las islas de Carneril o Cogolludo.
2. Visitar la Reserva del Cíjara en otoño, cuando el aire se llena con el resonar de «la berrea» de los ciervos en celo.
3. Acercarse a la plaza porticada de Talarrubias, presidida por una fuente que nos recuerda su situación estratégica entre pantanos.
4. Descubrir en Puebla de Alcocer la arquitectura popular serrana, y la típica de tierras bajas en Castilblanco o Talarrubias.
5. Subir hasta el Castillo de Puebla de Alcocer y admirar desde sus muros la vista del valle bañado por el pantano del Zújar.
6. Degustar el «Escarapuche» de Peloche, elaborado a base de carne de caza asada o de pescado de río o de los pantanos.
7. Tomar las aguas termales en el balneario de Valfernando, como hicieran en su día los caballeros medievales.


DÓNDE COMER.
La cocina extremeña es rica en guisos, escabeches e, incluso, ensaladas. Si nos detenemos en Orellana la Vieja podremos degustar el estofado de peces, un guiso excelente elaborado con mollejas de ave. Igual de atractiva es la cocina de caza mayor. En Herrera del Duque disfrutaremos de una caldereta de jabalí o de un ragut de venado, y en Peloche, del lomo de jabalí. Y para terminar lo mejor es disfrutar de la variedad de los dulces de Navalvillar de Pela como los bollos dormíos, los buñuelos o las roscas raborratas. Para disfrutar estas sugerencias culinarias se puede acudir a La Viruta (924 86 70 75), Don Juan (924 86 06 06), Los Pantanos (924 64 20 42) y La Huerta (924 62 01 62).

QUÉ COMPRAR.
Ir de compras en esta tierra supone escoger entre sus productos más típicos. Así, uno de los más recomendables es la miel, entre otras cosas porque aquí la apicultura es la actividad por excelencia. También se recomienda adquirir alguna pieza de los quesos de oveja y de cabra de Castilblanco y de Valdecaballeros (924 14 50 29). Los embutidos suponen otros de los manjares que podrán comprar en cualquier establecimiento de la región.

FIESTAS.
Una de las tradicionales que más se celebran en la comarca es la de San Isidro (el 15 de Mayo). También tienen un encanto especial los festejos del 2 de febrero en la Puebla de Alcocer en honor a la Virgen de la Candelaria. Y guarda un encanto especial el Corpus en Helechosa de los Montes, un pueblecito situado en plena Reserva Nacional del Cíjar.

 


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