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sábado, 16 de enero de 1999
viajes

La Costa Verde está salpicada de fastuosas mansiones herederas del eclecticismo y del dinero de otros tiempos. Son muestras de una arquitectura única que refleja el gusto de los indianos, protagonistas de la emigración a América
Por el occidente astur... Casas de indianos
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JOSE PAZ SAZ

Un octogenario, periodista y viajero incansable, me confió una luminosa mañana cantábrica que todas las casas tienen sus fantasmas. Este cronista eligió un argumento irrebatible: "Recuerda", dijo, "que la historia del universo está contenida en una partícula de polvo. ¿Qué no van a saber las piedras de esa casa entonces?", y acabó señalando las ruinas de una vieja construcción indiana. Entre 1884 y 1898, la emigración ultramarina asturiana alcanzó la cifra oficial de 61.299 personas. Muchos salieron siguiendo la costumbre, el efecto imitación que producían las noticias periódicas del retorno de americanos cargados de oro. Otros, escapando del servicio militar obligatorio y las sangrías africanas.

Pocos volverían cumpliendo sus sueños de opulencia, pero los que lo lograron terminaron levantando una singular e inédita arquitectura, amalgama de gustos y estilos muy diversos, que hoy se nos muestra, dueña de sus fantasmas, con toda su fuerza.

Un viaje por las carreteras de la costa, desde Luarca a Castropol, sorprenderá por la forma en que se mezclan en el paisaje lo rural con las construcciones monumentales de elementos refinados y foráneos, extraídos de un tiempo y un lugar muy distantes. Están repartidas por todo el litoral cantábrico, desde Santander a Lugo, pero nos detendremos tan sólo en esta franja costera asturiana, buen ejemplo de la historia de la emigración americana de finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. El resultado para el viajero actual, lejos ya de las diatribas de Leopoldo Alas Clarín sobre el gusto (malo o pésimo) de los nuevos ricos llegados de ultramar es, cuanto menos, muy vistoso e interesante: las casas nos están hablando no sólo de quienes las ordenaron construir, sino también de cómo concebían sus vidas cotidianas y sus relaciones con los demás. Todo un mundo. La colonia de Villar parece un oasis multicolor del tiempo. A un paso del pintoresco cementerio de Luarca, con sus nichos cincelados sobre la espuma del mar, los habitantes de este barrio residencial no acaban de acostumbrarse al visitante ocasional y a sus cámaras de fotos. Todos miran desde sus ventanas al intruso y corren las cortinas. Pero allí se encuentra un conjunto que agrupa construcciones con estilos muy diversos. El eclecticista es, tal vez, aquel que mejor reflejaba las pretensiones del indiano. Frontispicios, molduras y cornisas colman de abundante ornamento sus casas, no fueran a ser acusados de pecar de falta de gusto o de indefinición...

Villa Argentina.

Una variante del eclecticismo arquitectónico francés II Imperio muestra todo su esplendor en Villa Argentina, de recio enrejado, que también atesora una capilla de estilo neogótico. Frente a ella, Villa Rosario, palacete cosmopolita con ascendentes austriacos. Cerca, la silueta acastillada de Villa Excelsior, ejemplo de la ruralización y medievalización del modernismo catalán en Asturias. Y la abandonada Villa Becerra, con dos fachadas mostrando una cara neogótica y otra neorrománica. Y Villa Carmen, durante años residencia estival del Nobel Severo Ochoa, con su vistoso alero de placas recortadas en madera.

Retrocediendo tan sólo unos kilómetros se llega a Queruas, en Canero, donde destaca a primera vista la villa clasicista propiedad de Ivo Fernández. Se trata de una casa de vivos colores, rematada en una azotea con balaustrada y cerrada con una puerta de hierro señorial. Un poco más allá, en Cadavedo, encontraremos una réplica de una mansión habanera de El Vedado, Villa Hilda, construida en 1927 por un tabaquero asturiano que hizo fortuna en Cuba. También es interesante la llamada casa roja, cuyo mirador de madera blanca contrasta con el ocre óxido de sus muros. La acogida del puerto pesquero de Luarca devuelve al viajero el jaleo y el tráfico, pero éste prefiere el paseo por los barrios de la Pescadería o el Cambaral, sus esquinas umbrías, el sonido familiar de la vida doméstica rebotando por los callejones. El Casino luarqués mantiene su porte original, a pesar del vahído oscuro que dejaron los coches en sus paredes.

Exóticos remates.

Dejamos Luarca, no sin admirar Villa Guatemala y, muy cerca, al borde mismo de la carretera, en Otur, encontraremos un ejemplo magnífico de casa al gusto pintoresco. Se trata de Villa Rosita. Conviene observar sus exóticos remates decorativos y el tejado movido de silueta quebrada. Un delirio. Enfilando hacia el oeste, por Tox, enseguida se alcanza Puerto de Vega. Atrás han ido quedando el Palacio de Tox, la iglesia barroca de Santa Marina y varias casas indianas de diseño vernáculo, escasas de decoración y muy sobrias.

Hay que patear las callejas de Puerto de Vega, encontrar la casa donde murió Jovellanos o el Casino, también de factura americana. El indiano, en su afán por ennoblecer el inmueble, decidió añadir la torre. Este elemento es uno de los más significativos del estilo ecléctico. Lo podemos ver en Villapedre, en una mansión ocre que se anuncia junto a la carretera, casi frente a Villa Auristela, una de las pocas casas de influencia colonial de este trayecto. Lo muestran su azotea y el sotabanco que la acompaña. Por cierto una construcción de escaso éxito, pues llaman a otro clima muy lejano del de estas tierras.

A Navia se puede llegar por la playa de Frejulfe, un magnífico paraje. Navia, cuando el olor de la papelera y la locura del tráfico no lo impiden, recobra su ánimo de ciudad sosegada en el parque de Campoamor, junto a la ría. Muy cerca se alinean varios edificios de factura indiana, y también el Casino, de trazo colonial, y un par de ejemplos del estilo regionalista (conocidos como de tipo montañés o vasco) o nacionalista, con sus elementos escularienses, como el Palacio Arias.

En Ortigueira, camino del faro, tropezaremos con dos magníficas y remozadas casas antes de dar con la ermita de San Agustín, que fue reformada con dinero indiano y que muestra una espadaña muy exótica, cuya vinculación decorativa se desconoce. Es un paisaje de agrestes y enormes acantilados y vientos continuos, un lugar de un azul desbordante.

La línea de la costa nos llevará hasta Viavelez, un recoleto puerto donde se respira, de nuevo, el salitre y el aceite de las lanchas en la bajamar. Aquí, el palacio Jardón, de estilo Napoleón III, o las Escuelas, de influencia neoclásica, recuerdan la impronta americana y su influencia en las obras públicas de apoyo a la comunidad. Como en las escuelas de La Roda y de Serantes, en el concejo de Tapia de Casariego, éstas últimas siguiendo un modelo renacentista en sus formas. Tapia tiene uno de los puertos pesqueros más afamados del Occidente y la hospitalidad de sus gentes es reconocida. En Figueras, donde Asturias se abre al río Eo, destacan los palacetes de doña Consuelo, hoy reconvertidos en hotel. Son muestras excepcionales del modernismo asturiano, entroncado con el art nouveau. Castropol, punto final de la ruta, rezuma monumentalidad.

Hay que apearse del coche y caminar hasta Villa Rosita, el Palacio de las Cuatro Torres y el Casino (hoy Casa de Cultura). Allí están el parque de Fernando Villamil, que recuerda al héroe local muerto hace un siglo en la batalla de Santiago de Cuba, y el Palacio de Santa Cruz. Desde esta atalaya hay que mirar la ría, en sus atardeceres deslumbrantes. Hay que acercar, con cuidado, el oído a las paredes ¿Se imaginan las historias que podrían susurrarnos sus piedras?


Alojarse en palacetes de los años 50

COMO LLEGAR

Asturias se abre al Cantábrico en un trazado costero que ofrece espectaculares acantilados, playas coquetas y puertos coloristas. Desde Oviedo, tomar la N-634 hasta Canero, por La Espina. No obstante, el viajero puede optar por el camino de la costa: en ese caso, seguir la autovía A-66 en dirección Avilés y, desde allí, la N-632 hacia Ribadeo y A Coruña. Hay que desviarse por la antigua N-634 hacia Villar, muy cerca de Luarca, por la LU-1. Para llegar a Puerto de Vega se retoma la N-632.

DONDE ALOJARSE

El viajero podrá encontrar alojamiento sin problemas: desde los hoteles más lujosos al hospedaje en casas particulares. Tox: Hotel Villa Borinquen (98-564 82 20). Tardía casa de indianos, edificada a principios de los años 50, dispone de 11 habitaciones en un enclave magnífico. Navia: Hotel Palacio Arias (98-547 36 75). Este palacete fue remozado hace unos años y ofrece un esmerado servicio, con 16 habitaciones dobles. Apartamentos El Peregrino (98-547 34 95). Dotados con cocina, baño y varios dormitorios. Figueras: Hotel Palacete Peñalba (98-563 61 25), ejemplo casi único de la arquitectura modernista en la construcción indiana, este chalet cuenta con nueve habitaciones y tres suites.

DONDE COMER

Para los amantes del buen comer, un recorrido por la tradicional gastronomía asturiana, con mucho sabor a mar. Tapia: Palermo (98-562 83 70). Ofrece una exquisita cocina: chipirones encebollados, rape a la salsa de oricios, virrey a la espalda, paella de mariscos y, de postre, helado de azafrán. Navia: Blanco (98-563 07 75). Uno de los rincones para exigentes paladares. Viavelez: Taberna Viavelez Puerto (98-547 80 95). Platos de alta cocina. Otur: Casa Consuelo (98-564 08 09). Otro de los clásicos del occidente.

 

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