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sábado, 13 de febrero de 1999
viajes

ESPAÑA NATURAL. El aislamiento, junto a las escasas comunicaciones de estas tierras, han convertido al macizo de Ayllón, situado entre Guadalajara, Segovia y Soria, y a su bosque de hayas en un enclave natural de gran interés botánico, animal y paisajístico

SIERRA DE AYLLON
El Hayedo de Tejera Negra

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JOSE PAZ SAZ

Fue convertido en Parque Natural en 1978, aunque ya cuatro años antes había sido declarado Sitio Natural de Interés Nacional. Durante la Guerra Civil fue prácticamente esquilmado, así que será difícil encontrar esos imponentes ejemplares que en otros parajes más septentrionales del país engrandecen las superficies boscosas y las tintan de un colorido característico. Pese a ello, el tradicional aislamiento de estas tierras y las escasas comunicaciones existentes han convertido al macizo de Ayllón y su hayedo en un enclave natural de un alto interés botánico, animal y paisajístico.

El color del macizo es predominantemente gris, marcado por los lanchares de pizarra. Lo recogen en sus perfiles los pueblos desperdigados de la comarca: estamos en la Guadalajara de la arquitectura negra. Villacadima es hoy un pueblo semi abandonado al borde de la carretera que nos conducirá hasta Cantalojas. Por contra, su Iglesia de San Pedro, del siglo XII, es, junto con la de Campisábalos y Santa Coloma de Albendigo uno de los exponentes más importantes del románico rural de esta serranía.

El emplazamiento del Centro de Interpretación de la Naturaleza se distingue fácilmente en mitad de un pequeño bosque de encinas centenarias. Ahí podremos recoger información sobre la Tejera Negra y recibir explicaciones detalladas acerca de la fauna y la flora del Parque Natural. Quedan unos 20 minutos de conducción por una pista forestal hasta el aparcamiento, junto al cauce del río Lillas, donde se han trazado dos rutas. Es mejor optar por el itinerario principal, llamado Senda de Carretas, que le llevará por el valle del Lillas hasta el collado del Hornillo. De aproximadamente dos horas y media de duración, ayuda a hacerse una idea precisa de la riqueza del bosque. Está bien señalizada a través de pequeños paneles que informan sobre las distintas especies que habitan este ecosistema. Conviene llenar las cantimploras en la fuente del aparcamiento, ya que no encontraremos otra en todo el recorrido. Partiremos siguiendo un sendero abierto al lado del río, tras la fuente. En estos pastizales será frecuente ver al ganado pastando, además de la huella inconfundible de los topos en la tierra. A nuestra izquierda, un pinar cerrado, es propicio para las aves insectívoras, como herrerillos, carboneros y pinzones, y para algunos rapaces diurnos, como los azores. Al alcanzar el lecho de un arroyo que vierte desde la pendiente, la senda se ensancha y comienza a ascender entre robles. Una de las actividades económicas tradicionales de la zona fue la producción de carbón vegetal. Eso explica, en parte, la fuerte presión medioambiental sufrida por estos bosques. Una carbonera y un panel aclaran cómo se ejecutaba dicha tarea. A partir de aquí, el camino se hace más tortuoso y gana en inclinación. Es la parte más dura del recorrido.

Empiezan a aparecer las hayas, mezcladas con algunos pinos silvestres, aunque predominan las retamas y el brezo. La pradera de Matarredonda, lugar propicio para recuperar fuerzas, está rodeada de unos impresionantes y abruptos farallones, abriéndose al sureste según el valle del Lillas se abisma. Ahora el recorrido se convierte en un paseo. Jalonada por distintos paneles interpretativos, la senda discurre suavemente en la umbría de las hayas. Serbales, abedules y tejos se unen a éstas, aumentando la belleza del bosque.

Dicen los expertos que aquí habitan hasta nueve especies de murciélagos. Les acompañan jabalíes y corzos, gatos monteses, comadrejas, lirones y ardillas. Y, casi sin darnos cuenta, alcanzamos el collado del Hornillo.

La gayuba, con sus hojas pequeñas y brillantes, se ha apoderado de los taludes de la senda. A nuestras espaldas quedará el valle del Zarzas o Sorbe, junto a una pista forestal de tierra recorrida ocasionalmente por bicicletas de montaña. En este punto comenzamos el descenso. Hay que seguir las indicaciones con atención, ya que lo escarpado de la senda, marcada con mojones de piedra, a veces hace perder el rumbo. Poco a poco entramos en un cortafuegos, abierto entre las jaras, el brezo y la retama, que nos llevará hasta la pista forestal por la que habíamos llegado al aparcamiento.


Guía práctica

COMO LLEGAR
Desde Ayllón (N-110) se coge la C-114 en dirección a Santibañez de Ayllón. El primer desvío a la derecha, Villacadima, por la CM-1006, le llevará hasta Cantalojas. A un kilómetro se encuentra el Centro de Interpretación que controla el acceso al hayedo. Desde Guadalajara, se toma la C-114 hacia Cogolludo.

DORMIR
Cantalojas: Hostal El Hayedo (949 30 33 06), con fácil acceso al Parque Natural. Habitaciones por 3.000 pesetas. Galve de Sorbe: Hostal Nuestra Señora del Pilar. Alojamiento por 4.000 pesetas (949 30 30 29). Ayllón: Hostal Velosillo (921 55 30 62), habitaciones con baño individual (4.800 ptas.).

COMER
Cantalojas: Hostal El Hayedo (949 30 33 06). Comida casera, donde destacan los platos elaborados con setas de temporada, en especial los boletus. Riaza: La Taurina (921 55 01 05). Situado en el marco de la plaza porticada, a la izquierda del Ayuntamiento, donde encontraremos el asado tradicional. El Fogón de Riaza, ambiente renovado, con platos como el gallo de corral en pepitoria.

 

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