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sábado, 25 de enero de 1997
viajes

CHAMPAÑA. Cada palmo de tierra es oro en esta provincia situada al este de París. Incluso el inmenso mundo subterráneo está aprovechado por los centenares de kilómetros de túneles donde los bodegueros guardan millones de botellas. Las hileras de vides han fagocitado las suaves colinas de la "Champagne sèche", donde los pueblos elevan las torres puntiagudas de sus iglesias góticas entre los viñedos. La bebida de las fiestas y las celebraciones ha enriquecido a unas gentes reservadas y amantes del bienestar.

 

El paraíso francés del gótico y las burbujas

La catedral gótica de Reims marca el comienzo del viaje
Epernay es la capital del champaña
La tumba de Dom Pérignon es visitada por miles de admiradores
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ACACIA DOMINGUEZ UCETA

La región de Champaña es un ejemplo de la Francia tranquila, casi desconocida, ideal para viajeros con buen paladar y tiempo para descubrir una tierra donde el gótico reina en iglesias y monasterios, algunos auténticas obras maestras.
Verticales, como las burbujas del buen champaña, se elevan las columnas de la catedral de Reims, comienzo obligado del viaje. El templo está habitado por una colección extraordinaria de esculturas que representan a la realeza gala junto a los numerosos personajes de los libros sagrados.
Una sensación de grandeza se apodera del visitante cuando contempla el estallido de colores que provoca la luz al pasar por las vidrieras de los rosetones. Allí estuvo Juana de Arco en la unción de Carlos VII, siguiendo la tradición que obligaba a la coronación de los reyes de Francia en Reims.
La otra desmesura de la capital de la Champaña se inicia en el Rond-Point Pommery, entrada a un mundo subterráneo excavado por los bodegueros que extiende sus tentáculos por cientos de túneles. Es el mejor lugar para hacer la primera cata e introducirse en el sabor característico de la rica provincia de Champaña.

Lujosas mansiones.

La catedral gótica de Reims sirve de pórtico a las tierras vinícolas del cercano Valle del Marne, donde parece brotar el champaña por todos lados. Las lujosas mansiones y las iglesias de la zona han crecido al ritmo de las burbujas. La localidad de Epernay se considera la capital del champaña, ya que en su avenida principal se alinean las sedes de las compañías más importantes. Un museo dedicado a la elaboración del célebre espumoso aporta los datos históricos más relevantes.
El viaje debe continuar hasta la abadía de Hautvillers, distante seis kilómetros de Epernay. Monjes tuvieron que ser los que alumbraron un brebaje tan sofisticado. Aunque el vino existía en la zona antes de la llegada de las legiones de Julio César, fue a finales del siglo XVII cuando el caldo champañés alcanzó sus propiedades actuales gracias a Dom Pérignon (que da nombre a una de las marcas más emblemáticas), quién logró, mediante una segunda fermentación, el oro espumoso que logró seducir a las cortes europeas.
 Una de las iglésias góticas de la región de Champagne

Su tumba recibe, día tras día, el homenaje de miles de admiradores que se acercan, como si de una peregrinación religiosa se tratara, agradecidos por los buenos ratos que les ha hecho pasar. Desde los jardines abaciales se contempla un magnífico panorama, sobre todo durante la época de la vendimia, cuando los campos semejan un hormiguero humano y las carreteras están ocupadas por carros y tractores con vendimiadores y cestos de uvas que vienen y van. Un espectáculo protagonizado conjuntamente entre la naturaleza y el hombre, que merece ser contemplado.
Desde Epernay parte la ruta de la "Cote des Blancs" que lleva a los pintorescos pueblos de Cramat, Cuis, Oger, Pierry y Moussy asomados a los viñedos. También se accede al gran pueblo bodeguero de Aÿ de Champagne. Es el momento de realizar una visita a una bodega y doctorarse en la elaboración del champaña. Los expertos dejan muy claro al visitante que tierra y clima dan lugar a una producción que ya está vendida de antemano.
Unas 25.000 hectáreas de viñedos producen la uva más selecta, la requerida para no saltarse la estricta reglamentación de la denominación de origen de Champaña. Ningún otro espumoso de Francia y del resto del mundo puede llamarse así. Del suelo calcáreo brotan las famosas cepas que necesitan para sobrevivir una temperatura media anual de 10 grados cen- tígrados como mínimo. Por eso, no hay que extrañarse de que en el paisaje sobresalgan gigantescas aspas de ventiladores que impiden que las viñas se hielen cuando llegan las nevadas.

En la bodega.

Elegimos la casa Bollinger para hacer la visita. Algunos se asombran de que se emplee también uva negra. En los anchos lagares las uvas son prensadas con delicadeza para obtener un mosto blanco, sin teñirse del rojo de la piel. Las completas explicaciones continúan por la vieja bodega, donde se siguen los procesos de elaboración hasta que las botellas llegan a depositarse en un laberinto de túneles.
En el oscuro frescor, el champaña es tratado cuidadosamente para que obtenga la gracia de las burbujas y adquiera un envejecimiento que suele ser de tres a ocho años. Luego, en un sobrio salón cubierto de madera, rodeados por vieja maquinaria y retratos de antiguos propietarios, suena el silbido de algún corcho y comienza la cata de las distintas variedades, mientras a través de los ventanales se agrupan los viñedos alejándose hacia el infinito.
De nuevo en ruta, el valle del Marne avanza por un territorio cuya época de máxima importancia histórica fue el medievo. La ciudad de Châlons-sur-Marne centra el comercio del vino en torno a dos obras maestras del gótico, la iglesia de Nôtre-Dame-en Vaux y la Catedral de St-Etienne, ambas con fabulosas vidrieras que han sobrevivido a los bombardeos de las dos guerras mundiales.
Las casas típicas con fachadas de entramado de madera son numerosas en St-Amand-sur Fion y en Bar-le-Duc, donde bajo el castillo serpentea el canal Rin-Marne, apto para el turismo fluvial gracias a pequeñas embarcaciones en las que se puede pernoctar.
Troyes es el otro gran centro artístico de la Champaña. Las torres de su catedral y de sus cinco fabulosas iglesias góticas se miran en otro río famoso, el Sena. Por la Rue Emile Zola se penetra en la vieja ciudad de calles retorcidas que sirven de ejemplo al rico patrimonio artístico que se ha salvado del devastador paso del tiempo. Algo milagroso en Champaña, cuya situación estratégica sin defensa alguna ha hecho de esta zona un terrible campo de batalla en todas las guerras europeas. Una realidad muy alejada de la alegría del popular vino espumoso francés.


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