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sábado, 5 de Abril de 1997
viajes

GALICIA. Tierra de antiguas y profundas tradiciones, ofrece al visitante bellos parajes naturales e infinidad de alternativas para poder conocer a fondo una de las regiones más sorprendentes de nuestra geografía. Una de ellas recorre la famosa Costa de la Muerte, o "Costa da Morte" como dirían los gallegos, sobre todo en esta época del año, donde el tiempo invita a que se pueda apreciar en vivo la furia de sus bravías aguas y de sus temibles vientos

La Costa de la Muerte
Las historias van de boca en boca. Son leyendas que tienen a la muerte como denominador común. Finisterre ofrece un hermoso panorama. Las playas solitarias procuran burlar la vista del hombre
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RAFAEL CALVETE

El viaje en sí es una perfecta combinación de arte, color, paz y buena mesa, lo que junto a la fantasía personal de esta tierra y a sus gentes, hace que se parezca más a un sueño que a la propia realidad. Desde el Cabo de San Adrián hasta el Faro de Finisterre, se extiende una costa maldita durante siglos. Primero fueron los temibles vikingos, que con sus naves sembraron el terror. Más tarde, la propia climatología del lugar hizo que sus pobladores volvieran a sufrir la pérdida de sus seres más queridos. Misticismo, leyendas, brujería y superstición impregnan la tierra gallega. Las historias van de boca en boca, son contadas entre murmullos, como si de un secreto de familia se tratara. Pero no son secretos. Las leyendas son conocidas por todos, incluso por sus habitantes, que se asombran ante la cantidad de chismes que llegan a sus oidos: historias distintas, con protagonistas diferentes, pero siempre con un denominador común: la muerte. Esta ruta, conocida como "La Costa de la Muerte", es una de las más sugerentes e insólitas de Galicia. Puede comenzar en La Coruña, desde donde arranca la C-550. Una vez en Carballo (capital de la comarca de Bergantiños), el viajero puede abandonarla y seguir por otra carretera que discurre paralela a la costa. En este caso, el itinerario comienza en Malpica, desde donde se baja hasta Finisterre.

Donde nace la leyenda.

Antes de llegar a Malpica conviene hacer una breve parada en Buño.

Finisterre es considerado como el extremo más occidental de Europa
Una iglesia pequeña y antigua y unas cuantas casas, blancas la mayoría y de vivos colores las otras, constituyen el marco de este simpático pueblo. Una vez en Malpica, comprendemos porque es aquí, y no en otro lugar de esta geografía, donde comienza la Costa de la Muerte. En este pueblo no aparecen señales de vida. A medida que uno se va acercando a su puerto van apareciendo las personas como de la nada. Casi todos sus habitantes son pescadores, viven del fruto que sacan de la mar. Esa mar, furiosa, azota la costa incansablemente. Sus barcos de madera, pequeños y modestos, están fondeados al abrigo del puerto cuando no tienen que salir a faenar. Los naufragios en la zona son numerosos, pero no sólo desaparecen pequeños barcos pesqueros, sino también muchos de los grandes navíos que parecen muy seguros en aguas tranquilas, pero que en alta mar se asemejan más a un tiovivo que a otra cosa. Antes de despedirnos de Malpica, nos acercaremos hasta el Cabo de San Adrián y desde allí tomaremos la carretera en dirección a Corme. Pero antes pasaremos por los pinares de Ponteceso, donde el poeta Eduardo Pondal se inspiró para la ejecución del himno gallego. En Corme se encuentran las cruces de los percebeiros (hombres que se arriesgan en la captura de los percebes), así como alguna que otra playa solitaria con calas que procuran burlar la vista del hombre. Seguimos el camino que nos lleva a Laxe, situado en el cabo del mismo nombre. Es difícil describir tanta belleza. El paisaje es un poco montañoso, formando acantilados que llevan directamente a las aguas profundas. Los campos que, de cuando en cuando, se dejan ver muestran la riqueza de esta tierra. En ellos, algunas mujeres gallegas, viejas y enlutadas, aparecen trabajándolos incansablemente, de la manera más rudimentaria.

La furia del mar.

No muy lejos del puerto de Barizo, uno siente la necesidad de parar. Ante nuestros ojos se halla el mar, inestable y movido. En esos momentos uno siente que verdaderamente esta vivo. Es curioso, en la Costa de la Muerte se respira vida, quizás porque la muerte es vida en Galicia. Es aquí, en lo alto de un acantilado frente al mar, donde nace la leyenda que habla de bandidos disfrazados de labriegos, de noches oscuras y de tormenta, de mar furioso cuyas olas crecen y crecen tragándose todo lo que aparece en su camino. Nadie sabe si es verdad o mentira, pero el caso es que la leyenda sigue viva y merece la pena conocerla de boca de los habitantes de la zona. Siguiendo el itinerario hacia el sur, a 10 kilómetros de Corme, aparece Camelle, donde su más famoso inquilino Manfred, un joven artista alemán, expone sus pinturas sobre las piedras talladas que se encuentran en una zona apartada del malecón. Desde allí, continuamos hasta llegar a Camariñas, donde está el mítico faro de Cabo Vilán, declarado monumento nacional, y que ha contemplado impasible como en un siglo se hundían en sus aguas más de 130 navíos. Pero Camariñas nos ofrece también el arte de sus mujeres, jóvenes y ancianas, tejiendo encajes de bolillos, como lo hicieron sus madres y abuelas en tiempos pasados. Dado que Camariñas se encuentra en el extremo de una bahía, hay que regresar por la misma carretera hasta llegar al Ponte do Porto y desde allí continuar el viaje hasta Muxía. Aquí, junto a la famosa ermita de A Nosa Señora de la Barca está la pedra de abalar, una enorme piedra oscilante que sólo los inocentes serán capaces de mover.

El siguiente tramo es algo más largo y nos conducirá a Cée y a Corcubión, aunque habrá que parar antes en Moraime para visitar su monasterio cisterciense. Una vez aquí, sólo queda acercarse hasta Finisterre, que está a 14 kilómetros hacia el sur. Después de haber llegado hasta este punto muchos creerán que ya lo han visto todo. Falta lo más importante: la Fisterra. Este simpático rincón de la geografía gallega se abre al viajero inmerso en una naturaleza poblada de pequeños arbustos y tojos que buscan su existencia entre las rocas. Y, por fin, se alza el Faro de Finisterre, considerado como el extremo más occidental del continente europeo, al menos desde que lo descubrieron los romanos, en la expedición que capitaneaba Décimo Junio Bruto. Es aquí donde la mano del hombre no ha logrado dominar la tierra, en la que nace esta leyenda, maldita para muchos y sugestiva para la mayoría de los humanos. ¡Cuánta belleza unida en esta zona alejada de la civilización! ¡Qué paz, que tranquilidad, y cuánta vida hay en ella! Finisterre, el "fin de la Tierra", nos revela el secreto. La leyenda ya no es tal leyenda, es tradición. Es la raíz del ser gallego, es su propia existencia. ¡Galicia, tú que eres tan bella, abre las puertas al mundo y dejate ver!


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