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sábado, 19 de Abril de 1997
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Mantendrá la presidencia de Fiat durante un año más, hasta que cumpla los 75. Presentará un recurso contra la sentencia de un tribunal de Turín por financiar partidos políticos. Ha sido el artífice de las dos recuperaciones del Grupo Fiat en el curso del último decenio

CESARE ROMITI
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Sergio Piccione

Desde hace un año presidente del Grupo Fiat, se encuentra ahora en el ojo del huracán de la actualidad italiana. Y no para bien, precisamente. Hace 10 días fue condenado a 18 meses de cárcel por un tribunal de Turín por financiación ilegal a partidos políticos. Y un día más tarde, un fiscal de Roma anunciaba que había solicitado el procesamiento de Romiti por corrupción. Esta comunicación ha sido considerada en Italia como un deseo de notoriedad por parte de dicho fiscal, que ha visto rechazada por tres veces tal solicitud y, según los indicios, puede serlo una vez más. En cuanto a la sentencia de Turín, va a ser recurrida, porque en Fiat se considera que no hubo intención de hacer nada incorrecto, hasta tal punto que las cantidades en cuestión aparecen como donaciones en el balance del Grupo Fiat, y por tanto no son deducibles a la hora de pagar impuestos. Estos acontecimientos han hecho cambiar la imagen de Cesare Romiti y que se olvide de que fue el artífice de la recuperación de la marca en un momento en que, mucho más que ahora, Fiat era Italia tras el periodo de turbulencia social de finales de los 70. Desde entonces, ha sido el fiel escudero de Giovanni Agnelli, quien al final ha querido premiar su dedicación dándole el puesto más alto de la empresa. Para ello cambió sus planes de sucesión, que debía producirse en su hermano Umberto. El primer paso lo dio en 1993, cuando los malos resultados le hicieron considerar que no era el momento oportuno para el relevo. Entonces, cambió los estatutos que implicaban el retiro a la edad de 75 años, por si se hacía necesaria la permanencia. Sin embargo, en 1995, estimando superada la crisis, volvió a reestablecer la norma y a anunciar su sucesión, ya no en su hermano, sino en Cesare Romiti.

Muy ligado a Enrico Cuccia, el presidente de Mediobanca, Cesare Romiti fue elegido presidente de Fiat tanto en reconocimiento a los servicios prestados como para, según todos los indicios, asegurar un periodo de transición entre dos Agnelli, Giovanni, el avvocato, y su sobrino, Giovannino, que actualmente está siendo atendido en Estados Unidos de un tumor benigno en el estómago. Nacido en Roma, el 24 de junio de 1923, Romiti debería abandonar el puesto que ahora ostenta, según los estatutos de la compañía, dentro de un año. La fecha de su 75 aniversario coincide con la asamblea anual de accionistas del Grupo Fiat, ocasión excelente para anunciar su retirada y asegurar que, en 1999, el año del centenario de Fiat, la presidencia vuelva a ser ostentada por un Agnelli, Giovanni Alberto, que debería estar completamente repuesto para entonces. Agnelli ha dicho de Romiti que es el hombre con quien mejor ha sintonizado. Llegó a Fiat, después de haber sido director general de Alitalia, tras la crisis que en el sector de automoción creó la guerra del Yom Kipur, y que en Italia se agravó a causa de los problemas sociales que sacudieron al país. Logró sacarla adelante, en parte, gracias a la elección de colaboradores como Vittorio Ghidella, a quien apoyó como líder de Fiat Auto hasta que éste se opuso a su política de diversificación. Ghidella calculó mal sus apoyos y tuvo que terminar dimitiendo. Su nombre comenzó a brillar en Fiat en 1976, cuando a los tres meses de ser nombrado, conjuntamente con Carlo de Benedetti, administrador general, se quedó sólo por abandono de su colega, que consideró imposible recuperar la situación. Después, Romiti logró ganarles el pulso a los sindicatos, organizando una marcha de 40.000 trabajadores que pedían volver al trabajo y el fin de las huelgas que paralizaron las principales fábricas de la marca.

Su última gran maniobra se produjo durante la última crisis de 1993, al conseguir del Deustche Bank, Alcatel, Generali y, por supuesto, Mediobanca -accionistas principales del grupo-, su concurrencia a una ampliación de capital para financiar los nuevos proyectos que debían volver a sacar a Fiat de la crisis. Una crisis de la que algunos observadores del sector de automoción le inculpaban. Romiti, durante los años 80, había impulsado una política de diversificación que se hizo posteriormente paralela a un frenazo en el desarrollo de nuevos modelos de automóvil. Ya se ha comentado la oposición que, a esta política, presentó Vittorio Ghidella como responsable de Fiat Auto, que terminó por dimitir a finales de 1988. Durante dos años más, bajo el control directo de Romiti, la parálisis de la división de automóviles fue casi total. Finalmente, comenzó a emerger la figura de Paolo Cantarella, que se convertiría en su nueva mano derecha para el control de la actividad automovilística. Tanto, que tras su nombramiento como presidente, y una vez se fueron abandonando actividades que no eran tradicionales dentro del grupo italiano, lo elevó hasta el puesto de consejero delegado, dejando de lado a Giorgio Garuzzo. Romiti se ha caracterizado siempre por ser un hombre claro y duro. Esa fue la forma en que anunció a Garuzzo que no contaba con él. Tan tajante y escueta, que al veterano ejecutivo le costó creerse que efectivamente su carrera en Fiat había tocado a su fin. Por otro lado, es modesto, poco pretencioso, con una forma de vida que contrasta con la de su patrón y amigo Giovanni Agnelli, el avvocato. Le gusta la tertulia en la que demuestra una réplica ajustada y certera, lo que, gracias a su gran poder de persuasión, le ha permitido moverse bien en los medios políticos romanos, a veces excesivamente complicados para los empresarios del norte de Italia.

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