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sábado, 19 de Abril de 1997
a escena

RENAULT SPIDER. No es el coche más rápido, y su equipamiento se distingue por no ofrecer absolutamente de nada. Para colmo, un elevado precio de venta y lo limitada que es su producción lo reservan sólo para unos pocos. Este panorama podría hacer pensar que el Renault Spider no sirve para nada. Si desde el punto de vista de la utilidad es verdad, no es menos cierto que pocos automóviles ofrecen a su conductor las sensaciones y emociones que proporciona esta espectacular barqueta biplaza a sus privilegiados ocupantes

La pasión se impone a la razón
El único objetivo de este espectacular deportivo francés es ofrecer el mayor disfrute en su conducción
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ALEJANDRO MOÑIZ

Disfrutar. Sentir alegría o placer en cierto sitio o con cierta cosa. Gozar. Poseer. Esta definición se adapta perfectamente a las sensaciones que transmite el Renault Spider, automóvil cuyo único objetivo es satisfacer a los amantes de la conducción en estado puro. Los últimos tiempos nos han deparado coches más seguros, cómodos, equipados y respetuosos con el medio ambiente, pero se han perdido la emoción y la pasión de conducir en el sentido estricto de la palabra. Para los que ansían circular con un vehículo distinto y de forma diferente, ha nacido el Spider que, sin elementos superfluos, sólo ofrece elevadas dosis de disfrute al volante. Muchos pensarán que por 5,5 millones de pesetas debería incorporar elementos de seguridad tan en boga hoy día como el airbag o los frenos ABS; o de confort, como el aire acondicionado, la dirección asistida o los elevalunas eléctricos. Nada más lejos de la realidad, puesto que el Renault Spider, por no tener, no tiene ni techo ni cristales laterales.

Su espectacular carrocería deja clara su vocación de automóvil deportivo sin concesiones.
RAMON RODRIGUEZ

Las generosas tomas de aire laterales delatan la implantación mecánica. No necesita ni techo ni ventanillas laterales.
La parte delantera, con el inclinado parabrisas, los faros encapsulados y el capó en pronunciado declive, propicia el que recuerde poderosamente a los vehículos de competición. El lateral mantiene la agresividad en las formas; los bajos de la carrocería están pintados en color gris plomo y enlazan con la generosa toma de aire que, además, delata la ubicación central del motor. Por último, la zaga contribuye a su original aspecto con cuatro faros circulares de enormes dimensiones. Estas características, complementadas con unas medidas que destacan por la escasa altura del coche -el punto más elevado es el arco de seguridad que protege en caso de vuelco- y por su anchura, potencian su diseño deportivo, que se acentúa aún más por las grandes llantas de aleación de cinco brazos. Bajo este envoltorio se esconde un elaborado chasis realizado íntegramente a base de aluminio. Este material ha sido elegido para su construcción porque permite un ahorro de peso cercano al 40% en relación a uno de chapa de acero, además de tener una resistencia mucho mayor. La dieta de adelgazamiento llevada a cabo en el Spider ha incluido también a los paneles de la carrocería, que se han confeccionado con materiales compuestos.

Nada convencional.

La disposición de los elementos mecánicos responde al heterogéneo planteamiento del modelo. El motor central, ubicado transversalmente, asegura un inmejorable reparto del peso, así como un bajo centro de gravedad. No hace falta decir que, como buen deportivo, la tracción es a las ruedas traseras, mientras que las suspensiones provienen directamente de las que se utilizan en los monoplazas, al contar con dos triángulos superpuestos en ambos trenes. En cuanto al equipo de frenos, y para asegurar una capacidad de deceleración de primer orden, se ha recurrido a los discos y pinzas que montaba el desaparecido Alpine A 610 Turbo. Si todas estas peculiaridades ya alejan a este Renault de un automóvil convencional, al ponerse al volante las distancias aumentan entre uno y otro.
RAMON RODRIGUEZ

De carreras. Motor central, suspensiones de doble triángulo y chasis de aluminio son sus principales ingredientes
En primer lugar porque para acceder al habitáculo, apto únicamente para dos personas, nos encontramos con unasorpresa. ¿Se han olvidado de la manecilla para abrir la puerta? En realidad no existe tal manecilla. Para entrar, y dado que tampoco hay ventanillas laterales, tenemos que introducir el brazo en el habitáculo y accionar el mando situado en el interior de la puerta. Una vez hemos hecho uso de este mando, el Spider nos vuelve a sorprender, ya que la puerta se abre con un movimiento deslizante hacia adelante y pivotando en forma ascendente. Este espectacular sistema, empleado por fabricantes de superdeportivos tan exclusivos como Lamborghini, Bugatti o McLaren, no presenta el menor problema, aunque sí limita el espacio disponible para entrar y salir del vehículo.

Instalados en el magnífico asiento, un baquet de competición, llama la atención lo sobrio y espartano que es el interior. Como si de una motocicleta se tratase, tras el pequeño y deportivo volante están dispuestos tres relojes circulares que nos informan sobre la temperatura del agua, la presión del aceite y las revoluciones del motor. En la parte central del salpicadero, y bajo una visera para evitar reflejos, se ubica un display digital, idéntico al que equipa el Twingo, que ofrece datos sobre la velocidad máxima, el nivel de combustible y los kilómetros recorridos. En la consola central tan sólo nos distraen dos botones: el del warning y el de la luneta térmica. No, no es una equivocación, es que este último mando, y a falta de cristal trasero, sirve para desempañar el delantero, puesto que el equipamiento del Renault Spider no incluye ventilación, salvo la del viento. Bajo ambos mandos se encuentra un pequeño panel con los principales testigos luminosos. Aún más abajo, se halla una chapa de aluminio con la inscripción de Renault Sport y la palanca de cambios, con el pomo de aluminio. Precisamente este material recubre buena parte del interior, ya que una banda recorre a lo ancho el cuadro de mandos, y también tiene su aplicación en el marco del parabrisas y en la parte baja del habitáculo, incluyendo los pedales. Estos, para lograr una buena posición de conducción, cuentan con regulación longitudinal, al igual que el asiento.

Motor conocido.

Antes de iniciar la marcha nos asalta otra duda. ¿Dónde está el cinturón de seguridad? Como en el Spider todo es distinto, ya casi por acto reflejo buscamos entre los dos asientos. Y ahí está. Al girar la llave de contacto se escucha a nuestra espalda el ronroneo del motor, un viejo conocido, puesto que se trata del propulsor de dos litros de capacidad que, con 16 válvulas y 150 caballos, anima actualmente a la versión más potente del Mégane Coupé y que antaño sirvió para la realización del Clio Williams. El tacto del pedal del embrague, duro y de corto recorrido, nos recuerda que estamos al volante de un deportivo sin paliativos. A esta impresión también contribuye la dirección, que, sin asistencia alguna, obliga a esforzarse para mover las ruedas en parado, y el cambio, cuyo recorrido de palanca es mínimo pero muy preciso.

Reacciones vivas.

Un sonido metálico, como en los coches de carreras, acompaña al movimiento para insertar la primera. A partir de ese instante las sensaciones se multiplican.
RAMON RODRIGUEZ

El Renault Spider es un deportivo sin concesiones. Su carrocería emana agresividad por los cuatro costados.
La progresividad del motor para subir de vueltas invita a ir cambiando de marcha, y en el momento de frenar hay que esforzarse. La ausencia de servofreno y el duro accionamiento del pedal obligan a presionarlo con fuerza y tesón para detener al Spider. Una vez en marcha, la rápida y precisa dirección nos hace olvidar la falta de asistencia; un leve movimiento de las manos y el coche va por donde uno quiere. La dureza de la suspensión se agradece a la hora de rodar deprisa por carreteras de buen asfalto, aunque puede llegar a plantear problemas con los empastes si tratamos de conocer las cualidades de esta barqueta biplaza en una carretera bacheada. Las curvas enlazadas son el terreno preferido por este modelo, y su conducción un completo ejercicio físico para mantenerse en forma. En cualquier caso, las manos deberán estar siempre sobre el volante, puesto que la menor irregularidad se transmite con fidelidad a la dirección en forma de cambio de trayectoria, situación que puede provocar algo más que un susto. El alto grado de estabilidad otorga una enorme seguridad, aunque puestos a explorar sus límites hay que estar atentos y responder con pericia, ya que sus reacciones son algo bruscas.

No se puede dejar de mencionar el impacto visual que supone para peatones y conductores el ver por la calle un coche como el Renault Spider. Desde luego, es imposible pasar inadvertido. No hay dónde esconderse en su interior, algo que los potenciales clientes de modelos de este tipo también valoran. Aunque se trata de un automóvil emocional, Renault tampoco ha descuidado algunos aspectos prácticos: el maletero, que se abre mediante un interruptor oculto bajo la puerta del conductor, tiene sitio para llevar un neceser, muy útil para peinarse después de utilizar el coche. Además, acoge un maletín que hace las funciones de una rueda de repuesto, dado que incorpora un completo equipo antipinchazos. Un paraguas para circular cubierto, siempre y cuando no superemos los 90 km/h., una funda para tapar el habitáculo y un portamaletas sobre el capó trasero, son las otras concesiones del Spider a la funcionalidad. El único rival real del Spider es el Lotus Elise, coche que, aunque sólo cuenta con 120 caballos de potencia, consigue mejores cifras de aceleración debido a su menor peso. Ninguno de los dos nos defraudará si lo que buscamos es diversión a raudales. El modelo británico es 700.000 pesetas más barato, pero el francés tiene, sin duda, una carrocería mucho más espectacular y llamativa.

Nacido para correr

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