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sábado, 31 de Mayo de 1997
viajes

LA RIOJA. Es una tierra llena de contrastes, con zonas agrestes y otras en las que los ríos "amamantan" a las huertas. Tierra plagada de leyendas cuyos asentamientos celtíberos, restos romanos, vestigios árabes, fortalezas medievales e iglesias cristianas, junto con el legado judío, son sus señas culturales. Las huellas marcadas en sus rocas, que los pastores atribuían a los cascos del caballo de Santiago tras la batalla de Clavijo, son, en realidad, un fantástico muestrario de la presencia de los dinosaurios en el territorio riojano

La ruta de los dinosaurios
A la zona de Enciso se la considera el "parque jurásico" español. La ciudad de Calahorra alcanzó su máximo esplendor en la época de los romanos. El pasado árabe de la región riojana se conserva con esmero en Alfaro
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JOSE LUIS JIMENEZ

La Rioja Baja es una zona poco conocida y potenciada que, sin embargo, cuenta con numerosos atractivos. El contraste de sus tierras ya lo es de por sí. Parte de ella está formada por paisajes ásperos y otros verdes que denotan la cercanía de los ríos: el padre Ebro por el norte, con el Alhama y el Cidacos, son sus vías de agua más representativas.

Terrenos rocosos, hayedos, pinares, colonias de buitres, plantas aromáticas que dan origen a una exquisita miel, huertas y viñedos, son algunos de sus características que encontraremos.

Este, se puede iniciar en Logroño, desde donde se debe tomar la carretera nacional N-232 hasta llegar a El Villar de Arnedo, para desviarse, más tarde, hacia Arnedo. Su industria zapatera tiene renombre, y son sus industriales los que patrocinan la feria taurina para novilleros más destacada de España: el famoso Zapato de Oro. Un paseo por sus calles merece la pena. Son varios los monumentos interesantes que se pueden contemplar, especialmente la iglesia de Santo Tomás. Ceda a la tentación y deguste los fardalejos (postre hecho a base de hojaldre y almendras). Los de Pili son los más acreditados.

Cerca de Arnedo está el Monasterio de la Virgen del Vico, en un bello emplazamiento, y los yacimientos paleoicnológicos, así como el antiguo pueblo minero de Préjano.
Numerosos yacimientos reflejan el pasado prehistórico de Enciso.

Por la carretera comarcal C-115 nos dirigimos después a Arnedillo, en el cañón que forma el río Cidacos. Al lado del pueblo se encuentra su conocido balneario, con aguas minero-medicinales, que, además de ser un reputado centro de tratamiento, cuenta con unas modernas instalaciones hoteleras.

De camino hacia Enciso siguiendo siempre el curso del Cidacos, conviene hacer una parada, aunque sea corta, en Peroblasco, que es una aldea magníficamente recuperada a la que se accede por un pequeño puente romano. No hace muchos años tuvieron la osadía de intentar venderlo por 300.000 pesetas. No lo consiguieron.

Y ya, sin más dilación, nos acercamos a Enciso, que tuvo un esplendoroso pasado ganadero. Si bien destaca el conjunto formado por un puente medieval y la ermita de la Concepción, presidida por un hermoso humilladero, lo realmente importante es que hemos llegado al corazón de la Ruta de los Dinosaurios.

Grandes yacimientos.

Aunque parezca mentira, hubo una época en que la actual sierra no existía. El terreno estaba ocupado por cauces fluviales, lagos y vegetación abundante. Su clima era tropical. Se trataba de una zona llana, similar a la que hoy se encuentra en los deltas de los grandes ríos. El mar se encontraba al este. Toda esa cantidad de agua y vegetación permitió el desarrollo de una exuberante vida que hizo posible la existencia de los gigantescos animales prehistóricos.

Si bien no es la única zona con sus fósiles y sus huellas, es ésta de Enciso y su área de influencia una de las más importantes para acercarnos a un mundo desaparecido, desconocido y apasionante.

Los yacimientos que podemos visitar son los de la Virgen del Campo, La Senoba, Valdecevillo, Poyales, Navalsaz y Cuesta de Andorra. Las huellas, de todo tipo de dinosaurios, están bien señalizadas. Sin embargo, recorrer la zona con un especialista enriquece mucho y, lo que es más importante, se siente más. Un buen contacto puede ser Ricardo Ochoa, que a su condición de guía une un gran entusiasmo.

Después de tanta emoción jurásica, un descanso se agradece. Llegar hasta el Molino de Cidacos, al lado de Arnedillo, puede ser reconfortante y divertido. Se trata de un hotel y restaurante que rinde un homenaje total al vino, desde las habitaciones hasta la bodega, catas incluidas. El propietario es un personaje inigualable.

Volvemos a Arnedo para encaminarnos a Calahorra. En el camino está Quel, a los pies de las ruinas de un castillo. Es la cuna de Bretón de los Herreros, que lo glosó así: "Las claras ondas le bañan/ del apacible Cidacos/ cuyas plácidas riberas/ son de Castilla regalo".

Poco más adelante se encuentra Autol, con los vigías pétreos de El Picuezo y La Picueza, que tienen su leyenda. Es conocido por la gran cantidad de conservas vegetales que elabora, aunque no hay que perder de vista sus riquísimos champiñones. De esta localidad es oriundo el gran renovador de la cocina española, Víctor Merino.

Pasado romano.

Ponemos rumbo a Calahorra, ciudad bimilenaria. La baña el Cidacos, que le aporta una huerta feraz, aunque se acerca tímidamente al Ebro. Alcanzó un gran esplendor en la época de los emperadores romanos Augusto y Tiberio. La ciudad hace honor a ese pasado, al que puso su grano de arena con el nacimiento en la misma del gran Fabio Quintiliano, con un magnífico Museo Municipal.

Para los amantes de las curiosidades históricas, hay que significar el hecho de que allí se formó la leyenda de Pepe Botella, al confiscar el rey José Banaparte la bodega del huido José Raón.

La catedral de Calahorra contiene verdaderas joyas, especialmente en lo que se refiere a fondos documentales, con cerca de medio millón de volúmenes, bastantes de ellos escritos en euskera. También conserva importantes documentos hebreos.

La propia catedral es un auténtico lujo, desde la capilla de San Pedro a la imagen del Cristo de la pelota. Visitarla, todos los días desde las 10,30 hasta las 12 horas, acompañados por don Angel, el sacerdote encargado de su custodia, es algo inolvidable.

Finalizaremos el recorrido imbuidos por los recuerdos que los árabes, sus amos durante siglos, dejaron en Alfaro, una preciosa ciudad establecida a orillas del río Alhama y rodeada de una huerta riquísima. Por allí pasó frecuentemente Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, con sus mesnadas. La iglesia de San Miguel, considerado como el templo más grande de La Rioja, conocido popularmente como la Catedral de las Cigüeñas, es su monumento más relevante.


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