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sábado, 13 de diciembre de 1997
viajes

BRAÑA VIEJA. Con Reinosa como centro neurálgico de la zona, los valles de Campoo y Valderredible, en el límite sur de Cantabria, disfrutan de un atractivo entorno natural muy bien conservado. Próximos a los Picos de Europa, tienen una pequeña estación de esquí

Para esquiar en familia
Al sur de la Cordillera Cantábrica estos dos valles unen Castilla con el mar
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GERARDO ORTIZ YRURETA

Entre bosques de robles, abedules y hayas se suceden ambos valles, presos en una cordillera interminable, donde se encuentran las sierras de Peña Labra y el Cordel, con cotas superiores a los 2.000 metros. En la confluencia de ambas impresionantes moles se encuentra la estación de invierno de Alto Campoo, a los pies del pico Tres Mares, de 2.175 metros, del que descienden aguas y deshielos a las cabeceras de tres ríos: Ebro, Pisuerga y Nansa.

La estación, fundada en 1965, cuenta en la actualidad con todos los servicios e instalaciones que requieren los modernos esquiadores, pero siempre dentro de un concepto de complejo de montaña familiar y de aprendizaje. Hoy en día es rara la estación de esquí que no dispone de su propia página web en Internet. La dirección http://mundivia.es/reinosa-campoo es la que proporciona información del conjunto de la oferta turística, cultural y deportiva de la zona. En Braña Vieja, nombre por el que se conoce a la estación del Alto Campoo en todo el norte de España, aprendieron a esquiar todos los aficionados de la cornisa cantábrica hasta que, en los años 80, los viajes a destinos más ambiciosos se popularizaron entre los esquiadores españoles. Aun así, los más de 150.000 visitantes registrados en la temporada pasada dan buena prueba de la fidelidad de una clientela fundamentalmente local. Sobre 17 kilómetros de pistas balizadas se asientan nueve remontes con una capacidad, a pleno rendimiento, de 7.000 pasajeros por hora, un sistema de cañones de nieve, escuelas de esquí, puesto de socorro, guardería y varios restaurantes y hoteles.

Desde el collado en el que se encuentra la estación y descendiendo por la carretera C-628, que está en un sorprendente buen estado, se puede recorrer la zona de los valles e ir descubriendo todos los secretos que el pasado, muy presente todavía, ofrece. Así, es posible aventurarse hasta el nacimiento del Ebro en la localidad de Fontibre. La surgencia del río ha sido acondicionada recientemente por el Gobierno cántabro, y es muy recomendable la visita a la inmensa arboleda donde nace en cualquier época del año. También puede visitarse el castillo de Argüeso, uno de los emplazamientos roqueros de defensa contra la invasión musulmana localizado más al norte de la Península. Una vez recorrida la parte noroeste de los valles, es obligatorio recalar en Reinosa para hacer los honores a la gastronomía regional, de una contundencia a toda prueba.

Restos medievales.

Pero Reinosa no sólo es gastronomía y hospedaje. Con unos orígenes que se sitúan en la alta Edad Media, la villa adquiere su relevancia en los años en los que era paso obligado para el tránsito de harinas y lanas que, desde Castilla, se enviaban al puerto de Santander. Un paseo por el pueblo pondrá ante nuestra mirada muestras de arquitectura local, palacios y casonas recientemente restaurados y una completa oferta de espacios de ocio. La oficina municipal de Turismo tiene el teléfono 942-75 52 15.

Un recorrido por el resto de los pueblos de la zona, hasta rodear el embalse del Ebro, supone una lección de historia a cielo abierto. Las montañas que forman la columna vertebral de la cordillera cantábrica, sólida e inhóspita a veces, eterna referencia visual de los picos y cumbres en tediosa sucesión de este a oeste, han dado forma al carácter de sus habitantes y a toda una cultura que se inicia antes de la invasión romana. Restos de su presencia salpican el paisaje. Siguiendo la carretera van surgiendo Julióbrega, el yacimiento de restos romanos que se encuentra sobre otro enclave anterior (de los cántabros primitivos) en el pueblo de Retortillo, el santuario altomedieval de Montes Claros en Valdeprado, donde los dominicos regentan una hospedería abierta al público en la que es posible residir a precios conventuales, y las ermitas rupestres de Valderredible.

Las ermitas de Campoo de Ebro, Cadalso, Arroyuelos y Santa María de Valverde son excavaciones en afloramientos rocosos realizadas a partir del siglo VIII por los repobladores cristianos. Todas ellas continuaron como lugar de culto hasta el Renacimiento, conviviendo con la llegada del románico que se pone de manifiesto en los pequeños pueblos que fueron surgiendo con las sucesivas colonizaciones castellanas hacia el norte.

En toda la comarca, y a la hora de reponer fuerzas, los visitantes pueden decantarse por los platos de caza mayor, corzo y jabalí procedentes, a buen seguro, de la inmediata Reserva Nacional de Caza del Saja. Es la más extensa de España, pues ocupa casi la mitad de Cantabria, desde el río Besaya hasta las estribaciones de los Picos de Europa. Se trata de un lugar con el suficiente encanto como para dedicarle algún tiempo en una visita muy reposada, siempre que sea fuera de la temporada cinegética.

Y, como las aves migratorias, que con la construcción del embalse del Ebro descubrieron un nuevo lugar de reposo, terminaremos la ruta en los márgenes de ese inmenso mar interior, en el que comienzan a desarrollarse distintas iniciativas públicas para su aprovechamiento como espacio ecológico de ocio.

Inversiones modestas para planes ambiciosos

Iniciado en los años 20 y terminado en 1947, el embalse del Ebro es la mayor extensión de agua dulce de la Península. Con una superficie que ronda los 500 kilómetros cuadrados, una longitud de 20 kilómetros, una anchura de cuatro y un perímetro superior a los 90 kilómetros, almacena más de 500 millones de metros cúbicos de agua.

Acostumbrados a ver durante tantos años el inmenso mar interior quieto y gris, todos olvidan el gran sacrificio que realizó la región para que el riego quedase garantizado a cientos de kilómetros de allí. Bajo sus aguas quedaron sepultadas 6.500 hectáreas de las mejores y más fértiles vegas de esos valles, más de 20 pueblos total o parcialmente inundados.

La zona permanece en excelentes condiciones de conservación, y toda la actividad de importancia económica se lleva a cabo en Reinosa, el núcleo urbano de mayor entidad de la comarca. El resto de los municipios y su medio natural han permanecido inalterados, aunque en un estado de lento abandono desde que, después de la posguerra, se iniciara el éxodo a las ciudades.

Las intenciones del Gobierno de Cantabria para todo el entorno del embalse no pretenden remodelaciones extensas o la creación de impactantes infraestructuras, ya que el paisaje se vende por sí solo. En este caso, su plan de acción para una completa oferta permanente de servicios turísticos pasa por actuaciones tan poco vendibles como la instalación y puesta en funcionamiento de plantas de tratamiento de aguas residuales, canalizaciones y depuradoras, dimensionadas pensando en las posibilidades de acogida del entorno, sin dejarse llevar por sospechosos sueños de zonas urbanizadas, cámpings saturados o mastodónticos puertos deportivos en los márgenes del embalse del Ebro.

Sin el engorroso, e innecasariamente conflictivo, procedimiento de declararlo zona protegida, sin más figuras legales que las estrictamente necesarias, los valles de Campoo y Valderredible se mantienen casi intactos.

No muy lejos de las tan frecuentadas estribaciones de la parte montañosa de los Picos de Europa, cuyo centro de actividades es el pueblo de Potes, las suaves pendientes de su cara sur, la más meridional de la región, reúnen los paisajes que marcan la transición entre las tierras del norte de Burgos, las vegas del Rudrón que frecuenta Delibes en sus jornadas de pesca, el enclave tenazmente verde de su cara norte y las planicies que se extienden hasta la costa y las playas.



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