Sobre
Franco hay una mitología que ha superado no sólo
las pruebas del tiempo, sino también las de la nacionalidad.
Una: Franco evitó la intervención española
en la II Guerra Mundial; no hay historiador que conoczca mínimamente
esta etapa y que firme esto con seriedad. Su imprudente posición
no fue la de un neutral, sino la de un no-beligerante que rozó
durante muchos meses la prebeligerancia, igual que le sucedió
a Mussolini hasta que éste involucró a su país
en el conflicto. Para evitar la intervención española
en la guerra, resultó más decisiva la actitud de Hitler
que la del propio Franco. Trevor-Roper mencionaba este caso como ejemplificación
de Historia virtual partiendo de un concepto errado. Este historiador
británico llegaba a la conclusión de que, de haber intervenido
Franco en la guerra, la victoria hubiera sido, de cualquier modo,
de los aliados, pero lo probable es que la bomba atómica se
hubiera empleado contra Berlín y no en Hiroshima.
AUTARQUIA CUARTELARIA
Otra afirmación tan difícil de desarraigar como
falta de fundamento es la que se refiere al crecimiento económico
español. Ya sólo algunos franquistas entusiastas
sostienen en la actualidad que la herencia de Franco fue el desarrollo
y, con él, las clases medias españolas. Eso es, sencillamente,
insostenible y, a medida que se incrementan los estudios monográficos
acerca del periodo, resulta más evidente. No obstante, son
muchos los observadores extranjeros o los colaboradores del Régimen
de mayor o menor importancia que, con la vista puesta en los 60, le
atribuyen haber jugado un papel decisivo en ese resultado.
Todo esto no es cierto: Franco retrasó el crecimiento español
toda una generación porque, sin duda, la evolución española
hubiera sido muy distinta a partir de 1945 con otro tipo de régimen
(ni siquiera hubiera hecho falta una democracia plena). La política
de autarquía e intervencionismo estuvo motivada en criterios
políticos y no en otros; resultó, además, muy
incompetente en su realización práctica. Pero, además,
esa política nunca fue desmantelada por completo, sino que
perduró como rémora, contribuyendo a dificultar un cremiento
económico que, cuando por fin se produjo, se apoyó,
fundamentalmente, en elementos exógenos: el turismo, la emigración,
los capitales extranjeros, la propia situación geográfica...
Franco pasó de una autarquía cuartelaria, que enlazó
con la política económica fascista de algunos de sus
colaboradores, a desligarse un tanto de esa opción. Pero siempre
pensó que cuando gobernaba desde Burgos había tenido
algunas ideas muy brillantes sobre esta cuestión y de ahí
sus reticencias a cualquier tipo de cambio y por eso nunca desmontó
por completo la máquina intervencionista de la etapa inicial.
Cuando cambió la política económica, los resultados
hubieran sido mejoers de haberse llevado a sus últimas consecuencias
la política reclamada por los expertos.
FIGURA PATERNAL
Una última referencia a las biografías de Franco
es que dan la sensación de que no cambió a lo largo
de toda su vida. En ocasiones, a lo sumo, se le supone convertido
en una especie de padre benevolente a partir de los 60. Se ha insistido
poco en la transformación que experimentó a partir de
la victoria en la Guerra Civil y que se tradujo en una especie
de efervescencia que le hacía pensar en fantásticos
planes internos e internacionales. Otro momento importante en su trayectoria
biográfica fue la década final del Régimen, que
no puede explicarse sin su decadencia vital. Existen sobradas razones
para pensr que ésta jugó un papel político muy
importante, pero no se puede pecisar hasta qué límites.
Está por historiar la influencia que ejercieron sobre él
sus más allegados o sus estados de ánimo. En cualquier
caso, ése es uno de los periodos en que resulta más
evidente el peso de su persona en el destino de la colectividad.