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1994: LUIS ROLDAN
El prófugo más buscado de la joven democracia
española
Javier Lorenzo
El hecho más bochornoso de la joven democracia española
tiene nombre propio, y éste no puede ser otro que el de Luis Roldán,
el ex director de la Guardia Civil que, a partir de una información
aparecida en &laqno;Diario 16» el 23 de noviembre de 1993, tuvo durante
305 días el dudoso honor de ser el prófugo más buscado
de la historia de España desde Antonio Pérez. Hoy consume
muy despacio una pena de 28 años en el centro penitenciario de mujeres
de Brieva, a tres kilómetros de Avila capital.
La aventura de este aragonés, hijo de taxista, que a punto estuvo
de convertirse en ministro de Interior y al que sus subordinados conocían
afablemente por el apodo de &laqno;el Algarrobo», comenzó a
fraguarse en 1976 cuando decidió entrar en política en contra
de la opinión de su entonces mujer, Angeles Cimorra. &laqno;De lo
único que tienes que fiarte es de mí y de que te lleve a ti
con la cabeza bien alta», fue la contundente respuesta de Roldán,
un hombre tan ambicioso y capaz que tres años más tarde ya
era concejal de Hacienda del Ayuntamiento de Zaragoza y que empleó
menos tiempo aún en hacerse ingeniero industrial y economista, con
&laqno;master» incluido. Lo que tardó en falsificar diplomas
y certificados.
Su carácter disciplinado y hasta inflexible en el campo profesional
-en el ámbito privado ya se vio por ciertas fotos que era más
tolerante- le procuró una rápida ascensión en el seno
del PSOE, que le encomendó el Gobierno Civil de Navarra y posteriormente,
el 31 de octubre de 1985, la dirección general de la Benemérita,
convirtiéndose así en el primer civil al mando de la venerable
institución en sus 150 años de historia. Roldán no
era trigo limpio desde hacía años, pero a ojos de todos era
el gestor competente en quien se confiaba para detener la sangría
de las matanzas etarras. Y, de hecho, el número de atentados se redujo
y la buena labor de la Guardia Civil se impuso en 1992 con la captura de
la cúpula de ETA en la localidad francesa de Bidart. La eficiencia
en el desempeño de sus funciones ocultaba el lado oscuro del personaje.
Durante el primer año al frente de la Guardia Civil, Roldán
apenas dio un paso en falso. Pero en marzo de 1987 anuló varios pedidos
de armas y unos meses después paralizaba unas obras en Aranjuez.
Proveedores y contratistas empezaron a tratar directamente con él
y a comprobar que si querían hacer negocio deberían aportarle
sustanciosas comisiones. Por otra parte, Roldán aumentó a
10 millones de pesetas mensuales su sobresueldo a cargo de los fondos reservados.
Buena parte de este dinero, que él siempre consideró como
una justa recompensa a sus desvelos, lo empleó en la adquisición
de fincas y pisos.
El mazazo llegó, quizás, cuando menos lo esperaba. Cuando
su nombre, tras la victoria socialista de 1993, había sonado como
&laqno;ministrable»; cuando se permitía el lujo de &laqno;puentear»
a su superior directo, Rafael Vera, y trataba los asuntos cara a cara con
el ministro de Interior José Luis Corcuera; cuando acababa de asegurar
en varias entrevistas que quería abandonar el cargo tras ocho años
de impecables servicios a la patria. Pero el titular era claro como el agua:
&laqno;El patrimonio de Roldán se incrementó en 400 millones
desde que es jefe de la Guardia Civil». Se quedaron cortos, porque
hoy se calcula que amasó alrededor de 1.800 millones de pesetas,
pero fue suficiente para que se desencadenara el huracán.
Con su habitual sentido de la oportunidad, Corcuera echó un capote
a Roldán (&laqno;tiene un patrimonio ortodoxo e inferior al de miles
de ciudadanos») casi al mismo tiempo que surgían nuevas pústulas:
Jorge Esparza, su testaferro, y Europe Capital, la sociedad a través
de la cual escritura sus propiedades. El 3 de diciembre, acogotado por las
evidencias, el Gobierno destituyó a su prohombre y lo sustituyó
por Ferrán Cardenal. Roldán salió de la Guardia Civil
entre protestas de inocencia, pero consciente de que necesitaba preparar
su huida. Hasta que le retiraron el pasaporte -27 de abril de 1994- tuvo
tiempo para hacerlo.
Mientras tanto el círculo se cerraba. En febrero, Roldán
acudió a declarar a un juzgado por una querella de José María
Ruiz Mateos, en marzo EL MUNDO reveló el caso de los fondos reservados,
el 5 de abril compareció durante 12 horas ante una comisión
parlamentaria, y el 15 de abril este periódico desveló su
relación con Gabriel Urralburu, presidente navarro, que al día
siguiente ponía su cargo a disposición del PSOE. El 29 de
abril, 24 horas después de que Roldán engañase desde
un móvil al nuevo ministro de Interior Antoni Asunción -quien
aseguró que estaba controlado y con escolta-, la juez instructora,
Ana María Ferrer, ordenaba la búsqueda y captura del prófugo.
El 30 de abril, Asunción dimitía como ministro tras convencerse
de la escapada y de su error.
Para terminar de arreglarlo, Manuel Cerdán y Antonio Rubio publicaban
en EL MUNDO una entrevista con el fugitivo en la que éste decía
que iba &laqno;a tirar de la manta» y que en caso de ir a la cárcel
no iría solo. Lo que se escuchó a partir de entonces está
en los escritos. La oposición cargó tintas y algunos de sus
miembros aventuraron incluso que el gobierno de Felipe González podría
haber ordenado la desaparición física del ex director de la
Guardia Civil. Las cartas de Roldán a Pedro J. Ramírez -en
las que reconocía haber cobrado fondos reservados al igual que el
resto de los altos cargos de Interior y afirmaba que Vera le había
dicho que el presidente &laqno;estaba al tanto de todo»- acallaron
un tanto esos rumores, pero no del todo. La impresión generalizada
era que si a alguien le convenía poco que Roldán apareciera,
ése era sin duda el Gobierno.
Juan Alberto Belloch, ministro de Justicia e Interior -una aleación
muy celebrada por la prensa-, tenía, en cambio, la determinación
de encontrar al huido al precio que fuese. Si a vigilar a la mujer de Roldán,
Blanca Rodríguez Porto, se dedicaron 50 agentes, 22 guardias civiles
y hasta un helicóptero, es de imaginar los medios que se emplearon
para localizar a su marido. El 5 de octubre, Belloch anunciaba en el Parlamento
que la búsqueda de Roldán abarcaba a 14 países.
Luis Roldán fue finalmente detenido el 27 de febrero de 1995 en
el aeropuerto de Bangkok. La dicha del biministro era inenarrable al día
siguiente en la rueda de prensa que dio junto a los cinco policías
que intervinieron en la operación. Preguntado por si hubo algún
trato con Roldán (algunos ya conocían el papel del agente
secreto Francisco Paesa en la captura), la respuesta fue categórica:
&laqno;El Gobierno nunca negocia». Fue una lástima que 24 horas
después EL MUNDO sacara a la luz los conocidos como &laqno;papeles
de Laos», por los que Roldán se había entregado a cambio
de no ser juzgado más que por los delitos de malversación
y cohecho. El sofoco le duró al Gobierno hasta que el Tribunal Constitucional
(el 23 de septiembre) y Tribunal de Estrasburgo (31 de octubre) consideraron
legal la extraña detención.
La famosa manta fue retirada en parte el 8 de mayo de 1995 cuando Roldán
acudió al encuentro del juez Baltasar Garzón, instructor entonces
del caso Segundo Marey. Ante él sacó a relucir todos los trapos
sucios del Ministerio del Interior, así como otros muchos detalles
y operaciones, la más llamativa de las cuales era la del &laqno;caso
Crillon», que tenía como objeto la investigación del
banquero Mario Conde. Lo que quedaba por destapar lo descubrió ante
el juez Javier Gómez de Liaño primero -secuestro y muerte
de los presuntos colaboradores de ETA Lasa y Zabala- y ante diversos juzgados
después, coincidiendo con la apertura del juicio oral. Las consecuencias
de sus declaraciones ya las estamos viendo hoy.
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