La genética centra las discusiones en Ars Electronica, el certamen de arte y tecnología más importante del mundo

JOSE LUIS DE VICENTE | MADRID
Especial para EL MUNDO

Cartel de la exposición

Más de veinte años a la vanguardia de la creatividad, anticipando las maneras en las que las nuevas tecnologías tranforman nuestra consciencia, nuestros cuerpos y nuestra visión del mundo. Estas son las credenciales de Ars Electronica, el pionero de los festivales de arte dedicados a explorar las relaciones entre creación y ciencia. A lo largo de toda esta semana, la XXI edición de la muestra ha convertido la pequeña ciudad austríaca de Linz en el foro intelectual más provocador, radical y atrevido del mundo.. Este año, todas las preguntas giraron alrededor de un asunto de indudable interés general: el sexo.

Sede del festival en Linz (Austria)

El tiempo le ha acabado dando la razón a Ars Electronica. Durante dos décadas, este arriesgado certamen de "arte, tecnología y sociedad" ha sido un punto de referencia fundamental para los que entendían que, en el siglo XXI, el teclado y el ratón serían los instrumentos de trabajo fundamentales para cualquier artista. Realidad virtual, imágenes generadas por ordenador, música "techno"... todas estas disciplinas desfilaron por el escaparate de la muestra austríaca años antes del "boom" de la Red y de que cualquier fenómeno que llevase el prefijo "ciber" se pusiese automáticamente de moda. Quizás esto podía haber provocado que el certamen cayese en la autocomplacencia; todo lo contrario.

El año pasado, los organizadores del festival aprovecharon su vigésimo aniversario para realizar un anuncio sorprendente: la revolución digital ya no les interesa. Según Gerfried Stoker, su director, "Las tecnologías de la información han agotado ya su capacidad para generar nuevos paradigmas sociales y culturales."

"La idea de Ars Electronica es siempre hablar sobre áreas en las que las nuevas tecnologías estén empezando a ejercer un impacto social y cultural. Esto está empezando a ocurrir en los campos de la ingeniería genética y las ciencias de la vida."

Efectivamente, Ars Electronica ha cambiado el chip por el gen. Desde el 99, la manipulación de la biología a través de la ciencia, con todas las incógnitas que abre, se ha convertido en el eje temático del festival. Si el 2000 pasará a la historia por ser el año en que se completó el mapa del genoma y en el que Gran Bretaña autorizó la clonación de embriones humanos, es lógico pensar que estos acontecimientos ejercerán una influencia fundamental sobre el desarrollo del arte en el futuro.

Carreras de espermatozoides

Mariposa manipulada genéticamente por Marta de Menezes

Bajo el pomposo título de "Sexo en la era de la superfluosidad de la reproducción" , Ars Electronica ha presentado a lo largo de los últimos días la polémica obra de toda una serie de creadores que pretenden hacer de la genética una técnica de expresión artística. Es el caso de Marta de Menezes, una bio-artista portuguesa que ha manipulado el proceso de desarrollo de unas mariposas para que sus alas adopten colores y dibujos que no existen en la naturaleza. ¿Es esto, en el sentido estricto de la palabra, arte?

Para su creadora, "es una forma de arte que, literalmente, vive y muere. Es, simultáneamente, arte y vida. Arte y biología." De Menezes pone especial énfasis en aclarar que, a pesar de su intervención "contra natura", las mariposas llevan una vida completamente normal. En la misma dirección, los australianos Oron Catts e Ionat Zurr y el israelí Guy Ben-Ary presentaron un provocador proyecto en el que utilizan cultivos de tejido orgánico como material para sus esculturas, unas inquietantes muñecas inspiradas en la tradición guatemalteca.

Como es de prever, para muchos visitantes estos trabajos resultan excesivamente siniestros. Consciente de ello, la organización ha concedido el papel de estrella de la muestra un proyecto con bastante de cómico y algo de sensual. El material sobre el que se ha ejecutado es uno de los fluidos corporales más populares: semen.

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